viernes, 31 de agosto de 2012

Capitulo Diez!






Hola chicas!!! Que tal su día? Empezaron ya con su fin de semana?? Hoy mi día fue un poco duro... últimamente ando muy cansada....tengo ganitas de vacaciones!!
Bueno les cuento que queda menos para saber toda la verdad, así que les dejo capi!! Gracias por sus comentarios chicas!!
Como saben los fin de semana se me complica para subir, pero les prometo que si encuentro un ratito les subiré!! 
Gracias por leerme!! Besos, Vero!!



                               CAPITULO DIEZ




Al día siguiente, Lali estaba haciendo la colada cuando Eric se paró en la puerta.
—Eh, mamá, ¿a qué hora viene Peter?
Lali no respondió, y el niño se preocupó.
—¿Qué pasa, mamá?
El sonido de la voz de su hijo la sacó de sus pensamientos y, al volverse, lo vio allí parado.
—No pasa nada —respondió ella, echando una dosis de jabón en la lavadora—. ¿Por qué lo dices?
—Oh, por nada —repuso el muchacho, encogiéndose de hombros—. Solo que llevas un buen rato mirando al vacío. Te he preguntado algo y no me has hecho ningún caso.
Lali se pasó la mano por la frente. Llevaba todo el día muy preocupada. Cómo no iba a estarlo cuando Peter se le aparecía en la cabeza cada vez que cerraba los ojos.
—Lo siento, tesoro. Tengo muchas cosas en la cabeza. ¿Qué me habías preguntado?
—¿Cuándo viene Peter?
Lali suspiró. Su hijo solo quería hablar de la llegada de Peter para cenar. Lo que no tenía nada de malo. Aunque ella se preocupaba porque Eric se apegara demasiado a Peter. ¿Cómo iba a reaccionar cuándo se fuera? ¿Y cómo reaccionaría ella?
—A las seis. Ya te lo había dicho.
—Se me había olvidado. ¿Qué hora es ahora?
—Son solo las dos —respondió Lali, mirando su reloj—. Aún quedan unas cuantas horas.
El niño se pasó la mano por su cabello, y Lali pensó que debía llevarlo a la peluquería aquella misma semana. Necesitaba un corte de pelo.
—Me aburro aquí. Ojalá empezara el colé pronto. Así podría ver a mis amigos.
—A mí también me gustaría que hubiera colé. Así podría estar ayudando a la maestra en vez de sirviendo mesas.
—Servir mesas no es tan malo. A veces, te dejan traer comida a casa.
Lali le sonrió. Su hijo comía como un caballo, aunque no se le notaba nada, siempre estaba en los huesos. Eso le había preocupado hasta que, el año anterior, habían ido a ver a la doctora Martinez. La hermana de Peter le había asegurado que Eric tenía muy buena salud. Estaba creciendo tan rápido en altura, que lo que comía no le servía para engordar.
—¿Cuándo puedo ver a Aaron de nuevo? Podríamos montar a caballo o buscar nidos de halcón —dijo Eric, tras unos instantes.
—Quizá pronto. Cuando te inviten.
—¿Puedo ir a pescar al arroyo? ¡Si pesco algunas truchas, podríamos comerlas para cenar!
El arroyo tenía poco más de un metro de ancho, y el agua le llegaba a Eric por la rodilla.
—De acuerdo. Pero no te quedes allí todo el día. Tengo algunas tareas que encargarte para que me ayudes en casa.
Eric salió corriendo de la casa y, minutos después, Lali lo vio atravesar el prado con su caña de pescar y con Cotton.
De pronto, un sentimiento de ternura la invadió y las lágrimas asomaron a sus ojos. ¿Qué le sucedía? No solía ser tan emotiva. Se dejó caer en una silla. ¿A quién quería engañar? Estaba claro que estaba «enganchada» a Peter, mental y físicamente.
Para sus adentros, repitió las palabras que él le había dicho. «Esto no va a terminar. No, si puedo evitarlo». ¿Qué había querido decir con ello? Sus palabras habían sonado como a algo permanente. Pero no podía ser. Peter le había dicho con anterioridad que no estaba interesado en casarse. Además, ella no sería una buena esposa. No para un Lanzani.
¿Qué les quedaba? ¿Mantener una aventura a distancia? ¿Unos días juntos de vez en cuando, cada vez que Peter pudiera viajar a Nuevo México? No podría hacerlo. No sería justo para ella ni para Eric. Quería algo mejor para ambos. Quería una familia. Quería amor. Algo que no había tenido nunca.
Y tenía amor. Amaba a Peter. Siempre lo había hecho y siempre lo haría, se dijo, tragó saliva y se frotó los ojos. Que amara a Peter no significaba que él la correspondiera.
—¿Mariana? ¡Mariana!
Al oír la llamada de su padre, se levantó de un salto y corrió al porche, donde él llevaba una hora sentado, fumando y bebiendo cerveza.
—Sí, papá. Aquí estoy. ¿Querías algo?
—¿Adonde diablos va ese chico? —preguntó el viejo.
Su padre no acostumbraba a maldecir delante de ella. Sobre todo, cuando lo que hablaban tenía que ver con Eric.
—¿Te refieres a Eric? Va al arroyo. Quería pescar truchas.
Juan guardó silencio unos segundos y su rostro se puso rojo.
—¿Qué pasa, papá? No tiene nada de malo que Eric vaya a pescar. Le gusta, y así se entretiene.
Juan se apoyó en la silla, haciendo un amago de levantarse, pero se dejó caer de nuevo, soltando un aullido de dolor.
—Maldición, ¿qué clase de madre eres?
—Me gusta pensar que una buena madre —repuso Lali, aturdida.
—¡Si lo fueras, no dejarías que tu hijo se ahogara!
—¿Ahogarse? —repitió ella, enojada—. Papá, el arroyo casi no tiene agua ni para las truchas. Y Eric no es un bebé. Le viene bien explorar un poco solo. Es parte de su crecimiento.
—Pero puede que no vaya donde te ha dicho. Puede que se pierda —protestó él con agitación.
Lali lo observó. Su padre nunca se había preocupado porque Eric paseara por el rancho. No podía comprender aquel súbito comportamiento.
—Llevamos aquí dos años, y nunca se ha perdido. Pero eso no es lo que te preocupa. ¿Qué es?
Juan lanzó un largo suspiro y se quedó mirando hacia el establo.
—Supongo que estoy de mal humor porque no puedo trabajar —murmuró.
Lali pensó que, tal vez, aquel berrinche se debía a que su padre se había sentido un poco ignorado. Ella trabajaba mucho en el restaurante y el tiempo libre, en los últimos días, lo pasaba con Peter. Entonces, se dio cuenta de lo necesitado que estaba su padre y de lo perdido que estaría si ella se fuera.
—La otra tarde estuviste quemando la madera vieja. Eso estuvo muy bien.
—Ya. Pero el esfuerzo me ha dejado destrozado. Me duele todo el cuerpo.
—Me alegro de que saques el tema, papá. Quiero que vayas a ver a la doctora Martinez para que te recete algo contra tu artritis.
—¡No! ¡No iré al médico! Y es mi última palabra.
—Nunca vas a sentirte con fuerzas de hacer cosas si no solucionas el problema de tus dolores.
—He dicho que no, hija. No me presiones.
Lali contó mentalmente hasta diez y trató de ser paciente.
—Papá, ¿te molesta que venga Peter a cenar esta noche?
—Claro que no, tesoro —respondió Juan, sorprendido.
—Porque si lo estás, puedo pedirle que no venga. Si no te apetece tener compañía, estoy seguro de que lo entenderá.
—No pienses eso —insistió su padre, con mirada de arrepentimiento—. Me gusta que venga Peter. Me gusta mucho. Es el hombre adecuado para mi pequeña hija. Siempre supe que lo era.
Peter no era su hombre, eso quería decir. Pero la idea parecía hacer feliz a su padre, así que no dijo nada.
* * *
A las seis menos cuarto, Peter llegó al rancho de los Esposito. Vio cómo Eric salía corriendo desde la caseta del perro, hacia la zona donde estaban aparcados los coches de su madre y su abuelo. Cuando detuvo el motor, allí estaba el muchacho, con su perro.
—¡Calla, Cotton, Peter es amigo! —dijo el niño a su perro blanco, que estaba ladrando.
Peter sonrió y recordó los tiempos inocentes en los que tenía la edad de Eric y se dedicaba a recorrer el T Bar K con su perro y su caballo. Su única preocupación entonces había sido que Agustin no le quitara su rifle de perdigones.
—Me reconocerá enseguida —aseguró Peter, y le tocó la cabeza a Cotton.
—¡Hola, Peter! Mamá me dijo que ibas a venir, así que te he estado esperando.
Peter estrechó la mano del muchacho y le dio una palmadita afectuosa en el hombro. Eric sonrió con un brillo de felicidad en los ojos que no le pasó desapercibido. Era muy gratificante saber que Eric sentía simpatía por él. Le llenaba de orgullo. Le daban ganas de tomarlo bajo su protección, asegurarse de que siempre sería amado y guiado.
Peter quería ser el padre de Eric. Así de sencillo. Aunque, se alguna forma, sabía que para Lali no sería tan fácil de aceptar.
—¿Cómo estás Eric? ¿Has estado muy ocupado?
Sin dejar de sonreír, el muchacho se apartó el pelo de la cara.
—He estado muy ocupado hoy, Peter. ¿A qué no sabes lo que vamos a cenar?
—No sé… ¿Puchero? —trató de adivinar Peter.
—No. Algo mejor —replicó Eric, con los ojos muy alegres.
—Humm. Entonces debe de ser espaguetis o pollo frito.
—Bueno, eso está rico. Pero es algo mejor —señaló Eric, contento de poder sorprenderlo.
—Me parece que voy a tener que rendirme, Eric.
—¡Trucha! ¡Y las pesqué yo!
—Vaya, no sabía que eras pescador —dijo Peter, con admiración.
—Sí. Mamá me enseñó hace mucho. El abuelo me ayudó a limpiarlas. Ella las está cocinando. ¡Ven a ver!
Peter siguió al niño hasta la casa y la cocina. Lali estaba parada frente a los fogones, dándoles la espalda. Tenía el cabello recogido en una cola de caballo y llevaba pantalones vaqueros que acentuaban sus curvas y sus largas piernas, además de una sencilla camiseta blanca. Tenía un aspecto delicioso, pensó él. Tan delicioso como el olor de lo que estaba cocinando.
—¡Mamá! ¡Peter está aquí! Le he hecho entrar.
Lali se giró y vio a Peter y a su hijo en medio de la cocina. La estancia pareció subir de temperatura cuando se miró en los ojos de su amante.
Como ella, Peter estaba vestido de manera informal, con vaqueros y una camisa de manga corta azul. Llevaba el sombrero en la mano y su cabello moreno ondulado parecía recién peinado. Tenía un aspecto fuerte y masculino, tan familiar, que Lali sintió deseos de correr hacia él y besarlo como si fuera su esposo. El esposo que siempre había deseado tener.
—Bien, Eric, gracias. Hola, Peter.
—Hola, no llego demasiado pronto, ¿verdad?
Sus miradas se encontraron, y Lali supo que, por mucho que tratara de resistirse, estaba perdidamente enamorada de él.
—No. Así podrás ayudarme.
Peter se acercó a ella y la besó en la mejilla.
—Soy buen cocinero. ¿Te lo había dicho?
Nerviosa porque él mostrara su afecto de aquella manera delante del niño, Lali miró a Eric y, por su sonrisa, supo que había visto el beso y que lo aprobaba. Oh, cielos, pensó. Le habían dado otra razón a Eric para creer que Peter se quedaría en sus vidas para siempre.
Respirando hondo, Lali levantó la mirada hacia Peter y, sin poder evitarlo, sonrió.
—No. No me habías dicho que supieras cocinar. Pero no hará falta que me lo demuestres. La comida está casi lista. Necesito que Eric y tú pongáis la mesa y hielos en los vasos.
—Sí, señora —replicó él y, tomando a Eric por el hombro—. Vamos, Eric, pongámonos manos a la obra para poder probar esas truchas que has pescado.
Diez minutos después, los cuatro estaban sentados a la mesa, comiendo pescado frito, judías al horno, patatas al vapor y maíz.
—Me alegro mucho de que hayas ido a pescar —aseguró Peter a Eric y, mirando a Lali, añadió—: No había probado una trucha tan deliciosa desde hacía años. Desperdicias tu talento sirviendo mesas. Si fueras cocinera, no tendrían sitio en el Wagon Wheel para atender a todos los clientes.
—Lo aprendió de su madre —afirmó Juan—. Janie podía hacer que un plato de sobras supiera como salido de la cocina de un gourmet.
Peter se fijó en el padre de Lali, que estaba sentado en la otra punta de la pequeña mesa. Era obvio que se había arreglado para la cena. Llevaba una camisa limpia y su poco pelo estaba peinado hacia atrás. Por una vez, su cara no estaba roja ni sus ojos inyectados en sangre. Se parecía más al Juan que Peter recordaba ver en el T Bar K, de visita.
—No conocí a tu esposa, Juan —comentó Peter—. ¿Se parecía a Lali?
—Como dos gotas de agua. Era hermosa como una mañana de junio. Dios, aún me cuesta pensar que muriera tan pronto. Lo daría todo, todo este lugar, a cambio de tenerla de nuevo.
Peter pudo ver que los ojos de Lali se empañaban antes de que bajara la cabeza. En cuanto a Juan, su mirada nostálgica le dijo que el viejo vivía más en el pasado que en el presente.
—Janie nunca tuvo nada. Traté de darle cosas bonitas, pero no pudo ser. Murió antes de que yo consiguiera nada. Entonces, te seré sincero, Peter, no me importó nada lo que fuera de este rancho —continuó Juan y, luego, miró a su hija—. Pero todo es diferente desde que mi niña ha vuelto a casa. Me da una razón para vivir. Eric y ella.
Incómoda ante el despliegue sentimental de su padre, Lali cambió de tema.
—¿Qué has hecho hoy, Peter? ¿Has ayudado a Linc con los caballos?
—No. Fui a Bloomsfield a la subasta de caballos. Agustin siempre va para ver si alguien trata de vender a Snip.
—¿No lo viste?
—Por desgracia, no. Pero compré una potrilla recién nacida.
—¿Qué vas a hacer con ella? —preguntó Eric.
—La voy a llevar a mi rancho en San Antonio. Cuando crezca, tendrá potrillos muy lindos.
—¿Acaso no tienen buenos caballos en Texas? —inquirió Juan.
—Sí, señor. Claro que sí. Pero me enamoré de esta potrilla a primera vista. Cuando algo así sucede, no puedes hacer más que llevártela a casa.
Entonces, Peter miró a Lali y le guiñó un ojo. Ella se puso roja y sintió un nudo en el estómago. Quizá él podía bromear con esas cosas, pero ella no. No, cuando su corazón estaba lleno de amor por él. No, cuando se sentía morir solo de pensar que su tiempo juntos iba a llegar a un final.
—Bueno, puedo entenderlo —remarcó Juan—. Pero esa idea vuestra de buscar a Snip… Como te dije, hijo, ese semental está muerto.
—Estuve buscándolo cuando fui a montar con ellos al T Bar K —apuntó Eric.
—Y no lo encontraste tampoco. Ni lo encontrarás. Hace demasiado tiempo que se perdió.
Peter miró al viejo y se preguntó por qué insistía tanto en que el caballo estaba muerto. ¿Sabía algo de Snip que no le había contado? Peter no podía imaginar qué. Juan apenas salía de su rancho, que él supiera. Pero podía haber escuchado algo en la cafetería del pueblo. O algún viejo amigo suyo podría haberle dicho algo sobre el caballo. Pero, si ése fuera el caso, Juan no tenía por qué ocultar la información. Podía ser un cascarrabias, pero Francisco y él habían sido amigos. Habían tenido alguna disputa en el pasado pero, como Juan había asegurado, había sido olvidada.
—Bueno, le prometí a Peter que mantendría los ojos abiertos por si veía a Snip —dijo Eric con la boca llena—. Y lo haré. Si lo encuentro, lo ataré y lo traeré a nuestro establo. Así no se escapará.
—¡No digas tonterías! ¡No podrías manejarlo! ¡Os tiraría al suelo a Blackjack y a ti!
Lali puso una mano sobre el brazo de su padre.
—Papá, te estás excediendo. Y por nada. Eric no va a toparse con Snip. Como tú dijiste, lo más probable es que el caballo esté muerto —dijo Lali, tratando de calmarlo.
Juan miró a su hija y luego a Peter, avergonzado. Respiró hondo y tomó sus cubiertos para seguir comiendo.
—Tienes razón, hija. Supongo que me he pasado de la raya.
Peter se fijó en que, mientras comía, Juan tenía un ligero temblor en las manos. Quizá se debía a que llevaba algunas horas sin beber alcohol. O, tal vez, era porque estaba preocupado, muy preocupado por algo.
De pronto, Peter lo vio claro. Juan estaba tratando de engañarlos en algo. Sabía algo sobre Snip. ¿Pero qué? ¿Y cómo podía él sacarle la información sin que Lali se enojara?
Peter decidió que la hora de la cena no era el mejor momento y cambió de tema. Lali lo miró, aliviada, y terminaron de comer con alguna conversación sobre el tiempo y las festividades locales. Eric fue el primero en levantarse.
—¿Quieres venir a darle de comer a Blackjack? —preguntó a Peter con entusiasmo.
—Bueno, pensaba ayudar a tu madre a recoger la mesa. Pero ella podría olvidar los platos sucios y venir con nosotros, ¿no crees?
—¡Sí! —gritó el niño.
—Oh, no. Está todo hecho un desastre. Id vosotros.
—¡Mariana! ¿Qué te pasa, niña? —le reprendió Juan—. Tienes visita. Olvida la cocina y ve. Yo me encargaré de recoger la mesa.
—Tus rodillas… —comenzó a decir ella.
—¡Mis rodillas están mucho mejor que tus modales! ¡Vamos, ve!
Al ver que no iba a poder discutir con los tres a la vez, Lali acompañó a Eric y a Peter a la puerta. De camino al establo, Peter la tomó por la cintura. Eric prefirió correr y esperar a los adultos allí.
—Peter, no sé qué le sucede a mi padre. Lleva una o dos semanas comportándose muy raro —le dijo Lali.
—Quizá es por mi culpa. Francisco y Juan eran amigos, pero quizá tu padre aún recuerda las disputas que tuvieron y no le agrada ver a un Lanzani en su casa.
—No es por ti. Piensa que eres lo más maravilloso que ha llegado a esta casa después del pan de molde —bromeó ella.
—Humm. Preferiría que fuera su hija quien lo pensara.
—Yo pienso que eres muy maravilloso, Peter Lanzani —aseguró ella, mirándolo con una sonrisa.
—Te lo recordaré cuando estemos solos esta noche —avisó Peter, dándole un apretón cariñoso en la cintura.
Lali le informó de que no iba a estar a solas y, de pronto, Eric los interrumpió:
—¿Ves sus crines, Peter? He estado cepillándolas y cada vez son más largas.
—Blackjack está precioso, Eric. Se nota que has estado cuidándolo bien.
—El abuelo le compra pienso de proteínas. Dice que hará que el pelo le brille más.
—Tu abuelo tiene razón —señaló Peter.
El caballo se acercó a la zona donde solían ponerle la comida.
—Creo que es mejor que vaya a buscar su pienso —observó Eric.
—Gracias por invitarme esta noche, Lali —dijo Peter, mientras el muchacho iba a por un cubo lleno de grano.
—Gracias por venir.
—Quiero que sepas que no he dormido más de una hora desde que nos vimos anoche. Tenemos que hablar —dijo él.
—Ya hablamos mucho anoche —aseguró ella, bajando la mirada.
—No en mi opinión.
Eric salió del establo para dar de comer a su caballo. Para que su hijo no los oyera hablar de asuntos tan íntimos, Lali no respondió.
Peter debió de pensar lo mismo, pues se separó de ella para acercarse a Eric.
—Apuesto a que quieres mucho a tu abuelo por haberte regalado un caballo tan bonito.
—Sí —repuso el muchacho—. Pero, a veces, me enfado con él. Sobre todo, cuando bebe mucha cerveza y habla mal a mi madre.
Peter se giró y vio que Lali caminaba hacia ellos. Al verla, pensó que se merecía algo más. Merecía tener amor y una familia. Merecía un marido que pudiera cuidarla durante el resto de su vida. ¿Podría él ser ese marido?, se preguntó. No sabía mucho sobre mujeres. Había dedicado toda su vida a hacer cumplir la ley. Pero podía aprender a ser marido y padre, se dijo. Tenía que aprender. Porque no era capaz de imaginarse la vida sin Lali a su lado.

4 comentarios:

  1. Me encanta! Es muy lindo! q extraño el padre de lali más!!

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  2. Yo tambien creo q el padre de Lali sabe algo!Y ella q resistencia pone,dejate llevar un poco MUJER!No todo en la vida se puede manejar a nuestro antojo con la cabeza,a veces hay cosas q nos sorprenden!Q rompen los esquemas!y son las q dan color a la vida!Peter es "eso"para ella!Q lo disfrute,lo ama q no lo ahuyente!

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  3. Ayyyyy súper lidia me encanto para mi q el padre d lali agarro a snip y lo vendió o algo parecido

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  4. Juan ,sin beber ,eso si k es raro.

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