martes, 4 de septiembre de 2012

Capitulo Once!





Chicas, lo siento. Siento no haber subido antes. Ya saben que aunque el fin de semana no suba el lunes siempre estoy de vuelta, pero ayer se me hizo imposible. Lo siento mucho. Pero por suerte hoy pude así que les dejo leer ya el cap. Gracias por sus comentarios como siempre. Espero que su semana empezara de la mejor manera.
Gracias por leerme!! Besos, Vero!!



                               CAPITULO ONCE




Los tres se quedaron mirando a Blackjack hasta que el sol comenzó a desaparecer detrás de las montañas. Lali propuso regresar a casa, para que pudiera limpiar la cocina.
—El abuelo se va a encargar de eso, mamá —le recordó Eric—. Quédate fuera con Peter, así los dos podréis estar solos.
—Eric… —comenzó a decir Lali, sorprendida por la ocurrencia de su hijo.
—Llévala a dar un paseo, Peter. A las chicas les gusta eso. ¡Y dale un beso también! —sugirió Eric.
—¡De acuerdo, Eric, te la has ganado! —exclamó Lali, señalándolo con el dedo—. ¡No saldrás de aquí durante dos semanas!
Riendo, Peter la tomó por el brazo y comenzó a caminar con ella.
—No te preocupes, Eric, la convenceré para que ceda.
—¿Qué pasa aquí? —protestó Lali, dejando que Peter la condujera a través de un sendero rodeado de pinos y enebros—. ¡Primero mi padre y luego Eric! Están desconocidos.
—Eric parece estar contento —comentó Peter.
—Lo está. Y eso es lo que me preocupa.
—¿Dónde lleva este camino? —preguntó Peter, deteniéndose un momento.
—Al arroyo donde Eric cogió las truchas.
—Suena bien. Seguiremos por aquí —propuso Peter—. ¿Por qué te parece preocupante que Eric esté contento? ¿No es lo que quieres para tu hijo?
—Claro. Pero… bueno, toda su alegría es por ti. Y yo…
—Oye, Lali, no creo que sea eso. Apuesto lo que quieras a que Eric es un niño feliz.
—Bueno, sí. Pero no es normal que esté tan excitado y contento.
Peter se sintió invadido por un cúmulo de emociones. Pensar que era responsable de la felicidad de un niño lo asustaba y le parecía maravilloso al mismo tiempo. Aunque no se había imaginado con hijos, sí podía figurarse a sí mismo guiando a Eric en sus años de adolescencia. Además, también podía imaginarse a Lali creciendo con un hijo suyo en el vientre. No una sola vez, sino dos o tres.
—Lali, yo adoro a Eric. No le haría daño por nada del mundo.
—Lo sé. Pero él…
Lali no pudo continuar. De pronto, se dio cuenta de que no quería hablar de la partida de Peter. Le dolía demasiado y no quería arruinar el día hablando de algo que no podía ser cambiado.
—¿Qué? —preguntó Peter.
—Nada —respondió ella—. Vamos, intentemos llegar al arroyo antes de que oscurezca.
Los dos caminaron de la mano por el sendero serpenteante, bordeado por salvia y piedras rojizas. Enseguida, el sendero llegó a un pequeño valle salpicado de pinos.
—Debemos de estar cerca del arroyo. La hierba está más verde —observó Peter.
—Allí. Donde están los árboles más grandes.
Llegaron hasta la orilla, a la sombra de los árboles, donde la hierba parecía una gruesa alfombra verde. El sonido del agua se unía al del viento en los pinos, creando una suave canción.
—Qué lugar tan hermoso. Si yo fuera Eric, estaría aquí todo el día —comentó Peter.
—Viene a menudo —admitió Lali—. Creo que es uno de los sitios más bonitos del rancho.
Peter llevó a Lali junto a un gran sauce a la orilla del arroyo y la invitó a sentarse contra en tronco, a su lado. Entonces, vio unas huellas de caballo en el suelo.
—Humm. Parece que un caballo ha venido al arroyo —comentó él.
—Deben de pertenecer a Blackjack —repuso Lali, mirando las huellas.
—¿Vino con él por aquí hoy?
—No, hoy no. ¿Por qué?
«Porque las huellas son frescas y pertenecían a un caballo que ha perdido tres de sus herraduras», pensó Peter. Y estaba seguro de que Blackjack tenía todas sus herraduras. Podía ser un caballo salvaje, de los que antes merodeaban las montañas y la meseta en aquella zona. Lo último en lo que quería pensar en aquel momento era en Snip.
—Por nada. Por curiosidad —contestó y, con una sonrisa picara, la arrastró a sus brazos—. Ven aquí y deja que te enseñe lo mucho que te he echado de menos.
Lali se recostó entre sus brazos, y Peter se quitó el sombrero, inclinando su cabeza hacia ella. Con el sonido tintineante del agua en sus oídos, ella cerró los ojos, ofreciéndole su boca.
El contacto entre ellos creó una combustión instantánea y, en cuestión de segundos, Peter la besaba con ansia, y ella se dejó llevar por una poderosa sensación de placer, agarrada a los anchos hombros de él.
—Lali, parece que han pasado semanas desde que hicimos el amor. ¿Tienes idea de lo mucho que te he deseado? ¿De lo mucho que te deseo ahora? —susurró él.
Ella se estremeció de placer.
—Te mentiría si dijera que no siento lo mismo.
Peter recorrió el cuello de ella y el lóbulo de su oreja con sus besos.
—Tenemos que ir a mi rancho, donde pueda hacerte el amor en mi cama. ¡Sería el paraíso!
Al visualizar lo que él proponía ella no pudo contener un gemido de placer y deseo.
—No. No podemos, Peter.
—¿Por qué? —insistió él, sin dejar de besar su rostro.
—Porque… sería demasiado obvio —contestó ella—. Tiene que ser aquí o nada.
Peter levantó la cabeza y comprobó que la noche había caído y que estaban bien escondidos por las ramas de los sauces llorones.
—¿Puede que Eric venga a buscarnos? —preguntó.
—No. Quiere que estemos solos —respondió ella, tomando la cara de él entre sus manos.
Eric quería que estuvieran enamorados, pensó Lali y el pensamiento se le clavó en el corazón como una flecha.
Peter miró alrededor, titubeando un poco.
—¿Estás segura?
Lali guio la mano de él hacia su pecho palpitante, ardiente y deseoso de ser tocado.
—¡Sí! ¡Ahora, Peter! ¡Rápido!
La urgencia que sonó en la voz de ella fue como una dosis extra de gasolina en un fuego encendido. A Peter le faltó tiempo para quitarle los pantalones a ella y quitarse también los suyos. Sus manos eran torpes y temblaban de deseo, igual que las de ella cuando intentó ayudarle a quitarse las botas y bajarse la cremallera.
Cuando sus extremidades inferiores estuvieron desnudas, se olvidaron de las camisetas y sus cuerpos se entrelazaron sobre la verde hierba. Peter siguió besándola, hasta que ambos tuvieron que separar sus bocas para tomar aire.
Cuando recuperó el aliento, él se puso de rodillas y la tomó de las caderas.
—Eres la mujer más hermosa del mundo. Y eres mía.
Peter metió una mano debajo de la camiseta de ella y le acarició los pechos, mientras con la otra mano la tocaba entre los muslos.
Lali arqueó la espalda ante el placer de su contacto, y se preguntó cómo había podido vivir hasta entonces sin él. Peter encendía algo dentro de ella, algo que no se extinguía cuando el acto sexual terminaba.
—Peter… no utilizo ningún método anticonceptivo —le advirtió—. Yo… nunca lo necesité.
Él sonrió mientras el dolor y el placer del deseo lo poseían, como una ola gigante arrastrándolo a la costa.
—Yo tampoco —admitió Peter—. No usé nada la otra noche. Pero no importa. ¡No importa!
—¡Peter! Tú… —comenzó a decir ella.
—Lali, ¿crees que podría parar ahora? —dijo él, mientras separaba las piernas de su amante—. Es demasiado tarde. Necesito tenerte. Y tú… tú a mí, ¿no es así?
Ella no se negó. No pudo. No con su cuerpo húmedo y ansioso de tenerlo dentro. Lo envolvió con sus brazos y lo acercó contra ella.
—¡Sí, Peter! ¡Sí!
Peter se hundió con profundidad en su interior y sintió un placer tan intenso, tan enorme, que echó la cabeza atrás y no pudo reprimir un fuerte gemido. Entonces, azuzado por el instinto, comenzó a moverse hacia dentro y hacia fuera, y ella lo envolvió con sus piernas. Él se sintió aún más excitado ante la posibilidad de dejarla embarazada, de llenar su cuerpo con un hijo suyo.
En cuestión de minutos, el ritmo de sus cuerpos alcanzó un febril frenesí. Peter trató en varias ocasiones de refrenarse, pero no lo consiguió y, en cuanto oyó los gritos orgásmicos de ella, dejó que su cuerpo se liberara con una explosión que hizo que el suelo se tambaleara debajo de él.
Tomando aire, él esperó unos momentos a que el mundo se recompusiera a su alrededor. Entonces, se dio cuenta de que estaba descansando todo su peso sobre Lali y se hizo a un lado.
Junto a ella, le apartó el pelo de la cara y le acarició la frente.
—Lali, mi amor, mi tesoro.
—Peter.
Lali dijo su nombre en un ronco susurro. Cuando él la miró, vio un reguero de lágrimas cayendo de sus ojos y se sintió sobrecogido.
—Lali, yo… —comenzó a decir, hundiendo los dedos en la gruesa melena de ella y acercando sus cabezas—. Yo te amo, ¿lo sabes, no? Te amo.
Ella se puso tiesa y se apartó para mirarlo fijamente.
—¡No! ¡No puedes!
—¿Por qué no puedo?
Lali respiró hondo y trató de calmar su enloquecido corazón. ¿Peter la amaba? No. Era demasiado maravilloso, demasiado imposible.
—Porque… no es posible. Eso es todo —murmuró ella y, antes de que Peter pudiera detenerla, se puso en pie y alcanzó sus pantalones.
—¿Por qué? ¿No me crees capaz de amar a una mujer?
Lali pensó que le resultaría más fácil lidiar con el dolor de su corazón si él no fuera tan gentil, tan dulce.
—Por supuesto que no creo eso. Eres un hombre generoso y lleno de amor, Peter.
Lali comenzó a ponerse los pantalones, y él la detuvo, poniendo una mano en su brazo. Al mirarla, ella se dio cuenta de que le estaba ofreciendo su pañuelo, para limpiarse las huellas de haber hecho el amor.
Aquel detalle provocó otra oleada de lágrimas en Lali, que terminó de vestirse sin decir nada. Trató de tragarse el dolor y la rigidez que sentía en la garganta.
De pie, Lali guardó el pañuelo usado en el bolsillo de sus pantalones y sintió cómo él se levantaba para ponerse detrás de ella. Tuvo que hacer un esfuerzo enorme para no girarse y echarse en sus brazos, para no decirle lo mucho que ella lo amaba también.
—Lali —dijo él con suavidad—. ¿Crees que te miento?
Muy despacio, ella se giró para verlo, con el corazón encogido de dolor. Humedeciéndose los labios, habló con voz tensa:
—Supongo que una parte de mí encuentra difícil de creer que me ames. Pero sé que eres un hombre honesto, y tengo que creerte.
Él afiló su mirada, tratando de encontrarle sentido a la respuesta de su amante:
—¿Entonces qué es lo que anda mal? Pensé que te haría feliz. Pensé… —comenzó a decir, y se detuvo de forma abrupta, al darse cuenta de que existía otra posibilidad—. Me parece que he sido un poco presuntuoso al pensar que sentías lo mismo por mí. Supongo que me equivoqué. Supongo que lo que ha sucedido entre nosotros no ha sido más que sexo para ti.
—¡Para! ¡No digas eso!
—¿Por qué?
—¡Porque no es cierto! Lo que hemos compartido es especial. ¡Hermoso! —exclamó ella, angustiada.
—Entonces, sientes algo por mí —concluyó él, aliviado, tomándola de las manos.
—Yo… —titubeó ella, y tragó saliva, sin poder evitar que sus verdaderos sentimientos salieran a la superficie—. Lo eres todo para mí, Peter.
—No lo entiendo. Te digo que te amo y…
—No quiero escucharte. Duele demasiado.
—¿Duele?
—Sí —asintió ella con aire desesperado—. Saber que te importo, pero no poder estar juntos.
Peter inclinó la cabeza un poco para poder mirarla a los ojos.
—No creo que lo entiendas, Lali. Cuando te digo que te amo, me refiero a que quiero casarme contigo. Quiero que formemos una familia y darle a Eric hermanos y hermanas.
¿Tener hijos? ¿Sus hijos? La idea emocionó a Lali y la llenó de alegría. Al mismo tiempo, el dolor por lo imposible seguía pesando en su corazón.
—Peter, no digas esas cosas —rogó ella, y bajó la cabeza, secándose las lágrimas.
—Tengo que decirlas, Lali —murmuró él—. Tengo que saber de dónde has sacado la idea de que no podemos estar juntos. Dímelo —pidió, levantando con su dedo la barbilla de ella.
Para Lali, la razón era muy obvia.
—Peter, vives en Texas. Allí tienes tu vida y tu trabajo.
—No veo ninguna razón para que Eric y tú no os mudéis a Texas conmigo. Tengo un rancho muy bonito con una casa lo suficientemente grande como para criar a todos los hijos que queramos. Me doy cuenta de que puede que no quieras dejar tu trabajo aquí, pero puedes terminar tus estudios allí y conseguir el puesto de maestra que siempre has querido. En cuanto a la educación de Eric, en la zona hay muchas escuelas, públicas y privadas. Podrá elegir.
Lali se quedó con la boca abierta.
—¿Pagarías la educación de Eric en una escuela privada?
—Por supuesto, si es lo que elegimos. Quiero que sea mi hijo en todos los sentidos. Quiero que los dos tengáis todo lo que necesitéis y queráis.
Lali sabía que era un hombre generoso, pero aquella demostración de magnanimidad le resultó sobrecogedora. Aunque la seguridad financiera que le ofrecía no era importante. Su amor era el verdadero regalo. Poder vivir con él día tras día, dormir a su lado, escuchar su voz y tocar su mano sería para ella como conseguir el tesoro escondido al final del arco iris.
—No estás pensando, Peter. ¿Cómo voy a irme así? ¿Qué pasaría con mi padre?
—Puede venir con nosotros —repuso él, sin titubear—. Te daría la oportunidad de ofrecerle una buena atención médica.
Cuanto más hablaba él, más incrédula y aturdida se sentía ella.
—No lo dices en serio, Peter. No creo que te guste tener a mi padre en nuestras vidas. Él…
—Lali —la interrumpió—. No estoy ciego. Me doy cuenta de que tu padre tiene problemas con el alcohol. No es la primera persona en el mundo a la que le sucede. Le encontraremos ayuda. Será lo mejor para él.
¿Cómo podía resistirse a un hombre que le estaba ofreciendo tanto? ¿Cómo podía no rendirse, cuando con todo su corazón deseaba vivir el resto de su vida con él?
—Oh, Peter —susurró ella—. ¡Peter! Mi padre nunca querría irse de aquí. Siempre ha vivido aquí. Y, aunque él quisiera, no funcionaría. ¡No funcionaría!
Sintiéndose rota en pedazos, Lali se giró para darle la espalda, tratando de recomponerse.
Durante largos minutos, Peter se quedó en silencio, con el rostro triste, tratando de asimilar las palabras de ella.
—Así que, en otras palabras, me estás diciendo que tu padre está primero, antes que yo.
—No me hagas esto —contestó ella, volviéndose para mirarlo—. ¡No me hagas elegir! ¡Mi padre no tiene a nadie! ¡Necesita que lo cuide!
Peter se puso furioso:
—¡Eres como mi hermana Rocio! Durante años, dejó que nuestro padre la utilizara. Le dio la espalda a Pablo y se negó a irse con él por culpa de nuestro padre. No se daba cuenta de que Francisco la estaba manipulando, chantajeándola con el cuento de que estaba mal de salud y era un pobre viudo solitario. Lo mismo te pasa a ti, Lali. No eres la responsable de Juan. ¿Cuándo vas a abrir los ojos y comenzar a vivir tu propia vida? ¿O es más fácil usarlo a él como excusa?
—¿Qué quieres decir? ¿Crees que todo esto es fácil para mí? ¿Crees que me causa placer cuidar de él?
—No digo que sea fácil. Pero es seguro para ti. Es una forma de no tener que lidiar con otro Carlos. De no tener que explicar a otro hijo por qué su padre lo abandonó. Eso es lo que crees, ¿verdad?
—¡Eso que dices es horrible! —exclamó Lali, y tragó saliva.
—La verdad puede serlo —murmuró él, y la tomó del brazo—. Vamos. Es tarde. Es hora de que volvamos.
Por suerte, cuando regresaron a la casa, Juan y Eric estaban absortos viendo la televisión y no parecieron darse cuenta de que habían estado fuera un buen rato.
Peter se despidió de Eric y le prometió llamarlo pronto para montar a caballo.
—¡Estaré listo, Peter! ¡Y llevaré mis espuelas!
—Vuelve a visitarnos, muchacho —invitó Juan desde su sillón—. Es agradable recibir compañía.
—Gracias, Juan. Tengo que irme.
Lali lo acompañó hasta su coche, aunque Peter parecía distante y frío, deseoso de librarse de ella.
Cuando él abrió la puerta del coche, Lali se quedó parada al lado, esperando a que él dijera algo.
—Siento que estés enojado conmigo, Peter —dijo al fin ella.
—Lali, lo que siento ahora no tiene nada que ver con el enojo.
Su voz sonó llena de dolor y disgusto, frustración y decepción. Lali podría haberle confesado que sentía lo mismo. ¿Pero para qué?, se preguntó. Peter lo veía como si el problema estuviera en ella. Y ella no tenía ni idea de cómo arreglarlo.
Acercándose, Lali le tocó el brazo y, al sentir su fuerza y su calidez, sintió deseos de sumergirse en él, de rogarle que la abrazara y nunca le dejara marchar. Lo necesitaba. Más de lo que había necesitado nada o a nadie. Pero no podía rendirse a la necesidad. No más.
—No quiero que las cosas sean así, Peter —admitió, en voz baja, llena de desesperación—. ¡Me gustaría que fueran diferentes! ¡Pero no puedo cambiarlas!
—¿No puedes?
—Haces que todo suene sencillo y fácil. Cuando en realidad es imposible. Fui una tonta por no decírtelo desde el principio. Pero, al principio, no tenía ni idea de que ibas en serio y, cuando me di cuenta de que así era, yo… bueno, no pude resistirme.
Peter no dijo nada. Continuó mirándola como si fuera la primera vez que la viera y estuviera hondamente decepcionado.
—Supongo que fue culpa mía ser tan irresistible, ¿no?
La amargura en su voz la hirió.
—Supongo que me lo merezco —contestó ella, y desvió la mirada—. ¿Y ahora qué? ¿Vas a decirme que lo nuestro se ha terminado?
Peter hizo un gesto de consternación y, con suavidad, tocó la mejilla de ella:
—Eres tú quien me ha dicho que se ha terminado. Pero no voy a conformarme con eso. No voy a rendirme en mi propósito de vivir contigo.
El corazón de Lali brincó de felicidad, pero ella lo acalló al instante. No importaba que Peter estuviera decidido, aún quedaba el problema de su padre.
—Pe… Peter —balbuceó ella, en un susurro—. Te amo. Te amo mucho. Creo que siempre te he amado.
Cerrando los ojos, él la abrazó y hundió el rostro en el cuello de ella.
—Y yo te amo a ti, Lali. Llevo mucho, mucho tiempo queriendo amarte. Y no puedo dejarte ir ahora. Ni nunca.
Sujetando el rostro de ella, inclinó la cabeza y la besó largamente. Cuando sus labios se separaron, las mejillas de Lali estaban llenas de lágrimas.
—Peter, yo…
—No digas nada más. No lo pienses más esta noche —susurró él con dulzura, y secó con sus dedos las lágrimas de ella—. Pensaré en algo.
Lali asintió en silencio y lo vio subirse al coche. No podía dejar de llorar y se quedó unos momentos más fuera, para que Eric y Juan no la vieran.
—¡Mamá! ¿Ya se ha ido Peter?
—Sí. Ya se ha ido —respondió Lali, mirando hacia su hijo, que estaba en el porche.
—¿No vienes a casa? ¿Qué haces ahí en la oscuridad?
Soñando, respondió ella para sus adentros. Soñando en una vida que estaba lejos de su alcance. Pero el sueño había terminado y debía volver a la realidad. Junto a su hijo que la esperaba.

4 comentarios:

  1. Me encanta como es peter con ella, no entiendo porque no acepta todo lo q el le quiere dar!1 Me encanta más!!

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  2. Ayuyy me conmovió el CAP :( lali q tonta pobre

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  3. Me encantó y q real me parecio,cuantas veces no nos animamos a jugarnos por sentimientos de culpa !Peter le esta abriendo la puerta a una nueva vida y con todas sus mochilas ncluidas y aun así ella pone troncos en la rueda!

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  4. Peter tiene k volver al arroyo,los caballos salvajes no tienen herraduras,y es muy raro k un caballo pierda tres d sus herraduras.No entiendo las dudas d Lali,si Eric y Juan están felices.

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