miércoles, 22 de agosto de 2012

Capitulo Tres!





Hola chicas!! Como les va el día? Vengo a dejarles otro capi, poco a poco esto irá dando forma! Gracias por sus comentarios, espero que les esté gustando! Nos leemos!!
Gracias por leerme!! Besos, Vero!!


                                 
                               CAPITULO TRES 



 —Hola, Peter.
Su voz suave y melodiosa atravesó el sonido de platos y de conversaciones que llenaban el restaurante.
—Hola, Lali —repuso él, feliz de volver a verla.
Sus miradas se entrelazaron en silencio durante unos momentos, hasta que Lali sonrió.
—Es una sorpresa encontrarte aquí —dijo Peter, y se dio cuenta de que el día anterior le había dicho algo parecido al verla en casa de Juan. Parecía que no sabía decir otra cosa, se dijo a sí mismo.
—Suelo trabajar en el instituto como ayudante de la profesora pero, como ahora en verano no hay colegio, trabajo como camarera para ganar un dinero extra. Ayer fue mi día libre.
Por eso el día anterior tenía aspecto de estar agotada, se dijo Peter. Cuando no estaba en casa cuidando de su padre, estaba trabajando en la cafetería-restaurante. Estaba claro que necesitaba todo el dinero que pudiera ganar.
Lali desvió la mirada hacia los hombres que comían el menú del día en la barra. Peter aprovechó para observar los arremolinados rizos de su cabello, sus mejillas sonrosadas y sus carnosos y húmedos labios. Llevaba el mismo uniforme que las demás camareras del restaurante, una bata rosa con pantalones negros. Un pequeño escote mostraba su piel color crema, de un aspecto suavísimo.
—¿Has venido a tomar algo o para comer?
Su pregunta hizo que Peter volviera a poner los pies en la tierra y le recordó que ella no tenía tiempo que perder; estaba trabajando.
—Me gustaría comer una hamburguesa. Y una taza de café.
—Me llevará algunos minutos —replicó ella, tras anotar el pedido—. Hoy está esto lleno.
—Está bien. No tengo prisa.
—Pasaré la nota y te traeré el café —señaló ella, con una sonrisa.
Peter la vio entrar en la cocina y, de regreso, llenar una taza de café. La llevó hasta donde él estaba.
—Gracias, Lali.
Ella asintió con la cabeza y comenzó a alejarse, cuando él trató de detenerla tomándola del brazo, Lali lo miró con gesto interrogativo.
—Yo… solo… quería hablarte de algo. ¿Cuándo crees que tendrás un momento libre?
—Me dan un descanso de quince minutos dentro de una hora —respondió ella, tras mirar su reloj de pulsera.
—Te veré entonces.
—Pero… ¿de qué quieres…? —comenzó a preguntar Lali.
—Eh, camarera, queremos café —la interrumpió otro cliente.
—Hablaremos luego —le dijo Lali a Peter.


Cuarenta y cinco minutos después, casi todos los clientes que habían ido a comer se habían marchado. Lali empujó la puerta de la cocina con un hombro y entró cargada con una pila de platos sucios.
—¡Cielos, qué día! ¡Me duelen los pies! —protestó Betty, otra de las camareras.
—Hubo mucha gente hoy —afirmó Lali.
—¡Mucha! —exclamó Betty—. Cariño, eso es decir poco. Pero al menos ha habido muchas propinas. Podré comprar ese vestido que había visto para mi nieta.
Lali sonrió a la mujer que se había convertido en una amiga para ella desde que había entrado a trabajar en el Wagon Wheel hacía dos meses. Betty tenía unos rasgos un poco duros, pero era todo corazón. Desde el primer momento, había tomado a Lali bajo su protección y la había ayudado en todo, desde a tomar pedidos hasta a librarse de clientes molestos.
—Me alegro. Seguro que será una sorpresa estupenda para el cumpleaños de tu nieta.
Betty miró hacia donde estaba el cocinero friendo hamburguesas y se acercó a Lali.
—Hablando de propinas, ¿quién era el generoso de la barra?
—¿Generoso?
—Sí, el que te dejó la mayor propina. El que llevaba sombrero y camisa color crema a rayas. Todas las mujeres del restaurante tenían sus ojos en él. Nunca lo había visto antes. Pero parecía que él sí te conocía bien.
—Oh, era Peter Lanzani —respondió Lali, tomando aliento—. Fuimos al instituto juntos. Hace mucho tiempo. Resulta que me recuerda.
—Debe de ser agradable que un hombre como él te recuerde —comentó Betty—. ¿No es uno de los ricos Lanzani? ¿Los del rancho T Bar K, donde fue el asesinato?
—Sí. Es uno de ellos. Peter es Ranger de Texas.
—¡Sabía que era de Texas! Se le ve a un kilómetro de distancia. Es de ese tipo de hombres que hace que todos se giren a mirarlo cuando entra en una habitación.
Lali pensó que aquello no tenía nada que ver con Texas, sino que era su presencia natural lo que capturaba la atención. Cuando iba a decírselo a Betty, el cocinero llamó a su amiga para que llevara el pedido a una mesa. Lali siguió a Betty fuera de la cocina y observó que el restaurante estaba casi vacío, con solo unos pocos clientes en la zona que pertenecía a su amiga.
Peter se había comido su hamburguesa y se había ido mientras ella andaba ocupada sirviendo las mesas. La propina que había dejado había sido demasiado grande. Tanto que para Lali había sido un poco embarazoso guardársela. Pero lo había hecho, porque necesitaba el dinero y porque entendía que Peter así lo había querido. Sin embargo, se sentía un poco desanimada porque Peter se había ido sin despedirse y sin decirle aquello de lo que quería hablarle.
No era importante, se dijo ella mientras recorría las mesas ordenando salvamanteles y servilletas. No necesitaba que Peter Lanzani la hablara. Tampoco necesitaba pensar en él. No era el tipo de hombre que pudiera encajar en su vida en absoluto. Además, él solo estaba en el pueblo de paso.
La campanilla sobre la puerta sonó y Lali levantó la mirada, pensando que sería uno de los clientes que se iba. Pero su corazón se detuvo un instante al ver a Peter. Se quedó parada y esperó que él se acercara. Mientras lo veía dirigirse hacia ella, notó como todo su cuerpo temblaba por dentro.
La sonrisa que Peter esbozó no ayudó a calmar sus nervios.
—¿Ya es el momento de tu descanso? —preguntó él.
—Ahora mismo empieza —contestó ella, mirando su reloj—. ¿Quieres más café o té helado?
—Un poco de café, si es que te tomas otro conmigo.
—Siéntate —invitó ella, señalando una mesa—. Volveré enseguida.
Detrás de la barra, Lali sirvió dos tazas de café y tomó leche y endulzantes. De camino a la mesa, vio cómo Betty la miraba con curiosidad. Sin duda, su amiga se estaba preguntando por qué un hombre de su clase querría ver a alguien como ella. Se sentó con él y trató de actuar como si tomar café con un Ranger de Texas fuera de lo más normal.
—¿Sueles tomarte aquí tus descansos? —preguntó Peter—. Quiero decir que, si tenías pensado ir a algún sitio, no dejes de hacerlo por mí.
—Oh, no. Con quince minutos no da tiempo a mucho. Suelo sentarme para descansar los pies.
Lali se recriminó a sí misma por no haberse tomado un momento para empolvarse la nariz o ponerse algo de carmín en los labios. Tras seis horas de trabajo, sabía que tenía el aspecto de un trapo de cocina. Pero no tenía ningún sentido tratar de impresionar a Peter.
—No te esperaba, la verdad —admitió ella.
—¿Por qué no? —preguntó él—. Cuando le digo a alguien que voy a hacer algo, lo hago.
Sí, Lali sabía que era un hombre de palabra y principios. Él no haría falsas promesas a una mujer como Carlos lo había hecho. Se preguntó cómo sería tener una relación con un hombre así. Un hombre como Peter. Avergonzada por sus pensamientos, Lali carraspeó y dio un trago a su café.
—Bueno… ¿de qué querías hablarme? —inquirió, mientras notaba cómo la mirada de Peter recorría su pelo y su piel.
—Quería hablarte de Eric.
Oír el nombre de su hijo era lo último que ella había esperado. Debió de poner una cara de sorpresa muy exagerada, pues Peter rio al verla.
—¿Qué ha hecho? —preguntó ella con desesperación, incorporándose—. ¿Te insultó ayer?
—No —repuso él con una sonrisa—. Tu hijo fue muy educado. Me gustó pasar unos minutos con él.
—Oh, me alegro —dijo Lali, y respiró aliviada—. He tratado de educarle bien. Pero no siempre es fácil. Es un chico aventurero y necesita una presencia masculina, aparte de su abuelo. Pero… —comenzó a decir Lali, y bajó la mirada—. Carlos desapareció de nuestra vida cuando Eric era aún un bebé. Nunca ve a su hijo. Y yo… bueno, es obvio que no he vuelto a casarme.
Peter la observó, pensando que su vida no debía de haber sido fácil. No, teniendo que criar a un hijo sola y con un padre alcohólico. Sintió la necesidad urgente de consolarla, de tomarla de las manos. Quería decirle que la vida no era tan terrible. Que un día las cosas cambiarían para ella.
—¿Te hubiera gustado volver a casarte?
—¡No! —exclamó ella, levantando la mirada como por un resorte—. Quiero decir que no lo he buscado. Criar a Eric ha sido para mí lo más importante.
Lali debía de tener alrededor de treinta y cinco años y, aun así, había renunciado a los hombres y al matrimonio. Y al amor, pensó Peter.
—Lo siento —se disculpó ella—. No quería hablarte de ello. Es solo que… no suelo encontrarme con personas que quieran escuchar.
De pronto, Peter sintió deseos de preguntarle muchas cosas, de saber más sobre ella, pero el tiempo del descanso casi había terminado. No podía pedirle que se quedara ahí charlando durante el resto de la tarde. Además, no necesitaba saber nada sobre Lali Esposito. Cuanto más cosas averiguara sobre ella, más cosas tendría que olvidar cuando regresara a su casa y a su vida en Texas.
Mientras tomaba la taza de café en sus manos, Peter observó cómo su acompañante se tocaba los labios con el dedo, unos labios jugosos y húmedos. Era un gesto del todo inocente, pero a él le provocó una inesperada sensación de deseo. Sobresaltado por su propia reacción, trató de concentrar su mirada en su café.
—Me alegro de que hablaras sobre la necesidad que tiene Eric de una presencia masculina. Porque me gustaría llevarlo a montar a caballo. Se lo propuse ayer y le prometí que te hablaría de ello. Había pensado telefonearte, pero ya que te he encontrado aquí… Pensé que sería mejor hablar cara a cara.
Con el corazón latiéndole a cien por hora, Lali se sintió confusa. ¿Por qué iba a querer él ocuparse de su hijo?
—Eh… Mira, Peter, estás ocupado investigando el asesinato de Noah. No tendrás tiempo para perder con Eric.
—No sería una pérdida de tiempo —replicó él, mirándola a los ojos—. Al menos, para mí.
—Pero tú… —comenzó a decir ella, notando una mezcla de sentimientos bullendo en su interior.
—Lali, le prometí a Agustin que haría todo lo que pudiera, y lo haré. Pero eso no significa que vaya a trabajar todos los minutos del día.
Lali no supo qué pensar. Lo cierto era que la sugerencia de Peter la había dejado aturdida. De pronto, revivió el tiempo en que habían coincido en el instituto, cuando su único deseo había sido convertirse en alguien especial para Peter. Los días en que su corazón había estado lleno de amor por él. Aunque nunca lo había demostrado. A pesar de que era solo una adolescente, había sabido que un Esposito no podía estar a la altura de un Lanzani. Nunca habría funcionado. Sobre todo, mientras Francisco vivía. El padre de Peter había querido lo mejor para su hijo. Y la hija de Juan Esposito sin duda no habría dado la talla.
—En ese caso, estoy segura de que a Eric le encantará montar contigo.
—¿Nos das permiso?
—Si no lo hiciera, mi hijo no volvería a hablarme —repuso ella, tras reír con suavidad—. Pero ¿por qué iba a negarme? Si no está seguro contigo, no lo estará con nadie.
El saber que Lali confiaba en él lo conmovió profundamente.
—Bien. Si no tiene nada que hacer mañana sobre la una, iré a buscarlos a él y a su caballo para llevarlos al T Bar K.
—¿Vais a montar en el rancho de los Lanzani? —inquirió Lali, levantando las cejas.
—¿Por qué? ¿Te parece mal?
—No. Lo que pasa es que di por sentado que montaríais en nuestro terreno.
Mientras Lali lo observaba, Peter supo que ella estaba tratando de adivinar sus motivos. Ni siquiera él sabía por qué se tomaba tantas molestias en dedicarle a Eric un poco de atención. Excepto que había visto la necesidad de afecto impresa en los ojos del niño y quería, de alguna manera, mitigarla.
—Y te causará muchas molestias venir a buscarlo con su caballo —señaló Lali.
—Creo que a Eric le gustará conocer el rancho —explicó Peter, pensando que no sería educado añadir que al muchacho le vendría bien salir un poco de casa de Juan.
Lali sonrió, y sus ojos negros se iluminaron al pensar en lo mucho que su hijo iba a disfrutar de su salida con Peter.
—Lo más probable es que Eric no duerma en toda la noche, esperando que llegue el momento en que vayas a buscarlo.
—Tengo un sobrino de nueve años, Aaron. Puedo invitarlo a venir también. Si a su madre Carla le parece bien.
Entonces, Lali vio al encargado saliendo de la cocina. Miró su reloj y se dio cuenta de que su descanso ya había terminado. Se levantó y tomó las dos tazas vacías.
—Claro que sí. Le diré a Eric que esté listo mañana. Ahora tengo que volver al trabajo —dijo ella, y sonrió—. Gracias, Peter.


A la mañana siguiente, Peter besó en la mejilla a su nueva cuñada.
—Adiós, Peter. Cuídate mientras estamos fuera —se despidió Candela.
—¿Estás lista, cariño? —preguntó Agustin.
—Lista —contestó ella, mirando a su esposo con adoración.
El intenso amor con que Candela miraba a su hermano era algo que Peter nunca había visto antes. Y, aunque nunca había intentado encontrar esposa, lo sorprendió una sensación de vacío y un ridículo atisbo de envidia.
Agustin dejó a Candela en el suelo y, tomándola de la cintura, la guio hasta la ranchera que los esperaba con el equipaje cargado.
—No os importa nada dejarme solo, ¿verdad? —bromeó Peter cuando los dos estuvieron dentro del coche.
—No es culpa mía que estés solo —repuso Agustin, riendo.
No, era su propia elección, se dijo Peter. Pero había veces en que se preguntaba si su vida podría cambiar. Aunque, ¿de veras lo deseaba? Podía ir donde quisiera, sin dar explicaciones a nadie. Y solo tenía que cuidar de sí mismo. Todo aquello compensaba sus ocasionales sentimientos de soledad. ¿O no?
—Que disfrutéis en el Caribe.
—Lo haremos —afirmó Agustin—. Tú ten cuidado y vigila tus espaldas, hermano. No quiero que te pase nada en mi ausencia.
—No se te ocurra pensar en eso durante tu luna de miel —dijo Peter, tocando el hombro de su hermano por la ventanilla—. Linc se queda conmigo. Nos encargaremos de todo y estaremos bien. Te lo prometo.
Satisfecho con la idea de que Peter y su primo se encargarían del rancho, Agustin se despidió y arrancó el coche.
Peter los despidió con la mano, mientras veía el vehículo alejarse. Luego, entró en la cocina y encontró a Marina allí sentada, secándose los ojos con la punta de su delantal.
—Vaya. Estás aquí sentada llorando porque Agustin se ha ido… ¿Y yo no cuento para ti? —bromeó Peter con tono suave.
—Claro que cuentas —repuso Marina tras sonarse la nariz—. Pero estoy acostumbrada a que tú no estés.
—Supongo que es culpa mía. Debí haber venido a casa más a menudo.
—Tienes tu trabajo, Peter. Nosotros lo entendemos. Y estamos muy orgullosos de ti.
—Lo sé. Pero a veces echo de menos a mi familia.
—Has vivido solo demasiado tiempo. Si tu madre estuviera viva, eso no le gustaría nada.
—No emplees esa táctica conmigo, Marina. Mi madre siempre entendió mis decisiones. Más que mi padre. Ella sabía que nunca me casaría solo por tener compañía. Si el amor existe, quiero encontrarlo. Si no, prefiero vivir solo.
—El amor no está disponible para todo el mundo. A veces, la gente tiene que conformarse con menos.
—No será mi caso —aseguró él, y apuró su taza de café—. ¿Podrías preparar almuerzo para llevarme en la mochila? Voy a llevar a Aaron y a otro niño a montar a caballo.
—Ahora mismo. No dejaré que ningún niño pase hambre, si puedo evitarlo.


Antes de ir a buscar a Eric, Peter fue a visitar a otra de las personas de la lista, el viejo James Millar, dueño del rancho Doble X. Le quedó claro que el hombre no había tenido nada que ver y tampoco sabía nada. Una cosa estaba clara, pensó Peter mientras regresaba al T Bar K. No quería regresar a Texas sin haber resuelto el caso. Sin embargo, no podía quedarse en Nuevo México de forma indefinida. Solo le habían dado cuatro semanas de permiso y una ya casi había terminado.
Mientras se dirigía al establo a ensillar a Juggler, intentó apartar el problema de su cabeza. Quería dedicarles el resto de la mañana a su sobrino y a Eric. Por otra parte, comenzó a preguntarse si involucrarse con el hijo de Lali era algo inteligente. Se sentía muy atraído por ella. Diablos, si pasaba un poco más de tiempo con aquella mujer, acabaría por hechizarse del todo. Y no podía funcionar. Lali le había dejado claro que no quería hombres en su vida.
Una hora más tarde, Peter llegó al rancho de Esposito. Eric estaba en medio del camino, esperándolo. Llevaba vaqueros, botas y un sombrero negro al estilo de las películas del Oeste.
—No sabía si querías que te esperara con Blackjack ensillado. Así que no lo he hecho. Pero tengo todo listo —afirmó Eric, excitado.
Peter sonrió y, de pronto, todos sus miedos acerca de ver al hijo de Lali desaparecieron. Si podía ofrecerle a aquel chico un rato de diversión, merecería la pena.
—Muy bien. Prefiero cargarlo en el remolque sin ensillar. Pondremos la montura en otro compartimento del trailer.
Los dos se dirigieron al establo a buscar a Blackjack.
—¿Vendrá Aaron también? —preguntó el chico—. ¡Espero que sí! Siempre es simpático conmigo.
—Aaron se parece mucho a ti. No tiene papá. Y no vive en el pueblo, así que no tiene muchos amigos con quienes jugar. Está bastante solo también.
—Ya. Pero hay muchas cosas que hacer en el T Bar K. El abuelo dice que hay muchos vaqueros allí. Aquí no hay nada divertido —se quejó el muchacho.
—Tal vez puedas cambiar eso algún día, Eric. Cuando mi padre y su hermano levantaron el T Bar K, no había nada allí. Y no tenían mucho dinero. Pero fueron listos y trabajaron mucho. Tú podrías hacer lo mismo con este lugar, cuando seas un nombre.
—¿De veras? —preguntó Eric, mirándolo con los ojos muy abiertos.
—Si no lo pensara, no te lo diría.
El niño sonrió, y sus hombros se enderezaron de forma inconsciente.
—¡Vaya, no estaría mal! Mi madre estaría muy orgullosa —señaló Eric.
—Creo que tu madre ya está muy orgullosa de ti, Eric —afirmó Peter.
—¿Tú tienes hijos, Peter? —le preguntó el niño, arrugando la cara al mirarlo con el sol de frente.
—No. ¿Por qué?
—Porque seguro que sería genial tener un padre como tú.
«Un padre como tú». Las palabras del niño resonaron dentro de Peter. Su pecho se llenó de calidez y lo envolvió un sentimiento extraño para él. Durante un rato, no supo qué decir. ¿Qué podía decirle un hombre a un niño que había sido abandonado por su padre y lo miraba como si fuera un héroe? Decidió no darle importancia, y puso la mano sobre el cuello del niño, dándole un apretón afectuoso.
—Me honra que pienses así, Eric. Pero apuesto lo que quieras a que un día tu madre va a ofrecerte un padre que encajará en el papel mucho mejor que yo.
—No voy a «contemer» el aliento hasta que pase —repuso el niño, sonriendo con inocencia.
—Contener —le corrigió Peter—. Adelante, vamos al T Bar K. Tendremos mucho terreno qué recorrer.
Y Peter iba a tener mucho que pensar. No sobre el asesinato de Noah. No. Tenía que averiguar por qué no podía sacarse a Lali Esposito de la cabeza y por qué haberla visto lo estaba haciendo sentir como un hombre diferente. Un hombre nuevo.

5 comentarios:

  1. Vamos mejorando, todo un tierno el hijo de lali más!

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  2. jajaja mas novela es divina y eso k solo es el 3 asi k mas noveeee

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  3. Esta buenísima esta historia me gusta massss

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  4. Y xk va a ser ,Si ya le gustaba en el insti,y nada más verla se le removió todo,jajaja,ahora está lleno d preguntas ,pero sobre ellos.

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