lunes, 9 de julio de 2012

Capitulo Cuatro!




Chicaaaaaas!! Sois geniales!!!! Gracias por las firmas! Y me alegro muchísimo de que les esté gustando la nove! Me paso a dejarles capi y luego mas tarde si puedo subo otro. No prometo nada pero lo intentaré. Espero que les esté tratando bien este lunes!
Gracias por leerme!! Besos, Vero!!



                                        CAPITULO CUATRO





Los asistentes estaban entusiasmados con el discurso de Peter y no dejaban de vitorearlo y gritar su nombre. Sutilmente, Julia, su directora de campaña, le hizo una seña desde un lado del escenario para indicarle que era hora de ir al vestíbulo principal del hotel. Allí, debía encontrarse para tomar café con un periodista que lo entrevistaría. Él pretendía aprovechar la ocasión para difundir los detalles sobre su compromiso con Lali y el embarazo. Esperaba que con esa exclusiva respondería a todas las preguntas de sus votantes sobre el tema.
Sin embargo, antes de hacerlo, debía sentar las bases de sus explicaciones ante sus seguidores. Julia conocía sus intenciones y había planeado la estrategia del día con una precisión exquisita.
Peter levantó las manos pidiendo silencio y los vítores cesaron.
—He estado hablando de cambios en mi campaña e imagino que os habéis aprendido de memoria mis promesas de tanto como las he repetido —dijo Peter al micrófono.
La multitud se rió.
—¡No nos importa que lo repitas, Peter! —gritó alguien del público.
Hubo más risas y más aplausos.
Peter sonrió y, acto seguido, esbozó con gesto serio.
—Os he dicho hasta la saciedad que pienso mejorar las infraestructuras y la educación —continuó él e hizo una pausa, mirando a los rostros de algunos de sus seguidores, viendo esperanza y confianza en sus ojos.
Peter apretó el micrófono, jurándose no decepcionar a ninguno de ellos.
—Podemos hacer muchas cosas juntos. Este ha sido un pueblo muy rico en el pasado. Thunder Canyon no sólo estuvo en la cresta de la ola debido a su oro. Fue, también, por su gente.
Hubo un aluvión de aplausos y Peter levantó su voz para que se le oyera.
—Los ciudadanos de Thunder Canyon son el mejor recurso natural del pueblo y podemos recuperar nuestra antigua grandeza si conseguimos sacar lo mejor de nosotros mismos. Tendremos que trabajar para ello y colaborar, pero podemos prosperar de nuevo, amigos. Podemos hacerlo.
Cuando el público irrumpió en aplausos, Peter bajó el micrófono, buscando entre la multitud un rostro, el que más le inspiraba de todos.
Junto a su directora de campaña, Lali lo estaba observando con las manos entrelazadas sobre el pecho, como si hubiera dejado de aplaudir para poder escucharlo mejor. De alguna manera, su aprobación llenó a Peter de optimismo.
Igual que ver el anillo de compromiso que relucía en su dedo.
En ese momento, todo le parecía perfecto. Dejándose llevar por el momento, la señaló con el dedo, pidiéndole que se reuniera con él en el escenario.
Lali entreabrió los labios, pero no se movió.
¿Habría cambiado ella de idea?, se preguntó Peter.
Temiendo que se derrumbara su sueño de levantar Thunder Canyon del polvo, Peter sintió una oleada de pánico. Lo único que deseaba era que el pueblo recuperara aquellos días de prosperidad y felicidad que recordaba de su infancia, antes de que hubiera llegado la época oscura en que su tío había sido asesinado.
Él podía hacer algo para cambiarlo, incluso aunque hubiera entrado en política un poco tarde. Podía mejorar las cosas y su matrimonio con Lali pavimentaría el camino para conseguirlo.
Sus seguidores se habían quedado en silencio, esperando su siguiente frase. Peter sólo podía mirar a Lali.
«Vamos», pensó él. «Ayúdame».
Lali se llevó la mano al vientre, como si quisiera recordarse a sí misma los beneficios que su matrimonio le traería.
Luego, mientras a Peter se le aceleraba el corazón, ella comenzó a caminar hacia él.
Julia, que estaba enterada del plan, empezó a aplaudir para animar a Lali. A continuación, la directora de campaña le guiñó un ojo a Peter, obviamente aliviada porque las cosas estuvieran funcionando.
Cuando Lali se acercó, Peter caminó hacia ella para recibirla, le dio la mano y la llevó al centro del escenario.
Él le apretó la mano, hablando de nuevo ante el micrófono.
—Sí, os he hablado de cambios. Y voy a demostraros que no es mera palabrería.
Cuando Peter rodeó a Lali con un brazo, ella se mostró un poco recelosa al principio. Entonces, él le acarició el hombro, comportándose como un novio enamorado. Ella se apretó a su lado y él le dedicó una sonrisa radiante.
Lali se la devolvió y la multitud aplaudió.
Ella les gustaba, pensó Peter. Los dos hacían buena pareja.
Él esperó a que se calmaran para continuar.
—Hace unos meses, encontré a una mujer que me ha hecho cambiar en muchos sentidos —afirmó él—. Y, como todos los solteros sabéis, cambiar no es fácil.
Hubo algunos vítores por parte de los solteros del pueblo.
—Pero es algo que se hace con gusto cuando uno se enamora de una mujer tan maravillosa como Lali Esposito —añadió él.
La respuesta de la multitud fue ensordecedora y Peter tuvo que gritar para hacerse oír.
—¡Al fin, Lali me ha permitido anunciar nuestro compromiso!
En ese momento, una avalancha de flashes los envolvió. Posaron para las fotos, saludando al público.
Julia conectó los altavoces al equipo de música y puso una pegadiza melodía de Charlie Daniels. Mientras, los seguidores de Peter aplaudían y se miraban unos a otros haciéndose preguntas, intentando dilucidar el qué, quién y por qué de aquel sorprendente anuncio. Lali y Peter siguieron saludando con la mano al mismo tiempo que dejaban el escenario. Desde allí, él planeaba ir a pie al resort, que no estaba a más de cincuenta metros de distancia.
Peter no soltó a Lali en ningún momento. La gente los rodeaba, felicitándolos y preguntándoles acerca de su compromiso.
—¡Lo leeréis todo en el periódico de mañana! —decía Peter.
Los asistentes mantenían una distancia prudencial, tal y como Peter había esperado de la buena gente de Thunder Canyon. De todos modos, él no pudo evitar sentirse protector con Lali. La apretó a su lado hasta que llegaron al amplio vestíbulo del hotel, donde destacaban una gran chimenea de piedra, sofás de cuero y una escultura a tamaño real de un alce.
En ese momento, antes de que Peter pudiera hacer nada, dos hombres rubios y uno de pelo oscuro, todos rudos se acercaron a él y a su prometida.
Eran los hermanos de Lali.
Los dos mayores, Vico y Nico, eran los que más se parecían a su hermana, a excepción de que tenían mucha más testosterona y los ojos oscuros mucho más encendidos.
—¿Te has vuelto loca? —preguntó Vico, apartando a Lali de Peter como si el candidato a alcalde la hubiera secuestrado—. Los tres recibimos mensajes tuyos en el buzón de voz anoche y hemos estado intentando localizarte esta mañana.
—Quería hablar con vosotros, chicos, pero como podéis ver estoy un poco ocupada.
—Papá nos lo ha contado —continuó Lali—. Pero no ha sabido decirnos qué diablos te ha pasado.
Lali se zafó de su hermano mayor.
Cielo santo, pensó Peter. ¿Ella no había hablado con sus hermanos primero? No era de extrañar que estuvieran tan furiosos.
Sin embargo, Peter entendió por qué Lali había decidido dejarles mensajes a última hora de la noche. A juzgar por la reacción de sus hermanos, se habrían puesto hechos una furia y lo más probable era que ella hubiera querido retrasarlo para poder actuar sin que nadie se lo impidiera.
Gas, el hermano menor y el que menos se parecía a Lali, tenía ojos azules y una densa mata de pelo rubio oscuro.
—Te comportas como si hubieras pensado que la noticia iba a darnos igual.
—Esperaba que me felicitarais y me dierais un abrazo —comentó Lali—. No que me hicierais una encerrona.
Nico era el más fornido de todos. Parecía un toro a punto de embestir a cierto nuevo miembro de la familia, pensó Peter.
—¿De qué va todo esto, Peter? —preguntó Nico.
Peter mantuvo la calma, aunque sospechaba que le faltaba muy poco para recibir una paliza. Ni siquiera tuvo tiempo de decir nada antes de que Lali se interpusiera entre Nico y él.
—Cálmate y deja de ponerme en ridículo —pidió ella.
Sus tres hermanos enrojecieron de rabia. Peter intervino.
—Escuchad, todo va a salir bien. Después de todo, vosotros me conocéis. ¿Crees que soy la clase de hombre que se aprovecharía de Lali, sobre todo, sabiendo que tendría que vérmelas con vosotros?
Vico frunció el ceño.
—Recuerdo a un Peter Lanzani que solía dedicarse a disfrutar de la compañía femenina en el pasado y no estoy seguro de si es lo mismo que has hecho con mi hermana.
Lo más probable era que los tres hermanos estuvieran al tanto de sus amoríos y sus andanzas, caviló Peter. Aunque tampoco podía decirse que fuera demasiado mujeriego. Lo que pasaba era que…
Bueno, todavía era joven y nunca había tenido la intención de sentar la cabeza. Eso tampoco era ningún secreto.
Las puertas se abrieron detrás de ellos para dar paso a Julia, que entró en el vestíbulo con su reluciente traje de chaqueta color púrpura. Haciendo una seña a Peter, se dirigió hacia la escultura del alce, donde habían quedado con Mark Anderson, propietario de El correo de Thunder Canyon, quien se iba a encargar en persona de escribir ese artículo y convertirlo en una cabecera que capturara la atención de sus potenciales lectores.
—Os diré lo que vamos a hacer —señaló Peter a los tres hermanos—. Tengo una cita, ahora mismo y no me llevará más de una hora. ¿Por qué no quedamos aquí, en el vestíbulo, después? Responderé a todas las preguntas que queráis hacerme. Id a tomar algo al bar. Va de mi cuenta.
Lali le lanzó una mirada a Peter, transmitiéndole que ella se encargaría de mantener la situación controlada hasta que él llegara.
Desafiando el furor de los hermanos Esposito, Peter le puso una mano sobre el hombro a su prometida. Sólo quería dedicarle una mirada amorosa falsa, como las que le había lanzado durante la charada que habían representado en el rally, pero en esa ocasión…
En esa ocasión, Peter se sorprendió haciéndolo de todo corazón.
Sintió que se zambullía en el negro profundo de los ojos de ella…
Justo cuando la sangre comenzaba a arderle en las venas, Nico interrumpió, con un tono mucho más suave del que había empleado antes.
—De acuerdo, Peter —dijo Nico—. Te esperaremos aquí.
Con alguna dificultad, Peter apartó los ojos de Lali y se percató de que sus hermanos lo miraban con gesto de extrañeza. Parecían confundidos pero, sin duda, él les haría comprender, asegurándoles que albergaba hondos sentimientos hacia Lali, pensó.
Los hermanos Esposito se dirigieron al bar que había en la planta de arriba, mientras Peter pensaba que su novia y él se habían enfrentado al último de los obstáculos de forma bastante airosa.
—Espero que hayas traído ketchup —comentó Lali cuando sus hermanos se hubieron alejado.
—¿Qué?
—Quieren comerte vivo. Podrías aderezarte un poco primero.
—No —repuso él y vio a Julia al otro lado del vestíbulo, saludando a Mark Anderson—. Si tus hermanos fueran a matarme, lo habrían hecho aquí mismo.
—Me quedaré cuando te reúnas con ellos, para que ninguno se meta contigo… ni siquiera Nico.
Lali, con los puños apretados a los lados del cuerpo, parecía tan protectora con él… Peter se conmovió sin poder evitarlo. Sin embargo, se dijo que se debía sólo a que estaba agradecido por su lealtad.
—Te lo agradezco —afirmó él—. Pero lo tengo todo bajo control. Déjamelo a mí.
Lali soltó un largo suspiro, como si estuviera tan exasperada con Peter como lo había estado el día anterior, cuando se había acercado a ella con su descabellada propuesta. Ella miró a su alrededor en el vestíbulo y posó la mirada junto a la chimenea, donde Candela estaba charlando con Lidia, a quien todos en el pueblo consideraban una mujer misteriosa donde las hubiera. Él no la conocía bien, pero sabía que se había mudado hacía poco y que acababa de ser contratada como recepcionista en el complejo turístico.
Guiándose por su instinto político, Peter pensó que debía pedirle a Julia que propusiera a Lidia que formara parte de su campaña. Podía serle de ayuda presentarla como una recién llegada que había quedado tan encantada con Thunder Canyon que había decidido quedarse. Ella era el ejemplo perfecto de lo que el pueblo necesitaba… atraer a más gente, recuperar su antigua prosperidad.
Entonces, Agustín Sierra se reunió con Candela y Lidia, llevando una taza de café para cada una. Candela besó en la mejilla a su prometido y se miraron a los ojos durante un instante interminable.
Así era el amor, pensó Peter. Exactamente, así.
¿Pero qué pasaría con ellos cuando hubieran vivido juntos durante años? ¿Qué sucedería cuando los dos hubieran cambiado, igual que les había pasado a sus padres?
¿Y qué sería de ellos cuando sus diferencias fueran tan pronunciadas que no pudieran soportarse ni un minuto más?, se preguntó, mirando a Candela y a Agustín.
Porque eso era el amor… Tal vez, podía ser un sentimiento sincero durante un tiempo, pero nunca duraba.
A su lado, Lali se movió un poco. Por su expresión pensativa, él adivinó que, también, había estado observando a Candela y a Agustín.
¿Pensaría ella que estaba observando a dos personas que habían encontrado a su alma gemela?, se preguntó Peter. ¿Estaría deseando que hubiera sido así para ella y el padre de su bebé?
De pronto, le invadió un sentimiento de ira hacia ese tipo. Tuvo ganas de retorcerle el pescuezo a Alan por haber engañado a Lali y haberla abandonado con el niño.
Sin embargo, él iba a arreglarlo todo.
Peter le tocó la mejilla a su prometida. Todavía estaba un poco fría por haber estado fuera y él deseó poder calentársela con su contacto.
Cuando Lali se sonrojó, como si su caricia hubiera significado algo para ella, él retiró la mano.
¿En qué había estado pensando?, se reprendió a sí mismo.
Lali se apartó de él, dirigiéndose hacia las escaleras que daban a la planta de arriba, donde sus hermanos la estaban esperando.
—Me ocuparé de los chicos por ahora y te dejaré solo con ellos cuando vuelvas.
Peter le dedicó una de sus seductoras sonrisas.
—Después, iré a la sede de la campaña. Te llamaré desde allí para hacerte saber que he sobrevivido.
—No, creo que me acercaré por allí yo misma, sólo para verlo con mis propios ojos —replicó Lali y se metió las manos en los bolsillos del abrigo—. Además, tenemos que hablar de más cosas.
Era cierto, pensó Peter. Por ejemplo, debían ponerse de acuerdo respecto a sus planes de boda.
Con aspecto de estar sumida en sus pensamientos, Lali sonrió, casi para sus adentros. A continuación, se despidió de él con un gesto de la mano y se alejó.
Peter la observó irse, disfrutando de ver cómo se movía. Su gracia y su elegancia la hacían destacar incluso en una sala llena de gente, pensó.
Retomando sus obligaciones, él se dispuso a reunirse con el periodista.

* * *
Lali llegó a la plaza del pueblo un par de horas después, poco antes de la puesta de sol. Se acercó a la entrada de la sede de la campaña de Peter, adornada con pósters de su candidato.
Peter había ocupado una antigua tienda de alimentación, donde en el pasado todo el mundo solía ir en busca de tentempiés, hasta que la crisis económica había forzado a sus dueños, Tucker y Addie Dillinger, a retirarse. Dentro, los mostradores de mármol seguían intactos, aunque cubiertos con panfletos que los voluntarios ordenaban en pilas. En unas mesas provisionales cubiertas con manteles rojos, más voluntarios hablaban por sus móviles con ciudadanos que debían ser convencidos de que Peter era su hombre. Varias estanterías contenían pósters, broches, sombreros y camisetas con el nombre de su candidato.
Lali vislumbró a Peter tras una puerta de cristal cerrada, en un despacho en la parte trasera del local. Estaba sentado delante de un viejo escritorio, con Julia. Su directora de campaña y él parecían polos opuestos: Peter vestido de vaquero, Julia muy elegante con un traje de chaqueta y un sofisticado corte de pelo a lo garçon.
Lali llamó a la puerta y ambos levantaron la vista desde el ordenador portátil que habían estado usando.
Peter sonrió y Lali, una vez más, tuvo la sensación de que él realmente se alegraba de verla, a ella y a nadie más.
No debía soñar con cosas imposibles, se reprendió a sí misma.
—Aquí estás —dijo Peter cuando Lali entró.
—Hola —saludó ella, sintiendo una bandada de mariposas en el estómago.
Lali intentó ignorar esa sensación y levantó un cuaderno de notas que llevaba en la mano.
—¿Listo para empezar?
Julia estiró los brazos. Lali la imaginó actuando con eficiencia en la agencia de relaciones públicas donde había trabajado antes de que Peter la hubiera contratado.
—¿Con los planes de boda? —preguntó Julia a Lali.
—Pensé que sería buena idea ponernos con ello lo antes posible.
—Claro que sí —afirmó Julia y se levantó—. Nosotros ya hemos terminado por hoy.
Lali se sentó delante del escritorio. Notó cómo Peter la recorría con la mirada y deseó que no fuera así. No tenían que fingir tanto delante de Julia. Peter le había mandado un mensaje de texto la noche anterior diciéndole que su directora de campaña estaba al tanto de que era una farsa.
La otra mujer se dirigió a la puerta.
—Me gusta la idea de una boda adornada al estilo del viejo Oeste. Le va bien a Thunder Canyon y captará la atención de los seguidores de Swinton, sobre todo.
—Suena divertido —replicó Lali. No era su idea de una boda de ensueño, pero podía adaptarse, siempre que le dejaran elegir su propio vestido. Eso era lo que a ella le importaba de verdad. A diferencia de la mayoría de las mujeres, ella siempre había imaginado su vestido de boda y todos los demás aspectos de la ceremonia le parecían secundarios.
—¿Os parece bien que me ponga en contacto con una vieja amiga experta en planificaciones de este tipo? Se jubiló hace unos años, pero estoy segura de que le encantará poder volver a demostrar su talento. Creedme, es una mujer milagrosa. Con su ayuda, podríamos tener la boda preparada para el siguiente fin de semana.
¿El siguiente fin de semana? Estaban a viernes.
—Vaya —musitó Lali. Se había quedado en blanco.
—Tenemos que hacerlo antes de las elecciones —indicó Julia.
—Claro. El próximo fin de semana me parece bien —afirmó Lali, se quitó el abrigo y lo colocó en el respaldo de la silla—. Supongo que debería concentrarme en encontrar un vestido y hacer la lista de invitados, ¿no? Mis amigas de la universidad necesitarán unos días para recuperarse del shock cuando reciban la noticia de mi romance secreto —añadió, pensando que todavía no les había contado nada.
Lali iba a tener que ser muy diplomática y convincente con sus amigas, pues no iba a gustarles nada que las hubiera mantenido al margen de su aventura amorosa con Peter. Sin embargo, para que su historia fuera creíble, necesitaba que asistieran a la boda.
Cielos, se dijo Lali, cada vez más mentiras.
¿Cuándo podría dejar de mentir?
—Sería fantástico —opinó Julia—. El resto, puedes dejármelo a mí.
Mientras la otra mujer cerraba la puerta tras ella, Lali caviló en que sus palabras le resultaban demasiado familiares.
Se giró hacia Peter.
—Déjamelo a mí —repitió Lali—. Me suena a lo mismo que me dijiste hace un rato, cuando me aseguraste que podías ocuparte de mis hermanos tú solo. ¿Qué tal ha ido el enfrentamiento?
Peter se recostó en su asiento, poniéndose las manos detrás de la cabeza en un gesto de confianza y seguridad.
—¿Te molestaría si te dijera que no debes preocuparte por nada?
Lali se rió.
—La verdad es que es un alivio que me digas eso.
—Tus hermanos no son unos dulces gatitos, la verdad, pero han pasado por el aro cuando les he contado lo mucho que os amo a ti y al bebé.
Sin darle más vueltas, Lali abrió el cuaderno de notas, que había comenzado a escribir cuando había pensado que iba a casarse con Alan. Echó un vistazo a las ideas que había recogido para la celebración, trazos sueltos sin mucho detalle.

Sólo familia. Boda pequeña. En el rancho. Con adornos de rosas. Simple, elegante.

Sin embargo, estaba dispuesta a cambiar el escenario por el de una película del antiguo Oeste, si eso era lo que Peter quería.
Aun así, Lali no quería deshacerse de sus ideas. Le parecía que, si tachaba sus viejas anotaciones, estaría renunciando a una boda real, algo que todavía esperaba poder celebrar en algún momento de su vida, si era posible…
Ella dejó el cuaderno. Había perdido su oportunidad y debía aceptarlo. Tema que considerarse agradecida porque Peter hubiera aparecido para rescatarla.
—En serio, tus hermanos tenían un brillo de rabia en los ojos, como si hubieran querido asesinarme, pero entraron en razón gracias a un poco de adulación —continuó Peter—. Han dicho que estarán en el rancho esta noche.
—Suelen ir demasiado por allí y siempre asaltan la despensa. Supongo que querrán aprovechar la ocasión para tomarla con su hermanita pequeña, al mismo tiempo.
—Ellos te quieren, Lali.
—Sí, me quieren —repitió ella y tomó un bolígrafo de la mesa—. Y yo los quiero a ellos.
Entonces, cuando Lali sonrió a Peter, él comprendió que sus hermanos lo eran todo para ella. Adivinó que los defendería con uñas y dientes de cualquiera que quisiera aprovecharse de ellos. Igual que los tres Esposito habían hecho con él esa tarde.
—¿Quieres que te acerque a casa? —se ofreció él—. Así podré echarte una mano y asegurarme de que tus hermanos no sean muy duros contigo.
Su tono protector fue como un bálsamo para ella. Alan nunca le había dicho nada igual.
—No te preocupes, Peter.
Dicho aquello, comenzaron a preparar la boda y decidieron que la celebrarían en el rancho de Peter, el Rockin'C. Pero, cuando llegó el momento de hablar de la luna de miel, decidieron posponerla hasta meses después de que naciera el bebé. Por supuesto, para entonces, el matrimonio se habría disuelto. En cuanto a los pormenores de su vida en común, ella tendría que mudarse a casa de él tras la boda, para darle credibilidad a su relación.
—Pero en habitaciones separadas, ¿de acuerdo?
—Tengo unas cuantas libres.
Lali lo anotó. Al momento, cuando levantó la vista hacia Peter, lo encontró observándola de un modo que le hizo comprender que, sólo con proponérselo, podría convencerla para que durmiera con él. También intuyó que, si cruzaban cierta línea, aquello dejaría de ser una farsa.
La cabeza comenzó a darle vueltas a Lali, azuzada por su libido. ¿Cómo sería tener a Peter de pareja?
Ella contuvo un suspiro, mientras una placentera corriente eléctrica la recorría.
Peter rompió el hechizo del momento, poniéndose en pie.
¿Habría sentido él lo mismo?
—Ahora, un chocolate caliente —dijo él con cierta tensión en la voz, mientras tomaba su sombrero y su abrigo del perchero.
¿Qué caliente?, se preguntó Lali, perpleja.
A continuación, Peter tomó el abrigó de ella del respaldo de la silla.
—O café. Necesito cafeína, pues me queda una larga noche por delante. Tal vez quieras tomarte una infusión para acompañarme.
Él le sostuvo el abrigo mientras Lali deslizaba sus brazos dentro. Antes de que ella pudiera darle las gracias, él había salido por la puerta.
Los voluntarios lo saludaron desde sus mesas, donde yacían desparramadas cajas de pizza, de comida china y de cartones de bollos para llevar.
Peter le abrió la puerta a Lali. Cuando hubieron salido, el fresco aire otoñal les sopló en las mejillas.
—Por la noche, refresca —comentó ella, esperando que hablar de cosas superficiales como el tiempo rompería el incómodo silencio entre ellos.
—Podemos ir a una cafetería, dentro hace mejor temperatura.
—No, esto es hermoso —señaló ella, inspiró el aroma a humo de las chimeneas que había en el aire, contempló los colores de la puesta de sol que pintaban el cielo—. Hay un puesto en la plaza donde venden café e infusiones para llevar. Creo que todavía estará abierto.
Se dirigieron en esa dirección y llegaron en menos de un minuto. Peter pagó las bebidas y eligieron un banco debajo de un roble. Sus hojas pintadas de otoño se mecían con la brisa.
—¿Te agobias a menudo dentro de la oficina? —preguntó ella.
Peter se detuvo con la taza a medio camino a sus labios.
—Quiero decir que parecías deseando salir de allí cuanto antes esta noche —explicó ella.
Peter le dio trago a su café y asintió.
—Me has pillado. Estar sentado detrás de esa mesa me estaba sacando de quicio. No soy la clase de persona que pueda estar quieto mucho tiempo.
—Estoy segura de que no te vamos a dejar parar cuando te hagamos alcalde del pueblo.
—Que Dios te oiga —replicó él.
Lali quiso poder preguntarle si, además, había estado deseando salir de su despacho a causa de su conversación. La tensión que había surgido tras su última pregunta bien habría podido partir la habitación en dos, pensó ella.
Sin embargo, no se atrevió. Las malditas hormonas del embarazo debían de estar haciéndole imaginar cosas. Y, para colmo, le hacían desear lo que no debía desear.
Como si quisiera responderle a eso, el bebé le dio una patadita dentro del vientre. Lali inspiró de golpe, llevándose la mano al abdomen.
—¿Estás bien? —preguntó Peter.
—Sí —afirmó ella y se dio una palmadita en el vientre—. Es el pequeño Saltamontes.
—El bebé… ¿Qué…?
—No pasa nada. Al parecer, ha decidido que era un buen momento para darme un puntapié, eso es todo. Es un bebé muy activo.
Peter posó la mirada en su abdomen. Lali había pasado tanto tiempo ocultando su estado que, en ese momento, lo que más deseaba era dar a conocer a todos que se sentía bendecida por estar a punto de dar a luz a lo más precioso del mundo.
Y ya era libre para poderlo gritar a los cuatro vientos, ¿o no?
—Mira —indicó ella, desabotonándose el abrigo y guiando la mano de Peter a su barriga abultada—. Veamos si el bebé quiere repetirlo.
Peter se rió con un deje nervioso, como si nunca se hubiera imaginado a sí mismo tocándole el vientre a una mujer embarazada.
Pasó un segundo sin que hubiera ningún movimiento.
—No estás muy gorda para estar de siete meses —comentó él.
—No se me nota mucho. Soy de constitución delgada, según dice el médico. La semana que viene tengo otra cita con él —repuso ella y, tras unos instantes de silencio, añadió—: Después de la boda.
El bebé dio una patada y Peter silbó emocionado.
—¡Qué campeón! —exclamó él.
—O campeona —puntualizó Lali—. Todavía no conozco su sexo. He decidido esperar a que nazca para saberlo.
Peter asintió, aceptando su decisión. Pero no apartó la mano. Lali tampoco le recordó que debía hacerlo. Era tan agradable estar allí sentada, en el pueblo donde había crecido, sintiéndose parte de él… Sobre todo, cuando hacía sólo un día, había pensado que merecía ser exiliada.
Entonces, Lali se dio cuenta de que había puesto su mano sobre la de Peter. Él pareció percatarse de ello al mismo tiempo.
—¿Peter? —dijo ella, sin saber qué iba a preguntarle.
Antes de que él respondiera, un flash los deslumbró, cegando a Lali. Peter se puso en pie de un salto. Ella todavía no había podido recuperarse, mientras él le increpaba al fotógrafo que les dejara algo de privacidad.
Lali recuperó la visión de nuevo, segundos después, aunque no fue suficiente para poder aclarar sus pensamientos.
Todo era demasiado confuso, sobre todo en lo relativo a Peter.

4 comentarios:

  1. Me encanta!!!! pero sigo diciendo que no nos puedes dejar asi!! No es justo!
    Te obligaria a subir la novela entera de una vez pero se que seria pasarme...jajaja
    Te amo mucho sister! Espero que luego subas otro!!!

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  2. Me encanto el cap!!! Peter es un tierno sino fuera el fotógrafo podia que se besen otra vez nose...
    Quiero mas!!!
    Besitos

    Ines

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  3. Es muy tierno los dos con la panza!! encanta espero más!

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  4. Esos tres hermanitos,debieron darle una paliza a Alan.Lali se lo estuvo guardando mucho tiempo.

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