viernes, 8 de febrero de 2013

Capitulo Cinco!




Hola chicas!!!

Que tal su día? Todo bien?
Yo...bueno, recuerdan lo que les dije de la montaña rusa? pues así estuvo mi día. Pero dejando todo eso a parte, quería comentarles que no se si voy a poder subir el fin de semana. Ya les dije que no quería prometerles porque mi situación es complicada, por eso no les digo seguro el día. Y por si acaso no puedo hasta el lunes, les deseo un buen fin de semana! Disfruten todo lo que puedan!

Hoy no es mi día así que me despido ya. Espero que disfruten del cap!!

Se las quiere!!

Gracias por leerme!! Besos, Vero!!


                              CAPITULO CINCO




El rancho Lanzani era todo lo que Peter le había contado, con una enorme y antigua casa de dos plantas rodeada por un amplio porche, kilómetros de pastos verdes que ascendían gradualmente por la falda de las montañas y un número incalculable de cabezas de ganado y caballos, presidido todo por la cadena montañosa de cumbres cubiertas de nieve.
—Es una maravilla —dijo Lali a medida que se acercaban a la casa.
—Lo mismo que siempre he pensado yo —contestó—. Ahí está Rosie —añadió al verla salir de la casa y acudir en su encuentro. El corazón se le estremeció al ver salir también a Oscar.
Peter aparcó en el lugar en que solía hacerlo siempre y paró el motor.
—Me gustaría que consideraras este lugar tu casa —le dijo a Lali con una sonrisa—. Espero que puedas hacerlo.
Lali tardó un instante en devolverle la sonrisa.
—Te agradezco muchísimo todo esto, Peter, e intentaré seguir tu consejo. Pero no puedo olvidarme por completo de que debo tener una casa en algún otro lugar -su sonrisa se ensombreció—. Debo tenerla.
Fue un momento emotivo, inesperado y dramático, y Peter tragó saliva con dificultad. No podía recordar estar en la onda de los sentimientos de una persona del mismo modo en que lo estaba con Lali. Cuando sonreía, el sol parecía brillar más para él, y cuando no, sentía su dolor como propio.
—Ven a conocer a Rosie y a Oscar —dijo, y ambos bajaron de la camioneta.
Rosie le dio una cálida bienvenida.
—Hay un dormitorio esperándote.
—Gracias, Rosie —contestó Lali, y se volvió a Oscar—. Hola —lo saludó. Era una versión más joven de su padre, alto y muy guapo—. Gracias por salvarme la vida. Oscar.
El chico enrojeció y clavó la mirada en el suelo.
—No fue para tanto —murmuró.
Peter estaba tan complacido porque su hijo hubiese hecho el esfuerzo de salir a recibir a Lali que le dio una afectuosa palmada en la espalda.
—Hiciste un gran esfuerzo, y todos lo sabemos.
—Vamos dentro. Lali tiene que instalarse —dijo Rosie.
—Oscar y yo entraremos tus cosas —le dijo Peter—. Ve con Rosie.
Las dos mujeres se alejaron y Oscar miró a su padre con el ceño fruncido.
—¿Qué cosas, papá?
—He llevado a Lali de compras, Oscar. Está todo en la camioneta.
Cuando abrió la puerta y vio la cantidad de paquetes de la repisa, se quedó boquiabierto.
—¿Es que habéis comprado todo el centro comercial? —preguntó con un gesto sarcástico.
Peter prefirió ignorar el comentario. No estaba dispuesto a volver a discutir con él, y tampoco iba a explicarle lo que debía o no hacer por Lali.
—Casi, casi —contestó alegremente—. Llévate unas cuantas cosas —le dijo y echó a andar hacia la casa.
Rosie le estaba enseñando a Lali su habitación, que estaba en la planta baja. El ama de llaves era una mujer de corta estatura y pelo gris llena de energía, y con una personalidad vivaracha y abierta, y Lali se sintió bien con ella.
—Mi habitación también está en este piso —dijo Rosie—. Peter y Oscar duermen arriba. Peter pensó que estarías mejor aquí por las escaleras, y mira, esta puerta da al porche.
—Es una habitación maravillosa, Rosie.
A Lali le gustaban los techos altos de la casa y la madera de los suelos. El mobiliario del dormitorio brillaba, y la tela a juego del edredón y las cortinas era verde caza con pequeñas flores blancas.
Peter entró y dejó su carga sobre la cama.
—Dios mío —exclamó Rosie—. ¿Qué es eso?
—La ropa de Lali —contestó, y tras dedicarle una sonrisa a Lali, volvió a salir.
Rosie no había pasado por alto la sonrisa de Peter, ni la rápida respuesta de ella. No dijo nada al respecto, por supuesto, pero la idea de que Peter fuese a tener por fin una amiga enterneció su corazón de sesenta años.
—Hay unas cuantas perchas en el armario, pero me da la impresión de que vas a necesitar unas cuantas más. Voy a buscarlas.
Y salió rápidamente.
Lali utilizó aquel instante de soledad para salir al porche. Peter tenía razón. Era un lugar en el que se respiraba paz y tranquilidad. Un valle precioso. Un lugar especial. ¿Recuperaría antes la memoria en un lugar se serenidad que en una ciudad?
Oscar entró entonces y dejó su carga junto a la de Peter. Vio a Lali en el porche. Parecía perdida en sus pensamientos, así que salió rápidamente, antes de que pudiese verlo y quisiera hablar.
Por fin terminaron de entrarlo todo. La cama estaba a rebosar, aunque las cosas que habían venido en percha estaban ya colgadas en el armario. Peter y Oscar la habían dejado sola, y el trabajo de guardar toda aquella ropa nueva le pareció ímprobo de pronto, así que se dejó caer en una silla. Se sentía otra vez muy cansada y dolorida así que apoyó la cabeza en el respaldo con la intención de descansar un momento.
Rosie entró un momento después con las perchas y unas tijeras.
—Yo me ocuparé de recoger todo esto —anunció—. Tú sigue sentada donde estás, que termino en un abrir y cerrar de ojos.
Lo último que Lali pretendía mientras estuviera en aquella casa era darle trabajo a Rosie o a cualquier otro.
—Yo puedo hacerlo, Rosie, de verdad. Solo estaba descansando un momento.
—Lo comprendo perfectamente. ¿Qué otra cosa ibas a necesitar más que descanso? Si acabas de salir del hospital, y con tanta compra… Bueno, que no te muevas de esa silla, ¿me oyes?
Empezó a abrir bolsas y a sacar ropa.
Lali siguió sentada viendo a Rosie cortar etiquetas y llenar cajones. Sus comentarios de «qué cosa más bonita, o este color es perfecto para ti» le llegaban a Lali como desde lejos.
«Puedo leer y escribir, así que no he olvidado lo esencial. Solo quién soy, o quién era; mi propia vida, las cosas que me hacen una persona. ¿Seguiré siendo la misma persona que era antes del accidente, solo sin memoria? ¿Habrá cambiado mi personalidad? ¿Sería yo tan encantadora como Peter, o como Rosie?»
—Lali, ya he terminado. ¿Por qué no te pones uno de esos preciosos camisones y te metes en la cama? Vas a tener tortícolis de dormir en esa silla.
«No estaba dormida, pero me gustaría estarlo. Durante días, a ser posible».
—Gracias, Rosie.
—La cena se sirve a las seis, pero si te quedas dormida y quieres algo de comer más tarde, no tienes más que llamar a mi puerta o servirte lo que quieras en la cocina. Mi puerta es la del final del pasillo. El baño es la puerta de al lado de la tuya. ¿Necesitas que te ayude a desnudarte?
Lali se levantó.
—Gracias, Rosie, pero puedo arreglármelas. Y gracias por haberlo recogido todo.
—Pareces agotada —dijo, y ya desde la puerta, añadió—: vete a la cama y no te levantes hasta que no tengas ganas de hacerlo. Y si no es hasta mañana, no te preocupes.
—Estaré bien, Rosie. Gracias por preocuparte.
—No dudes en pedirme lo que necesites.
Y Rosie salió, cerrando la puerta a su espalda.
Lali encontró sus camisones en el segundo cajón de la cómoda, se lo puso y se metió en la cama.
En el hospital no había conseguido dormir ni siquiera con somníferos, pero allí se quedó dormida en cuestión de minutos.


Peter se preocupó al ver que Lali no aparecía para la cena, pero cuando Rosie le dijo que estaba agotada y que se había metido en la cama, intentó calmar sus nervios y disfrutar de la deliciosa cena que Rosie les había preparado.
Dos de los empleados del rancho cenaban con la familia. Peter tenía otros cuatro empleados, pero como el rancho era tan grande, seiscientos acres, había casas diseminadas por el terreno y vivían allí. Esas cuatro personas apenas aparecían por la casa principal. Era Peter quien se ocupaba de ir a verlos a caballo, o bien de llamarlos por teléfono.
La casa estaba algo aislada del resto de las instalaciones del rancho, de modo que los olores del ganado no llegasen hasta ella. Estaba rodeada de metros y metros de césped y enormes árboles, y Rosie, a quien la jardinería le encantaba, plantaba flores todos los años, aparte de mantener un huerto en el que plantaba de todo: cebollas, lechugas, guisantes, judías…
A Peter le encantaba el huerto, y no por la comida que producía, sino porque le encantaba ver crecer las plantas. Casi todas las noches después de cenar, se daba un paseo para inspeccionar los progresos.
Aquel día lo hizo como de costumbre, pero se sorprendió volviéndose hacia la casa más que ocupándose del progreso de las cebollas. Era tan consciente de la presencia de Lali en la casa que apenas podía pensar en otra cosa. Estaba allí, bajo su mismo techo, y pensó en lo mucho que le gustaba y en cómo le gustaría que se quedara allí.
Lo que no haría una vez hubiera recuperado la memoria. ¿Se atrevería a desear que nunca recuperase su pasado? Qué locura. Así nunca podría ser feliz. Y él quería que lo fuese, ¿no?
Inquieto por las disquisiciones en las que se había sumido, fue caminando hasta los establos. Todo estaba tranquilo. Oscar se había marchado nada más cenar, y Peter conocía bien las costumbres de Rosie: estaría en su habitación, viendo la televisión.
Él apenas veía la televisión. Solía irse a la cama poco después de oscurecer y leer hasta que le entraba sueño. Pero aquella noche no tenía ni ganas de leer, ni de irse a la cama, y sabía perfectamente cuál era la causa de tanta inquietud: Lali.
Al llegar la oscuridad, las luces automáticas del jardín se encendieron, y Peter echó a andar de nuevo hacia la casa, pero en lugar de entrar, dio la vuelta y se sentó en las escaleras delanteras del porche, en la oscuridad, para poder meditar. Era increíble como el destino podía alterarlo todo. Una colisión fortuita. Lali en aquella carretera peligrosa, Oscar llegando tarde al instituto… Todo aquello había cambiado su vida. Su vida y su estado de ánimo. Ya no se sentía satisfecho sino ansioso, desazonado, con inquietudes sexuales y deseos que no había experimentado hacía mucho tiempo. Lali, Lali…
Dentro de la casa, Lali se despertó sobresaltada y se incorporó en la cama. Alguien estaba llamándola por su nombre. No le había parecido un sueño, y guardó silencio intentando oír algo. Con un suspiro, volvió a tumbarse Tenía que haber sido un sueño. Seguía estando cansada y volvería a dormirse enseguida.
Pero de pronto tuvo la sensación de que a la habitación le faltaba aire. Estaba a gusto a oscuras, pero necesitaba aire fresco, así que se levantó y abrió la puerta que daba al porche delantero. La brisa de la noche le produjo una sensación maravillosa en la piel, e inspiró profundamente varias veces, llenándose de ella.
Peter a punto estuvo de atragantarse al ver esa puerta abierta. Al girarse, la vio. Estaba justo en la puerta. No llevaba el pelo recogido como de costumbre, sino suelto y cayéndole sobre los hombros y el pecho. No sabía que él estaba allí.
Lali se levantó el pelo de la espalda como si necesitase que el aire la refrescara, y el pulso de Peter empezó a acelerarse. Jamás había visto algo tan sensual.
Pero se sentía como un intruso.
—¿Lali? —dijo en voz baja, levantándose.
Reconoció inmediatamente su voz, y no se sobresaltó.
—Peter —dijo con voz somnolienta—. ¿Qué hora es?
—Cerca de las nueve.
—He dormido mucho.
—Necesitabas descansar —dijo, esforzándose por distinguir sus facciones en la escasa luz, pero sin pensar en realidad en lo que decía. ¿Cómo podían competir esas cosas con ella, con cómo se sentía él? Podría enamorarse de ella con tanta facilidad… o quizás ya lo había hecho.
Lali inspiró profundamente y salió al porche. Sentía la madera del suelo fresca en los pies descalzos, igual que la brisa de la noche en la cara y los brazos.
Peter estaba como hipnotizado. No se había imaginado que Lali pudiese salir así, pero es que su imaginación no se había ejercitado en ese sentido desde hacía tiempo.
Como empujado por una fuerza mayor, se acercó a ella y apoyó las manos en la barandilla, un brazo a cada lado de su cuerpo. La oyó contener la respiración y supo que la había sorprendido.
Pero no le dijo que se quitara. De hecho, se cruzó de brazos y apoyó la espalda contra su pecho. El corazón de Peter comenzó a latir desenfrenado, e inclinó la cabeza para ocultar la cara en su pelo.
—Lali —susurró. Sentir su cuerpo pegado, la suavidad de su camisón, la levedad del tejido en sí, le disparaba los sentidos. Sin embargo, nada podía afectarle tanto como su aquiescencia. Le parecía increíble que estuviera permitiendo que ocurriera algo así. Increíble y maravilloso. Se soltó de la barandilla y la rodeó con los brazos, apretándola contra su cuerpo.
Lali sintió el corazón en la garganta. El calor de Peter estaba saturando su sistema, y era una sensación deliciosa. De pronto deseó sentir los labios de Peter, y se dio la vuelta. Sus pechos estaban contra el suyo, sus muslos se rozaban. Echó la cabeza hacia atrás para mirarlo y solo un segundo pasó antes de que él la besara.
Con un gemido suave, se abrazó a él. Se sentía como en casa en sus brazos, como si hubiesen estado así cientos de veces antes. Había pasión tras la dulzura de sus labios y se sintió arder por dentro.
Peter estaba aturdido por el deseo. Estaba besándole con abandono, con una necesidad inconfundible. No le sorprendía. Desde su primer encuentro, había surgido una unión especial entre ellos.
—Lali —susurró entre unos besos que ya no eran delicados. Deslizó las manos bajo el camisón para apretarla contra él por las nalgas, para acercarla al agonizante centro de su necesidad.
«Está excitado, pero yo también lo estoy. ¿Alguna vez he deseado a otro hombre de esta forma?»
Aquella pregunta le trajo a la memoria su amnesia. Podía estar casada. Es más, podía estar enamorada de su marido. Los ojos se le llenaron de lágrimas y se separó inmediatamente de Peter.
—No… no podemos hacer esto —dijo con voz ahogada.
No tuvo que preguntarle por qué no podían. Sabía perfectamente en qué estaba pensando.
—Lo siento —dijo, y su voz llevaba su absoluta desolación—. No debería haberte tocado, pero eres tan hermosa y he sentido algo especial por ti desde el primer momento. Lali, no ha habido nadie desde… —se sentía incapaz de mencionar el nombre de Janine —…desde hace cinco años. Es importante para mí que lo sepas.
Lali se secó los ojos e intentó recuperar el control.
—Te creo, Peter.
—No te he invitado a venir a mi casa para aprovecharme de ti.
—Lo sé.
No negó sentir algo especial por él; no podía hacerlo. Pero era la mujer que era en aquel momento la que se estaba enamorando de Peter, ¿y si apareciera de pronto un marido o un amante?
La enormidad de su situación la golpeó con fuerza devastadora.
—Te estás enfriando. Deberías volver a la cama.
Peter apoyó las manos en sus hombros y ella, por un segundo, recostó la cabeza en su pecho.
—Buenas noches —susurró antes de entrar.
—Buenas noches. Que duermas bien.
Después de cerrar la puerta, Peter volvió a la barandilla, agarrándola con tanta fuerza que los nudillos le dolieron. Mientras miraba las estrellas, sintió que el corazón se le partía. Quería que Lali se recuperase, pero cuando lo hiciera, todo cambiaría. Dejaría el rancho, a él, para ir ¿adónde? Tenía que haber alguien esperándola en alguna parte.
Peter suspiró profundamente. Una pregunta se repetía una y otra vez en su cabeza. Cuando llegase el momento en que descubriera por fin quién era y volviese a su vida anterior, ¿cómo seguiría él adelante sin ella?
El futuro se presentaba oscuro y solitario. Sin Lali en él, así es como lo veía

6 comentarios:

  1. AH!! Que impotencia, es una situación horrible!! Más!!

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  2. massssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssss

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  3. WOW!!!! Me encanta! en serio tienen un quilombo los dos en la cabeza impresionante!!! Quiero mas Vero!!

    Te amo mucho hermanita!!!

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  4. No van a aguantar ninguno a k Lali recupere la memoria .S e dara y listo no habra vuelta atras.

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  5. Q capitulo intenso!La atracxcion entre ellos es muy fuerte,dificil q logren resistir!

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  6. Se besaron por fin haha quiero más esta muy buena

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