jueves, 6 de septiembre de 2012

Capitulo Trece!





Hola chicas!!! Como andan?? Dios mio! Ha sido un día larguísimo hoy....Les tengo que pedir otro favor... Alguna puede recomendarme un libro?? Suelo leer mucho, y lo peor es que a veces me duran solo dos días!! Me encanta leer y no se ahora mismo cual. Si alguna tiene alguna idea se lo agradecería!!
Chicas, mañana ultimo capitulo! Gracias por sus comentarios! Mañana el final!!
Gracias por leerme!! Besos, Vero!!



                              CAPITULO TRECE




Peter se acercó a Rocio y le ayudó a levantarse.
—Marina no subirá, así que tendremos que bajar. Llevaremos unas cuantas cartas con nosotros. Dios sabe que necesitamos algo para explicar este lío.
En la cocina, los dos revelaron a Marina la información que habían encontrado en las cartas privadas de Amelia. Ella palideció y se pudo la mano en el pecho.
—¡Lo veis! —exclamó Marina—. No se debe andar en las cosas privadas. ¡Puede lastimarte!
Marina cerró los ojos y se frotó el pecho como si le doliera. Temiendo por su salud, Peter la tomó del brazo y le ayudó a sentarse.
Rocio se acercó y le tomó el pulso.
—¿Te cuesta respirar, Marina?
Suspirando con frustración, Marina negó con un gesto de la mano.
—¡No! ¡No! Es mi corazón. Me duele por vuestra madre. Ni siquiera pudo criar a su propia hija. Tuvo que dejársela a su hermana. Eso debió de haberla matado —murmuró—. Francisco merecía una buena patada en el trasero.
—Marina, ¡mamá tenía una ventura! ¡No era el bebé de Francisco! ¿Crees que acaso él debió haber aceptado que viviera en su casa? —preguntó Rocio, sin dar crédito a lo que había oído.
—Si él sabía lo del bebé, debió haberla dejado criarlo aquí. Sobre todo, cuando todo el mundo sabía que Francisco tenía un montón de hijos bastardos por la zona.
Rocio se dejó caer en una silla.
—Bueno, yo no tenía ni idea de que papá engañaba a mamá. Y… ¡preferiría no haberlo sabido! —exclamó y, tras un momento, pareció pensar algo nuevo. Mirando a Peter, preguntó—: ¿Crees que esto tuvo algo que ver con el asesinato de Noah?
Pasándose una mano por el pelo, Peter se levantó al mostrador de la cocina y sirvió dos tazas de café antes de contestar:
—Lo dudo. Ocurrió hace muchos años. Y mamá y papá están muertos ahora. Pero… no se puede descartar —afirmó y, mirando a Marina, inquirió—: ¿Tú sabías lo de mamá? ¿Y lo del bebé?
—¡No! —repuso Marina, sintiéndose insultada por ser acusada de guardar secretos—. Tu madre no me habría contado algo así.
—Tal vez no —señaló Peter, y se sentó junto a Rocio—. Pero podías haber sospechado algo.
—Yo no me meto en esas cosas. Pero puedo deciros que Amelia estaba muy triste en su interior. Trataba de ocultarlo, pero yo me daba cuenta. Cuando se fue a pasar aquellos meses a Texas, creí que no regresaría. Y creo que Francisco también lo pensó.
Rocio y Peter intercambiaron miradas de sorpresa.
—¿Cuándo fue eso, Marina? —preguntó él.
—No estoy segura. Rocio aún no había empezado a ir al colegio. ¿Vosotros no lo recordáis?
—Si no recuerdo mal, la tía Celia tenía cáncer y estaba sometida a tratamiento de quimioterapia. Mamá se fue a cuidar de ella unos meses —contestó Peter.
—Dios mío —dijo Rocio, pensando que las piezas comenzaban a encajar—. Es posible que la tía Celia nunca estuviera enferma. ¡Mamá utilizó la excusa para irse del rancho y para tener el bebé sin que nadie adivinara que estaba embarazada!
—Y Celia se quedó con la niña y la crió como si fuera suya —añadió Peter.
—¿Cómo sabes eso? —inquirió Marina.
—Está en las cartas —respondió Peter, señalando los papeles sobre la mesa.
—¿Y dónde está ahora la hija de Amelia y Noah? —preguntó Marina.
—Se llama Mary —indicó Rocio.
—Y no sabemos dónde está. Celia murió hace cuatro o cinco años. Mary ya habría crecido por entonces. Podría estar en cualquier parte.
—¿Y no sabe que los Lanzani son familia suya? —preguntó Marina, confundida por la historia.
—No tenemos ni idea, Marina. Quedan unas cuantas cartas por leer en el ático, tal vez podamos encontrar alguna pista sobre ella —señaló Peter.
Rocio tomó la fuente de comida que su hermano le tendía, pero volvió a dejarla en su sitio.
—No tengo hambre, Peter. No podría probar bocado.
—Pero tenías mucha hambre hace un momento —objetó él.
—Sí. Eso fue antes de que supiéramos lo que sabemos ahora. Creo que llamaré a Pablo y le contaré lo que ha pasado.
—Piensa en el lado bueno, Rocio. Tienes una hermana —comentó Peter, acariciándole la mano.
De pronto, alguien llamó a la puerta trasera y Marina se levantó de la silla para abrir.
Pensando que sería uno de los peones, Peter se apresuró a servirse carne fría y queso, junto con la ensalada que la cocinera mexicana había preparado. Sin embargo, enseguida reconoció la voz de Eric, habiéndole a Marina a toda velocidad.
—¿Quién es? —preguntó Rocio, mientras Peter saltaba de su silla.
Eric irrumpió en la cocina.
—¡Peter! ¡Peter! ¡Encontré a Snip! ¡Lo he encontrado!
El niño estaba jadeando y el sudor le recorría su cara llena de polvo. Sus ojos azules estaban muy abiertos y parecían mostrar mucho miedo.
—Cálmate, Eric. Tómate un minuto para recuperar el aliento y me lo cuentas todo —invitó Peter, tomando al muchacho por los hombros con cariño.
De pie, Rocio observó al muchacho, que se esforzaba por recuperar el aliento.
—Ya estoy bien, Peter —dijo Eric, tras unos minutos.
—¿Cómo llegaste aquí, Eric? ¿Te trajo tu madre?
—No, vine montando a Blackjack. ¡Todo el camino! Mamá estaba trabajando, en la cafetería, pero ahora ya estará en casa. ¡Debes ir allí, Peter! —rogó el niño, apretando el brazo del Ranger—. El abuelo está fuera de sus casillas.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Peter.
Eric apretó los párpados durante un largo segundo, y Peter se dio cuenta de que el niño había estado llorando.
—No pasa nada, Eric —dijo Peter para tranquilizarlo, pasándole el brazo por los hombros—. Dime qué ha pasado. Desde el principio.
—Yo estaba en el arroyo. ¿Sabes cuál? Donde pesqué las truchas.
El arroyo junto al cual había hecho el amor con Lali, pensó Peter. Parecía que aquello hubiera pasado hacía siglos.
—Sí, sé cual. Continúa —dijo Peter.
—Estaba montando a Blackjack y decidí ir un poco más lejos de lo habitual, hacia el oeste. Encontré allí otro arroyuelo y me detuve para dar de beber a Blackjack. ¡Entonces vi a Snip!
—¿Seguro que era el caballo de Agustin?
—¡Seguro! Es justo como tú lo describiste. Y llevaba la marca del T Bar K.
—¿Estaba suelto?
—Eso es lo que no entiendo, Peter. Estaba dentro de un pequeño corral portátil. Cuando supe que era él, corrí a casa a llamarte, pero mi abuelo me interceptó y me preguntó dónde había estado. Le dije que había visto a Snip y se enojó mucho. Dijo que no debería meter las narices en asuntos de mayores. ¡Le dije que iba a llamarte, pero no me dejó!
—¿Cómo te escapaste de tu abuelo? —preguntó Peter, mientras pensaba en lo que iba a tener que hacer.
—Estaba muy alterado, decía que iba a tener que atar el caballo en otro sitio. Entonces, se fue a su habitación. Pensé que iba a por un cinturón para pegarme, así que salté en mi caballo y vine aquí.
La cocina se quedó en silencio. Peter llevó a Eric junto a Marina.
—Muéstrale dónde está el baño para que se lave y dale algo de comer —ordenó Peter y, mirando a Eric, añadió—: Ve con ella y no te preocupes por nada. Yo me encargaré.
Marina se llevó al niño, y Rocio murmuró, consternada:
—¿Qué vas a hacer con Juan? ¿Crees que robó a Snip?
Sin contestar, Peter le indicó que lo siguiera. En su habitación, sacó una pistola de un cajón y se abrochó la cartuchera.
—Llama a Pablo. Dile que vaya a casa de Juan rápido. Y tú encárgate de Eric, por favor —pidió a su hermana.
—Claro. ¿Pero qué vas a hacer?
—Lo único que puedo hacer, Rocio. Arrestar al ladrón de caballos.


En cuanto Lali entró en su casa, notó que algo andaba mal. Eric no estaba ahí para recibirla. La televisión estaba apagada y la mesa de la cocina no tenía restos del almuerzo.
—¿Eric? —llamó, y miró por la ventana para comprobar que el coche de su padre seguía donde siempre.
Miró en todas las habitaciones, pero no encontró a nadie, así que fue a su dormitorio a cambiarse de ropa antes de salir a buscarlos fuera. Se dijo que nada malo pasaba, que era su cabeza la que le jugaba malas pasadas, por estar tan deprimida por lo que había sucedido con Peter. No podía vivir sin él. Tenía que ir a verlo y decirle lo mucho que lo amaba de nuevo. Si hacía falta convencer a su padre para que se mudaran a San Antonio, lo haría, se dijo.
Sus pensamientos fueron interrumpidos por un portazo en la puerta principal. Se asomó y llamó a su padre y a Eric, sin recibir respuesta. Entonces, oyó un ruido en la cocina. Cuando llegó hasta allí, vio a su padre, bebiéndose un vaso de whisky como si fuera agua.
—¡Papá! ¿Qué estás haciendo?
Cuando él la encaró, Lali se asustó al ver su fiera mirada.
—Bebiendo un poco. ¿No puedo hacerlo en mi propia casa?
—¿Dónde está Eric? —preguntó ella, temiendo que algo le hubiera pasado.
—No lo sé. Supongo que ha ido a ver a ese Ranger tuyo. Ahí ha ido, sí. ¡A contarle que su viejo abuelo es un ladrón de caballos!
Juan se sentó, llevando en la mano la botella, y Lali se puso frente a él.
—¿Cuánto has bebido? ¿Y de dónde has sacado el whisky? Nunca lo bebes.
—No estoy borracho, hija —rugió el viejo—. Hay muchas cosas de mí que no sabes. No es natural que una mujer lo sepa todo de un hombre.
Lali trató de ser paciente. Quizá había tenido un pequeño derrame cerebral y no sabía lo que decía.
—¿Puedes explicarme lo que has dicho de Eric y Peter? ¿Sabes seguro que el niño fue al T Bar K?
—Diablos, ¡no! Pero el muchacho encontró el semental y no pudo esperar para contárselo al Ranger.
—¿Te refieres a Snip? ¿Eric lo encontró? —preguntó ella, confundida.
—Eso es. Lo encontró justo aquí. Junto al arroyo —repuso Juan tras dar otro largo trago.
—¿Por qué iba a estar Snip aquí? —inquirió Lali, con un nudo en el estómago—. Papá, ¿lo trajiste tú?
Juan desvió la mirada y apretó la botella con tensión.
—Sí, yo lo traje. ¿Y qué? Los Lanzani tienen muchos caballos. ¿Qué más les da?
Lali se quedó alucinada. Su padre podía ser un borracho y un vago, ¡pero no un ladrón!
—Papá. Ese caballo pertenece a Agustin. ¿Cómo has podido hacer algo así? Creí que los Lanzani te gustaban.
—Me gustan, hija. Fui amigo de Francisco, aunque era un bastardo gruñón. Pero, cuando él murió, todo cambió. No me he llevado a Snip por nada personal. Lo vi un día y me lo llevé, eso es todo.
—¿Cuándo? ¿Qué estabas haciendo en el terreno de los Lanzani, papá?
—¡No me preguntes cosas que no tienes por qué saber!
—¡Papá! Quiero que vayas ahora y devuelvas el caballo a los Lanzani. Quizá, solo quizá, les des pena y no te denuncien.
—¡Pena! No quiero darles pena. Y no voy a llevar ese caballo a ningún sitio. Ahora es mío.
—Entonces, puedes prepararte para ir a la cárcel —advirtió ella, sintiéndose frustrada y derrotada.
—Bueno. Lo prefiero antes que vivir así.
—Papá, no has respondido. ¿De dónde sacaste a Snip? ¿Qué estabas haciendo en el T Bar K? —insistió Lali.
Durante unos minutos, el viejo se quedó mirando al vacío. Luego apuró la botella y miró a su hija.
—Estaba montando a Popcorn. Noah me invitó a ir con él al T Bar K.
—No sabía que habías visto a Noah —comentó ella, temiendo lo peor.
—Nadie más lo sabía.
—¿Y qué hacía Noah por aquí? —preguntó Lali, tratando de mantener la calma.
—Humm. Pensó que iba a dejar de pagarme. Dijo que quería contarles a los Lanzani lo de su aventura con su madre.
Lali trató de asimilar la información entrecortada.
—¿Noah y Amelia tuvieron una aventura? ¿Cuándo?
—Hace mucho. Ella tenía unos cuarenta, pero era muy guapa. Los oí hablar una vez, en el establo. No sabían que yo estaba ahí. Estaba embarazada. Noah estaba loco por Amelia. Habría hecho cualquier cosa por ella. Acordó pagarme para que yo no dijera nada. Y yo he guardado mi promesa. Pero, cuando Francisco y Amelia murieron, Noah no quiso seguir guardando el secreto.
Juan mostró una mirada de vergüenza y arrepentimiento, como si esperara que su hija comprendiera su comportamiento.
—Tuve que hacerlo, Lali. No podía dejar que hablara. Peter y Agustin me habrían matado. Y quería el dinero. Lo necesitaba para Eric y para ti.
Lali rezó porque aquello fuera un mal sueño, y comenzó a llorar y a temblar con violencia. ¡Tenía que hablar con Peter! Tenía que contarle lo que su padre había hecho. ¿Iba a creer él que ella no sabía nada? ¿O pensaría que había estado ocultándolo?
Era un Ranger de Texas y podía ser que no quisiera tener nada que ver con la hija de un asesino. Pero tenía que decírselo. No tenía otra opción.
—Oh, papá, Eric y yo no necesitábamos dinero —afirmó ella, acercándose a su padre.
—Quería dejarte algo, tesoro —contestó Juan con una triste sonrisa—. He estado ahorrando el dinero de Noah todos estos años. Está en el banco. Pero nunca debí haber robado el caballo, así nadie habría sabido nada. Pero, cuando estaba de vuelta a casa, lo vi y no pudo resistirme. Era tan hermoso…
—Papá… voy a tener que contarle a Peter esto. No puedo guardar el secreto.
—¡No! ¡No vas a contarle nada! —exclamó él con furia, y la tomó de la muñeca—. Si lo averigua él solo, es diferente. Pero no voy a dejar que mi propia hija me delate.
—Voy al T Bar K, tengo que asegurarme de que Eric está bien.
—¡No vas a ningún sitio! —gritó él, y de un tirón la lanzó al sillón—. No vas a ningún sitio. Vas a sentarte y a hablar conmigo sobre cómo solucionar este problemita.
Juan nunca le había puesto la mano encima de niña. No podía creer que lo hubiera hecho en ese momento. Pero acababa de beberse casi un litro de whisky, se recordó Lali.
—¡Problemita! —exclamó ella y, de pronto, oyó un coche acercarse.
—¿Quién demonios es? —gruñó Juan.
De un salto, Lali se incorporó y corrió a la ventana. Su corazón se inundó de amor y temor al ver a Peter. El Ranger llevaba sus pistolas, y ella supo que pensaba arrestar a su padre.
—Es Peter. Viene solo.
Juan se levantó, tomó su rifle de la pared y comenzó a cargarlo.
—¡Papá! ¿Qué vas a hacer?
—¡Quita de en medio! ¡Ahora!
Llena de miedo, ella se apartó mientras el viejo se asomaba a la ventana.
—¡No te acerques más, chico! ¡Tengo un Winchester apuntándote y lo usaré si hace falta!

4 comentarios:

  1. Estamos en un punto critico!1 Más!

    Recomiendo: orgullo y perjuicio, el albergue de las mujeres tristes, historias de diván, palabras cruzadas, encuentros (el lado b del amor), la resistencia, el hombre duplicado, paula, El día que Nietzsche lloró, el beso de la mujer araña...

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  2. Noooo así nos dejas O x dios q va a pasar mas
    Mas mas ne tenes cn el corazón en la mano mas mas mas

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  3. Me lo temía!Era sospechoso Juan y su conducta.Pobre lali es duro cargar con esto!Ojala se vaya con Peter y comience una nueva vida!

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  4. Me equivoque del todo ,nunca puedes confiar del todo en nadie.

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