viernes, 15 de febrero de 2013

Capitulo Seis!




Bueno chicas. Aquí estoy. Quería pedir disculpas por el retraso pero no han sido...buenos días. Y por si faltara poco, mi portátil no funcionaba y ahora mismo va mas o menos. En fin, siento no haber podido subir antes. Lo siento.

Hoy acabo rápido así que solo agredecerles los comentarios, como siempre son increíbles. Gracias por todo chicas.

Espero que les guste el cap..

Sin nada que decir
Se las quiere!!

Gracias por leerme!! Besos, Vero!!

PD: Chicas, si hay algún error en los caps, les pido por favor que me lo digan, voy algo despistada...Besos!


                                  
                                  CAPITULO SEIS




Con el corazón saltándole dentro del pecho, Lali se quedó escuchando hasta que oyó a Peter marcharse del porche. Entonces se metió en la cama y se tapó con la ropa hasta debajo de la barbilla. Con los ojos abiertos de par en par, en lo único que podía pensar era en Peter y en cómo había deseado que sus besos no acabasen nunca. Los palpitos que sentía por el cuerpo no tenían nada que ver con el accidente. Sentía una profunda necesidad en la boca del estómago que le estaba causando una tremenda inquietud de espíritu que la obligaba a suspirar profundamente.
«Si pudiera recordar algo…» Desesperada, sacó las manos de debajo de la ropa y se frotó las sienes, como si aquel movimiento circular pudiese enviar impulsos eléctricos a su cerebro y relajarlo lo bastante para que la memoria pudiese volver a funcionar. Si no había un hombre, un marido esperándola en alguna parte, dejaría libres sus sentimientos por Peter, pero ¿cómo podía volver a comportarse como lo había hecho aquella noche si podía ser una mujer casada y con hijos?
Lo único que obtuvo de sus esfuerzos fue un dolor de cabeza. El doctor Trugood le había dicho que no se podía forzar la memoria, y que lo mejor que podía hacer era relajarse y dejar pasar los días. ¿Cómo iba a relajarse? ¿Cómo olvidar que su vida, tal y como la conocía, había empezado dos semanas atrás?
—Peter… —susurró, perdida una vez más en los momentos mágicos que habían compartido en el porche. ¿Sería ella una mujer apasionada por naturaleza, o habría sido su respuesta ante él algo especial?
Cerró los ojos para bloquear un torrente de dolor. Solo segundos después de haberse prometido a sí misma dejar de intentar recordar, volvía a hacerlo. Las lágrimas empezaron a rodarle por las mejillas. Se sentía indefensa y desesperada, y no había nada que pudiera hacer. Nada.
Una idea surgió de pronto: debería haber dejado que Peter la llevase al lugar del accidente. Por más que le inspirase terror, tenía que verlo. Era el lugar en el que su antigua vida había terminado y en donde había comenzado la nueva, y si eso no le despertaba la memoria, ¿qué otra cosa lo haría?


—Peter ayer cometí un error —le dijo, incómoda con la admisión.
Peter pensó que se refería a lo que había ocurrido en el porche. Estaban sentados a la mesa, y Lali no lo miraba a los ojos. Él había desayunado con el resto de los hombres hacía ya horas, pero se había sentado a tomar una taza de café al verla sola.
—Lo siento, Lali —suspiró—. Lo único que puedo decirte es que no volverá a ocurrir.
Por un momento lo miró sin comprender, pero después cayó en la cuenta.
—No me refiero a eso, Peter —le dijo, bajando de nuevo la mirada—. Puede que también fuera un error, pero no me refería a eso.
El comedor estaba iluminado por el sol de la mañana y el cabello oscuro de Lali brillaba como la caoba. Incluso con las abrasiones que aún le quedaban en la cara, a Peter le parecía la mujer más hermosa que había visto nunca, y no podía mirarla sin pensar en volver a besarla.
Pero lo intentó.
—Tú me dirás.
—Debería haberte dejado que me llevases al lugar del accidente —dijo, mirándole a los ojos—. Anoche estuve pensando en ello después… después de… ¿Te importaría llevarme hoy? No querría molestarte, Peter. Me había prometido a mí misma no estorbarte, pero es que lo he estado pensando y me parece crucial. Ojalá me hubiese dado cuenta de ello ayer.
—Ir allí te asustaba ayer. ¿Estás segura?
Lali tomó un sorbo de café.
—Para serte sincera, no estoy segura de nada. El doctor Trugood me dijo que intentase estar tranquila, pero no lo consigo. Si existe la más remota posibilidad de que algo dispare mi memoria, tengo que intentarlo.
Peter dejó su taza en la mesa y tomó su mano. Ella no solo le dejó hacerlo, sino que enlazó los dedos en los suyos. Peter le daba esperanza, fuerza y seguridad. Desde el primer momento. Había algo muy poderoso entre ellos, y aunque ambos sabían que no podía llegar a ninguna parte hasta que ella no recordara su pasado, tampoco eran capaces de negar su presencia y su influencia.
—Te llevaré a donde quieras ir —le dijo con dulzura—. Haré todo lo que pueda para ayudarte. Tienes que creerme, Lali.
Lo que sentía por ella brilló en sus ojos y Lali lo vio, lo sintió en el alma.
—Gracias —susurró.
Peter sintió una oleada de emoción más fuerte que cualquier otra cosa que hubiera sentido antes, pero no se atrevió a decirlo. No tenía derecho. Ella podía ser la esposa de otro hombre, y cuando recuperase la memoria, podía también recuperar el amor por su marido.
—¿Quieres que vayamos esta mañana? —le preguntó.
—¿Tienes tiempo?
—Puedo hacer lo que quiera —intentó sonreír—. No té olvides que soy el dueño del rancho —añadió, y tras darle un apretón a su mano, la soltó—. Te llevaré ahora mismo, si quieres.
Lo mejor sería quitárselo de en medio cuanto antes.
—Sí. Si puedes, vámonos ahora mismo.
Peter asintió y se levantó. Era una mujer con mucho valor, porque estaba seguro de que no quería hacerlo.
Bueno, él tampoco. Tenía la premonición de que, el día que recordase su pasado sería el día en que la perdería. Y si eso ocurría aquella misma mañana, tan pronto, ¿sería capaz de soportarlo?


Lali se dio cuenta enseguida de que Peter conducía en una dirección completamente distinta a la que habían traído de Missoula, e intentó calmar el nerviosismo que sentía en la boca del estómago. Y no porque las carreteras de aquella mañana fuesen de grava y estuvieran llenas de curvas, sino por lo que podía descubrir en el lugar del accidente. O mejor, por lo que podía no descubrir. Si no ocurría nada, si no recordaba nada, la desilusión sería mayúscula.
—Estas carreteras están practicables solo mientras hace buen tiempo —comentó Peter que había presentido su tensión y pretendía distraerla—. Durante los meses de invierno, suelen estar cubiertas de nieve, y como nadie vive por aquí, no se encargan de despejarlas —movió el volante para evitar un bache—. Como ves, no están en muy buenas condiciones, aunque se las repara periódicamente.
Lali era consciente de que pretendía distraerla, y se obligó a contestar.
—Si nadie vive aquí, ¿cómo es que hay carreteras?
—Hace años, había mucha actividad maderera y minera por la zona. Estas carreteras son los restos. Ni siquiera aparecen en los mapas, y solo los vecinos las utilizan. Bueno, los vecinos y la gente que busca deliberadamente estas rutas poco transitadas.
—Exploradores —murmuró Lali. ¿Sería eso lo que ella estaba haciendo aquel día fatídico… explorar carreteras poco transitadas?
Peter tomó otra carretera y de pronto las montañas aparecieron frente a ellos. La ruta se hizo más empinada y las curvas más pronunciadas.
Peter la miró preocupado. Si aquella carretera de montaña la asustaba, daría la vuelta.
—¿Qué tal vas? —le preguntó, intentando desesperadamente parecer normal.
—Estoy bien. Estas montañas son maravillosas.
La reverencia de su tono de voz le sorprendió enormemente. Pensaba que la tensión crecería en proporción directa con la altitud, pero al parecer no era así. Había pasado por aquella carretera en innumerables ocasiones, y el escenario era sin duda espectacular, pero no se esperaba que Lali apreciase las vistas.
Ya era hora de que supiera dónde estaban exactamente.
—Esta es la carretera a Cougar Pass. Es por donde iban Oscar y Eric aquella mañana.
Lali contuvo la respiración.
—Y la carretera por la que yo iba también. En la otra dirección.
—Sí.
La pista era traicionera y no podía apartar los ojos de ella, pero se arriesgó a mirar a Lali brevemente, pero una fracción de segundo bastó para darse cuenta de que había dejado de estar maravillada por el escenario. Estaba tan tensa que el cinturón era lo único que le impedía ir sentada en el borde del asiento.
Iba conduciendo muy despacio, que era como siempre conducía por aquella carretera, y al no poder soportar más su agonía, aprovechó uno de los escasos tramos rectos para pisar el freno, soltar su cinturón de seguridad y abrazarla.
—No tienes por qué hacerlo —le dijo, y la voz se le rompió por la emoción.
Lali le dejó abrazarla, incluso apoyó la cabeza en su hombro. El momento fue un respiro del temor que había estado soportando, algo que necesitaba desesperadamente. Además, estar en brazos de Peter le proporcionaba un calor a su cuerpo y a su corazón como no lo haría ninguna otra persona en el mundo. Cada vez que Peter la tocaba era como si le transfiriese parte de sí mismo, su fuerza y su determinación.
Pero no eran solo esos los motivos de que quisiera seguir en sus brazos. Peter era un hombre increíble y maravilloso, y se dio cuenta de que quería conocerle como hombre. No podía evitar sentir lo que sentía por él. No podía destruir lo que despertaba en su interior. Sus besos de la noche anterior habían hablado por él, y se preguntaba si desearle del mismo modo que él la deseaba la convertía en una mujer sin moral. Y en aquel momento, ¿podía importarle algo así?
Deslizó una mano hasta su muslo, y el pulso de Peter se disparó. Sabía que debía impedir que siguiera, pero su cuerpo se negaba a aceptar las órdenes de su cerebro.
—¿Te importa? —susurró ella—. Es que… necesito tocarte.
—Haz lo que quieras —contestó con voz ahogada y áspera.
La noche pasada, ella le había besado apasionadamente, y él habría hecho precisamente lo que ella estaba haciendo en aquel momento si ella no se hubiera opuesto. ¿Hasta dónde querría llegar? Tenía miedo de tomar la iniciativa. ¿Sería posible que no recordase cómo era el cuerpo de un hombre?
Pero un instante después, dejó de preocuparse por la iniciativa y todo lo demás, porque no pudo resistirse al deseo de besarla. Pero estaban a plena luz del día y aunque aquella carretera no estaba transitada, podía aparecer un coche en cualquier momento. Intentó recordarlo mientras invadía su boca con la lengua y la exploración que ella estaba haciendo de sus vaqueros se volvía más descarada, aunque apenas un segundo después todo perdió importancia, pues su presión sanguínea estaba a punto de hacerle explotar.
Lali se sintió contenida por el cinturón de seguridad y lo desabrochó para ganar libertad de movimientos. En ese mismo instante, algo se le apareció ante los ojos. «¡Se había quitado el cinturón de seguridad durante el accidente!»
—¡Peter! —exclamó—. ¡He recordado algo!
Él la miró, intentando desesperadamente enfocar la mirada. Su cuerpo estaba en llamas, y durante unos segundos no fue capaz de pensar en otra cosa, pero al final registró lo que ella le había dicho e inspiró profundamente.
—¿Qué… qué has recordado?
—¡Que me desabroché el cinturón durante el accidente! Recuerdo haberlo hecho —su excitación empezó a palidecer—. No es mucho, ¿verdad?
Peter seguía intentado enfriarse.
—Es algo. Vamos a ver: ¿recuerdas haber tenido miedo? ¿Te diste cuenta de lo que estabas haciendo, y por qué?
—No lo sé. Al quitarme ahora el cinturón, me he visto a mí misma haciéndolo en el accidente, pero se ha borrado tan rápido como apareció. Ya no está —se volvió a mirarlo y se apoyó de nuevo contra su pecho—. Tengo tanto miedo, Peter —susurró.
Peter suspiró. Podría volver a excitarla, pero aquel no era un lugar para hacer el amor. Era mejor que hubiese ocurrido algo que los detuviera, aunque su cuerpo fuese de otra opinión.
Con ternura apartó unos mechones de pelo que le tapaban la cara.
—¿Sigues queriendo ver el lugar del accidente?
—Ojalá no tuviese que verlo nunca, pero tengo que ir, Peter… tengo que hacerlo.
—Lo que tú digas —tomó su cara entre las manos y le dijo en voz baja—: quiero hacerte el amor. Lo sabes, ¿verdad?
—Sí, lo sé, y yo quiero… yo quiero… —se mordió un labio—. No importa lo que queramos. Podría estar casada.
—También podrías ser soltera.
—Entonces, ¿por qué tengo esta señal en el dedo?
—Lali, no todos los anillos son alianzas.
—Tienes razón, pero hasta que lo sepa con seguridad… —Lali se abrochó de nuevo el cinturón de seguridad—. Vámonos, por favor.
Parecía cansada y desilusionada, y el corazón de Peter sufrió por ella, pero no volvió a tocarla. Sabía que para ellos era imposible limitarse a un abrazo de consuelo.
Acababa de poner el coche en marcha cuando Lali dijo en la voz más triste del mundo:
—Puede que no lo sepa nunca. ¿Y si ocurriera eso, Peter? ¿Y si nunca recupero la memoria?
Él tragó con dificultad.
—No pienses en eso, cariño. Lo recordarás todo uno de estos días. Simplemente necesitas más tiempo.
Ella siguió mirándolo.
—Eres un verdadero príncipe entre los hombres, Peter.
El sonrió.
—Gracias, pero soy tan corriente como el que más.
—No, Peter, no lo eres.
Conteniendo las lágrimas, se volvió hacia la carretera y no dijo nada más.


Peter también se sintió más nervioso a medida que se acercaban a la curva en la que había ocurrido el accidente. Le preocupaba la reacción de Lali. Podía recordarlo todo, y no recordar nada, y ninguna de ambas opciones era agradable.
Cuando por fin llegaron a la curva, vio una fila de conos naranjas y unas señales de obra.
—Ya estamos —dijo, manteniendo la calma—. ¿Estás bien?
Lali se irguió en el asiento. Tenía que hacerlo, y ya era hora de dejar de quejarse.
—Estoy bien.
Peter redujo la marcha. La curva era muy cerrada, el peor tramo de Cougar Pass. A la derecha quedaba el muro de piedra de la montaña y a la izquierda no había absolutamente nada, solo el despeñadero hasta el río. Pegados a la pared de la montaña, había tres coches aparcados, y Peter se detuvo detrás del coche patrulla de la policía de carretera de Montana, paró el motor y miró a Lali.
—¿Es aquí? —preguntó ella, frunciendo el ceño.
—Sí, es aquí —contestó, y no tuvo que preguntar si reconocía algo, porque ella miraba con los ojos desorbitados en todas direcciones, pero la respuesta estaba escrita en su cara: no reconocía nada.
—¿Qué demonios estaría yo haciendo aquí? —preguntó en voz alta, aunque no esperaba que Peter la contestase—. Me has dicho que esta carretera llega a Cougar Mountain. ¿Hemos pasado por allí?
—No. Podemos volver por allí si quieres, pero esta carretera se desvía unos treinta kilómetros antes —tomó su mano y, como siempre, ella le dejó hacer—. ¿Quieres bajarte y echar un vistazo?
Ella asintió.
—Como no pienso volver aquí, sí, creo que sí.
Se volvió a mirarlo y la expresión preocupada de sus maravillosos ojos verdes hizo que su corazón diese un salto. Podía venirse abajo fácilmente, pero no quería volver a llorar en el hombro de Peter. Estaba siendo tan paciente con ella, tan considerado… pero no se merecía tener que soportar constantemente sus llantos, así que habló con una firmeza que no sentía.
—Quiero verlo todo, así que, cuando quieras.
Peter sabía lo que estaba haciendo: ocultando sus sentimientos por él. Su consideración lo conmovía, al igual que todo en ella. No tenía por qué hacer aquello. No tenía por qué cavar para desenterrar un pasado olvidado. Era una persona muy especial tal como era, y si pudiese aceptarlo…
Pero no podía, claro. Si la amnesia le hubiese sobrevenido a él, tampoco podría.
—Vamos —dijo—. Sal por mi lado. Estamos demasiado cerca de la pared.
No se veía a nadie, pero se oían voces mezcladas con el ruido de la corriente. Los conductores de los coches debían estar junto al río.
Peter tomó la mano de Lali y caminaron hasta el borde del precipicio. Al asomarse, Lali contuvo un grito se sorpresa, y él la rodeó por los hombros.
—Dime cómo ocurrió —le pidió con voz temblorosa.
Viendo a los hombres trabajar junto al río en busca de restos del accidente, le recitó los detalles, manteniendo su voz fría y sin emoción. Lali intentó imaginarse sus palabras, ver su furgoneta rodando hasta el lecho del río, imaginarse a sí misma saliendo despedida… ¡recordar!
Las imágenes que se le aparecían ante los ojos eran horribles, pero eran fruto de la imaginación y no de la memoria. No había nada allí. Obligarse a volver al lugar del accidente no le había servido para nada.
—Me gustaría que nos fuésemos —dijo, desilusionada—. ¿Podemos?
—Sí —contestó él.
Los hombres que estaban abajo los vieron, y uno de ellos gritó:
—¡Hola! ¿Podemos ayudarles en algo?
Fue Peter quien contestó.
—Ésta es la señorita que conducía la furgoneta. Quería ver el lugar del accidente, pero ya nos vamos.
Con el brazo aún rodeando sus hombros, condujo a Lali hasta la camioneta. Lali no habría podido decir cómo hizo para dar la vuelta, porque se sentía tan aturdida que era incapaz de registrar nada. En lo único que podía pensar era en aquella curva y en el precipicio. ¿Cómo habría sobrevivido a un accidente tan horrible?
No era de extrañar que los médicos se hubiesen maravillado de que apenas hubiera sufrido daños. Daños físicos, claro.

7 comentarios:

  1. masssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssss

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  2. Muy bueno!poco a poco recuperara la memoria y entonces???Se enamorara más y más de Peter!

    Vero espero tus cosas puedan encarrilarse,pedi lo q necesites,y no te olvides la lectura es una gran aliada!Un beso!

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  3. Me encanta, me encanta, me encantaaaaa!!!!
    No hay nada mejor que terminar los examenes y que me hayas subido capi!!! jajaja
    Quiero mas!!
    Un beso enorme tata!
    Te amoooo!!!!!

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  4. Espero k estes mejor.ya saben lo k sienten cada uno , o al menos k se tienen ganas.

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  5. Me encanta la preocupacuon k demuestra Peter x Lalu , y como ella se da cuenta.

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  6. Me encanto el CAP q divinos haha quiero más

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