viernes, 22 de febrero de 2013

Capitulo Nueve!




Hola chicas!! Como están?

Paso rápido porque no estoy inspirada hoy...
Disfruten del cap. Gracias a todas!!!

Se las quiere!!

Gracias por leerme!! Besos, Vero!!



                               CAPITULO NUEVE




Peter y Lali no hablaron de la información de John Mann durante el trayecto hasta Missoula, casi como si se hubieran puesto de acuerdo. Tampoco hablaron del hombre de pelo rubio como la arena, aunque ambos estaban convencidos de que era alguien a quien ella conocía. Lo que pudiera significar para ella era una incertidumbre que los dos albergaban, pero ¿de qué serviría hablar de ello? Peter ni siquiera le preguntó por su conversación con el doctor Trugood, aunque evidentemente sentía curiosidad por saberlo.
Pero de lo que hablaron fue de la lluvia, que se iba haciendo más intensa a medida que se acercaban a Missoula de las dos semanas de vacaciones de Oscar, del rancho y de otros temas que no les afectaban directamente.
En la tienda de manualidades, Lali casi pudo olvidar sus problemas mientras elegía los materiales. Debía estar funcionando por instinto, porque sabía exactamente lo que quería comprar. No era barato, y la cuenta final ascendió a más de cuatrocientos dólares, y cuando salieron de la tienda cargados con todo, volvió a poner los pies sobre la tierra y se disgustó consigo misma. No debería haber permitido que Peter gastase tanto dinero en algo que podía resultar ser solo una frivolidad, incluso sospechando como sospechaba que no era así. Además, cuatrocientos dólares le habrían servido para pagarse unas cuantas sesiones con el doctor Trugood. Evidentemente su sentido de la prioridad estaba tan confundido en ella como todo lo demás.
—Peter —dijo cuando se subieron a la camioneta—, voy a devolverte todo este dinero. No sé cuándo ni cómo, pero algún día te lo devolveré.
—Ni se te ocurra.
—Por favor, no te pongas así —le dijo, angustiada—. Para mi propia tranquilidad, tengo que tener la certeza de que un día podré hacer frente a mis gastos.
Peter vio lo mucho que significaba para ella y dio marcha atrás.
—Está bien. Devuélvemelo si quieres, pero por favor, no estés preocupada por ello —puso en marcha el coche—. Vamos a cenar antes de volver. Llamaré a Rosie para decírselo.
Lali se dio cuenta entonces de que no había comido en todo el día, y el estómago se quejaba. Habían ocurrido tantas cosas que no había pensado en la comida.
—Apoyo la moción —bromeó—. Me muero de hambre.
—Me lo imaginaba.
Peter la llevó a un restaurante muy agradable. Comieron pasta con una salsa deliciosa, pollo a la plancha y ensalada César. Lali hubiera querido decirle que algún día le pagaría por todo: la ropa, la comida, los materiales… pero no era un tema cómodo, así que se guardó la decisión para sí misma y habló de la comida.
—Me encanta la pasta. ¿Y a ti?
—De vez en cuando, sí —contestó Peter—. Este plato está especialmente bueno.
—¿Cuál es tu comida favorita?
—Creo que no tengo un plato favorito. Me encanta el estofado de Rosie. Bueno, la verdad es que me gusta todo lo que cocina.
—Es que es una buena cocinera. Uno de mis platos favoritos es la ensalada de cangrejo —dijo. Tardó unos segundos en darse cuenta de lo que acababa de decir, y cuando lo hizo, dejó de comer y miró a Peter a los ojos—. Es… es algo que he hecho —dijo casi en un susurro—, muchas veces.
Hubo una pausa embarazosa y luego fue Peter quien habló.
—Háblame de tu ensalada de cangrejo.
Aunque se iba quedando cada vez más pálida, recitó los ingredientes, y cuando terminó, añadió con voz trémula:
—Estoy empezando a recordar, ¿verdad?
Los dos se miraron y Peter asintió despacio.
—Eso parece.
Fue un momento increíblemente emocional. La memoria de Lali estaba volviendo y ¿qué consecuencias tendría? Para ella, Peter nunca había estado tan guapo, quizás por la expresión de preocupación de su rostro. Pensó en cuando habían hecho el amor, la belleza de todo ello, y deseó con todo su corazón saber si alguna vez había sentido algo así por otro hombre.
Peter inspiró profundamente y preguntó:
—¿Quieres algo de postre?
Ella parpadeó varias veces, casi como si saliera de un trance.
—No, no… gracias.
—Entonces, vámonos.
Tras pagar la cuenta, salieron del restaurante. Peter le pasó un brazo por los hombros y ella apoyó la cabeza en él para atravesar el aparcamiento hasta su camioneta. Había dejado de llover, el aire era fresco y se había hecho de noche mientras estaban en el restaurante.
Una vez acomodados en el coche, Peter volvió a abrazarla y ella se apoyó de nuevo en él. «Te quiero», pensó. «Te quiero con todo mi corazón». Pero no dijo nada.
Peter estaba pensando prácticamente lo mismo. Podía pensarlo, pero no decirlo. No tenía derecho.
—Tienes el pelo más bonito que he visto —murmuró, acariciándola.
No la besó, porque sabía que si lo hacía, no podría parar, así que, con un suspiro, se separó de ella y arrancó.
Durante un tiempo, ninguno de los dos dijo nada. Sus pensamientos eran ominosos y descorazonadores. Fue Lali quien por fin rompió el silencio.
—El doctor Trugood me ha dicho que la memoria de un amnésico puede volver de muchas maneras, y no le ha parecido extraño que la mía estuviese volviendo a retazos.
Peter se alegró de que por fin se hubiera decidido a hablar de ello.
—¿Te ha sugerido alguna clase de ayuda?
Lali dudó un instante antes de contestar:
—Hipnosis.
—¿De verdad cree que la hipnosis podría ayudarte?
—No hay garantías. Dice que podría ayudar, y le dije que lo pensaría.
—No te gusta la idea.
—Me asusta. No me preguntes por qué, porque no lo sé. Cuando pienso en ser hipnotizada, tengo la sensación de… una pérdida absoluta del control, y eso me asusta. Quizás sea algo infantil.
—No hay nada infantil en ti. Tienes derecho a tener opinión sobre todas las cosas —hubo una pausa—. ¿Vas a pensarlo de verdad?
Lali suspiró.
—No sé lo que voy a hacer. No… no soy feliz, Peter. ¿Podría ser feliz alguien en mi situación? —Y transcurridos unos segundos, añadió—: Soy feliz en algunas ocasiones, y todas ellas tienen que ver contigo.
Peter contuvo la respiración y apretó el volante con tanta fuerza que los nudillos se le volvieron blancos. Acababa de decirle lo que sentía por él sin en realidad decirlo de verdad. Habían dejado atrás la ciudad y la carretera estaba oscura como la boca de un lobo, pero localizó un pequeño ensanchamiento del arcén, paró la camioneta, soltó el cinturón de seguridad de Lali y la abrazó.
—Yo quiero que seas feliz todo el tiempo —dijo casi entre dientes, y aquella vez sí que la besó, y la acalorada respuesta de ella puso sus emociones casi al límite. Cómo quería a aquella mujer… Sus problemas eran como propios. Quería protegerla de esa infelicidad, ocuparse de ella, allanar todas las dificultades que pudieran presentársele durante el resto de sus días.
—Hay tantas cosas que querría decirte —susurró, mirándola a los ojos.
Lali apoyó la mano en su mejilla.
—Lo sé. Peter. Pero no las digas, por favor. Solo serviría para hacérmelo todo más… difícil.
Él tomó su mano y la besó en la palma. Quería tener a Lali junto a él sana y saludable, y que pudiera quedarse a su lado para lo bueno y para lo malo. Aún no habían podido reír juntos, reír de verdad, porque nada había sido divertido desde que se conocieran, y deseaba que eso cambiase.
Pero al mismo tiempo, tenía miedo del cambio. Estaba entre la espada y la pared.
Tiró suavemente de ella y la cobijó en su pecho, pero la retuvo así solo un instante, porque de pronto se le ocurrió algo. No era una idea que le encantase, pero quizás sirviera para ayudarla, y sabía sin lugar a dudas que su relación nunca podría ser como él la deseaba hasta que recuperase la memoria. Por mucho miedo que le tuviera al cambio, tenía que hacer lo que fuera por conseguirlo.
—Me gustaría intentar algo —le dijo—. Ibas de camino a Cougar Mountain aquel día. ¿Por qué no te llevo allí mañana? Podrías llevarte las pinturas. Debías dirigirte allí por alguna razón. Quizás recuerdes cuál.
—Es una idea maravillosa, Peter —exclamó—. Me he preguntado montones de veces qué hacía yo en esa carretera, así que puede que así recuerde algo —la posibilidad le resultaba excitante—. Peter, ¿y si reconstruyéramos aquel día? ¿De dónde vendría yo? ¿Te has hecho esa pregunta? Yo sí, y muchas veces. Era muy temprano, y debí pasar la noche en algún sitio.
—A no ser que llevases tienda de campaña en el coche.
El ánimo de Lali decayó de nuevo.
—Tienes razón. Por un minuto pensé que había encontrado algo —se quedó pensativo un instante—. Peter, ¿crees que una mujer sola podría acampar en cualquier parte? ¿Hay alguna zona de acampada por aquí?
—Sí, pero la mayoría está bastante alejada de la zona de mayor tránsito. Lali, mi rancho está justo en el margen de Selway-Bitterroot, una zona de más de un millón de acres de terreno salvaje que se extiende a lo largo del límite entre Idaho y Montana. Hay muchos animales salvajes, incluyendo osos pardos. Piénsalo. ¿Te imaginas a ti misma durmiendo en una tienda en un lugar tan aislado como ése?
—Quizás… quizás durmiera en la furgoneta.
—Es posible.
Lali suspiró, descorazonada.
—Ese es el problema… hay tantas posibilidades.
—Vayamos mañana a Cougar Mountain, y si eso no te trae ningún recuerdo, exploraremos algunas de esas posibilidades pasado mañana.
—Explorar, ¿cómo?
—Bueno, tenías que venir de alguna de las posibles direcciones. Podemos empezar por intentar encontrar la ruta que seguiste preguntando a quien nos encontremos; intentando averiguar si alguien te ha visto antes.
—Sí —dijo, pensativa—. Eso tiene sentido. Si podemos encontrar a alguien que me haya visto, puede que también viese mi furgoneta y recuerde dónde estaba matriculada. Averiguar de qué estado vengo sería ya un gran paso hacia delante.
Aunque Peter sentía un enorme peso en el corazón, intentó hablar con despreocupación.
—Jugaremos a los detectives, y quizás tengamos la suerte de tropezamos con alguien que pueda darnos alguna pista.
Ella se obligó a sonreír.
—Es posible.
Peter volvió a abrazarla y la besó en la frente antes de volver a arrancar el coche.
—Merece la pena intentarlo. Cougar Mountain mañana y un recorrido por las carreteras del alrededor pasado mañana. ¿Trato hecho?
—Trato hecho.


Antes de irse a la cama aquella noche, Lali repasó lo que habían comprado en la tienda de pintura. Casi con ternura fue tocando los tubos de pintura, los pinceles, las telas. Había elegido un caballete plegable y lo montó. La luz de su habitación era adecuada para un uso normal, pero no para pintar.
Era extraño saber tanto sobre la pintura al óleo y no ser capaz de recordar ni un solo cuadro que hubiera pintado. ¿Cuál sería su fuerte: naturalezas muertas, retratos, paisajes? ¿Habría experimentado alguna vez con el arte abstracto? ¿Y con el art deco?
Con un suspiro de desesperanza, abrió la caja de madera que había escogido para llevar en ella los objetos más pequeños y comenzó a llenarla sin prisas. Cada tubo de pintura era precioso en su mano, cada pincel. En la tienda había admirado pinceles que costaban tanto como noventa dólares cada uno, pero se había decidido por otros más baratos. De todas formas, tenía una buena selección y estaba deseosa de empezar a usarlo todo.
Pero no al día siguiente. Peter le había sugerido que se lo llevase todo, pero si lo que quería averiguar era si algo de lo que viese allí podía confirmarle que había estado antes allí, no podría tener tiempo de pintar. Estaba segura de que Peter lo comprendería.
La verdad es que el mayor aliciente de la excursión del día siguiente era el hecho de que iba a pasar todo el día con Peter, ya que tenía la impresión de que hiciera lo que hiciese, su memoria iba a volver como hasta el momento, a retazos.
Quizás no debería haber descartado la sugerencia del doctor Trugood de la hipnosis; pero el problema era que si superaba el miedo y decidía intentarlo, tendría que pedirle a Peter que le pagara las sesiones, y aunque le prometiera cien veces que le devolvería después el dinero, ¿y si al final resultaba que no tenía ni un céntimo?
Pero al parecer, conducía un vehículo nuevo, aunque… también podía haberlo comprado a plazos, en cuyo caso habría una compañía financiera esperando recibir pagos mensuales. Incluso podía no ser suyo. Podía haberlo pedido prestado.
Y luchando contra el desánimo, se metió en la cama.
* * *
Nada en la zona de Cougar Mountain despertó el recuerdo de Lali. Era un lugar salvaje y hermoso, pero le resultó tan extraño y desconocido como todo lo demás.
Alrededor del mediodía, Peter aparcó en un pequeño claro y anunció que aquel era un buen lugar para comer. Sacaron las cosas de la camioneta y Peter abrió un gran saco de dormir que colocó sobre la hierba húmeda. La parte interior era azul oscura y muy mullida, de modo que resultaba muy agradable para sentarse.
Lali abrió la bolsa y consumieron los sándwiches y la limonada que Rosie les había preparado. Lali intentó con todas sus fuerzas disfrutar de la comida. El marco era increíble, con el sol iluminando el claro, el aire fresco de la montaña y los pájaros cantando en los cedros de alrededor. Y estaba con Peter. En su estado de ignorancia absoluta, no podría haber imaginado nada mejor.
Pero en su interior, no conseguía relajarse. Estaba tan cansada de sentirse perdida que después de guardar los restos de la comida en la bolsa, se estiró sobre el saco de dormir y cerró los ojos.
—Estoy tan cansada de pensar en mí misma, Peter —murmuró—. Dame otra cosa en qué pensar, anda. Háblame de ti.
Peter se recostó apoyado en un codo.
—¿Qué quieres saber de mí?
—Cualquier cosa. Háblame de tus padres.
—Eso es fácil. Eran dos personas fantásticas. Querían tener una gran familia, pero solo pudieron tenerme a mí. Mi madre tuvo varios abortos cuando era más joven, y yo llegué cuando tenía ya cuarenta años. Mi padre era catorce años mayor que ella, así que yo tenía dieciséis cuando él rondaba los setenta.
—Y te querían con locura.
—Sí.
—Y fuiste un hijo perfecto que nunca les dio motivo de preocupación.
Peter se echó a reír.
—No tanto. Recuerdo una ocasión en que les disgusté, sobre todo a mi madre. Estaba en el equipo de fútbol del instituto. El entrenador era un obseso de las reglas, y me pilló fumando detrás del instituto con una chica… una chica nueva por la que yo estaba colado. Ella fumaba, y como yo quería impresionarla, fumé también. El entrenador nos pilló y me gritó tan fuerte que a punto estuve de tragarme el cigarrillo. Me echó del equipo en aquel mismo instante, así que tuve que volver a casa y contarle a mis padres lo ocurrido. No había modo de evitarlo, porque mis padres iban a todos los partidos. Yo estaba tan avergonzado que apenas podía mirarles a la cara, pero al final, confesé.
—¿Cómo se lo tomó tu madre?
—Mi madre era una mujer muy fuerte, así que lo único que hizo fue decirme «Bueno, tendrás que decidir si prefieres fumar o jugar al fútbol». Recuerdo que le contesté, avergonzado, que prefería jugar al fútbol, así que ella llamó al instituto y concertó una cita con el director y el entrenador, y esa noche todos, mi padre, mi madre y yo, fuimos a la reunión. Todo salió bien. Yo me disculpé con el entrenador y me dejó volver al equipo. Nunca volví a fumar, por supuesto, pero no por las reglas del entrenador, sino porque era consciente de lo mucho que había desilusionado a mis padres.
—¿Y eso es lo peor que hiciste? ¿Nada de drogas, ni hacer el salvaje, ni meterte en problemas con la ley? Me parece que eras casi perfecto —Lali abrió los ojos y lo miró—. Puede que no hubiera drogas cerca de tu colegio.
—Sí que las había, pero las drogas es algo que nunca he querido probar. Oscar y yo hemos tenido muchas conversaciones sobre el tema, y tengo la convicción de que nunca ha querido probarlas.
—Entonces, él también es un buen chico. Como su padre.
Peter se tumbó boca arriba.
—Debe ser duro crecer en el mundo de hoy. Yo empecé a hablar con Oscar de sexo cuando tenía once años. Nunca me he engañado sobre las realidades a las que los chicos de hoy tienen que enfrentarse. La moral es mucho más relajada y las actitudes son distintas. Un padre tiene que ser consciente de los riesgos que corre su hijo todos los días.
—¿Estás preocupado por el hecho de que Oscar esté en California?
—No es que esté preocupado porque vaya a hacer algo que no deba, sino que siempre me preocupo por su seguridad, esté donde esté. Es algo que no puedo evitar.
—El accidente ha debido ser un shock terrible para él.
—Lo ha sido, sí. No me gusta que Oscar use el atajo de Cougar, pero… —suspiró—, las carreteras de la zona donde vivimos son así.
—¿Hay muchos ranchos?
—Bueno, hay kilómetros de distancia de unos a otros, así que decir muchos sería una exageración, pero hay bastantes.
Por primera vez, estaban teniendo una conversación normal, en la que Lali no se estaba cuestionando por su pasado perdido, y deseó poder continuar con aquella normalidad tanto tiempo como fuese posible, así que siguió con historias de su juventud. Algunas la hicieron reír, y creyó no haber oído nunca un sonido más maravilloso que el de su risa.
El sol se colaba entre las hojas de los árboles, e iluminaba su pelo que, como un lago oscuro, rodeaba su rostro, y sin poder evitarlo, se acercó a ella. Lali le sonrió, una sonrisa tan encantadora que le tocó el alma.
—Eres verdaderamente hermosa.
—¿De verdad? —susurró.
Peter hizo un anillo de pelo alrededor de su dedo.
—Verdaderamente hermosa —repitió, y soltó el mechón para recorrer con ese mismo dedo los contornos de su rostro. El viaje siguió a lo largo de su hombro y descendió hasta su mano con intención de depositar un beso en su palma.
Pero se encontró con la señal de un anillo, y en lugar de besarla, se quedó pensando en que aquella señal era la de un anillo que se lleva largo tiempo.
Lali vio que sus ojos se enturbiaban, y una gran tristeza la sepultó.
—Lo… lo siento —susurró—. Lo siento tanto.
—No tienes por qué disculparte, Lali. Pero si llevabas anillo, ¿dónde está?
—Me he hecho esa misma pregunta cientos de veces. De nuevo hay demasiadas posibilidades que analizar.
—Lo sé. Si era un anillo de valor y sabías que ibas a pasar unos días por la montaña, quizás lo dejaste en tu casa.
Ella suspiró.
—Es una posibilidad.
Peter se quedó pensativo un instante.
—No tiene por qué ser una alianza necesariamente, Lali. También podrías estar divorciada.
—Sí, ya he considerado esa posibilidad, pero…
—Pero qué ocurre si no lo estás, ¿no? Es eso lo que ibas a decir.
Lali tardó un momento en contestar.
—Sí.
Peter se preguntó hasta dónde iba a poder soportar aquello: quererla tanto y no poder dar rienda suelta a sus sentimientos. Tenía que encontrar la verdad de su pasado como fuera. Tenía que haber una forma. La policía estaba haciendo lo que podía para desenterrar la identidad de Lali, pero ¿qué podía hacer él?
—Cuéntame otra vez lo que te ha dicho el doctor Trugood sobre la hipnosis.
Lali suspiró.
—Pues que podría funcionar, pero que no hay garantías.
—Y que le gustaría que lo intentases.
—Sí.
—¿Crees que podrías superar el temor y probar? Si no puedes lo entenderé, pero… —apretó los dientes—. Quiero lo mejor para ti. Quiero que recuerdes ese anillo. Quiero… tantas cosas, y si hay la más mínima posibilidad de que la hipnosis funcione…
No tenía que decir nada más. Sabía exactamente adonde quería llegar. Ya era hora de que fuese sincera con él sobre el tema del dinero.
—Peter, ir a la consulta del doctor Trugood regularmente sería muy costoso, y no puedo pedirte que me pagues ni una sola cosa más. Ya te has gastado cientos de dólares en mí.
—Pero ¿te crees que eso me importa? —exclamó, dolido de que pudiera importarle tanto el dinero. Ya le había dicho que podía devolvérselo si eso le hacía sentirse mejor, pero en realidad le importaba un comino no volver a ver ni un céntimo—. Lali, escúchame: tú y yo… nosotros… tenemos las manos atadas hasta que… bueno, ya sabes a qué me refiero. Maldita sea, es difícil decir algo sin hacerlo de frente, pero no quiero que lo que creo que tenemos juntos… desaparezca por culpa del dinero. ¿Entiendes lo que quiero decir? Si quieres ver al doctor Trugood todos los malditos días, yo lo pagaré. Eso y cualquier otra cosa que pueda ayudarte a recuperarte.
—Comprendo lo que me estás diciendo —contestó, mirándolo a los ojos—, pero ¿has considerado la posibilidad de que puede que no nos guste lo que recuerde?
—Sí, lo he considerado desde todos los ángulos posibles, pero tenemos que saber la verdad, Lali; tenemos que saberla.
Dejó que el amor que sentía por ella le brillase en los ojos, y Lali se quedó sin respiración ante tanta intensidad.
—Llamaré al doctor Trugood para concertar una cita —susurró—. Peter, si no sale de la manera que nos gustaría…
Él la abrazó con fuerza, soportó aquella agonía agridulce mientras pudo y después la soltó para mirarla de nuevo a los ojos.
—Lo único que podemos hacer es confiar —le dijo—, y seguir intentándolo. No podemos rendirnos, Lali.
Y ella asintió en silencio.

5 comentarios:

  1. Yo quiero uno asi!!! Ya lo dije? no? pues si lo dije lo repito, no pueden ser tan tiernos!!!!!
    Tata, sabes que te amo con todo mi corazon pero me va a dar una subida de azucar con esta novela!
    QUIERO MAS!!!

    Te extraño mucho!!!
    Te amo!
    Ione

    ResponderEliminar
  2. Haha no más tierno no puede serrrr ;3 quiero más nove

    ResponderEliminar
  3. Juntos lo van a poder conseguir.Peter tiene miedo alo k pueda recordar Lali,pero es taaan bueno k se arriesga a k no les guste el resultado Aun asi la anima a la hipnosis.Ahora me pregunto ¿ira ella sola a esad sesiones?¿querra k Peter vaya con ella?.uf hasta el siguiente cap

    ResponderEliminar
  4. Peter es un tipo fuera de serie,realmente quiere lo mejor para ella!y por mas q la desee con toda su alma no le importa arriesgarse a q recuerde!Es NOBLE!ademas de tierno y generoso,imposible no enamorarse de él!

    ResponderEliminar