miércoles, 20 de febrero de 2013

Capitulo Ocho!




Hola chicas!! Como están??

Yo destrozada. Hoy no paré y me duele todo el cuerpo...
Así que hoy pocas palabras. Simplemente agradecer como siempre sus comentarios. Me alegro mucho que les esté gustando. Increíbles como siempre. GRACIAS.

Nos vemos en el próximo!
Se las quiere!

Gracias por leerme!! Besos, Vero!!



                                CAPITULO OCHO




Tras pasar la noche casi sin pegar ojo, Peter se levantó antes que el sol y se fue al Rancho Schulze. Oscar y Eric estaban ya cargando sus bolsas en el maletero del coche de los Schulze, así que Peter no había llegado demasiado temprano.
Aparcó la camioneta, pero antes de que pudiera bajarse. Oscar se acercó a él.
—Hola, papá. ¿Qué pasa?
Peter se sintió mejor con tan solo ver a su hijo. Oscar sonreía de oreja a oreja y evidentemente estaba de un humor excelente.
—Solo quería despedirme otra vez —dijo Peter, sonriendo también.
Oscar dio la vuelta a la camioneta y se subió al asiento del acompañante.
—Vas a echar de menos a tu niño, ¿eh? —bromeó tras cerrar la puerta.
Peter no pudo por más que echarse a reír. Su niño medía ya casi un metro noventa y llevaba tres años afeitándose.
—Supongo que sí —reconoció—. Espero que te lo pases muy bien en California, Oscar, pero vas a estar muy lejos de casa, así que mantén la cabeza fría, ¿de acuerdo?
—Seguro que has estado preocupándote por mí toda la noche.
—Casi toda.
—Pues déjame decirte que Eric y yo no vamos a hacer en California nada que no hagamos ya aquí… excepto pasárnoslo de muerte.
—Y eso es lo que espero que hagas, pero insisto: mantén la cabeza fría. Yo ya he estado en Los Ángeles, y tú no. El tráfico es de locura.
Oscar se quedó callado un instante.
—Estás preocupado porque pueda tener otro accidente.
Clint suspiró.
—Supongo que es eso.
—Papá, lo de que soy tu niño es una broma. Ya no lo soy. ¿Vas a estar preocupándote cuatro años cuando me vaya fuera a la universidad? Espero que no.
—¿Ya has decidido adónde quieres ir?
—A la Universidad de Montana, o a Colorado State. Tengo que enviar los papeles en cuanto vuelva de California. Es algo de lo que Eric y yo vamos a hablar durante estos días.
—¿Estás seguro de que no será demasiado tarde para matricularte? Muchos plazos se cierran en mayo.
—No hay problema, papá. Las dos universidades nos quieren a los dos. Nos han enviado cartas.
—Me alegro de saberlo —Peter hizo una pausa—. Oscar, hace mucho tiempo que no te lo digo, pero quiero hacerlo ahora: te quiero, hijo.
—Yo también te quiero, papá —contestó sin sentir vergüenza alguna, lo que complació enormemente a Peter.
—Oscar —continuó con serenidad—. Quiero que sepas que Lali es alguien muy importante para mí.
Oscar también habló con serenidad.
—Ni siquiera sabes quién es, papá.
—Lo que no conozco es su pasado, pero yo te estoy hablando de la mujer que es ahora. Hijo, quiero que pienses en esto mientras estés fuera: si Lali supiera que es una mujer libre, le pediría que se casara conmigo.
Oscar lo miró sorprendido.
—¿Tanto te gusta?
—Me he enamorado de ella, Oscar —le explicó con suavidad—. El hecho de que pueda querer a otra mujer no disminuye el amor que sentía, y que aún siento, por tu madre. ¿Lo comprendes, hijo?
—Supongo —murmuró.
—Simplemente he querido que lo supieras —añadió al ver su aturdimiento.
—¿Y qué opina ella?
—¿Lali? No le he dicho lo que siento, y no pienso hacerlo hasta que esté recuperada. Si… si recuerda a otro hombre, no se lo diré nunca.
—Vaya historia, papá —murmuró.
—Sé que es duro de asimilar, y no te lo habría contado si no pensara que tienes derecho a saberlo —Peter se obligó a sonreír—. Creo que los Schulze te están esperando. Pásalo bien en California.
—Sí —bromeó—, pero mantén la cabeza fría.
—¿Sabes? Seguramente seguiré preocupándome cuando estés en la universidad.
—Seguramente seguirás preocupándote por mí hasta cuando tenga el pelo gris.
Oscar abrazó a su padre y se bajó.
Peter saludó a los Schulze por la ventana y cuando Oscar se subió al coche, ambos vehículos recorrieron el camino del rancho hasta la carretera y después tomaron direcciones opuestas.


Lali se despertó y al oír la lluvia contra los cristales, se arrebujó bajo la ropa de la cama. Con los ojos cerrados, se quedó unos minutos en ese acogedor duermevela que precede a estar completamente despierta. La cama y las sábanas eran suaves y blandas como una nube, y se sentía en un estado de paz absoluta, de relajación total.
Siempre le había gustado el sonido de la lluvia, y una imagen se dibujó en su cabeza. Estaba de pie, junto a la ventana de una preciosa habitación blanca, contemplando un paisaje lluvioso. Frunció el ceño aún sin abrir los ojos e inconscientemente intentó apreciar más detalles de la habitación.
La imagen se disolvió para formar otra: una gran masa de agua y olas batiendo contra un acantilado rocoso. Aquella imagen también duro solo segundos, antes de transformarse en otra: un hombre con el pelo rubio como la arena de una playa, vestido con un traje oscuro, que la miraba y después, tras dar la vuelta, se alejaba. Justo en aquel instante un nombre se le vino a la memoria: Corey.
Los latidos del corazón se le desbocaron y se obligó a abrir los ojos y a incorporarse. ¿Estaría soñando o serían retazos del pasado? ¿Quién era aquel hombre? ¿A quién pertenecía la habitación en la que estaba? ¿Se llamaría Corey ese hombre, o sería el nombre de alguna otra persona? ¿Qué mar era aquél? Y ahora que estaba completamente despierta, ¿cómo sabía que siempre le había gustado la lluvia?
Una debilidad repentina se apoderó de ella y se dejó caer sobre la almohada para pensar, para preguntarse si estaba empezando a recordar, o si esas imágenes no eran más que sueños desorientados.
Pero habían sido tan claros, tan reales… Dios, ¿qué debía creer?
De pronto fue el miedo lo que la golpeó. Había perdido la memoria, pero ¿estaría también perdiendo la cordura, el contacto con la realidad? Lo que había hecho con Peter la noche anterior, sin ir más lejos… Y ni siquiera sentía remordimientos.
Dios, cómo había podido hacer algo así. Ni siquiera debería permitirse pensar en querer a Peter. Podía ser una mujer casada. Quizás ese hombre rubio fuese su marido.
Pero, en ese caso, ¿dónde estaba? De tener marido, le habría dicho adonde iba, y ¿por qué no estaba en esa zona, buscándola de algún modo?
Estaba más asustada aquella mañana que cuando había tenido que enfrentarse por primera vez a su amnesia en el hospital. ¿Sería aquella la forma en que iba a recuperar la memoria, a base de retazos inconexos que la llenaban de terror?
Tomó aire profundamente. No podía dejarse arrastrar por el miedo. Tenía que controlarse, así que se forzó a levantarse, sacó unos vaqueros, un jersey, zapatos bajos y ropa interior y entró en el baño para darse una ducha.


Peter se sentó a tomarse el desayuno que Rosie le había preparado al llegar a casa.
—¿Has visto a Lali esta mañana? —le preguntó.
—No, pero la he oído andar por la habitación. Supongo que se habrá dormido. Los hombres vinieron a la hora de costumbre y dijeron que estarían trabajando en el cuarto de los arreos, y que si querías que hicieran otra cosa, que se lo dijeras.
—No hay razón para que trabajen fuera con este aguacero —dijo Peter. Durante el mal tiempo, sus hombres y él solo trabajaban fuera si era imprescindible.
Rosie tenía cosas que hacer en la cocina y le dejó solo y Peter, tras dar cuenta del desayuno, decidió ponerse al día en papeleo y se fue a su despacho.
Abrió el talonario y empezó a pagar facturas, y estaba escribiendo un cheque cuando Lali llamó al marco de la puerta y dijo:
—Buenos días.
El sonido de su voz bastó para hacerlo olvidar por completo el trabajo, se levantó y se acercó a ella, preocupado inmediatamente por su palidez.
—¿Estás bien? —le preguntó, abrazándola.
Como siempre, su abrazo le hizo olvidar sus temores, apoyó la cara contra su pecho e inhaló su aroma. ¿Cómo podía haber lamentado lo ocurrido la noche anterior? A pesar de la pesadilla en que el destino la había sumido, quería a aquel hombre.
—Ahora estoy bien —dijo suavemente.
Él la miró a los ojos.
—¿Y antes no? ¿Ha ocurrido algo? —dudó un instante, pero tuvo que preguntar—. No estarías preocupada por lo de anoche, ¿verdad?
Ella no pudo evitar un suspiro.
—Creo que he estado dándole vueltas a todo.
—¿Toda la noche?
—No, esta mañana.
Al mirar su rostro, se dio cuenta de que sus abrasiones y arañazos casi habían desaparecido por completo. Físicamente se había recuperado con increíble rapidez. Emocionalmente…
—Dime qué te preocupa.
—Ay, Peter…
Y los ojos se le llenaron de lágrimas.*
—Cariño, ¿qué es?
—Es que… ha ocurrido algo. No sé si estaba soñando o recordando, pero he vista algunas imágenes. Sé que te parecerá una locura, pero estaba aún en la cama, oyendo llover y de pronto esas imágenes se me han aparecido ante los ojos.
Él le acarició la mejilla.
—¿Imágenes de qué, cielo?
—Me he visto a mí misma viendo llover por la ventana de un precioso dormitorio. Después he visto una gran masa de agua que debía ser el mar, porque las olas rompían como en un acantilado o algo así. Luego he visto… un hombre.
Peter se quedó inmóvil.
—¿Lo has reconocido?
—No —contestó con tristeza—. Todo podría haber sido un sueño. No estaba completamente despierta cuando ha ocurrido.
—Pero no crees que lo fuera, ¿no?
Peter tuvo la sensación de que el corazón se le había vuelto de plomo. Lali estaba empezando a recordar, y que un hombre apareciese en mitad de sus primeros recuerdos, era un golpe difícil de asimilar.
—Ojalá lo supiera. Cómo desearía saberlo, Peter… —se soltó de sus brazos y empezó a pasear por la habitación—. Quizás debería hablar con el doctor Trugood. ¿Qué opinas?
—Mal no te podría hacer —respondió—. ¿Y… recuerdas qué aspecto tenía ese hombre?
—Nítidamente. Era un hombre bastante guapo, con el pelo rubio y liso, y vestía un traje oscuro. Debía andar por los treinta y cinco más o menos… —dijo, consciente de que le estaba rompiendo el corazón a Peter y sintiéndose horrible por ello. Pero no podía ocultárselo. Después de todo lo que había hecho por ella y teniendo en cuenta la intimidad que había cobrado su relación, no podía ocultarle nada.
Peter guardó silencio un momento.
—Sí, creo que deberías hablar con el doctor Trugood. ¿Por qué no lo llamas desde aquí mismo? Te dejaré sola para que puedas hablar.
—No es necesario. No voy a decirle nada que no te haya dicho ya a ti.
—¿Has desayunado?
—Todavía no.
—Entonces, voy a traerte un poco de café. Llámalo, Lali. Cuanto más lo pienso, más importante me parece que recibas ayuda profesional. Enseguida vuelvo.
Y salió de allí con la sensación de pesar cien kilos más que cuando entró.
Lali se sentó en su silla delante de la mesa sintiéndose tan triste y apesadumbrada como él. Pero por inquietante que pudiera parecer el pasado, tenía que explorar cada pista para llegar al final.
Tras llamar a información para pedir el número de la consulta del doctor Trugood, hizo la llamada. Una mujer contestó al teléfono:
—Centro de Salud, Gloria al habla. ¿En qué puedo ayudarle?
Lali carraspeó.
—¿Está el doctor Trugood? Mi nombre es Lali, y necesito hablar con él. Siento no poder darle mi apellido, pero…
—No se preocupe por eso, Lali. El doctor Trugood me dijo que si llamaba, debía ponerle con él si estaba en el centro. Un momento, por favor.
Mientras esperaba. Peter abrió la puerta principal de la casa. Era el agente John Mann, con un enorme impermeable y una franca sonrisa. Llevaba una cartera de cuero marrón.
—Buenos días, señor Lanzani. He venido a ver a Lali. ¿Puedo pasar?
—Por supuesto —contestó, y tras guardar el impermeable en el armario del recibidor, le condujo al salón. Las preguntas se le agolpaban en la cabeza. Mann no habría ido hasta allí sin tener una buena razón. ¿Cuál sería? ¿Qué tendría que decirle a Lali? ¿Serían buenas o malas noticias?—. Lali está hablando por teléfono en este momento. Siéntese. Seguro que no tardará. ¿Le apetece tomar un café?
—Pues sí, gracias. Hace una humedad y un frío tremendos hoy.
—Sí, y me da la impresión de que va a durar unos días. ¿Cómo toma el café?
—Solo —contestó el agente con una sonrisa, y tras acomodarse en una silla, dejó la maleta a sus pies.
Peter volvió a la cocina y Rosie, que había oído el timbre de la puerta, le preguntó:
—¿Quién es?
—El policía que está investigando el accidente. Voy a llevarle primero a Lali su café, y después otro a él.
Salió rápidamente con una taza en la mano y la dejó sobre la mesa del despacho.
—Lali, John Mann está aquí, en el salón.
Por mucho que lo intentara, Peter no conseguía que su expresión fuese despreocupada.
—Puede que tenga información sobre mi identidad —dijo, con el corazón acelerado—. ¿Te ha dicho algo?
—Lo único que ha dicho es que quiere hablar contigo —Peter vio la ansiedad en sus ojos y se apresuró a tranquilizarla—. Habla tranquilamente con el doctor Trugood. Seguro que es tan importante como lo que Mann pueda haber traído aquí hoy.
Lali no estaba de acuerdo del todo. Su primera intención fue la de colgar el teléfono y acudir a la otra habitación. El oficial Mann tenía que tener información sobre ella; de otro modo, no estaría allí. Pero antes de que pudiese actuar, el doctor Trugood se puso al teléfono.
—Lali, me alegro mucho de saber de ti. ¿Cómo estás?
Lali esbozó una sonrisa.
—No… no lo sé, doctor. Por eso he llamado —vio a Peter salir e intentó olvidarse del oficial Mann y concentrarse en la razón de aquella llamada. Rápidamente, pero sin pasar por alto los detalles, le refirió lo que le había ocurrido aquella mañana—. Y mi pregunta es, doctor: ¿cree que esas imágenes pueden significar algo?
—Hay otra pregunta más importante, Lali, ¿crees tú que significan algo? Es obvio que esas imágenes te han inquietado, o no estarías llamándome. Déjame decirte algo: durante mi carrera, me he tropezado con una docena de amnésicos, y cada caso ha sido diferente. La memoria de cada paciente volvió a su modo. Varios incluso lo recordaron todo un buen día, sin más ni más. Otro de mis pacientes empezó a recordar desde cuando era un niño y fue ampliando desde ahí. Es decir, que nadie puede prever cómo se va a corregir tu situación. Las imágenes que has visto esta mañana podrían ser un comienzo. ¿Has sentido alguna familiaridad con ellas?
—No puedo decir ni que sí, ni que no —contestó—, porque mi sentimiento más claro ha sido el miedo.
—¿Y sigues teniéndolo ahora?
—No.
—Bien. Lali, creo que sería bueno para ti que vinieras a verme. Me gustaría ahondar en esas imágenes, y quizás sería buena idea intentar la hipnosis, ¿qué te parece?
—¿Me ayudaría en algo la hipnosis?
—No puedo garantizártelo, pero podría ser.
Lali sintió que el estómago se le daba la vuelta. Por alguna razón, lo de la hipnosis la ponía nerviosa.
—Déjeme pensarlo, doctor.
—Lo que tú digas. Pero aunque excluyamos la posibilidad de la hipnosis, creo que debes estar bajo los cuidados de un médico. Si no yo, cualquier otro.
—Pensaré también en eso. Gracias por haber hablado conmigo. Adiós.
Lali se quedó un instante pensando en la conversación. Era un alivio saber que la memoria podía volver de muchas maneras distintas. Así, si volvía a tener más imágenes, no se asustaría tanto.
Y en cuanto a lo de visitar a un psiquiatra regularmente, resultaría muy caro, y ella no tenía ni un céntimo. El estado de Montana debía haberse hecho cargo de su factura de hospital, pero simplemente no podía pedir más ayuda. Quizás fuese una actitud absurda y guiada por el orgullo, pero no era capaz de cambiarla. Peter le daría el dinero, sin duda, pero la mera idea de pedirle algo material, especialmente dinero, era algo que no podía ni plantearse.
Y en cuanto a la hipnosis… le daba un miedo de muerte. ¿Por qué? ¿Acaso habría algo en su pasado que su subconsciente prefería no dejarle recordar?
Lali ocultó la cara entre las manos y sollozó en silencio. ¿Cuánto más iba a poder soportar? Era incapaz de aceptar caridad del estado pero, en el fondo, ¿no era caridad lo que Peter le ofrecía? Si no se recuperaba pronto, ¿qué iba a ser de ella? El pasado era un agujero, y no tendría un futuro hasta que descubriese quién era. Estaba atrapada en el presente.
Con un suspiro, se levantó. Quizás John Mann hubiese averiguado algo. Si al menos pudiese saber su apellido, las cosas podrían empezar a progresar, ¿no?
Lali se alisó el pelo y entró en el salón. Ambos hombres se levantaron al verla entrar.
—Hola —le dijo al oficial.
—Hola, Lali. Tiene buen aspecto.
Lali se sentó y el oficial también.
—Físicamente estoy bien, pero sigo sin poder recordar nada.
—Vaya. Lo siento. Puede que la información que le traigo le sirva de ayuda.
Mann colocó el maletín sobre sus rodillas y lo abrió.
—¿Queréis que os deje solos? —preguntó Peter.
John Mann la miró a ella.
—Que lo decida Lali.
—No, Peter, no te vayas. Prefiero que te quedes —le dijo.
Mann sacó unos cuantos documentos.
—Éste es el informe del FBI sobre sus huellas.
Lali frunció el ceño.
—No conozco el procedimiento, pero ¿es eso bueno o malo?
—Bueno, por lo menos sabemos que nunca ha sido arrestada —sonrió—. Y ésa es una buena noticia, ¿no le parece?
—Sí —murmuró.
—También quiere decir que nunca ha trabajado para el estado, y que tampoco ha formado parte de las fuerzas aéreas. En algunos estados, como por ejemplo en Nevada, también se requieren las huellas dactilares para determinados trabajos, como por ejemplo los casinos. Este informe también elimina esa posibilidad.
A Lali la cabeza le daba vueltas. Mann le estaba diciendo lo que no había hecho para ganarse la vida. ¿Tendría alguna información sobre lo que sí había hecho?
John volvió a guardar los documentos en el maletín y sacó una bolsa de plástico, con la que se acercó a Lali.
—Huela —le ordenó, abriéndola ante ella.
Lali frunció el ceño y miró dentro de la bolsa. Dentro había algo parecido a trozos de tela grasienta, y tras olerlos, tuvo que separarse.
—Es un olor muy penetrante —dijo—. ¿Qué es?
—Trementina. Una sustancia muy volátil utilizada en pintura, barnices y medicinas —John volvió a hacerse cargo de la bolsa, la cerró y volvió a su silla—. Lali, muchos de los restos recuperados del accidente tienen este olor. No creo que pudiera utilizar la trementina para mezclar medicamentos, de modo que debía utilizarlo en su trabajo o pasatiempo favorito. Mi opinión es que era usted artista. Debía utilizar pinturas al óleo, que requieren trementina para limpiar los pinceles. ¿Le parece posible?
Peter estaba mirando a Lali.
—Rosie también cree que lo eres.
—Lo… lo sospechaba —dijo Lali, despacio.
—Demos un paso más —dijo John Mann—. Según Oscar y Eric, hubo dos explosiones. Creo que una de ellas, la primera, fue por la trementina. La segunda, en ese caso, habría sido la del depósito de gasolina. Al caer el vehículo por el precipicio, la trementina debió dar saltos, el bidón se rompió y el líquido saturó el interior de la furgoneta. Una chispa que saltase de la fricción con la roca debió desencadenar el fuego, la trementina explotó y el fuego alcanzó el depósito de gasolina. Fue esa segunda explosión la que destruyó por completo el vehículo. Lo más frustrante del caso es que, si este accidente hubiese ocurrido en cualquier otra parte, ya habríamos encontrado trozos del vehículo que nos hubieran conducido a su identificación. Pero el río baja con tanto caudal en esta época del año que cualquier cosa de valor en ese sentido debe estar ya kilómetros abajo.
—¿Quiere eso decir que no se va a recuperar nada que pueda conducir a mi identificación? —preguntó Lali con ansiedad.
—No, ni mucho menos. El caudal del río descenderá, como todos los años, y mientras eso ocurre, tengo hombres recorriendo la orilla por si se diera el caso de que algo hubiese quedado retenido en algún recodo. Peter sabe bien que eso suele ocurrir.
El oficial Mann siguió hablando de la investigación unos minutos más, y mencionó que aún no tenían noticias de personas desaparecidas. Después recogió el maletín, el impermeable y se marchó.
Lali y Peter se miraron.
—¿Me ha dicho algo importante? —preguntó ella con voz trémula.
—No lo sé, cielo. Lo que sí sé es una cosa: ve a buscar algo de abrigo. Nos vamos a Missoula.
—¿Para qué?
—Para comprarte materiales de pintura.

5 comentarios:

  1. Es un tierno el, aun corriendo el riesgo de perderle la sigue ayudando a descubrir quien es!! Me encanta. Más!

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  2. Yo quiero uno asi!!!! Donde esta?
    Es un tiernoooo!!!!
    Quiero mas!!!

    TE AMO TATA!!!!

    pd: toy sin whatsapp, si necesitas algo avisame por sms si?

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  3. Me mato nos vamos a Missoula para comprarte materiales d pintura.Jajaja no hizo falta k Lali los pidiese .K bueno k Peter pudo hablar con Oscar los dos quedaron mas tranquilos.Ayer llegue cansada ,fiesta d carnaval en la asociacion d mujeres jajaja yo k casi no salgo bailar x mas d tres horas me dejo hecha polvo pero feliz me dolia todo jajaja pero la diversion no me la perdia ni loca.Asi k hoy ya tienes el comentario en los dos caps.No dejes k nada te baje el animo ni un poquito.

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  4. Un Peter asi en el camino de cada una por favor,te cura todas las heridas del alma!Buen Tipo/Buen Padre y Buen Amante ...q mas se puede pedir!
    Lali se saco la grande con él!

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  5. Es un tierno peter apesar de qué le duele la situación la apoya y pobre lali esta súper confundida :( quiero msss

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