jueves, 30 de agosto de 2012

Capitulo Nueve!





Chicaaaaaas!! Paso sin tiempo para nada! Les dejo capi, disfrútenlo!!! Gracias por sus comentarios!! Esto  se va poniendo mas serio!!
Gracias por leerme!! Besos, Vero!!



                              CAPITULO NUEVE



 —Puedes reírte si quieres —dijo Marina, mientras servía a Peter un plato de huevos revueltos con salsa de chile verde, en la cocina—. Pero algo malo va a suceder. Y pronto.
Peter estuvo a punto de reír de nuevo, pero se contuvo al ver el gesto tenso de Marina.
—Soy un detective, Marina. Tienes que darme una razón para creer en esa predicción tuya.
—El coyote así lo ha dicho —afirmó ella—. ¿No lo oíste anoche? Aulló como nunca lo había oído en mi vida.
—Marina, los coyotes aúllan todas las noches. Solo estaba llamando a su pareja, eso es todo —aseguró él, comenzando a comer su desayuno.
—Tal vez aullaba porque sabe que algo va a pasarle a su pareja —repuso Marina, sirviéndole un par de tortillas calientes, y se sentó en una silla.
—No sé de dónde sacas esas ideas, Marina. No va a sucederle nada a los coyotes del T Bar K.
—¿Cómo lo sabes? Ya mataron a un hombre aquí. No sería raro que mataran a un coyote. Los animales salvajes saben esas cosas.
Peter frunció el ceño. Marina había sido supersticiosa desde siempre. Amelia, la madre de Peter, muchas veces se había sentido frustrada ante sus razonamientos ilógicos y sus premoniciones. Pero Francisco siempre la había escuchado y seguido sus consejos.
—¿Qué te hace pensar que entiendes el lenguaje de los coyotes? —preguntó él.
—Bueno, soy medio navajo y medio apache, ¿recuerdas? Lo llevo en la sangre —afirmó ella, sentándose más erguida.
—Marina, si no recuerdo mal, tu familia viene de Chihuahua, México —observó Peter.
—Solo mi papá. Cuando llegó a Nuevo México era muy joven, y se casó con una navajo. Era mi madre. Luego, murió y él se casó en segundas nupcias con una mexicana.
—Cada día se aprende algo nuevo —comentó Peter, tomando otra tortilla de harina.
—Entonces, aprende a escuchar mis advertencias —dijo Marina, y le sirvió una taza de café antes de seguir hablando—. Esa señorita Esposito… Creo que tienes que vigilarla de cerca. Tal vez, la advertencia tiene que ver con ella, pues estaba aquí anoche.
La expresión divertida de Peter se desvaneció de pronto. Recordó que Lali se había asustado mucho la noche anterior al oír el aullido del coyote. Diablos, ¿tendría razón Marina? ¡No podía ser! ¡Él era un Ranger de Texas! Necesitaba pruebas. ¡No podía guiarse por lo paranormal! Además, Lali no tenía nada que ver con el misterio del asesinato de Noah Rider.
Pero estaba conectada a él. Y eso era suficiente para ponerla en peligro, se dijo.
Tratando de sacudirse un escalofrío, Peter tomó otro trago de café.
—Viene alguien —señaló Marina, mirando detrás de él hacia la puerta.
Segundos después, alguien llamó a la puerta. Marina fue a abrir, y Peter pudo oír la voz de su primo.
—Hola, Marina, ¿está Peter levantado? Quería hablar con él.
—Está desayunando. ¿Quieres comer algo?
—No, gracias, Marina. Ya he desayunado —contestó Linc, y le plantó a la mujer un beso en la mejilla—. Buenos días, primo —saludó a Peter.
—¿Qué estás haciendo aquí, tan lejos de las yeguas? Seguro que hay alguna a punto de parir —preguntó Peter, bromeando.
—Agustin me llamó anoche —dijo Linc.
—Me preguntaba por qué no llamaba. Supongo que Candela y él lo están pasando muy bien.
—Más o menos. Me dijo que había intentado dar contigo anoche, pero que no respondiste el teléfono. Está un poco preocupado. Le aseguré que todo estaba bien.
—No entiendo por qué iba Agustin a estar preocupado. Soy mayorcito —comentó Peter.
—No es eso, Peter. Está preocupado por el caso de Noah. Teme que algo suceda si el asesino no es capturado.
Peter estuvo a punto de preguntar a su primo si había escuchado algo extraño en el establo la noche anterior, pero no lo hizo. No quería preocuparlo. Además, si Linc temiera que algo les pasara a los caballos, era muy capaz de pasarse toda la noche en el establo cuidando de ellos.
—Yo no lo veo así. Pienso que el asesino va a estar muy quieto para no llamar la atención. Ahora mismo, está pensando que nunca van a atraparlo.
—¿Y tiene razón? —inquirió Linc, con mirada preocupada.
Peter tomó el último bocado de su desayuno y un trago de café antes de contestar:
—No, si depende de mí. Ayer estuve estudiando las pistas y descubrí algunas cosas interesantes. En la chaqueta de Noah se encontraron pelos de dos caballos diferentes. Uno gris, otro negro.
—Bueno, no me parece tan raro —opinó Linc—. Creo que estaba trabajando con caballos por aquel entonces. Su chaqueta tendría pelos de muchos caballos diferentes.
—Ya. O puede ser que esos pelos se quedaran en su chaqueta el día que fue asesinado. Eso concuerda con la teoría de que fue acompañado hasta allí por su asesino. ¿Conoces a alguien de por aquí que tenga caballos grises y negros?
—Todos los rancheros de la zona —contestó Linc con una carcajada.
—Eso me temía.


—Lali, nunca te había visto así. ¿Por qué estás tan nerviosa?
Lali miró a Betty mientras se desataba el delantal. La otra mujer ya estaba lista para irse, con el bolso en la mano. El turno de tarde había sido agotador. No estaría tan cansada si no hubiera estado casi toda la noche haciendo el amor con Peter, se dijo.
¡Peter! ¡Peter! No había sido capaz de quitárselo de la cabeza en todo el día. Y tampoco había olvidado que se suponía que iba a ir a buscarla. Era probable que ya estuviera fuera, esperando. ¿Le pediría que volviera con él al rancho a pasar la noche? Solo con pensarlo, su cuerpo subió de temperatura.
Pero si se lo pedía, iba a tener que negarse. No importaba lo mucho que ella lo deseara, no podía comportarse como una joven soltera. Era madre y tenía sus responsabilidades.
—No estoy nerviosa, Betty. Exhausta sí.
—Se te ha caído el bolso tres veces en cinco minutos —observó Betty, mirando como Lali se pintaba los labios.
—¿Por qué te pintas los labios? ¿No vas a casa? —preguntó Betty y, de pronto, sonrió—. Ah, es él, ¿verdad?
—¿Qué quieres decir? ¿Quién es él?
—No te hagas la inocente conmigo. El Ranger de Texas, quién si no.
—Tal vez.
—Nada de tal vez. Veo esa mirada en tus ojos.
—¿Qué mirada? —preguntó Lali—. Estoy igual que siempre.
—Mmm. Tienes un brillo especial en los ojos cuando él está cerca. Te pasó el otro día.
—Imaginas cosas.
—Claro que no. ¿Por qué lo niegas?
—No lo niego —repuso Lali cuando ambas llegaron a la puerta—. Bueno, igual sí. Esa idea de que me brillan los ojos cada vez que veo a Peter… suena como si me hubiera enamorado de él.
—¿Y qué tiene eso de malo? —preguntó Betty con el ceño fruncido—. Es lo mejor que podría pasarte. Eres joven y hermosa. Es hora de que comiences a vivir de nuevo.
—Ojala fuera tan sencillo. Pero no puedo tomarme a Peter en serio. Se va a Texas dentro de poco.
—¿Y no puedes ir tú? También dejan a las mujeres como tú vivir en Texas.
—¡Ay, Betty! Tú… —comenzó a decir Lali, y se detuvo al ver que se acercaban los cocineros—. Vamos, salgamos de aquí antes de que decidan ponernos a trabajar otra vez.
Fuera, la noche estaba cayendo y el aire se había enfriado. Antes de que Betty pudiera retomar la conversación, Lali se despidió de ella y se dirigió a su coche, aparcado en las sombras de otro lado del aparcamiento.
Estaba abriendo la puerta cuando un par de manos masculinas salieron de la oscuridad y la agarraron con fuerza de la cintura. Ella gritó y se giró. Era Peter.
—Peter, cielos, me has asustado.
—Si hubieras estado pensando en mí, habrías sabido que estaba aquí —indicó él, bromeando.
¡Pensar en él! ¡Era lo único que Lali había hecho desde la última vez que lo había visto!
—Y si fueras un buen chico, me habrías avisado de tu presencia, en lugar de asustarme así —le reprendió ella.
—Humm —murmuró él, acercándola a él—. Quería darte una lección. Quería mostrarte lo fácil que hubiera sido para alguien perverso agarrarte y raptarte.
Al sentir su contacto, Lali se derritió.
—En este pueblo, no —replicó ella, poniendo una mano en el pecho de él.
—En cualquier lugar puede suceder. Como el asesinato del T Bar K.
—¿Has estado investigando el caso hoy?
Peter le acarició la espalda, y ella se dio cuenta de lo mucho que lo había echado de menos, de las enormes ganas que tenía de estar muy cerca de él.
—Lo he intentado —contestó Peter—. Pero casi todo el tiempo he estado pensando en ti.
Lali iba a responder cuando, al ver a alguien acercarse a ellos, se calló.
Peter la tomó de la mano y la llevó a la sombra de un árbol cercano, de forma que ningún transeúnte pudiera verlos. Entonces, apoyó la espalda en el tronco del árbol y tomó la cara de Lali entre sus manos.
—Cariño —murmuró él—. Llevo todo el día esperando este momento.
Lali se excitó al sentir el deseo impreso en cada beso de él, mientras Peter recorría su boca y su cuello con los labios.
—¡Peter! —gritó Lali cuando él puso las manos sobre sus pechos—. ¡No debemos hacer esto aquí!
—¿Por qué? —ronroneó él—. Nadie nos ve.
—Sí, pero…
Peter la interrumpió con un beso profundo y hambriento.
Estaban muy pegados. El olía a caballos y a heno y a una suave esencia masculina, lo que hizo que a Lali se le dispararan los sentidos. De pronto, no fue consciente de nada más que de sus besos y de cómo le acariciaba los pechos.
—Ven a casa conmigo —le susurró Peter al oído.
Un escalofrío la recorrió. Deseaba a Peter como no había deseado a nadie nunca. No era posible esconder toda la pasión que sentía.
—Me gustaría, pero no puedo, Peter. No puedo faltar de mi casa dos noches seguidas. Eric…
—Lo sé —le interrumpió él, y suspiró—. No sería adecuado dejarlo solo. Pero tu padre…
—No es muy buena compañía —aseguró Lali, y el pensamiento hizo que su ardor se enfriara. En la oscuridad, miró a Peter a los ojos—. Es mejor que hablemos de esto ahora, Peter. Antes de que cometamos algún error.
—Lali, no me digas que lamentas lo que pasó anoche —dijo él, poniendo las manos sobre los hombros de ella.
—No. No lo lamento.
Peter dio un suspiro de alivio.
—Bueno, no he olvidado que eres madre. Y no quiero apartarte de Eric. Solo quiero una parte de ti también.
—¡Y yo quiero una parte de ti, Peter! —repuso ella de forma impulsiva, sin poder controlar sus palabras. Luego, moviendo la cabeza, añadió—: No, no es cierto. Quiero algo más que eso.
Peter se tomó unos instantes para digerir sus palabras, y una agradable corriente de felicidad lo sacudió como un río bravo.
—¡Lali, dulce Lali! —exclamó, abrazándola—. ¿Sabes cómo me hace sentir oírte decir eso?
—No lo entiendes, Peter —contestó ella, con angustia—. Lo que quiero decir es… —dijo, y cerró los ojos antes de continuar—: No debí haber dicho nada. Tengo que irme a casa. Es tarde.
Ella trató de zafarse de su abrazo, pero Peter la sujetó.
—Eh, no puedes irte así. Tienes que explicarme un poco mejor de qué hablas.
Lali pensó que tenía razón. No merecía la pena que ella huyera entre los arbustos como una adolescente.
Levantó la cabeza y lo miró a los ojos, notando que el corazón se le iba a salir del pecho.
—De acuerdo, Peter. Quiero verte. Quiero estar contigo. Quiero hacer el amor contigo. Pero… Seguramente sabes que soy una mujer práctica. Sé que lo que hay entre nosotros no puede llegar a ninguna parte. Y yo…
—¿Quién ha dicho eso? —interrumpió él.
Lali abrió la boca, pero ninguna palabra salió de ella.
—No sé para ti, pero para mí lo de anoche no fue una aventura —continuó Peter.
—¡Para mí tampoco! —exclamó ella—. Quiero decir… no es como si me hubieras conocido en un bar. Aun así, me doy cuenta de que… todas las cosas buenas se acaban.
¡No! No si él podía impedirlo, pensó Peter. ¿Por qué iba a tener que terminar? No había nada que les impidiera estar juntos.
Solo el hijo y el padre de Lali. Y su trabajo, se dijo.
Si pudieran superar los obstáculos, el resto sería fácil. ¿Era eso lo que él quería?
Levantando la cabeza, Peter miró hacia la oscuridad mientras un montón de preguntas lo asaltaban. Nunca había querido casarse. Pensaba que su padre había sido un mal esposo y no estaba seguro de poder ser mejor. Pero, desde la noche anterior, algo nuevo le había sucedido. Lali era parte de él y no podía imaginar la vida sin ella.
—Esto no va a terminar, Lali —dijo, mirándola—. No, si yo puedo evitarlo.
La resolución de su voz tomó a Lali por sorpresa, además de descubrir que para él no había sido solo la aventura de una noche. Pero Peter no era un hombre superficial. Su código moral era muy distinto del de Carlos o de su padre. No solo era un Ranger de Texas. Era un buen hombre. Y aquello hizo que ella se sintiera aún peor ante la idea de perderlo.
—Peter, no sé qué estás pensando pero… —dijo ella, acariciándole el brazo.
—No más peros. Solo dime que pasarás conmigo todo el tiempo que puedas. Luego pensaremos en lo demás.
Peter acarició el rostro de ella. Lali cerró los ojos para tratar de contener las lágrimas. Lo amaba con todo su corazón.
—De acuerdo —repuso, en voz muy baja—. Quiero estar contigo. Pero lo que viene después… Tengo miedo, Peter. Mucho miedo.
—Anoche te dije que nunca te lastimaría. Confía en mí, Lali.
Una voz dentro de Lali le urgió a creerle y a confiar en él. Pero su fracaso con Carlos le había destrozado su capacidad de confiar, sobre todo en sí misma.
—Yo… ten… tengo que irme, Peter —balbuceó.
—De acuerdo. Te dejaré ir. ¿Pero nos vemos mañana?
Ella asintió y respiró hondo para calmarse.
—¿Por qué no vienes mañana a cenar? Tengo el día libre, así que tendré tiempo para cocinar. A Eric le gustará verte. Ven sobre las seis y dejaré que me ayudes en la cocina.
No era el tiempo a solas que Peter quería pasar con ella, pero era mejor que nada.
—Allí estaré —prometió él, y la besó con suavidad.
Cuando se separó de él, Lali se sintió helada y perdida al no tener sus cálidos brazos rodeándola. Pero corrió a su coche antes de sentirse tentada de ir hacia él y rogarle que la llevara a su casa, a su cama.

4 comentarios:

  1. Peter debe ser mas claro con ella!me preocupan esos malos presentimientos!Creo q hay alguien involucrado q esta mucho mpas cerca q nadie!

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  2. Peter esta viviendo el momento y cuando vez todas las responsabilidades q tiene no se como va a hacer!! Más!! Me encanta

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  3. Peter tiene muy claro k quiere estar todo el tiempo con Lali ,pero ella ,tiene miedos x superar.

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