lunes, 25 de febrero de 2013

Capitulo Diez!




Hola chicas!! Como les va??

Tengo que contar algo.... Mañana me marcho porque tengo que trabajar. Creo que ya les comenté que en casa de mi amiga no hay internet. Eso significa que hasta el lunes que vuelvo no voy a poder subir.

Igual voy a intentar encontrar algún lugar con wifi para poder subir.

Y una cosa mas. Quedan tres capítulos (sin contar este) mas epilogo!!!
Disfruten el cap!!! Mil gracias a todas!!
Se las quiere!!

Gracias por leerme!! Besos, Vero!!



                                CAPITULO DIEZ




A la mañana siguiente, Lali llamó al doctor Trugood para concertar una cita, aunque la idea de la hipnosis aún la atemorizaba. Pero si servía para algo…
Pero la enfermera le dijo que el doctor había tenido que ausentarse por una urgencia familiar, de modo que estaba teniendo que reorganizar toda su agenda. Pero que seguro que podría encontrarle un hueco para la semana siguiente.
Tras dejarle el número del rancho, Lali salió al encuentro de Peter y éste suspiró aliviado al verla. Cada día que pasaba estaba más hermosa, y sus sentimientos por ella estaban alcanzando un punto casi insoportable.
—Estoy lista —le dijo, y estaban ya cerca de la camioneta de Peter cuando le habló de la conversación con la recepcionista del doctor Trugood—. Así que, no sé si tendré cita para la semana que viene. Me ha dicho que intentará hacerme un hueco.
—Bien. Entonces, en marcha.
Abrió la puerta del acompañante para Lali y después subió él.
Mientras recorrían el camino del rancho hasta la carretera, le explicó cuál era el plan.
—Aparte de esos viejos caminos de leñadores que viste ayer, hay solo dos carreteras que conectan con la de Cougar: la que viene de Missoula y una arteria que discurre de norte a sur. Creo que podemos empezar con esa carretera, recorriéndola desde el sur hacia el norte.
—Lo que tú digas.
Ya sabía que la carretera de Missoula no le resultaba familiar, pero también era cierto que nunca se habían parado en hoteles o cafés a preguntar por la posibilidad de si la habían visto antes. Pero en realidad, poco le importaba por dónde empezasen, porque tenía poca fe en el éxito de aquella búsqueda. Estaba empezando a aceptar su estado. Quizás el doctor Trugood pudiese ayudarla o quizás no. Quizás John Mann llegase a identificarla en su investigación, pero tenía la sensación de que su verdadera identidad no saliese nunca a la luz, a pesar de sus esfuerzos.
Miró a Peter a hurtadillas. ¿Qué habría sido de ella sin su preocupación? ¿Dónde estaría si no se hubiera interesado él por su bienestar?
Se imaginó completamente sola y eso le hizo temblar.
—¿Tienes frío? —preguntó él.
Su pregunta le confirmó lo entonados que estaban sus sentimientos.
—No, no tengo frío.
¿No era increíble aquella conexión, teniendo en cuenta el poco tiempo que hacía que se conocían, y lo poco que sabía de ella?
—Tienes miedo de que no encontremos nada hoy —dijo Peter, y su mirada estuvo llena de comprensión.
—Tengo miedo de no saber nada nunca.
Peter intentó reír.
—Pues yo a veces tengo miedo de que lleguemos a saberlo.
Lali se volvió a mirarlo y su corazón casi se derritió de amor por aquel hombre. Ella tenía sus temores y él tenía los suyos. Sabía que en el fondo deseaba que se recuperara y que estaba dispuesto a hacer lo que hiciese falta por conseguirlo, pero que al mismo tiempo tenía miedo de lo que esa recuperación pudiese traer consigo.
Hubiera querido consolarlo, decirle «No importa lo que sepa de mi pasado: nunca podré dejarte».
Pero ¿cómo podía hacer semejante promesa, si no estaba segura de poder cumplirla? Una punzante tristeza se apoderó de ella y tuvo que parpadear varias veces para disipar las lágrimas.
—Este día tiene que ser uno de los más hermosos de todo el año —comentó, intentando alegrar la voz.
Peter asintió.
—Vamos hacia la estación más agradable del año por aquí.
—El verano.
—Sí. Nuestro verano es fantástico. En primavera suele llover, en otoño puede pasar cualquier cosa, y el invierno puede ser brutal. Pero los meses de verano compensan por el resto del año. Es decir, la mayoría de las veces.
—En otras palabras: que el verano no siempre se puede dar por sentado.
—No siempre.
—Pero te encanta vivir aquí.
—Es mi hogar, Lali. No me puedo imaginar viviendo en ninguna otra parte.
Ni ella tampoco, suspiró. Había estado en otros lugares, sí… en una gran casa con un fabuloso dormitorio blanco, por ejemplo, y cerca del mar. Quizás aquellos dos recuerdos estuviesen conectados. Quizás la casa diese al mar y estuviese acostumbrada a contemplar las olas.
—Peter, ¿de verdad crees que existe la posibilidad de que esos hombres encuentren algún resto de mi furgoneta río abajo?
—Sí, es posible. El agua baja con tanta fuerza que podría arrastrar cualquier clase de cosa, y como te dijo John Mann, algunas se quedan atascadas en una peña o en algún recodo.
—Es que no puedo imaginarme que un vehículo puedo quedar reducido a jirones. El motor, por ejemplo: ¿no haría falta una terrible explosión para hacerlo desaparecer?
—Es que, según parece, fue una terrible explosión. Pero tienes razón. Dudo que el motor quedase completamente destruido. Es probable que esté en algún punto del río.
—Peter, si el motor está intacto, ¿crees que el río podría arrastrarlo? Es muy pesado.
—Cielo, cuando ese río está crecido y baja con corriente como ahora, puede arrancar árboles y arrastrar enormes moles de granito.
Lali se imaginó al río recorriendo kilómetros y kilómetros, desembocando después en otro río, y en otro más. No conocía muy bien la orografía del terreno, pero eso sería lo más probable.
—Peter, dime una cosa: ¿cuánto tiempo tardaría el río en bajar de caudal, si es que alguna vez lo hace?
—Claro que lo hace. Lali, esto es algo que ocurre todos los años. Cuando la nieve de las montañas empieza a derretirse, el río sube. A mediados del verano, el nivel de las aguas empieza a descender. En ese momento se puede localizar cualquier cosa fácilmente. El agua se serena de tal modo que hasta los niños se bañan en el río. La pesca es buena en esos momentos, y mucha gente viene a este río a pescar. En él enseñé yo a Oscar a hacerlo.
—¿A mediados de veranos? Es decir, dentro de seis semanas —murmuró.
—Podría ser más, dependiendo de lo rápido del deshielo.
A pesar de querer a Peter, la idea de tener que vivir todo ese tiempo de él le hacía sentirse muy incómoda. Se sentía tan indefensa, y ése era un sentimiento tan horrible que tuvo deseos de huir. Huir, ¿adónde, Dios mío?
Vagamente se dio cuenta de que Peter había tomado otra carretera, pero ya no secundaria sino principal, y se enderezó en el asiento al ver un pequeño grupo de casas: la gasolinera, un restaurante, un pequeño motel y cuatro o cinco casas entre los árboles del bosque.
—¿Dónde estamos?
—En Harrisville. No es un pueblo como tal, y ni siquiera viene en el mapa. Un hombre llamado Joseph Harris es el propietario de toda esta zona, y hace años construyó la gasolinera. Al parecer debió darle suficientes beneficios como para añadir el restaurante y el motel.
—Y viniendo desde el sur, ¿habría pasado por aquí?
—Sí.
Peter iba conduciendo despacio y tuvo tiempo para mirar bien, pero aun así, dio la vuelta y paró el coche frente al restaurante. Lali estudió el rústico edificio. Había tres coches aparcados fuera, de modo que había tres clientes al menos. ¿Habría parado allí a comer, a cenar, o a tomar algo?
—¿Te resulta familiar algo de todo esto? —preguntó Peter.
Ella inspiró profundamente.
—No —dijo con tristeza.
—Vamos a tomar un café —le ofreció Peter, y aparcó junto a los demás coches.
Peter tomó su mano y sonrió.
—Relájate, cariño. Pudiste pasar por Harrisville sin ni siquiera darte cuenta de que estaba aquí.
—¿Hay algún otro motel entre este lugar y Cougar Mountain?
—No.
—Entonces, si vine por aquí, lo lógico sería que hubiese pasado la noche en este motel, ¿no?
—Viniendo del sur, hay ciudades con moteles —le dijo, intentando tranquilizarla.
—Lo cual quiere decir que podría haber dormido mucho más al sur y haber pasado por aquí sin tan siquiera darme cuenta, como tú has dicho.
—Cualquier cosa es posible, cariño.
—Eso es lo que más detesto de esta situación tan… miserable: todas esas malditas posibilidades.
Peter apretó su mano para hacerle entender que la comprendía.
—Venga, vamos a entrar.
Peter abrió la puerta del restaurante para que entrase, y al oír el sonido del cencerro que colgaba sobre la puerta, Lali se quedó inmóvil.
—¿Qué pasa, Lali? —le preguntó, con ávida curiosidad. ¿Habría recordado algo?
—El sonido de ese cencerro… —suspiró—. En fin… vamos a tomar ese café.
Se sentaron a una mesa. Desde su acomodo, Peter podía ver el motel a través de la ventana. Tras pedir dos vinos a una camarera joven, le dijo a Lali:
—¿Sabes? Si te hubieras quedado en ese motel, tu nombre y el número de tu matrícula estarían en el registro.
—¡Tienes razón! —exclamó Lali—. ¿Y qué hacemos sentados aquí?
Peter sonrió.
—Pues el hecho de que no nos van a dejar revisar su registro sin permiso. Cuando volvamos a casa, llamaré a John Mann. Él sabrá qué hay que hacer.
Lali frunció el ceño.
—Aunque en el hotel nos permitan examinar sus libros, ¿qué tendremos que buscar? Ni siquiera sabemos si mi nombre es Lali, y no tenemos apellido.
—En primer lugar, yo sí creo que tu nombre es Lali, y en segundo, si firmaste en ese libro, John Mann sabrá cómo descubrirlo.
Lali no estaba convencida, pero no dijo nada.
La camarera les trajo el café con una sonrisa, y Peter se la devolvió mientras leía el nombre que llevaba en una chapita prendida de la camisa.
—Brenda, ¿puedo hacerte una pregunta?
—Por supuesto —contestó la camarera.
—¿Has visto antes a esta señorita?
Brenda miró a Lali y negó con la cabeza.
—No, creo que no —su sonrisa volvió a aparecer—. ¿Estáis jugando a algo, o qué?
Lali contestó antes de que Peter pudiera hacerlo.
—Más o menos, Brenda. Olvídalo, ¿quieres? —cuando la chica se alejó, moviendo la cabeza, Lali no pudo evitar echarse a reír—. Debe pensar que somos un par de chalados, y en mi caso tiene razón.
—No digas eso —replicó Peter.
Lali simplemente suspiró.


Antes de dejar Harrisville, hablaron con todo el mundo que les salió, al paso, pero nadie había visto antes a Lali.
—La verdad es que no me extraña que piensen que somos una pareja rara —comentó Lali con un suspiro al ver la mirada desconfiada de un hombre que paseaba a su perro a quien le habían preguntado—. La amnesia no es algo en lo que a todo el mundo se le ocurra pensar, ¿verdad?
—Francamente, Lali, a mí me importa un comino lo que puedan pensar los demás. ¿Y a ti?
—A mí también.
Volvieron a tomar dirección norte y Peter detuvo la camioneta al llegar a la intersección de la carretera que llevaban con la de Cougar Mountain.
—Si venías del sur, esta es la carretera a la que tendrías que haber llegado.
Lali estudió casi con voracidad el cruce.
—¿Cougar Pass está en esa carretera?
—Sí. Eso suponiendo que vinieras del sur. Pero ¿y si habías estado viajando por carreteras secundarias, y terminaste perdiéndote? Lali, no sabemos si ibas deliberadamente hacia Cougar Mountain.
Ella guardó silencio un momento.
—No sabemos nada de ese día, Peter, y no estamos sacando nada en claro de preguntar a todo el que nos encontramos —suspiró—. Debes estar tan cansado de… de mis problemas. Yo misma lo estoy.
Peter tomó su mano casi enfadado.
—Escúchame bien, Lali: disfruto de cada minuto que paso contigo. De acuerdo que no hemos hecho ningún progreso hasta el momento, pero el día no ha terminado aún. Por favor, no te desanimes, y nunca, nunca, pienses que me he cansado de esta situación. Sí, deseo que te recuperes, pero tanto por mí como por ti. ¿Lo entiendes?
Sus ojos estaban llenos de amor, un amor que sabía que sentía por ella, y Lali apoyó la frente contra su pecho.
—Lo entiendo —susurró.
Se quedaron allí sentados, consolándose el uno al otro, pensando en cosas que no se atrevieron a expresar con palabras, hasta que llegó un coche y deshizo el embrujo.
—Vamos a terminar lo que nos hemos propuesto hacer hoy, ¿vale? —dijo Peter mientras ponía la camioneta en marcha.
—Sí.


—Esta es la ciudad de Hillman —dijo Peter—. Allí, a la izquierda, queda el instituto.
Lali se agachó para mirar por la ventanilla de Peter.
—Muy bonito —comentó.
Mientras conducían por las calles de Hillman, Peter le iba indicando dónde estaba la oficina del sheriff y otros lugares de interés.
—Es una ciudad pequeña pero encantadora —comentó Lali—, pero aquí no siento nada. En Harrisville sentí algo, sobre todo cuando entramos en aquel café y oí el cencerro. No sé lo que es ese algo, pero he estado pensando en ello, y tengo la impresión de que he estado antes allí. Creo que hay una posibilidad de que haya comido en ese restaurante y de que incluso durmiera en el motel.
—¿Y es una sensación fuerte?
—Sí, Peter. Y no he tenido esa sensación en ningún otro sitio. Tengo la impresión de haber entrado por Harrisville.
Peter inspiró profundamente.
—Es un comienzo, Lali; un buen comienzo. En lugar de volver al rancho para hablar con John Mann, vayamos a la comisaría para hablar con el sheriff Logan. No sé si necesitará una orden judicial para examinar el registro del motel, pero él sabrá lo que hará falta.
Tras una larga y detallada charla con el sheriff Logan, la esperanza de Lali había crecido enormemente. Les dijo que no habría problema para revisar el registro del motel de Harrisville y que no tardaría nada en decirles lo que pudiera encontrar.
Salieron de la oficina con mucha moral, y Peter le pasó un brazo por los hombros para caminar hasta la camioneta.
—Me muero de hambre —dijo—. Hay un sitio aquí en el que sirven unos sándwiches estupendos. ¿Qué te parece si compramos unos cuantos y nos vamos a la peña a comérnoslos?
—Yo también tengo hambre. ¿Qué es la peña?
—Una especie de mirador que queda a unos ocho kilómetros de la ciudad. Se ve todo el valle desde allí.
—Estupendo.
Veinte minutos más tarde salían de Hillman con una bolsa con bocadillos, refrescos y agua mineral. Lali abrió una de las botellas para Peter y otra para ella.
—Aún no has empezado a pintar —comentó Peter.
—No he tenido tiempo. Puede que lo haga mañana —Lali estaba mirando el paisaje—. Toda esta zona es inspiradora. Es un lugar maravilloso, Peter.
—Debe gustarte la vida al aire libre.
Lali se quedó pensativa.
—Supongo que sí —sonrió—. Al menos, ahora me gusta.
—Bueno, yo tengo una teoría sobre la amnesia: ya que carezco de formación médica, podría estar completamente equivocado, pero me da la impresión de que es un estado que no altera ni el carácter ni la personalidad del sujeto. Somos lo que somos, Lali, y solo porque no se pueda recordar más allá de un momento determinado de la vida de una persona, eso no quiere decir que se haya dejado de ser quien se es.
Ella sonrió.
—Tanto si tiene base científica como si no, me gusta tu teoría, Peter.
—Es que tiene sentido, ¿no te parece?
—Sí, tiene sentido, pero no tengo más remedio que preguntarme si hay algo razonable en la amnesia.
—Pues a mí no hay nadie capaz de convencerme de que no has sido siempre la misma mujer dulce y maravillosa que eres hoy.
A Lali le brillaron los ojos y tomó un sorbo de agua. Podía imaginarse sin ninguna dificultad cómo sería tener a Peter por marido, y aún estaba contemplando aquella magia particular cuando tomaron una carretera de grava muy inclinada. A la derecha de la camioneta quedaba un espeluznante precipicio. A medida que subían, la pista se hacía más y más inclinada, y entonces lo vio: delante de ellos, en lo alto, era como si la carretera fuese a desaparecer. ¡Iba a caer!
—Lali, ¿qué ocurre? —le preguntó al verla agarrada con una mano al reposabrazos de la puerta y con la otra al siento.
Ella no lo oyó. Estaba en otro coche, uno con el interior azul, y era ella quien conducía para tomar una curva sin visibilidad, con un río que corría a los pies del barranco. De pronto una camioneta roja apareció a toda velocidad y se estrelló contra su coche. Vio el río venir hacia ella, sintió el vehículo dando vueltas, saltando, chocando.
Gritó. Peter pisó bruscamente el freno, tiró del de mano y se acercó a ella.
—¡Lali! —soltó su mano del asiento al que estaba aferrada. Estaba fría como el hielo—. ¡Lali, mírame!
Respiraba aguadamente, casi jadeando, y tenía los ojos desorbitados. Peter no había tenido tanto miedo en toda su vida.
—¡Lali, por amor de Dios! —le gritó.
Una décima de segundo después, Lali colapso contra su pecho, sollozando tan fuerte que todo su cuerpo temblaba. Tardó minutos en ser capaz de articular palabra coherentemente.
—Lo he visto. Peter. He visto el accidente. ¡He recordado el accidente!

9 comentarios:

  1. bien porfin recordooo un poco me encanto sube masss

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  3. massssssssssssssssssssssssss

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  4. Pobre Lali!!!! Pero que bueno que vaya recordando poco a poco!!!
    Amore!! Si necesitas hablar ya sabes donde encontrarme!
    Te amo!
    Ione

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  5. :0 recordó :0 así nos dejas quiero MASS :(

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  6. Los pelos como escarpias , vivi el accidente con Lali. Al menos un comienzo d su recuperacion,aunque sea un momento doloroso.

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  7. Q buena descripcion de la situacion!Q fea sensacion revivir así todo!Pero ojala recuerde se libere y pueda vivir su amor por Peter!

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  8. Hola, que tal? Me gustaria que pases a leer mi novela www.tusnovelalitter.blogspot.com ¿Recomendas mi novela? Si lo haces avisame y te recomiendo en mi blog, Besos

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