jueves, 27 de septiembre de 2012

Capitulo Tres!





Chicas, ante todo quiero disculparme por desaparecer. Pero....en mi casa en estos momentos hay un problema bastante grave, y me es imposible saber si podré subir o no. También es posible que esté un tiempo sin internet, no se cuando ni cuanto tiempo. Igual daré aviso, sino puedo por aquí será por el tuiter. No pienso dejar colgada la nove ni a ninguna. Las circunstancias me tienen en un momento de la vida muy difícil, quizá algún día si todo acaba y esta bien, les contaré mi historia. Por el momento las cosas están así. Pero que quede claro que no abandono.
Gracias a todas las chicas que siguen la nove y siempre están ahí. Siento mucho que las cosas se compliquen, pero siempre que pueda les dejaré cap. Gracias de corazón chicas, y de nuevo mil disculpas.
Se las quiere.
Gracias por leerme!! Besos, Vero!!

PD: 3 días, 3 libros. Acabé la trilogía. 




                                CAPITULO TRES





Cuando Lali volvió a despertare, no se sintió tan aturdida como la vez anterior. Sabía que estaba en un hospital, y recordaba al doctor North y a algunas enfermeras, y al hombre, Peter Lanzani.
Se volvió ligeramente hacia él y lo vio dormido en la silla, junto a la cama. Recordaba que le había dicho que eran amigos, pero la amistad tenía muchos grados. ¿Serían solo conocidos, o mucho más? La frustración la atacó de pronto, y se echó la mano a la cabeza… quizás para alisarse el pelo, o para enredar en él los dedos con nerviosismo, pero en lugar de encontrarse con su melena abundante de pelo liso, descubrió un gorro de hospital.
¿Por qué llevaba un gorro? ¿Por qué no podía recordar cuándo ni cómo la habían traído al hospital? ¿Por qué no podía recordar ni su propio nombre?
—Dios mío —gimió al comprender lo que le ocurría. ¡Había perdido la memoria! El corazón empezó a latirle desaforado. ¿Quién era? ¿Dónde vivía? ¿Qué le había ocurrido para que le dolieran partes tan distintas del cuerpo?
Una enfermera entró a toda prisa y vio que la paciente estaba despierta, razón por la que había subido su ritmo cardíaco. Con una sonrisa, revisó la cadencia del suero.
—¿Te encuentras mejor, cariño?
Peter se despertó y se incorporó inmediatamente en la silla.
—Lo siento. No quería dormirme. ¿Ocurre algo?
—Creo que todo va bien —dijo la enfermera—. Nuestra paciente se ha despertado, eso es todo.
Peter se inclinó sobre la cama.
—¿Estás bien, Lali? —le preguntó suavemente.
Ella lo miró con los ojos llenos de lágrimas.
—No consigo recordar nada —susurró.
La enfermera le dio unas palmadas suaves en el brazo.
—El doctor North ha dicho que va a ser solo temporal. Intenta no preocuparte, que vas muy bien.
—Tengo tantos cortes y arañazos —dijo Lali con la voz ahogada por las lágrimas—. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué llevo un gorro?
—Porque tienes el pelo muy largo, cariño —dijo la enfermera—. El gorro es solo para sujetarlo.
—Pero la sien… ¿son puntos? —preguntó, tocándose.
—No te toques. No llevas vendaje y no queremos correr el riesgo de que se infecten.
Lali tenía la mente mucho más despejada que antes. Iba a hacerle preguntas, y decidió en aquel mismo instante que si la enfermera no las contestaba, lo haría él. Quizás un psiquiatra debiera hablar con ella primero, pero no había ninguno y, en su opinión, tenía todo el derecho a saber qué le había ocurrido.
Pero no le hizo ninguna pregunta a la enfermera, sino que se limitó a tomar un sorbo de agua y a quedarse inmóvil mientras la enfermera revisaba las conexiones a los monitores.
—Bueno, todo parece estar en orden —dijo la enfermera—. Estaré en el control si me necesitan.
Sus zapatos de suela blanda apenas hicieron ruido al salir de la habitación.
En cuanto se quedaron solos, Lali se volvió y lo miró con ojos implorantes.
—Dices que somos amigos, ¿no? Pues por favor, dime todo lo que sepas de mí. Todo —repitió.
¿Cómo explicarle que su amistad había comenzado tan solo unas horas antes? ¿Y si esa información le afectaba? Bueno, seguro que lo haría… Pero no podía mentirla.
—Soy tu amigo, Lali —le dijo—, pero soy un amigo nuevo. Hace… poco que nos conocemos.
—Pero sabes quién soy, ¿no?
¿Era pánico lo que oía en su voz, y lo que asomaba en sus ojos? Le dio la mano, y ella le dejó hacer.
—Lali, no voy a mentirte, porque sé que quieres saber la verdad, ¿no es así?
—¿Es una verdad terrible?
—Es limitada, pero no terrible.
—Habla.
Él inspiró profundamente.
—Has tenido un accidente de coche en una carretera de montaña. Mi hijo era el conductor del otro vehículo, una camioneta roja. Tú conducías una furgoneta pequeña color azul. La carretera tenía aún placas de hielo… —le miraba con tanta intensidad que empezó a albergar cierta esperanza—. ¿Te resulta familiar algo de todo esto?
—No, pero continua, por favor. ¿Y tu hijo? ¿Está… herido?
—No, no le ha pasado nada.
—Me alegro.
—Yo también, Lali. Yo también —Peter respiró hondo antes de continuar—. Con mi hijo iba otro joven, su amigo Eric. Fue él quien llamó al sheriff y te trajeron a Missoula con un helicóptero del servicio de rescate.
Intentó gastar una broma.
—La primera vez que monto en un helicóptero y no me acuerdo.
Peter sonrió.
—Pero lo recordarás. Lali… no lo olvides. El doctor North me ha dicho que está seguro de que la amnesia que sufres es solo temporal.
Mentalmente repasó la conversación que había mantenido con el doctor North. ¿De verdad había pronunciado las palabras «estar seguro»?
—Y así es como nos conocimos —dijo ella, desilusionada—. Por tu hijo. Eso quiere decir que no me conoces mejor de lo que yo misma me conozco.
—Lo siento, Lali. Ojalá pudiera relatarte ahora todos tus antecedentes en detalle, pero no puedo.
—En mi coche debe haber alguna pista de mi identidad. Supongo que llevaría el permiso de circulación conmigo. ¿Sabes si la policía lo está verificando?
Era reconfortante ver que era consciente de lo del permiso de conducir, pero Peter tragó saliva con dificultad. Temía contestar a aquella pregunta. Era quizás demasiado pronto para saber que la furgoneta y todo lo que había en ella había quedado destruido.
No quería mentirla, pero deliberadamente evitó la verdad.
—Están trabajando en ello.
—¿Cuándo ocurrió el accidente? Yo… no sé el tiempo que ha pasado.
—Ayer.
—Entonces, puede que sepan ya algo.
Lali sintió un tremendo alivio. Su apellido y su dirección le ayudarían a recuperar un poco el equilibrio. Pero claro… si hubiese llevado un permiso de conducir con ella, ¿no conocería ya la gente del hospital su identidad?
La boca se le quedó casi demasiado seca para hablar.
—¿Cómo sabes que me llamo Lali?
—Es el nombre que le diste al médico cuando recuperaste por primera vez la consciencia.
—No recuerdo haberlo hecho —murmuró—. Pero ¿por qué han tenido que preguntármelo? Si tengo un permiso de conducir…
Peter la interrumpió para desviar la conversación.
—¿Recuerdas mi nombre?
—Sí: Peter Lanzani. ¿Vives en Missoula?
—Mi hijo y yo vivimos en nuestro rancho. Está a unos ciento treinta kilómetros de aquí. Mi esposa murió hace cinco años, así que Oscar y yo estamos solos.
—Vaya… lo siento —con un pesado suspiro, Lali apartó la mirada de Peter y la clavó en el techo—. Me siento tan… perdida. ¿Adónde iba? ¿De dónde venía?
—Ojalá lo supiera, Lali. La carretera por la que circulabas lleva a Cougar Mountain, y el accidente ocurrió en un lugar llamado el paso Cougar. Es un lugar bastante aislado.
—¿Y yo iba sola?
—Sí.
—Debía tener un destino en la cabeza. Si tu rancho está en esa zona, debe haber otros también. Quizás… quizás fuese a ver a alguien.
Peter comprendió su necesidad de información y la especulación que esa necesidad estaba despertando en ella, pero dejarle creer que esa carretera podía contener alguna respuesta era más cruel que otra cosa.
—Lali, lo siento, pero en esa carretera no vive nadie. Solo lleva a un lugar: a Cougar Mountain. Es un lugar que atrae a escaladores, senderistas, conservacionistas y campistas en busca de soledad.
Para su sorpresa, aquella respuesta le dio ánimos.
—¡Entonces, debo ser algo de eso! —exclamó—. La información sobre quién soy debe estar en mi furgoneta, seguro. Aunque todo el mundo ha pasado por alto lo de mi permiso de conducir, lo que haya en el coche tiene que servir para algo. ¿Dónde está ahora?
Peter agradeció tanto ver entrar al doctor North en aquel preciso instante que podría haberle besado.
—Ya veo que está completamente despierta —dijo con una brillante sonrisa—. Señor Lanzani, ¿le importa dejarnos solos unos minutos? Son casi las seis y me marcharé del hospital dentro de poco, pero me gustaría examinar a mi paciente favorita antes de irme.
Peter se levantó inmediatamente, pero Lali no quiso soltarle la mano. Y cuando la miró a los ojos, vio el pánico brotar de nuevo en ellos.
—No me dejes —le suplicó.
—Esperaré justo al otro lado de la puerta —le prometió.
Mordiéndose el labio superior para contener las lágrimas pero sin conseguirlo del todo, soltó su mano. Apenas respiró hasta llegar al pasillo fuera de la habitación. Jamás había sentido las emociones de otra persona con la fuerza que sentía las de Lali.
Sin perder un minuto, entró en la sala de espera y sacó un café de la máquina para tomárselo junto a la puerta de la habitación. El café era fuerte, estaba caliente y sabía bien.
El doctor North salió por fin.
—Necesito hablar con usted.
Peter asintió y juntos se alejaron unos pasos.
—Físicamente parece ir muy bien —dijo—, pero para estar un poco más seguros, he pedido que le hagan unas cuantas pruebas mañana por la mañana. Y el doctor Trugood, de psiquiatría, la verá mañana alrededor de las nueve.
—Sé que está haciendo todo lo posible médicamente por ella, doctor, pero está empezando a hacer preguntas que son muy difíciles de contestar.
—Señor Lanzani, su estado es completamente normal en un paciente con amnesia. De todos modos, encuentro la dependencia emocional de usted, un extraño, bastante interesante, como creo que opinará también el doctor Trugood.
—¿Es eso poco habitual?
—Francamente no he trabajado tanto con amnésicos como para saberlo. El doctor Trugood podrá contestarle esa pregunta.
—Lo que en el fondo quiero decir es que usted me sugirió que evitase el tema del accidente, y eso ha sido imposible. Puede que no recuerde el pasado, pero es una mujer inteligente y quiere respuestas. Además, está segura de que sus cosas estaban en la furgoneta: el permiso de conducir, por ejemplo, y eso podría revelar su identidad. Le he hablado del accidente, no he tenido más remedio que hacerlo, pero no le he dicho que la furgoneta ha quedado completamente destruida.
—Ya —murmuró el doctor North, pensativo—. No sé qué decirle. Si ella cuenta con averiguar su identidad a partir de lo que supone que ha quedado de la furgoneta, y usted le dice que eso no va a ser posible… —el médico frunció el ceño y se detuvo—. Creo que es necesario contar con la opinión del doctor Trugood. Lo que me gustaría que hiciese es que volviese a su habitación y le diga que por cuestiones de trabajo, de familia, de lo que usted quiera, tiene que salir del hospital durante unas horas, pero asegurándole que va a volver. Suponiendo que piense volver, claro.
Peter lo meditó un instante. Sentía un lazo de unión inexplicable con Lali, la misma unión que ella parecía sentir con él. Era algo incomprensible, pero se trataba de una fuerza que no podía ignorar.
—Volveré —dijo—. Puedo dejarla sola hasta esta tarde, por ejemplo. ¿Qué le parece?
Podría pedirle a alguno de sus empleados que fuese a buscarle. De ese modo, podría volver con su propio coche y, de paso, echarle un vistazo a Oscar.
—Perfecto. De ese modo habrá terminado con las pruebas que el doctor Trugood tenga que hacerle.
—¿Le hablará él de la pérdida de todas sus cosas?
—Lo llamaré y le sugeriré que lo haga.
—Alguien tiene que hacerlo —replicó con cierta sequedad—. Si esta noche no se lo han dicho, tendré que hacerlo yo.
—Comprendo. Estoy seguro que el doctor Trugood se ocupará —miró el reloj—. Yo tengo que irme. Volveremos a hablar.
Peter dio la vuelta y entró de nuevo en la habitación con el corazón en la garganta. Él era un hombre sencillo y aquella situación era de todo menos sencilla, pero se esforzó por abrir la puerta con una sonrisa en los labios. Con sus propios ojos comprobó como la tensión abandonaba el cuerpo de Lali al verle entrar.
—Peter —lo llamó, sin disimular el alivio que sintió al verlo y tendiéndole una mano.
El se acercó y la tomó entre las suyas.
—Estabas preocupada porque no volviera, ¿verdad? Pues cuando yo te prometa algo, puedes contar con ello, pase lo que pase.
—De acuerdo —susurró ella.
—Tengo que decirte algo: he de marcharme ahora, pero volveré esta tarde —su mano se crispó y vio el miedo aparecer en sus ojos—. No tengo más remedio. Hay cosas de las que tengo que ocuparme.
—¿Trabajo? —le preguntó con la voz asustada que ya empezaba a resultarle familiar.
Peter asintió.
—Trabajo y otras cosas. Pero esta tarde estaré de vuelta.
Las lágrimas aparecieron en sus ojos y él, con un pañuelo de papel de los que había sobre la mesilla, se los secó con sumo cuidado de no rozar los cortes y las abrasiones.
—Tienes todo el derecho del mundo a llorar —le dijo con dulzura—. A veces, llorar es la mejor medicina.
—Yo… no es que quiera llorar —dijo con voz rota—, pero es que… es como si no pudiera evitarlo.
—Y a mí no me importa. Conmigo no tienes por qué guardarte nada. Lali.
Ella parpadeó varias veces e intentó sonreír.
—Lo que siento cuando estoy contigo es muy distinto a lo que siento con otras personas. Ojalá supiera por qué —suspiró—. Ojalá supiera tantas cosas…
—Lo harás. Ten confianza —dejándose llevar por un impulso, se inclinó sobre la cama y la besó en uno de los pocos centímetros de piel de la frente que no habían sufrido ningún daño. Aquella mujer, indefensa y asustada, y de quien solo sabía que se llamaba Lali, le conmovía profundamente. Le necesitaba, confiaba en él, y Peter se juró no defraudarla—. Nos vemos esta tarde, ¿de acuerdo? —sonrió.
—Sí. Esta tarde —susurró, y soltó su mano para verle marchar. Una vez se quedó sola, miró rápidamente a su alrededor. No había demonios en las luces de la mañana, nada que temer, y sin embargo, el miedo era una enorme parte de sí misma cuando Peter no le estaba dando la mano. Creía lo que él le decía con mucha más facilidad que lo que le dijeran médicos y enfermeras. ¿Sería porque le recordaba a alguien a quien no podía recordar? ¿Alguien que era dulce, amable y honesto?
Peter Lanzani… Era un hombre atractivo, ó al menos ella lo veía así. Su aspecto no importaba, sino su amabilidad, su consideración. Debía ser un padre maravilloso para su hijo, cariñoso, devoto e interesado por cualquier cosa que Oscar dijera o hiciera.
¿Tendría ella un padre en alguna parte? ¿Una madre? ¿Un marido, quizás? Intentó levantar la cabeza para mirarse la mano. No llevaba joyas de ningún tipo, pero parecía tener una pequeña línea en el dedo anular que podía indicar que hubiese llevado una alianza.
¡Podía ser una pista! Ansiosamente, pulsó el botón para llamar a la enfermera.
Una mujer joven acudió casi al instante.
—¿Sí?
—¿Llevaba anillo cuando me trajeron? —preguntó.
—No lo sé, pero puedo consultar su hoja de admisión, si quiere.
—Por favor. Verá, es que me da la sensación de que he llevado anillo en este dedo.
Aunque tenía la vía del suero en la mano izquierda, la levantó para que la enfermera pudiera verla.
—Es cierto. Voy a ver qué puedo averiguar.
Lali sintió una tremenda excitación. Si tenía marido, quizás tuviera hijos también. Una familia que estaría buscándola. Pero, si tenía familia, ¿Por qué iba a estar viajando sola?
La cabeza empezó a dolerle más de lo que ya había empezado a hacerlo y cerró los ojos, intentando combatir la impaciencia, sus dudas, la frustración…
El ruido de unos pasos anunció la llegada de la enfermera, y Lali abrió los ojos.
—¿Ha averiguado algo?
—En la hoja de admisión solo se menciona un reloj.
—¿Ningún anillo? —preguntó con una intensa desilusión.
—Lo siento mucho. Contaba con tener un anillo, ¿verdad?
—Sí…
—¿Necesita alguna otra cosa? Enseguida le traeremos el desayuno y después le darán un baño. Después del baño, uno siempre se siente mejor.
—Gracias —contestó Lali con una profunda tristeza.


Peter esperaba en el jardín cuando Oscar volvió del instituto.
—Papá —exclamó el chico, bajándose de un salto de su camioneta—. ¿Cómo has venido?
—Lyle ha ido a buscarme. ¿Cómo estás, hijo?
—Supongo que bien. Creo que los exámenes no me han salido mal del todo.
—Eso está bien.
Peter estudió las facciones del rostro de su hijo y experimentó un tremendo alivio. El color de Oscar volvía a ser el de siempre y parecía tan exuberante como de costumbre.
Oscar sacó un libro de la camioneta e hizo una mueca exagerada.
—Mañana, examen de trigonometría. Será mejor que repase un poco.
—¿No vas a preguntarme por Lali?
—Eh… sí, claro. ¿Te ha… recuerda el accidente?
—No recuerda nada, Oscar. He estaba un buen rato con ella y le he hablado de lo ocurrido. Parece confiar en mí.
—Sí, bueno… es que tú inspiras confianza, papá. Bueno, me muero de hambre. ¿Qué ha preparado de cena Rosie?
—No estoy seguro. Creo que pollo.
Peter sintió una extraña desilusión ante el desinterés de su hijo por los progresos de Lali. Se había imaginado que tendría montones de preguntas que hacerle, pero apenas parecía preocupado. Para ser la misma persona que dos semanas antes había llorado como una magdalena por la muerte de una ternera, tanta despreocupación por un ser humano no era normal.
—Tengo que comer algo —dijo Oscar—. ¿Vienes?
—Todavía no, Oscar. Entra tú.
Mientras Oscar corría hacia la puerta, Peter caminó hasta la cerca y se apoyó en ella. El corral estaba lleno de caballos, pero no los vio. Una sensación de que algo no estaba bien le daba vueltas en el estómago.
Pero siempre le había concedido a su hijo el beneficio de la duda. Oscar era aun muy joven, casi un crío, y quizás no pudiera enfrentarse al accidente. Aunque no hubiese sido culpa suya, era posible que albergase sentimientos de los que no era capaz de hablar.
Eso debía ser, se dijo al alejarse del cercado. Lo mejor sería dejar que Oscar se enfrentase a aquella situación a su manera y a su ritmo. Su hijo sabía que siempre podía acudir a él, y eso era lo importante.


Cuando Peter llegó ante la puerta abierta de la habitación de Lali aquella tarde, lo primero que vio fue la cama vacía, y después la vio a ella inmóvil, sentada junto a la ventana. Le habían quitado el gorro de hospital y Peter reparó en el color oscuro y rico de su larga melena, sujeta en una coleta con algo rojo.
Pero pensó en todo aquello en una décima de segundo, pues lo que de verdad le complació fue verla levantada.
—¿Lali?
Ella se volvió a mirar. Su expresión triste y perdida le llegó al alma y rápidamente se acercó a ella y se agachó junto a la silla.
—¿Qué ocurre, Lali? —le preguntó con suavidad.
—No hay permiso de conducir —dijo con voz apagada—. No queda nada. Mi furgoneta ha quedado completamente destruida en el accidente. Un policía ha venido a hablar conmigo, y me lo ha dicho todo. ¿Lo sabías?
—Sí, pero los médicos pensaron que no era yo el más indicado para decírtelo —craso error. Debería haber hecho caso a su propio instinto y habérselo dicho—. ¿Te habría resultado más fácil asimilarlo si lo hubiera hecho yo?
Ella bajó la mirada.
—No lo sé. Quizás —suspiró y volvió a mirarlo—. Me alegro de verte. Gracias por haber venido.
—Ya te dije que volvería.
—Lo sé, pero es que el día ha sido tan… horrible que no me habría sorprendido que no vinieras —intentó sonreír—. Tengo la impresión de que los médicos no saben qué hacer conmigo. Todas las pruebas han dado resultados normales. Un psiquiatra ha venido a verme dos veces, pero solo me ha dicho que intente relajarme. Que mi memoria volverá mucho más rápido si me relajo.
—Me da la impresión de que no te lo crees.
—Doy la impresión de estar tensa, Peter, porque lo estoy. ¿Cómo voy a poder relajarme? ¿Cómo podría tranquilizarse nadie estando en esta situación? No puedo dejar de intentar recordar. Le he preguntado al policía si alguien había informado de la desaparición de una persona que coincidiera con mi descripción, pero me ha dicho que no, al menos en su jurisdicción. Pero yo no puedo haber aparecido de repente, Peter. Alguien tiene que estarse preguntando dónde estoy.
—Puede que sea demasiado pronto para que la familia y los amigos empiecen a preguntarse por ti. ¿Has pensado en esa posibilidad?
Lali guardó silencio un instante.
—Es la primera cosa razonable que me dicen en todo el día. Tienes razón. Puede que hablase con los amigos y la familia antes del accidente. Puede que les dijera que iba a tardar unos días en ponerme en contacto con ellos —la esperanza volvió a brillar en sus ojos—. Debería haberlo pensado.
Peter le dio unas palmadas en el brazo y se levantó.
—Por lo menos, ya estás levantada. Es un gran paso, Lali.
Pero su rostro volvió a ensombrecerse.
—Mañana por la mañana me sacarán de la UCI. Físicamente estoy bien. No hay infecciones ni complicaciones. Los médicos han decidido que podré marcharme a casa dentro de unos días —la voz se le quebró—. ¿Y dónde está mi casa? ¿Adónde iré? Ni siquiera tengo ropa.
—No te van a echar a la calle, Lali.
—Lo sé. Me han hablado de… beneficencia —con un gemido de agonía, se tapó la cara con las manos—. ¡No voy a poder soportarlo! Puede que haya perdido la cabeza, pero en el fondo de mi corazón sé que nunca he vivido de beneficencia.
—No has perdido la cabeza —replicó Peter—. Llevo bastante tiempo contigo como para saber que eres una mujer inteligente. Lali, no es algo vergonzoso aceptar caridad en una situación como la tuya.
Intentaba parecer firme, pero comprendía perfectamente cómo debía sentirse. Una imagen se apareció ante sus ojos: Lali viviendo en un pequeño apartamento, intentando desesperadamente recordar, viviendo entre la esperanza y la desesperación, visitando al psiquiatra un par de veces por semana.
No podía permitir que le ocurriera algo así. De nuevo se arrodilló junto a ella y tomó la mano entre las suyas.
—Escúchame, Lali: cuando te den el alta, te llevaré conmigo a mi rancho. Es un lugar tranquilo y hermoso. Allí te pondrás bien.
Lali parpadeaba para dejar de llorar.
—Pero… yo sería… una tremenda carga.
—De eso, nada. Tengo una casa grande, con tres dormitorios vacíos. Hay un ama de llaves y una cocinera, Rosie, y no tendrás que hacer absolutamente nada, excepto descansar y relajarte.
—Es… maravilloso —musitó, sonriendo débilmente—. ¿Por qué eres tan amable conmigo?
—Porque no te mereces lo que te ha ocurrido. Ni mi hijo. Ni siquiera es capaz de hablar del accidente. Tu presencia en el rancho será una buena terapia para él y para ti. Dime que vendrás.
—Claro que iré… oh, Peter.
Y le sorprendió rodeándole el cuello con los brazos y rompiendo a sollozar sobre su camisa.
Él la confortó acariciándole la espalda, pero no pudo pasar por alto la sensación de sus senos contra su pecho y su aroma cálido y femenino. Incluso con las quemaduras, los puntos y la palidez, era una mujer hermosa, y lo sintió en la parte más privada de sí mismo, una parte que había estado dormida desde la muerte de su esposa.
Ser consciente de que podía sentir algo así por una mujer le desconcertó, sobre todo por tratarse de una extraña.
—Bueno, Lali… —le dijo tras aclararse la garganta—. No hay por qué llorar.
Lali se separó de él y sacó un pañuelo de la bata del hospital para secarse los ojos.
—¿Cómo voy a poder pagarte todo esto?
—Poniéndote bien —su voz parecía extrañamente gutural, y volvió a carraspear—. Con que te pongas bien, bastará.
Y ella asintió una sola vez.

8 comentarios:

  1. Le pone nervioso la cercanía de lali je! más!

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  2. Ay ya veo: y es asi como comienza una gran historia de amor...
    más nove

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  3. Hahaha hermoso CAP tranqu soluciona tus problemas aca te esperamos cn la nove hahaha 50 sombras es simplemente genial

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  4. Hermana de mi vida y de mi corazon!
    Hace mucho que no te escribo por aqui y aunque hablamos todos lo dias sentia la necesidad de escribirte.

    La novela es genial, como todas las adaptaciones que subes a este hermoso blog que creaste como todas para desahogarte un poco.

    Quiero decirte que se por lo que estas pasando, que es una situacion muy dificil y que estoy orgullosa de ti al ver dia a dia la fuerza que tienes para afrontar todo esto.

    Se que te lo he dicho muchas veces, que toda esta mierda pasara, que todo mejorara, que veras la luz al final del tunel y alli tambien estare yo para compartir todo lo bueno que te va a pasar contigo. Porque te mereces algo mejor y se que va a llegar.

    No sabes lo que daria por estar contigo en estos momentos tan malos, para intentar contenerte y hacerte las cosas un poco mas faciles; pero que la vida nos va a juntar muy pronto, y entonces te dare todos esos abrazos que tengo guardados para ti.

    Sabes todo lo que te amo y que voy a estar a tu lado mientras viva.

    Tu hermana que te ama, Ione

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  5. Ante todo deso q pronto se solucionen tus cosas y te sientas mejor.desde ya cuenta con nosotras,para hablar/desahogarte o hasta descargarte si lo necesitas!
    A veces la vida nos pone pruebas muy dificiles pero siempre hay q intentar encontrar alguna punta buena ,alguna luz en ello,aferrarse y seguir hacia adelante,de todo por más grave q sea uno siempre sale fortalecido!

    En cuanto a la trilogia es excelente yo voy por la segunda leida,en la q he atado cabos sueltos.
    Aqui te tengo una historia más light para sugerirte"Contra el viento del norte",yo me la he leido de una durante estadia en la clinica!

    Y ahora tu nove...sube cdo puedas q aqui estaremos!Y desde ya me encanta!Sabes q tus historias tienen para mi un valor agregado!Son fabulosas!
    Un abrazo!

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  6. Y sí este espaciopuede resultar terapeutico en el sentido q ayuda a poner la energia en algo q hace q nuestras cabezas se conecten con algo positivo como la lectura,a mí en su momento me sirvió mucho,me hizo compañia y me dio la posibilidad de conocer chicas de dif edades y pises q me terminaron resultando de gran apoyo en cuanto a compañía!
    Te esperamos!

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  7. Espero k tu problema ya esté solucionado ,d todo corazón lo deseo.Yo tengo una noticia alegre,k d a poco comparto con vosotras ,....ya sabes últimamente me retraso con todas.Ya tengo un nieto ,se llama Pedro ,Y las chicas d los blogs d novelas,decidieron llamarle "PETER",nació el 8 d octubre ,y pesó 4´220 kg,es hermoso.

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  8. Peter reconoce en Lali ,una persona buena ,amable ,y x los momentos k esta pasando ,indefensa.

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