lunes, 27 de agosto de 2012

Capitulo Seis!





Hola chicas!! Lo siento, lo siento, lo siento chicas. De verdad que no pude subir antes. Gracias por sus comentarios y su paciencia. Me alegra que les este gustando la nove!!

Lina: Tengo que confesar que amo cualquier historia de cualquier género, aunque si tienen ese puntito de fundamento....como decir....de ese tema profundo, me enganchan y es cuando las disfruto mas, quizá eso interfiera a la hora de elegir las historias. Pero como digo no significa que no disfrute, como dijiste, las de fantasía romántica. Adoro leer al igual que escribir. Supongo que para mi leer significa el poder desconectar, el poder meterte en la historia de otra persona, el poder sentir y llegar a imaginar los sentimientos y situaciones a través de las palabras. Simplemente imaginar, soñar.
Con respecto a mi edad.....No tengo ningún problema en decirte jaja. Siempre he pensado que no importa realmente el numero, puedes tener tropecientos y sentirte niño, a ser muy joven y sentirte muy maduro. Yo en ese sentido a veces me siento mas vieja de lo normal porque las circunstancias de la vida me hicieron así, pero me encanta la inocencia  de la niñez, creo que no se tiene que perder nunca. Por cierto!! Tengo 24!! Jajaja. (espero que no me dejen de leer por eso)  Te diste cuenta? Me hiciste una pregunta y te puse la vida entera!! Lo siento!! Creo que me emocioné! Me dan cuerda y no paro!! Gracias!!

Ahora si chicas!! Después del discurso que me mandé con Lina.....les dejo disfrutar del capi!!
Gracias por leerme!! Besos, Vero!!



                                 CAPITULO SEIS



 Más de una hora después, Lali aún se sentía conmocionada por el calor de los besos de Peter. Mientras los llevaba a casa, ella se esforzó por darle conversación pero, en cuanto llegaron a casa de su padre, le dijo adiós a toda prisa y se metió en la casa como un rayo.
Estaba en la cocina, lavando los platos, cuando oyó a Eric entrar.
—Eric, ve a ducharte y a acostarte.
—Vamos, mamá. Aún es pronto. Quiero ver la tele con el abuelo.
—Ha sido un día muy largo, Eric. Será hora de acostarse cuando termines con tu aseo.
El niño abrió la boca para protestar pero, de pronto, pareció cambiar de idea.
—De acuerdo, mamá —dijo, encogiéndose de hombros.
Lali suspiró aliviada mientras lo veía salir de la cocina. Era una suerte que Eric no hubiera querido discutir. Aquella noche no estaba de humor para lidiar con las protestas de su hijo. La cabeza le daba vueltas y tenía los nervios de punta.
Había estado más de una hora intentando convencerse de que era mejor olvidar a Peter Lanzani, pero más le hubiera valido hablar con el perro. Cotton le hubiera prestado más atención a sus propios consejos.
Al darse cuenta de que tenía las manos apretadas, se obligó a relajarlas y se dirigió hacia la cafetera. La cafeína no podía hacer que sus nervios se dispararan más de lo que estaban, pensó. Y, tal vez, el hecho de hacer algo cotidiano le ayudaría a calmarse.
—¿Mariana? ¿Estás ahí, cariño?
El sonido de la voz de su padre hizo que se interrumpiera, y se dirigió a la pequeña sala de estar donde él estaba sentado frente a la tele.
—¿Sí, papá? ¿Quieres algo?
Lali creyó ver preocupación en los ojos de su padre. Pero no podía ser. Juan no se había preocupado nunca por nadie ni por nada.
—No. Solo pensé que querrías sentarte con tu viejo padre y contarme cómo te ha ido la tarde.
—Tengo muchas cosas que hacer antes de irme a la cama. Recuerda que mañana trabajo.
Al ver la decepción en los ojos de su padre, Lali se sintió culpable. El hombre no pedía demasiado, y debería de estar agradecida porque mostrara interés por su vida. Un día su padre ya no estaría allí, y ella lo echaría de menos.
—Bueno, no hay mucho que contar —comentó ella, y se sentó en el brazo del sillón—. Lo pasé bien.
Juan tomó el mando a distancia y bajó el volumen de la televisión antes de mirarla.
—Eso está muy bien. Muy bien. Imagino que el T Bar K estaba tan hermoso como siempre.
Lali pensó que era un comentario extraño, y se preguntó si su padre estaría comenzando a sentir demencia senil. Sin duda, había bebido suficiente alcohol para destruir casi todas sus neuronas.
—No lo sé, papá. ¿Cómo podría? Nunca había estado allí antes.
—Sí. Tienes razón —repuso él, mirándola con el ceño fruncido—. Nunca te llevé conmigo las veces que fui a visitar a Francisco. Fue un error por mi parte, tesoro. Si lo hubiera hecho, puede que te hubieras casado con Peter hacía mucho tiempo.
—¡Papá! ¡No quiero oírte decir esas cosas!
—¿Qué pasa? —preguntó su padre, girándose para verla de frente—. Solo estoy diciendo la verdad. Siempre fuiste una chica muy hermosa, Mariana.
Lali no quiso señalar las diferencias sociales que existían entre los Esposito y los Lanzani, y suspiró, frustrada.
—¡Papá, lo dices como si, solo por salir, una chica pudiera conseguir marido!
—Claro que así es. Eres tonta si crees que no es así. Las mujeres listas saben aprovechar las buenas oportunidades.
Para su padre, una buena oportunidad significaba dinero, pensó Lali. Qué triste. Y qué irónico que le diera tanta importancia, cuando él nunca se había preocupado de ganarlo para su propia familia.
—Sé que algunas mujeres son así. Pero yo no.
Para mí el matrimonio no consiste en eso.
—Te casaste por amor, Mariana, y mira cómo te salió. Carlos ni siquiera era capaz de cuidar de sí mismo. No valía nada.
«¿Y qué hiciste tú durante todos los años que estuviste casado con mi madre?», pensó Lali y, de inmediato, se reprendió a sí misma por cuestionar el comportamiento pasado de su padre. Juan les había ofrecido una casa. Y siempre había estado ahí para darles su cariño. Y eso contaba mucho más que el dinero.
—No sé por qué hablas así, papá. Peter no tiene esas intenciones conmigo.
—¿Por qué no? A ti te gustaría, ¿verdad? —inquirió su padre con una ceja levantada.
Lali casi se quedó con la boca abierta. ¿Había su padre adivinado lo que sentía por Peter Lanzani? ¿Tanto se le notaba? No podía ser. Ni siquiera ella entendía sus sentimientos por el Ranger.
—Papá, es una pregunta tonta —repuso ella—. Peter solo se quedará unas semanas.
—¿Cuántas semanas? —preguntó Juan, pensativo.
Incómoda por la forma poco común en que su padre se interesaba por su vida privada, Lali trató de evadir la verdad.
—No lo sé con exactitud. No es asunto mío.
—Bueno, podrías convertirlo en asunto tuyo si quisieras.
Lali no sabía de dónde sacaba su padre aquellas extrañas ideas y sugerencias. Nunca antes la había animado a buscar marido.
—¿Qué pasa, papá? ¿Te preocupa que encuentre a alguien y me vaya de aquí? —preguntó ella, tras acercarse y poner la mano sobre el hombro de su padre.
—No —respondió él, y se aclaró la garganta.
—Bueno, no tendrías que preocuparte por eso. No tengo prisa por ponerme ni a mí ni a Eric en manos de otro hombre. Además, ¿quién cuidaría de ti?
Juan levantó la cabeza para mirarla, y Lali sintió un peso en el corazón al leer una triste resignación en sus ojos.
—No puedes cuidarme para siempre, niña. Y si te juntaras con Peter, al menos podría morir sabiendo que van a cuidar de ti.
La conversación se estaba tornando sombría, y era lo último que Lali necesitaba en ese momento. Sonrió a su padre, tratando de animarlo, y le dio una palmada en el hombro antes de dirigirse hacia la puerta. De pronto, le invadió una preocupación nueva por la salud de su padre.
—No necesito que un hombre se ocupe de mí, papá. Eric y yo estamos bien aquí contigo.
Su padre le lanzó una mirada de desaprobación y volvió la cabeza hacia la televisión, subiendo el volumen de nuevo.
Lali suspiró y se dirigió al baño que había al otro lado del pasillo. Las toallas estaban revueltas y el suelo mojado.
Se prometió limpiarlo más tarde y se encaminó a la habitación de su hijo Eric, que estaba ya en pijama, sentado sobre su cama, contemplando las espuelas que Peter le había regalado. Su madre supo que aquel regalo significaba más para Eric que ningún otro.
—¿Listo para dormir?
—Estoy un poco cansado —dijo el niño, asintiendo con la cabeza.
—Ya es hora. Has tenido un día muy completo.
—Sí. Fue genial, ¿verdad? Ese rancho, el T Bar K, es especial. No sabía que la gente pudiera vivir así.
Lali se sintió culpable por no haberle podido ofrecer algo así a Eric, pero se dijo que era tonto pensar así. No todo el mundo podía ser rico. Ni lo necesitaba. Lo que ella había hecho por su hijo había sido gracias al trabajo duro y decente. Debería sentirse orgullosa de eso.
—Los Lanzani son los únicos de por aquí que viven así —explicó Lali, sentándose en la cama de su hijo—. Pero eso no significa que sean más felices que nosotros.
—Supongo —repuso Eric, encogiéndose de hombros—. Aunque el dinero no parece importarle a Peter. Tampoco a Aaron. No se comportan como sí fueran mejores que yo.
—Porque no lo son. Son gente normal. Como tú y yo.
¿A quién quería engañar?, se preguntó Lali. Peter no era en absoluto un tipo normal.
Entonces, vio cómo Eric se levantaba para tomar una de las espuelas y la tocaba con cariño.
—¿Sabes cómo se llaman estas espuelas, mamá? Yo lo sé porque me lo dijo Peter. Dice que los vaqueros las han llevado desde los tiempos en que había bandas de forajidos y ciudades sin ley.
Aunque Lali no sabía mucho de eso, tomó la espuela y la miró con detalle.
—Hummm. No sé mucho de cosas de vaqueros. Tendrás que decírmelo tú, hijo.
Con orgullo, Eric miró a su madre.
—Es una espuela de campanilla. ¿Ves? —indicó, tocando con su dedo una pequeña campanilla en el talón de la espuela—. Hacen un tintineo cuando caminas. Así la gente sabe que vienes.
—¿Te gusta el regalo de Peter, verdad? —preguntó Lali con una sonrisa.
—¡Sí! —exclamó el niño—. ¡Y me gusta Peter también! ¡Mucho! ¿A ti no?
Lali sintió que el corazón se le inundaba de emoción, con un sabor agridulce.
—Sí. Es un hombre amable. Ahora es hora de que te duermas. Tápate y apagaré la luz.
En la puerta, Lali esperó a que su hijo estuviera listo y apagó el interruptor.
—Buenas noches, tesoro.
—¿Mamá?
—¿Sí?
—Yo… bueno, me pregunto por qué Peter no tiene su propio hijo o hija.
La pregunta tomó a Lali por sorpresa.
—Bueno, Eric, Peter no está casado. Nunca tuvo una esposa que le diera hijos.
—Ah —dijo Eric y, tras una pausa, añadió—: Me pregunto por qué no se ha casado.
Entonces, Lali recordó las palabras que Peter le había dicho sobre la mujer que necesitaba. Debía ser valiente y comprensiva, con mucha paciencia. Además, debía ser muy generosa. En otras palabras, Peter quería y necesitaba una mujer especial. Algo que ella nunca podría ser.
—Eso es asunto suyo, Eric. Pero sospecho que tiene sus razones. Ser un Ranger no deja mucho tiempo —contestó a su hijo.
—Sí, supongo que sí —murmuró Eric—. Pero debe de sentirse muy solo.
¿Solo? No. Lali dudó que Peter se hubiera sentido solo de veras alguna vez. No tanto como ella desde que se había divorciado. Peter tenía hermanos y un trabajo excitante.
Sin embargo, había notado la necesidad de afecto impresa en el beso de él. Y lo había correspondido con todo su corazón. Ya no había remedio para lo sucedido. Pero debía asegurarse de no repetirlo y de mantenerse alejada de él para no quedar como una tonta.


A la mañana siguiente, poco después del desayuno, Peter recibió una llamada de Pablo para decirle que había reunido algunas pistas y pedirle que se juntara con él en Aztec. Sin hacer preguntas, Peter colgó el teléfono e indicó a Marina que estaría fuera durante unas horas.
Treinta minutos después, aparcó frente a la oficina del sheriff. Se aproximó a una mesa donde una oficial escribía en el ordenador. Ella levantó la cabeza para mirarlo.
—¿Sí?
—He venido a ver al oficial Martinez.
La oficial levantó las cejas con interés.
—¿Su nombre?
—Peter Lanzani.
—Oh… uh… sí… tú… —balbuceó la oficial, poniéndose roja.
—Cálmate, Rebecca, Peter no va a comerte.
Peter se giró para ver a Pablo detrás de él. Ambos se estrecharon las manos.
—Me alegro de verte, Pablo.
—Y yo. Vamos a mi despacho —indicó Pablo.
—¿Qué le pasa a esa oficial? ¿Tiene problemas en el habla? —preguntó Peter, caminando a su lado.
—No. Suele ser rápida y eficiente. Creo que se emocionó al verte —contestó Pablo, riendo.
—¿A mí? ¿Por qué?
—Todo el mundo en este edificio sabe quién eres y lo que eres. Antes de quince minutos, estarán llamando a la puerta para conocerte.
Peter se hundió en una silla de madera, frente al escritorio de Pablo.
—Seguro que habéis tenido la visita de oficiales del FBI y otros mandos superiores aquí antes. Yo no tengo nada de especial.
—No. Eres solo un Ranger de Texas —se burló Pablo—. Eso es especial para cualquier ayudante del sheriff del condado. ¿Ya no lo recuerdas?
—Sí —dijo Peter, y sonrió—. Hace mucho tiempo de eso. Pero me acuerdo de cuando yo lo era. Iré a saludar al equipo cuando terminemos de hablar.
—Gracias, Peter. Les levantará la moral.
Pablo se levantó para tomar una caja de cartón del otro lado de la habitación. La abrió sobre su mesa e hizo una seña a Peter para que mirara dentro.
—¿Qué es? —preguntó Peter mientras se levantaba de su silla.
—Pistas. El sheriff Perez está de acuerdo en que te lo muestre.
—¿Lo has analizado ya? —inquirió Peter.
—Sí. No hemos encontrado mucho. Pero con suerte igual tú encuentras algo que a nosotros se nos haya escapado.
—No lo sé —repuso Peter, y tomó de la mesa el informe de la autopsia—. Háblame de esto.
—No hay mucho que decir. Un agujero de bala de pequeño calibre en la parte posterior del cráneo. Noah quizá nunca supo quién lo disparó. También creemos que el cuerpo estuvo dos semanas ahí antes de que lo encontráramos.
—¿Había cabello o algún resto de fibra diferente en su ropa?
—No sé… Encontraron pelos de caballo en su chaqueta y pantalones. De color gris y negro.
—Hummm. ¿Del mismo caballo?
—No. Dos diferentes. Lo que avala la teoría de que Noah había ido al T Bar K acompañado de su asesino.
—Eso parece, ¿verdad? —asintió Peter, y miró dentro de la caja—. ¿Hay algo más de interés?
—No mucho. A excepción del extracto de las cuentas bancarias de Noah.
—¿Qué sucede con ellas?
—El hombre hacía una retirada sustancial de dinero cada mes. El mismo día y la misma cantidad.
—Supongo que esa retirada no estaba hecha con un cheque a nombre de nadie, ¿o sí?
—Parece ser que Noah emitió un cheque a su nombre cada mes. Dónde fue a parar el dinero, no lo sé —admitió Pablo y, tomando su pluma con aire ausente, continuó—: ¿Cómo se averigua algo así, Peter? ¿O tal vez el tema del dinero no tiene nada que ver con el caso?
—Podría tener mucho que ver. O puede que no. ¿Había alguna carta relevante en casa de Noah?
—Ésa es otra cosa —añadió Pablo con una mueca—. El oficial Redwing no encontró nada en su correo. Había facturas comunes y poco más. Ni siquiera una felicitación de Navidad.
—Debió de haber vivido una vida muy solitaria —observó Peter, pensativo.
—Sí. Eso dice Rocio. Le duele pensar que murió creyendo que no le importaba a nadie. Y yo me siento un poco culpable porque nunca me esforcé en mantener el contacto con él. Pero la gente cambia de lugar y la vida continúa.
Lo mismo había sucedido con Lali y con él, se dijo Peter. Aunque el tiempo había pasado pero sus caminos se habían vuelto a cruzar. ¿Sería acaso el destino?
—Me llevará un tiempo estudiar esto —comentó, Peter, señalando la caja de pistas.
—Tómate el tiempo que quieras —contestó Pablo—. Tengo algunas cosas que hacer. Quédate en mi despacho. Si necesitas algo, solo pídelo. Nos vemos en un rato.
—Gracias, Pablo.
Más de dos horas después, Peter salió de las oficinas del sheriff. Tras haber estado analizando las pistas sobre el caso del asesinato, recibió el sol del día en su cara como un regalo. Antes de subirse a su ranchera, levantó la vista hacia el cielo y dejó que su calidez le despejara la mente de pensamientos sombríos. De forma instantánea, le llegó la imagen de Lali y sintió la necesidad urgente de tomar café. De inmediato, condujo hasta el Whagon Wheel.
Café. A quién quería engañar. Estaría dispuesto a beber aceite caliente si aquello le sirviera para ver a Lali de nuevo, pensó.
Desde la noche anterior, Peter se sentía como un adolescente. Una sensación que le era difícil de comprender y controlar. Lo cierto era que no sabía qué le estaba pasando. No era típico de él el perseguir a una mujer. Casi nunca pensaba en mujeres. No tenía tiempo. Y, además, hacía mucho que había decidido que las mujeres y él no hacían buena combinación. Quizá era demasiado exigente. O tal vez estaba casado con su trabajo. En cualquier caso, no importaba. No se arrepentía de haberse mantenido alejado del sexo opuesto.
Pero algo le había sucedido al volver a ver a Lali. Y solo el hecho de recordarla entre sus brazos la noche anterior, provocaba todo un caos en su cabeza. Le sorprendía haber sido capaz de tocarla y hablarle de forma tan íntima. No lo había planeado. Y, aunque lo hubiera hecho, no podía haber previsto la apasionada respuesta de ella. Y no podía sacársela de la mente.
Tras aparcar en el primer sitio que vio, entró en el Wagon Wheel y se encontró con que estaba casi vacío. Se sentó en una mesa y buscó con la mirada a la camarera. Pero, en lugar de ver la gentil figura de Lali detrás de la barra, solo vio a una mujer mayor con el cabello anaranjado, secando unos cacharros.
—Buenos días —saludó la camarera—. ¿Qué desea? La cocina está cerrada, pero tenemos algunas comidas frías. O pastel. También puede pedir el almuerzo, pero no estará listo hasta dentro de una hora más o menos.
—Parece que no he venido en buen momento, Betty —señaló Peter, tras leer el nombre de la camarera en la etiqueta de su uniforme.
—No quiero entrometerme, señor, pero ¿por casualidad es usted de Texas?
—Sí —repuso él, esperando oír algún comentario acerca del clima en Texas o de la familia que la camarera pudiera tener en Waco, Dallas o Houston.
En lugar de eso, Betty salió corriendo como si hubiera fuego en la cocina.
—Espera aquí —gritó ella por encima del hombro—. No te muevas.
La camarera desapareció en la cocina, y Peter trató de imaginar qué sucedía. Entonces, vio a Lali salir tras las mismas puertas. Miró a los pocos clientes que había tras la barra y se apresuró a ir a su mesa.
—Buenos días —saludó Peter con una sonrisa cuando Lali llegó donde él estaba.
—Buenos días.
Lali tenía las mejillas sonrojadas y respiraba con ritmo acelerado, como si hubiera estado discutiendo con alguien o estuviera agitada. Tal vez era su presencia lo que la ponía así, pensó Peter.
—Yo… esto… he tenido que ir a la oficina del sheriff —explicó Peter—. Se me ocurrió pasarme a tomar un café.
—Betty debería haberlo traído. Lo siento.
Peter se quedó admirando la fresca belleza de su rostro. Su pálida piel y sus carnosos labios parecían suplicar que la besara. Al darse cuenta de su propia arrogancia, se sorprendió. Demasiadas cosas de sí mismo lo habían sorprendido desde que había vuelto a ver a Lali.
—Y no me arrepiento —ronroneó él—. Lo que quería era verte, no tomar café.
Lali tomó aliento, y a Peter el sonido le resultó extrañamente erótico.
—Peter…
—Igual es mejor que vayas a por el café —le interrumpió él.
Con el ceño fruncido, Lali fue tras la barra y sirvió una taza de café. Mientras caminaba de vuelta a la mesa, Peter no pudo evitar fijarse en el suave contorno de su cuerpo al andar y en sus largas piernas.
—¿Y tu café? —preguntó él cuando Lali llegó a su mesa.
—No puedo. Estoy trabajando.
—No hay nada que hacer —señaló Peter, mirando a su alrededor—. Seguro que puedes tomarte un descanso. Betty puede sustituirte.
—Betty tiene su propio trabajo que hacer.
—No seas así. Hace un día precioso. Ponte una taza de café y un pedazo de tarta. Igual yo también la pruebo.
¿Compartir un pedazo de tarta con Peter Lanzani? Era lo último que Lali debería hacer. De hecho, si tuviera un poco de sentido común, debería alejarse de su mesa y recluirse en el santuario de la cocina.
Pero no tenía deseos de salir corriendo, se dijo ella. No, cuando la mera visión de su atractiva cara le producía una felicidad que no había sentido en años.
—De acuerdo —dijo ella con una sonrisa—. Ahora vuelvo.
Minutos después, regresó con una tarta de cerezas.
—¿Cómo sabías que me gustan las cerezas? —preguntó Peter, sonriendo.
Lali respiró hondo y se obligó a relajarse. Estaban en el Wagon Wheel. Era un lugar público. Peter no la besaría allí. Y ella no se pondría en ridículo devolviéndole el beso.
Entonces, se quedó callada, tratando de olvidar la forma en que había reaccionado la noche anterior. Qué pensaría Peter. Lo más probable era que pensara que era una alegre divorciada, se dijo. Por muy mal que sonara aquello, era mejor que la verdad. Por nada del mundo quería que Peter supiera que llevaba veinte años enamorada de él.
—A la mayoría de los hombres les gustan las cerezas.
Hubo una larga pausa, y Peter tomó un trago de su bebida caliente.
—¿Cómo estaba Eric esta mañana?
—Cuando me fui de casa aún no había amanecido. Estaba dormido.
—Espero no haberlo cansado demasiado ayer. Montamos durante unos cuantos kilómetros.
—No creo —respondió ella, encontrando su mirada—. Aún estaba muy excitado cuando se metió a la cama.
Y también su madre lo había estado. Lali no había conseguido conciliar el sueño hasta poco antes de levantarse.
—Disfruté mucho con la compañía de tu hijo ayer, Lali.
El cumplido sonó lleno de calidez a los oídos de Lali. Siempre le gustaba escuchar que era una buena madre. Pero escucharlo de boca de Peter lo hacía aún mucho más valioso.
—Gracias, Peter. Me gusta saber que mi hijo se porta bien en mi ausencia. Espero que siga así cuando llegue a la adolescencia.
Peter tomó un bocado de tarta antes de hablar.
—Quizá estés casada entonces, y él tenga un padrastro para guiarlo.
La sugerencia de Peter la conmocionó.
—Yo… —comenzó a decir, y se detuvo un momento—. No creo que eso suceda nunca, Peter.
—¿Por qué?
Lali sintió un peso en el corazón. Ya se había casado y no había funcionado. Quizá Peter creía en las segundas oportunidades, pero ella no.
—Bueno… no es tan común que una persona encuentre a alguien con quien quiera compartir el resto de su vida.
Peter acercó el plato de tarta junto a Lali y le tendió el tenedor.
—Sí. Tienes razón. Pero si una persona lo busca, tiene más oportunidades de encontrarlo.
Lali se quedó mirando a Peter y al tenedor que le tendía.
—¿Por qué me das tu tenedor?
—Para la tarta. No tengo ninguna enfermedad contagiosa.
¿De veras creía él que Lali podía estar preocupada por las enfermedades contagiosas después de los besos que habían compartido la noche anterior? Si hubiera podido relajarse, habría tomado la respuesta de su compañero de mesa con más sentido del humor. Pero no podía relajarse. El corazón le latía como un tambor y no podía dejar de recordar lo a gusto que se había sentido en los brazos de ese hombre.
Despacio, se concentró en la tarta, tomó un bocado y se forzó a masticar y a tragarlo.
—Créeme, Peter. No estoy buscando. No, después de todo lo que pasé con Carlos.
—¿No pensarás que todos los hombres son como él? —preguntó Peter con una mueca.
—No. ¿Pero cómo voy a saber elegir? No supe ver cómo era Carlos de verdad —afirmó ella, y tomó otro bocado de tarta, más para calmar sus nervios que por hambre—. Y, de todas maneras, estoy bien como estoy.
—¿Sí?
Lali sintió un nudo en el estómago, pero se obligó a sonreír ante la pregunta.
—Claro que sí. Tengo a mi padre y a mi hijo. Tengo amigos aquí y en la escuela donde trabajo, un tejado sobre mi cabeza y todas mis necesidades cubiertas. No necesito más.
—Entonces, no es importante para ti encontrarle un padre a Eric —comentó Peter, pensando que, si lo que ella había dicho era cierto, tenía pocas ambiciones en la vida.
—No. No. Está muy abajo en mi lista de prioridades.
—¿Es eso justo para él?
Lali se enfureció. ¿Cómo se atrevía Peter a pensar que podía poner las necesidades de su hijo por detrás de ella? Lo miró con rabia.
—No sé lo que es justo. Pero sé que es mejor que darle un padrastro que… resulte ser peor.
Antes de que Peter pudiera responder, ella se levantó y comenzó a recoger las tazas y el plato sucio.
—Tengo que volver al trabajo, Peter. Ya me he tomado suficiente descanso.
—Siento si te he ofendido —se disculpó él, levantándose para tomar su mano—. No era mi intención. De hecho, no he venido a hablarte de ese tema, pero una cosa llevó a la otra.
Lali se dio cuenta de que, una vez más, estaba desarmada. Todo lo que aquel hombre tenía que hacer era tocarla y ella perdía toda resistencia. La rabia que le había invadido hacía un momento se desvaneció y dejó lugar a la calidez.
—¿Por qué has venido? —le preguntó.
—Para verte —repuso él sin titubear—. Para pedirte que cenes conmigo esta noche. Tú y yo solos.
Lali sintió una oleada de alegría, pero se cuidó mucho de ocultarla.
—Ya cené contigo anoche.
—¿Y qué tiene de malo?
—No está bien que salga dos noches seguidas.
—Creí que ya eras mayorcita —señaló Peter con una risita.
—Lo soy. Pero no me gusta dejar a mi padre solo.
—Seguro que tu padre y Eric pueden arreglárselas durante unas horas.
Podían, pensó Lali. Pero, en vez de rechazar su invitación sin más, aquélla era la única excusa que se le había ocurrido. Tras unos instantes de duda, decidió ser honesta.
—Peter… anoche… No creo que sea bueno que vuelva a salir contigo.
—No tengas miedo, Lali —dijo él, apretando su mano—. Anoche estuvo bien. Muy bien. Y tú lo sabes.
Sí, ella lo sabía, y con todas sus fuerzas quería repetir la experiencia, estar con ese hombre que había poblado sus sueños durante casi dos décadas.
—Soy práctica, Peter.
Él sonrió, y Lali se quedó sin aliento.
—Las mujeres prácticas deben comer. Te recogeré a las seis.
—Ya entiendo por qué te hiciste Ranger. Te gusta el peligro —comentó ella en tono socarrón.
—No será peligroso. Será divertido. Te lo prometo —contestó Peter tras reír un poco.
¿Divertido? Pasar tiempo con él era más que eso. La hacía más feliz que nunca, pensó Lali. Y ése era el problema. No podía permitirse enamorarse de un hombre que se iría en unas semanas.
—Peter, yo…
La campanilla sobre la puerta de entrada a la cafetería sonó, y Lali levantó la vista. Eran los Garrison, una pareja mayor que solía comer en el Wagon Wheel. Siempre insistían en que los sirviera ella, y siempre le dejaban una generosa propina. No podía quedarse ahí, discutiendo sobre la cena con Peter.
La señora Garrison la saludó con la mano y Lali respondió.
—Bien —dijo, mirando a Peter de nuevo—. Estaré lista a las seis. Ahora tengo que trabajar.
—Perfecto. Allí estaré —aseguró él, y sonrió.

3 comentarios:

  1. Muy bueno el cap!Y q largo,eso tbien esta buenisimo maravilloso todo lo q contaste,yo tambien adora la lectura,las noves romanticas me transportan cual adolescente JAJA!
    Te pregunte la edad pq da la casualidad q tus tres noves tienen protagonistas más grandes y eso me parece genial,ya q las historias de amor no se limitan a los 18/20 años!Yo crei q eras mayor!
    Y reitero adoro la seleccion de historias q eliges!

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  2. Peter si o si ,la convence enseguida.

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