miércoles, 5 de septiembre de 2012

Capitulo Doce!





Hola chicas!! Como están? Su día? Yo ando bastante cansada con el trabajo...en serio necesito unas vacaciones....
Gracias por sus comentarios chicas, son geniales!!
Les tengo que pedir un favor, si alguna va al cine a ver la "pelea" POR FAVOR que me cuente!! Con detalles si es posible!!
Ahora si, les dejo cap! Por cierto!!! Son les tres últimos capítulos!
Gracias por leerme!! Besos, Vero!!



                             CAPITULO DOCE




Durante los dos días siguientes, Peter no tuvo tiempo para pensar en el caso de Noah Rider. Y menos para trabajar con él. Había estado ocupado con un caso de emergencia en el T Bar K. Una epidemia de neumonía había contagiado a los caballos del rancho y a buena parte de las reses. Los caballos tuvieron que ser tratados con antibióticos e hicieron falta todos los empleados del rancho para separar los animales sanos de los enfermos, además de para administrarles las medicinas.
Peter había estado haciendo todo lo posible para ayudar, trabajando desde el amanecer hasta la puesta de sol. La noche anterior, Agustin había telefoneado desde el Caribe y, al enterarse de lo que ocurría, había insistido en adelantar la vuelta. Pero él le había asegurado que estaba todo bajo control. Por suerte, aquella mañana temprano Linc le había dado la buena noticia de que todos los animales parecían estar recuperándose y no había habido nuevos casos.
Peter deseó que el problema que tenía con Lali pudiera ser solucionado con algo tan fácil como una dosis de medicina. No podía dejar de pensar en ella. No habían hablado desde la noche que cenaron en el rancho de los Esposito. Había querido ir a Aztec y verla en la cafetería, pero la epidemia del ganado no se lo había permitido. En varias ocasiones, había descolgado el teléfono para llamarla pero, luego, había vuelto a colgarlo.
¿Para qué iba a llamarla, cuando no sabía qué decirle?, se preguntó con amargura. ¿Para recordarle que la amaba? Parecía que ella no quería escucharlo. Lo cierto era que llevaba dos días enteros tratando de saber qué era lo que a ella le gustaría escuchar.
Había analizado la situación desde todos los ángulos y la única solución que se le ocurrió para que Lali quisiera casarse con él fue dejar su trabajo como Ranger en Texas y mudarse al condado de San Juan. No era lo que él había deseado para su vida. Había trabajado duro durante muchos años para llegar a formar parte de aquel cuerpo de élite. Se moriría si tuviera que dejar su trabajo, un trabajo que había sido su vida. Pero también se moriría si perdía a Lali.
Peter trató de enterrar el problema en el fondo de su mente y concentrarse en los papeles que tenía frente a él. Estaba allí para resolver un caso de asesinato, se recordó, y no podía hacerlo si estaba en las nubes. Necesitaba más información, más pistas que las que Pablo le había dado.
Se levantó de su escritorio en el despacho del rancho y miró por la ventana. El sol estaba alto en el cielo, salpicado de pequeñas nubes blancas. Era un día bonito. ¿Habría sido también así cuando Noah Rider fue asesinado?, se preguntó. ¿Habría sido el hermoso cielo de Nuevo México lo último que vieron sus ojos?
La primavera en ese estado era muy cambiante. Cuando parecía que el día iba a ser caluroso, un viento del norte podía soplar y hacer que nevara. Aunque Peter asumió que un hombre de la edad de Noah no iría a recorrer el rancho en un día de mal tiempo. ¿Pero por qué había ido Noah al T Bar K? ¿Adonde se había dirigido? ¿Había estado buscando algo?
Las preguntas que Peter se hacía fueron interrumpidas por el sonido del teléfono en su mesa.
—¿Peter? ¿Eres tú? —habló la voz de su hermana al otro lado del auricular.
Peter se sorprendió al escucharla. Por un momento, había creído que era Lali, y el corazón le dio un brinco ante la esperanza de que ella hubiera cambiado de idea, de que se hubiera dado cuenta de que tenía derecho a vivir su vida.
—Soy yo, Rocio. ¿Por qué? ¿No parezco yo? —dijo Peter.
—No. Más bien sonabas a Agustin cuando está enfadado.
—Lo siento, hermana. Estaba pensando.
—Y debes de estar agotado —comentó ella—. ¿Qué tal van las cosas con los caballos y las reses?
—Mucho mejor. Linc me ha dicho esta mañana que los animales están mejorando.
—Oh, me alegro mucho. Así Agustin se relajará y podrá continuar con su luna de miel tranquilo.
—Eso espero. Sería un incordio tenerlo aquí, siguiéndome los talones —bromeó Peter.
—Bueno, solo llamaba para comprobar que todo está bien. ¿Cómo estás tú?
—Bien, doctora Martinez. ¿Y tú? Se supone que debes cuidarte y cuidar de mi futuro sobrinito.
—Estoy bien. Pablo dice que el embarazo me sienta bien, que me hace guapa. ¿Qué te parece?
—Lo entiendo. Eres la mujer que ama y llevas a su hijo en el vientre.
Al decir aquellas palabras, Peter no pudo evitar visualizar a Lali embarazada de un hijo suyo, con el brillo de la maternidad en el rostro. Después de tantos años, había creído que nunca iba a querer tener hijos. Pero si Lali fuera a verlo en ese momento y le dijera que iba a tener un hijo suyo, sería el hombre más feliz del mundo.
—¿Peter? ¿Me has oído?
Al escuchar la voz de Rocio, Peter se dio cuenta de que se había distraído.
—Eh, no te he oído. ¿Qué decías, hermana?
—Decía que qué estabas haciendo. No quiero interrumpirte.
—Ah. No te preocupes —repuso él, mirando las notas que tenía sobre su escritorio—. Estaba tratando de poner un poco de orden en el caso de Noah. Pero tengo que admitir que no estoy llegando a ninguna parte.
—Si estuvieras en Texas, ¿considerarías que la investigación ha llegado a un punto muerto?
—Humm. Casi. No hay por dónde continuar. Cuando un detective busca a un asesino, trata de imaginar el momento, los medios y los motivos. Puedo imaginar los dos primeros. Noah se encuentra con alguien a quien conoce. El asesino utiliza una pistola pequeña, del calibre 22. Pero es el móvil lo que me tiene perdido. Si pudiera averiguar el motivo, eso echaría luz sobre el caso. Creo que tiene que ver con el dinero pero, hasta que descubra a quién iba destinado, no tengo ninguna pista.
—¿Quieres decir las grandes sumas de dinero que Noah sacaba de su cuenta todos los meses?
—Sí —contestó Peter.
—No sé, me preguntaba si tal vez habría información útil sobre Noah en los archivos antiguos del rancho. Quizá encuentres un nombre, una persona relacionada con él o con papá. Podríamos echar un vistazo a las viejas facturas y los demás documentos —sugirió Rocio.
Peter se levantó de la silla, con gran interés.
—No me había dado cuenta de que podíamos tener archivos de hace tanto tiempo, de cuando Noah trabajaba aquí.
—Eso creo. Hay cajas llenas de papeles en el ático. Nadie se ha tomado nunca la molestia de deshacerse de ellas.
—Voy a echarles un vistazo —se apresuró a decir Peter.
—Voy a terminar con mi último paciente. Iré para allá y te ayudaré —se ofreció ella, con la voz llena de excitación—. ¡Sería genial si encontráramos alguna pista!
—Milagroso, diría yo. Pero estoy dispuesto a agotar todas las posibilidades —afirmó Peter, y miró su reloj—. Aún no es mediodía, no quiero que dejes tu trabajo para ayudarme.
—Has olvidado que me he tomado las tardes libres. Recuerda que casi estoy de cinco meses.
—De acuerdo, hermana. Te veré dentro de un rato. Y gracias por tu ayuda.
Al escuchar a Rocio despedirse, Peter se dio cuenta de lo mucho que había echado de menos a su familia y de lo mucho que deseaba tener una familia propia, formar una nueva extensión del clan de los Lanzani. Pero, ¿cómo iba a lograrlo mientras Juan no dejara ir a Lali?


Poco más de una hora después, Rocio llegó, con vaqueros y una camiseta demasiado grande sobre su creciente vientre. Peter la miró.
—No voy a dejar que subas al ático. No en tu situación. Pablo me mataría si te pasara algo.
—No, no lo haría. Es un hombre de ley, como tú —repuso Rocio, de buen humor—. Se lo pensaría dos veces antes de echarte las manos al cuello.
—Vale. Eso me hace sentir mucho mejor —dijo él, riendo.
—Además, papá hizo que construyeran escaleras nuevas. Es fácil subir. Ya lo verás.
En la cocina, en una esquina del techo cercana a la puerta trasera, Peter abrió una trampilla y vio unas escaleras de madera móviles sujetas al interior por sólidas bisagras. Bajó las escaleras y se aseguró de que estaban asentadas con firmeza en el suelo.
—De acuerdo, subamos —indicó él, mirando a Rocio—. Pero quiero que subas delante de mí para tenerte agarrada por la cintura. ¡Y no se te ocurra soltarte del pasamanos!
—Sí, hermano, tendré mucho cuidado —contestó ella, y pasó delante de él, besándolo en la mejilla.
Al otro lado de la cocina, con las manos apoyadas en las caderas, Marina los observaba.
—No vais a encontrar nada allí —les advirtió.
—¿Por qué dices eso, Marina? —quiso saber Rocio—. Cualquier pista es mejor que nada.
—Bueno, nunca se sabe. Quizá no os guste lo que encontréis —comentó Marina.
Frunciendo el ceño, Peter intercambió una mirada de curiosidad con su hermana.
—¿Qué se supone que significa eso, Marina? Tus palabras me recuerdan a cuando me decías que el aullido del coyote nos traería mala suerte.
Marina caminó hasta donde ellos estaban y los apuntó con el dedo.
—Yo también quiero saber quién mató a Noah. Pero meter las narices en los papeles de vuestros padres no está bien. Es como escuchar a través de las puertas. Puedes oír algo que no te guste.
—Marina, solo vamos a examinar los documentos del rancho. Actúas como si fuéramos a leer los diarios privados de nuestros padres —comentó Rocio.
—Amelia y Francisco no tenían tiempo para esas tonterías. Además, no encontraréis nada sobre Noah en todo ese caos —insistió Marina.
—¿Por qué dices eso, Marina? ¿Sabes algo que nosotros no? Si es así, dínoslo para ahorrarnos tiempo —pidió Peter.
—¡No! —respondió Marina, sintiéndose ofendida—. Seguid, seguid. Nadie escucha a Marina nunca.
El ama de llaves de dio la vuelta y salió de la cocina.
—No le hagas caso, Peter —dijo Rocio—. No está enojada, solo es que tiene sus propias ideas sobre las cosas.
—Ya. Y son todas negativas —comentó Peter, y suspiró. Tomando la mano de su hermana la invitó a subir—. Vamos, empecemos cuanto antes.
El ático no estaba tan caótico como Peter se había esperado, pero estaba lleno de polvo. Encontró una vieja silla plegable y la abrió junto a la ventana. Después de encontrar las cajas con documentos del rancho, las llevó junto a la silla y ordenó a Rocio sentarse mientras él se sentaba en el suelo a sus pies.
Juntos, comenzaron a examinar todos los papeles en busca de algo que, aunque de forma remota, estuviera relacionado con Noah Rider. Después de dos horas, no habían encontrado nada de su interés, y Peter comenzó a sentirse descorazonado.
—Me parece que voy a tener que bajar y disculparme con Marina, pues tenía razón. No estoy encontrando nada.
—Bueno, no lo hemos revisado todo todavía —observó Rocio.
—Lo sé, pero se acerca la hora de comer. Tomemos un descanso antes de continuar.
Ella asintió y le sonrió.
—Bien. Pero antes de bajar, me gustaría hablarte de algo.
Peter la miró, sorprendido. Cuando su hermana tenía aquella mirada en los ojos, solo podía significar que iba a pedirle algo muy personal.
—Claro —dijo él, y sonrió—. Hace mucho que no tenemos una larga charla de hermanos. Dispara.
—Bueno, no necesito una larga charla. Solo quería preguntarte por Lali Esposito. Marina me ha contado que la has estado cortejando.
—¿Cortejándola? —repitió él—. Bueno, supongo que podríamos llamarlo así.
—Oh, me alegro tanto —afirmó su hermana, con una sonrisa de satisfacción—. Es una mujer hermosa por dentro y por fuera. Y trabaja mucho.
Peter dejó a un lado los polvorientos papeles que tenía sobre su regazo.
—Así es. ¿La conoces bien?
—Bueno, no somos lo que se dice amigas del alma, pero la visito a veces cuando está en el Wagon Wheel. Y ella va de vez en cuando a la clínica. Aunque su padre no es como ella. No puedo hacer nada para ayudar al viejo testarudo.
—¿Cuándo lo viste por última vez en la clínica?
Rocio pareció tratar de hacer memoria.
—En primavera. Dos o tres semanas antes de que se encontrara el cuerpo de Noah. Juan se había cortado en la mano y quería que se lo viera. Me dijo que se había cortado con un alambre, pero yo no me creí su historia.
—¿Por qué? —inquirió Peter, intrigado.
—Porque he visto muchos cortes hechos con alambradas y el suyo no tenía el mismo aspecto. La herida era demasiado profunda y estaba llena de restos de grava y suciedad. El alambre del cercado deja solo restos de óxido en las heridas.
—Muy observadora, hermana. Serías una buena Ranger —comentó Peter, guiñándole un ojo.
Ella lo miró como si el cumplido la complaciera.
—Los médicos tenemos que ser observadores, Peter. Algunos pacientes mienten mucho. Para poder ayudarlos, tenemos que darnos cuenta.
—¿Y cómo crees que se cortó Juan?
—Bueno, quizá el hombre estaba borracho y se cayó al suelo, apoyando la palma de la mano sobre una roca afilada.
—Humm. Me pregunto por qué mentiría con lo de la alambrada —pensó Peter en voz alta.
Rocio hizo un gesto de desagrado que dejó claro que no sentía simpatía por Juan Esposito.
—Porque no quería que Lali supiera que había bebido tanto como para caerse y hacerse daño.
—Lo más seguro es que tengas razón, hermana —señaló Peter, y suspiró—. Juan depende emocionalmente de Lali. Es obvio. Y ella está dedicada a él. También es obvio. Aunque no puedo entenderlo.
—Peter… ¿vas en serio con Lali?
Metiéndose las manos en los bolsillos de los pantalones, Peter caminó hasta la ventana que había tras ellos y miró afuera. Desde allí podía ver el pequeño rincón donde había cenado con Lali. Aquella noche había estado tan bella a la luz de las velas…
—Sí. Se puede decir que voy muy en serio con ella. Pero hay… contratiempos.
Rocio se volvió desde su asiento para poder mirarlo.
—Peter, cuando Marina me dijo que estabas saliendo con Lali, me encantó. No puedes imaginar lo contenta que me puse de saber que quizá habías encontrado alguien a quien amar. Y ahora me hablas de contratiempos. ¿Qué clase de contratiempos? ¿Su hijo Eric?
—No. Eric y yo somos buenos amigos. Es un chico maravilloso. Y quiere que su madre sea feliz.
—Eso es algo admirable. Si el problema no está en Eric, ¿entonces?
Peter se acercó junto a su hermana.
—Rocio, cuando Pablo te pidió que te casaras con él y fueras a Texas, te negaste. Creías que era tu deber quedarte y cuidar de papá. Creías que te necesitaba y que eras la única persona capaz de cuidarlo, ¿recuerdas?
—Es algo que nunca olvidaré. Casi pierdo a Pablo por aquella decisión. De hecho, lo perdí durante largos años —contestó Rocio.
—Bueno, pues yo tengo el mismo problema con Lali —confesó Peter, apretando el hombro de su hermana—. Se niega a considerar la posibilidad de casarse conmigo y acompañarme a San Antonio. Dice que ella es todo lo que le queda a Juan y que no puede abandonarlo.
—Juan podría acompañaros —sugirió Rocio—. Si es que tú puedes soportarlo.
—Ya se lo he propuesto a Lali. Dice que Juan no aceptaría. Y creo que tiene razón. No se puede sacar a un perro viejo de su territorio y esperar que sea feliz.
—Peter, lo siento mucho. Yo he pasado por lo mismo y entiendo cómo se siente Lali. Destrozada. Pero seguro que juntos podéis superarlo. Tiene que haber una alternativa.
Peter se encogió de hombros, sintiéndose derrotado. Antes solía mirar hacia el futuro con excitación y alegría pero, en aquel momento, lo veía como un horizonte gris y deprimente.
—Sí la hay —contestó él—. Podría dejar los Rangers y quedarme aquí.
—¡No! —exclamó Rocio, atónita—. ¡Es tu vida, Peter! ¡No podrías dejarlo!
—No quiero hacerlo. Pero tampoco quiero perder a Lali.
—Debes de amarla mucho —observó su hermana.
—Así es —afirmó él, mirándola a los ojos.
—Cuando Marina me habló acerca de Lali, nunca pensé que la cosa era tan seria y que los dos estabais viviendo este tormento. ¿Por qué no dijiste nada?
—No he venido aquí para esto. Vine para ayudaros a solucionar el caso de asesinato. No sabía que Lali vivía aquí. Verla fue toda una sorpresa. Y yo… me he enamorado de ella de nuevo.
—¿De nuevo? —preguntó Rocio con sorpresa.
—Sí. Estuve muy enamorado de ella cuando íbamos al instituto. Pero ella no me hacía caso. Porque era un Lanzani.
—Creí que las chicas os perseguían a Agustin y a ti porque erais Lanzanis. Y porque sois guapos, por supuesto —bromeó ella.
—Lali pensaba que Francisco no habría permitido que saliéramos juntos. Y, quién sabe, quizá él lo habría intentado. Ya lo hizo con Pablo y contigo —recordó Peter, y rodeó a su hermana con el brazo—. De cualquier manera, dejemos el tema. Tengo hambre y huele muy bien ahí abajo. Veamos qué hay.
—De acuerdo. ¡Estás hablando con una persona que tiene que comer por dos!
Tomando a su hermana del brazo, Peter la guio a través de un pasillo de cajas y chatarra.
—Alguien debería ocuparse de limpiar este ático —murmuró Peter, agachándose a retirar una rueda vieja de bicicleta del medio—. Esto debería estar en el garaje, no aquí.
—Puedes hacerlo tú —sugirió Rocio con una risita—. Apúntalo en tu lista de tareas para la próxima vez que vengas.
Peter lanzó la rueda hacia un espacio vacío, pero cayó un poco más allá, sobre una mesa de madera con cajas apiladas. Una de las cajas de cartón se precipitó al suelo y de ella salió una pequeña caja de metal, que se abrió y dejó salir todos los papeles que contenía.
—¡Maldición! Ahora sí que la hemos hecho buena. Olvidémoslo, la recogeremos después de comer.
Rocio se acercó a ver los papeles y sobres esparcidos por el suelo.
—Ven y ayúdame, solo nos llevará un minuto y ya estará hecho.
Peter se arrodilló y comenzó a tomar las cartas del suelo.
—¿Qué es esto?
—Creí que eran viejas recetas de cocina de mamá. Pero no. Son… —comenzó a decir, y abrió uno de los sobres para mirar en su interior—. Correspondencia personal de alguien de Texas.
—Debe de ser la tía Celia. Mamá se escribía mucho con ella.
Peter abrió una de las cartas y comenzó a leer. Después del típico comienzo, las palabras de la tía Celia no tenían mucho sentido, y se lo leyó en voz alta a su hermana:

—«Me alegra contarte que tu hija se haya recuperado de su catarro. Me gusta verla riéndose de nuevo. Sabe que tiene un dientecito y le gusta morderme el dedo…».

Completamente desconcertado, Peter miró a Rocio.
—¿De qué habla? ¿Una hija? ¿Te quedaste tú alguna vez cuando eras bebé en casa de la tía Celia?
—No, que yo sepa. ¿Cuándo fue escrita la carta?
—Hace veinticinco años —repuso Peter, tras mirar el matasellos.
—Entonces no era yo. No era un bebé entonces, ya iba al colegio.
Ambos hermanos se miraron en silencio. Y Peter volvió sus ojos a la carta, como si hubiera descubierto una serpiente venenosa.
—¿Entonces, por qué dice «tu hija»? ¿Cómo iba mamá a tener otro hijo? ¡Lo hubiéramos sabido!
Rocio se sentó en el polvoriento suelo y tomó algunas cartas más.
—Leamos otras —le urgió—. Igual encontramos la respuesta.
Olvidaron la hora de comer y se sumergieron en la pila de cartas. Conmocionados por los secretos que habían desenterrado de aquellas amarillentas páginas de correspondencia, no pudieron parar de leer.
—¡Dios mío, Peter, hay una de Noah Rider a mamá!
—¿Noah? ¿Qué dice? —preguntó Peter, tratando de tomar la carta que Rocio agarraba con firmeza.
—¡Oh, cielos! ¡Pobre mamá, pobre Noah!
Con lágrimas en los ojos, Rocio miró a su hermano.
—Fue él, Peter. Noah y mamá. No tienes que leer más que unas pocas líneas para adivinar lo mucho que él la amaba. Y, por lo que parece, ella debió de corresponderlo. Pero ¿y papá? ¿Crees que él sabía que su mujer y su capataz eran…?
Rocio fue incapaz de terminar la frase y le tendió la carta a su hermano para que pudiera echarle un vistazo por sí mismo.
—Mira, Rocio, sé que esto es un shock para ti y no quiero apenarte más —comentó Peter con suavidad—. Pero no quiero que veas a mamá como la mala de la película. Francisco tuvo un montón de amantes. Agustin y yo lo averiguamos y supongo que mamá también. Ella debió de decidir buscar amor fuera de su matrimonio.
—Me parece increíble. ¡Nuestra madre tuvo una aventura con Noah Rider! ¡Tuvieron un hijo! ¿Cómo es posible que nadie lo supiera?
Olvidando la carta por un momento, Peter se acercó a las escaleras y llamó a la vieja cocinera.
—¡Marina, sube! ¡Nos gustaría hablar contigo!
Tras un minuto de silencio, Marina se asomó.
—No voy a subir las escaleras. Hoy no. Hoy es mal día. Mala suerte. Rocio y tú bajad. La comida está lista.
Era un mal día, sí, se dijo Peter. Todos aquellos años había estado pensando mal de su padre. Había odiado sus coqueteos y había estado resentido con él porque no fue un devoto esposo. Pero tenía que reconocer y aceptar que la madre que había amado y respetado tampoco era una mujer perfecta. ¡No le había sido fiel a Francisco y tenía una hija en alguna parte que lo probaba!

4 comentarios:

  1. :0:0 oo x dios mas mas mas esto esta genial me encanta quien será la hija??:0

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  2. Una bomba!Me asusta pensar quien es!Y desde el comienzo presiento q el padre de Lali oculta algo!Q poco queda!

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  3. no me gustan las conclusiones que llego! Espero estar equivocada!! Me encanta más!

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  4. Si Juan perdió todo ,para mi k no era Noah,el amante d la madre d Peter y Rocío,sino el mismo Juan k pagaba x el chantaje d Noah,eso me parece más coherente ,pero d alguna manera ,Peter y Lali no pueden ser hermanos.

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