martes, 10 de julio de 2012

Capitulo Seis!




Hola chicas!! Paso para dejar otro capi! Espero que les esté gustando, hay que tenerles paciencia a estos dos....
Que tengan un feliz martes!!!
Gracias por leerme!! Besos, Vero!!



                                         CAPITULO SEIS




Esa noche, Peter esperó a sus invitados en su rancho, que estaba junto a la finca de Pablo y de Maria. Su casa de dos pisos se alzaba sobre el río y, muchas noches, se pasaba las horas del atardecer en el porche, escuchando el viento, el sonido del agua y el croar de las ranas. Más allá, dentro de sus dos acres de terreno, sus empleados dormían en casas comunales, más cerca del rebaño.
Esos días, sin embargo, estaba empezando a hacer demasiado frío para estar sentado en el porche. Y, de todas maneras, él no tenía paciencia para ello esa noche. Por eso, decidió ir a la cocina a preparar las chuletas que pensaba hacer a la parrilla. Lali se había ofrecido a preparar algunos aperitivos y el postre antes de ir a su casa y él había aceptado, preguntándose por qué ella no habría querido prepararlas en su rancho cuando él se lo había ofrecido.
Sin embargo, él estaba intentando no pensar en Lali. No quería reconocer que casi se había dejado llevar por la emoción cuando la había visto en la tienda de novias esa tarde.
Había sido toda una conmoción para él verla con ese vestido blanco de princesa. Lali era la viva imagen de una mujer a quien amar y conservar.
Pero, a fin de cuentas, ella no era suya. Ni lo era su bebé. Así que, por mucho que él hubiera querido formar parte del momento, cuando la había visto mirarse al espejo como si hubiera estado protagonizando una fantasía hecha realidad, había sido capaz de mantener las distancias a tiempo.
De todos modos, no podía olvidar la expresión de Lali cuando había apartado la mano para no tocarle el vientre.
¿Se habría sentido decepcionada?
Alguien llamó a la puerta principal, sacando a Peter de sus pensamientos. Cuando abrió, se encontró con Lali vestida con un abrigo de lana informal, una falda tableada, botas y un jersey oscuro, un poco más ajustado que los que solía usar. El bebé podía adivinársele bajo el tejido de punto.
—Entra —invitó él y se hizo a un lado, fingiendo naturalidad.
Ella tenía las mejillas enrojecidas por el frío. En las manos, llevaba un par de bolsas de la compra, cargadas con la comida que le había prometido.
—Podías haberlo preparado todo aquí —comentó él, repitiéndose.
—En mi cocina, sé dónde está todo, por eso me pareció más práctico cocinar en casa.
Casa.
Aquélla no era su casa, se recordó Peter. ¿Pero por qué le molestaba que no fuera así?
Lali esbozó una sonrisa educada y distante. ¿Habría preferido cocinar en su propia cocina para mantener las distancias con él?, se preguntó Peter. ¿Y qué significaría su sonrisa, dulce, pero lejana?
Detrás de ella, Peter vio a Pablo y a Maria aparcando delante de la casa. Él levantó la mano para saludarlos y entrecerró la puerta para mantener el calor. Luego, tomó las bolsas de las manos de Lali y la ayudó a quitarse el abrigo.
Pronto, los invitados se presentaron en la puerta, saludando a Peter y a Lali con sincera amistad. Pablo tenía la edad que su primo y sus mismos ojos verdes. Pero su pelo no brillaba como el de Peter, y era mucho más alto, por lo menos medía veinte centímetros más. Su esposa, Maria era una belleza rubia de piel luminosa y ojos verdes, brillantes por la felicidad que había encontrado junto a Pablo.
Los cuatro se dirigieron a la cocina, donde Maria levantó el envoltorio de plástico que cubría un plato con fruta y queso. Lali descubrió lo que ella había llevado: aperitivos que incluían albóndigas a la barbacoa, castañas envueltas en beicon y una bandeja de apetitosos y esponjosos brownies. Además, había llevado sidra sin alcohol para las embarazadas.
Peter había comprado sidra, también. ¿Había creído Lali que se había olvidado de sus necesidades?, se dijo él.
¿O, tal vez, era una mujer demasiado independiente?
Los hombres tomaron unas cervezas del frigorífico, mientras las mujeres comenzaban una conversación sobre sus embarazos. Bajo su jersey de punto y sus pantalones vaqueros de premamá, el vientre de Maria era mucho mayor y más redondo que el de Lali. Sin embargo, Lali parecía satisfecha con que su abdomen no se hubiera hinchado todavía, observó Peter. Él pensó que a la mayoría de las mujeres les desagradaría no tener el aspecto que se esperaba de ellas con un embarazo de siete meses. Pero a Lali, no.
Peter sirvió sidra a las mujeres, luego se reunió con Pablo en el salón, que tenía una chimenea de piedra, lámparas de madera y una cornamenta de alce colgada en la pared. Era el típico cuarto de estar de un hombre soltero y él se preguntó si Lali intentaría deshacerse de algunas cosas cuando se mudara allí.
Ella no tenía ni idea de lo poco que a él le costaría aceptarlo.
Pablo y Peter se sentaron en un sofá de cuero, observando a las mujeres a través de una ventana que daba a la cocina.
A pesar de sus reflexiones anteriores, Peter tuvo la sensación de que Lali parecía en su hogar allí. Podía imaginarla como su esposa, tomando posesión de cada habitación.
¿Y eso que le importaba?, se dijo Peter. Pero tuvo que reconocer para sus adentros que, a veces, se sentía como si hubiera una habitación vacía dentro de su corazón, un espacio que llevaba deshabitado demasiado tiempo…
—Dentro de poco, Lali cocinará aquí a diario —comentó Pablo—. ¿Cuándo se muda?
Cuando Peter le había pedido a su primo que fuera su padrino en la boda, también le había contado la verdad sobre su matrimonio. Siempre habían estado muy unidos después del asesinato que había tenido lugar en la familia y él era en quien Peter más confiaba. Eso implicaba que Maria también lo sabría. Nadie más, a excepción de los Lanzani y Julia, sabían que era una farsa. Cuanta menos gente estuviera al tanto de sus asuntos privados, mucho mejor.
—Traeremos las cosas de Lali después de la boda.
Pablo meneó la cabeza.
—Todavía no puedo creerlo. Tú, casado. Pero es lógico que hagas las cosas a tu manera. Va a ser una boda muy rápida. Para eso, podríais haberos fugado juntos.
—La boda no va a ser nada especial. Sólo será una fiesta con un par de sí quieros.
Pablo no dijo nada, se limitó a darle un trago a su cerveza. No hacía falta ser un genio para adivinar que no estaba de acuerdo con cómo Peter exponía las cosas.
—¿Tu madre y tu padre asistirán a la ceremonia? —preguntó Pablo tras un momento.
Peter había contactado con sus padres por separado. Uno vivía en Billings y el otro en el estado de Idaho. Ambos se habían quedado petrificados al conocer la noticia.
—Mi madre me ha regañado por avisarle con tan poco tiempo —señaló Peter—. Había planeado hacer un largo viaje a Italia, para el que ha estado ahorrando durante mucho tiempo. Llevaba toda la vida queriendo viajar allí, así que no le he insistido para que venga.
—Pero vas a casarte, Peter —replicó Pablo. Entonces, tuvo que recordarse a sí mismo que no sería más que un falso matrimonio.
Peter se puso tenso.
—Mi madre dice que vendrá si se lo pido, pero tengo la sensación de que sería más fácil para ella si mi padre no asistiera.
—¿Sigue con eso? ¿Todavía te obliga a elegir entre los dos y lo considera una traición si no te prestas al juego?
—Eso me temo.
Peter había intentado ocultar cuánto le afectaba, pero su expresión lo delató. Pablo se percató de ello.
—Ya verás, los dos asistirán. Tu madre no se atrevería a perderse el gran día de su hijo, aunque no tenga ni idea de que es un… —dijo Pablo y se interrumpió antes de pronunciar la palabra «engaño».
Peter se encogió de hombros. No iba a dejar que su madre y sus desavenencias con su padre echaran a perder la boda o sus planes.
—Tantos años después de su divorcio, cualquiera esperaría que hubiera aceptado y perdonado sus diferencias con mi padre.
—La tía Claudia siempre fue muy rencorosa. Pero acabará entrando en razón, Peter.
—No estoy tan seguro.
Peter se giró hacia la cocina con la excusa de ir a ver qué tal estaban Lali y Maria. En realidad, lo que quería era escapar de aquella conversación.
Echó un vistazo a los platos que las dos mujeres habían preparado, mientras reían juntas y comentaban anécdotas de sus embarazos.
—¿Nos sentamos ya? —propuso Peter.
Maria pasó delante de él y Lali llevó el resto de los aperitivos.
—La verdad es que sí tengo ganas de sentarme —dijo Maria.
Pablo sonrió mientras observaba a su mujer acercándose. Luego, se sentó a su lado.
—Vaya, habló una mujer que no puede parar quieta.
—Eh, he aceptado dejar las clases de equitación por el momento. También se me da bien descansar —se defendió Maria.
—Se te da bien cualquier cosa que te propongas —replicó Pablo y se inclinó para besarla en los labios con suavidad, sonriendo.
Peter intentó no mirar a Lali, sabiendo que se suponía que él también debía besarla de vez en cuando, ya que se esperaba de ellos que fueran unos tortolitos igual que Maria y Pablo.
Sin embargo, Peter se contuvo y recordó su conversación con Julia.
No pensaba cruzar esa línea.
A menos que Lali le hiciera una señal.
Su propio pensamiento lo sorprendió y no pudo seguir evitando mirarla. Lali se había sentado en la silla de cuero que había frente a la suya. Tenían la gran mesa de roble entre ellos, pero las distancias parecieron desaparecer por completo cuando sus ojos se encontraron.
A Peter le pareció que la habitación se hacía más pequeña, acercándolo a Lali, apretándolo contra ella…
Lali fue la primera en apartar la vista, con el ceño fruncido.
Algo estaba pasando entre ellos. ¿Pero qué?, se preguntó Peter.
Ella sirvió un plato con aperitivos.
—Pablo, has hecho un trabajo excelente con el complejo turístico —comentó Lali—. Es un lugar fantástico. Entiendo por qué tiene tan buena reputación.
—Hago lo que puedo —contestó Pablo, mientras Lali le tendía el plato.
Lali estaba actuando como la anfitriona perfecta, observó Peter. Maria, por su parte, se había servido a sí misma, llenando su plato con una amplia sonrisa.
—El resort volverá a conocer buenos tiempos —señaló Peter.
—¿Lo dice el político o sólo un ciudadano optimista de Thunder Canyon? —preguntó Pablo.
—Los dos a la vez —afirmó Peter—. ¿No conocéis la historia del granjero de la antigua Roma que tuvo que abandonar sus campos para cumplir con su deber como senador? Cumplió con su llamado, pero no lo hizo por dinero ni por fama. Lo hizo porque era lo correcto. Porque sus vecinos necesitaban que alguien hablara por ellos. Y, después de cumplir su tarea como senador, regresó a su granja y retomó sus cultivos —explicó y asintió—. Ésa es la clase de político que me gustaría ser… así deberían ser todos. Ése es un verdadero héroe.
Lali lo estaba mirando con un brillo especial en los ojos. Podría significar admiración, pensó él con el pecho henchido.
¿Cómo sería levantarse cada mañana viendo esa expresión en el rostro de alguien?
En el rostro de Lali…
Maria los estaba observando a los dos, como si hubiera adivinado lo que querían decir sus miradas. Lali rompió el silencio.
—¿Qué te hace responder la llamada del deber, Peter? ¿Por qué decidiste presentarte a las elecciones?
Pablo inclinó la cabeza. Él ya lo sabía. Y Maria, también.
Lo cierto era que Peter no le había contado a Lali muchas cosas de sí mismo. No había necesitado hacerlo, pero no pudo contener las palabras, azuzado por la rabia que sentía cada vez que recordaba la clase de cosas que nunca deberían tolerarse en el mundo.
—¿Recuerdas lo que pasó en Callister Breaks?
Lali apretó los labios y asintió, lamentando haber sacado el tema. Pero era demasiado tarde. Peter continuó.
—Unos asesinos se llevaron las vidas de mi tío John y de Andre Julen y no pasa un solo día sin que lo recuerde. Ni siquiera puedo imaginarme lo que deben de sentir Pablo y Maria.
Ellos habían descubierto sus cuerpos. Pablo era entonces un joven recién salido de la universidad y Maria había sido sólo una adolescente. Ningún niño debería ver jamás a su padre así, ensangrentado, atado…
Peter apretó la botella entre las manos, mientras Lali se volvía hacia Maria y Pablo.
—Lo siento mucho.
Pablo se recostó en su asiento, tomando la mano de su esposa.
—He tardado, pero he conseguido aceptarlo.
—Pero no lo olvidaremos —intervino Peter—. Porque después de ese día el mundo cambió. Se hizo pedazos. Yo tardé mucho en averiguar cómo podía recomponerlo. Entonces, vi que había gente como Pablo, esforzándose en hacer de Thunder Canyon un sitio mejor, ayudando a convertirlo en un pueblo próspero y dando lo mejor de sí mismo. Y como tú, Lali, personas que salían de sus casas para intentar ayudar a la comunidad a través de sus acciones. En ese momento me di cuenta de que yo podía hacer lo mismo. Podía cambiar el mundo.
Cambiar las cosas.
¿Y qué pasaba con él mismo?, se preguntó Peter sin poder evitarlo. ¿Acaso no debía hacer algunos cambios en su interior, igual que pensaba transformar las cosas en Thunder Canyon?
Pablo cambió de tema con delicadeza.
—Por un Thunder Canyon mejor —brindó Pablo.
Todos brindaron con sus bebidas, aunque a Peter no le pasó desapercibido que Lali se había quedado demasiado callada. Ella no abrió la boca apenas durante el resto de la noche, como si lo que había oído la hubiera afectado.
Tal vez, ella se estaba implicando demasiado. Y él también, reconoció Peter.


La semana siguiente pasó volando y Lali no pudo hacer nada para impedirlo.
Había acudido a varias citas con la modista para arreglar el traje de novia y había llamado a sus damas de honor para informarles de que no era necesario que fueran vestidas igual, sólo tenían que llevar ropa del mismo color: azul cielo. También había tenido unas cuantas reuniones con Julia y con Trisha, la encargada de planificar la boda, para asegurarse de que todo fuera bien.
El mismo día de la boda, Lali respiró hondo, decidida a seguir adelante con todo, a pesar de que, desde que habían cenado con Pablo y Maria, albergaba muchas dudas.
En ese momento, sentada en la habitación de invitados de casa de Peter, se volvió a colocar los rizos y el tocado al que iba unido el velo. En el espejo, la habitación le parecía un lugar mágico, como salido de un sueño.
Aquél sería su dormitorio oficial cuando se mudara con Peter, aunque todavía no había llevado sus objetos personales.
Iba a tener su propio dormitorio, se dijo Lali. Y estaría justo en frente del de Peter.
Candela se acercó a ella por detrás, posando las manos en los hombros de su amiga. Como dama de honor, llevaba un vestido azul cielo de terciopelo que Peter había insistido en pagar.
Fuera, se oía la música, tocada por una banda de country. Estaban tocando ¿Quieres bailar conmigo?, una canción de amor que se había hecho popular desde hacía años.
—Algo te preocupa desde el fin de semana pasado —observó Candela.
Lali todavía no le había hablado a su amiga de la cena, pero le pareció el momento adecuado. La habitación, con sus paredes blancas y sus cuadros de paisajes campestres, tenía cierto aire de confesionario.
Era su última oportunidad en aquella absurda montaña rusa.
—Nunca pensé que Peter pudiera ser más que… —comenzó a decir Lali, sin saber cómo terminar la frase.
Candela esperó.
—… un hombre —continuó Lali y pensó que eso no explicaba nada—. Lo que quiero decir, es que Peter era… es un hombre al que todo el mundo admira. Ese tipo sonriente que sale en los pósters que abarrotan el pueblo. Nunca habíamos hablado de nada profundo. Yo no le había contado mucho sobre Alan, pero… el fin de semana pasado…
—Ah —dijo Candela—. Algo salió a la luz.
—Conocí un nuevo aspecto de él.
Y Lali no había sabido qué hacer después. La charla durante el resto de la cena se había vuelto mucho más superficial. Todos se habían comportado como si esa conversación sobre los asesinatos nunca hubiera tenido lugar.
A lo largo de la semana, cada vez que Lali había ido a visitar a Peter a la sede de su campaña o cada vez que lo había acompañado en sus actos públicos, se había sentido atrapada en una especie de limbo. En una ocasión, hacía unos días, mientras habían comido en The Hitching Post, ella había intentado sacar el tema de aquella cena. Sin embargo, Peter había conseguido cambiar de cuestión con una de sus seductoras sonrisas.
—No te preocupes por nada —la había tranquilizado Peter.
¿Pero por qué iba a preocuparse, cuando su bebé y ella estarían lejos de todo pronto?
—Me había convencido a mi misma de que Peter no era complejo —explicó Lali a Candela—. Pero no es verdad.
—Es más fácil cuando se comporta sólo como un hombre encantador, ¿verdad?
—Mucho más fácil —afirmó Lali, tomando en su mano una botellita de perfume con aroma a miel. Sin embargo, en ese momento, el olor le revolvía el estómago—. Nunca había pensado en lo mucho que Peter y su familia habían sufrido. En comparación con él, mi vida ha sido un camino de rosas.
Tal vez, Arthur Swinton tenía razón cada vez que acusaba a Peter de comportarse como un depredador persiguiendo a una chica trece años más joven, pensó ella.
—Quizá, esto ha sido una mala idea —reconoció Lali.
O, tal vez, lo que pasaba era que ella temía haber subestimado tanto a Peter.
Igual que había subestimado sus sentimientos hacia él…
Candela le apretó los hombros a su amiga.
—Como ya sabes, nunca he comprendido por qué elegiste un matrimonio falso en vez de ser madre soltera. Podría ser sólo el comienzo de tus problemas, Lali.
Ella no podía discutírselo. ¿Sería seguir con el plan más fácil que contarle la verdad a su familia? ¿Habría sido capaz de sacar adelante a su hijo sola?
Lali sintió que el bebé se movía en su interior y, dejándose llevar por su fantasía, imaginó que el niño estaba buscando a Peter. Su intuición le decía que al pequeño le gustaba Peter. Aunque sabía que, lo más probable, era que sólo quisiera justificar la elección que había tomado.
Por otra parte, sin embargo, había habido veces en las que se había sentido por completo satisfecha con Peter. Más que eso. Se había sentido feliz. Como cuando se había sentado en el parque y él le había puesto la mano sobre el vientre y ella se había preguntado «¿qué pasaría sí…?».
La banda comenzó a tocar el Canon en D de Patchelbel. Era la señal para que Lali saliera.
Le había dado a Peter su palabra.
Iba a hacerlo por el bebé.
Por…
Sin saber cómo completar aquel pensamiento, Lali se levantó de la silla, sujetando el ramo en una mano y tocándose el vientre con la otra. Durante la semana anterior, su abdomen se había hinchado mucho y su redondez se percibía claramente debajo del vestido.
—Vas a hacerlo de verdad —dijo Candela, sin poder creerlo.
—Lo prometí.
Y era por eso por lo que iba a seguir adelante, ¿o no?, se preguntó Lali.
Candela se guardó sus objeciones para sus adentros y salieron juntas de la casa. El cálido y despejado día las recibió, mientras la banda tocaba el clímax del Canon en D. El padre de Lali la había estado esperando para acompañarla al altar preparado al aire libre.
Entre las balas de paja que hacían de asientos, Lali reconoció a varias amigas del instituto, sonriendo a pesar de lo sorprendidas que estaban por la noticia de la boda y del embarazo.
Daba la sensación de que casi todo el mundo de Thunder Canyon estaba allí. Lali vio a Agustín Sierra, que parecía estar pensando en su propia boda, que sería pronto, mientras sostenía a Emilia en sus brazos y observaba a Candela con ternura. A su lado, sus primos Dax y DJ estaban sentados con sus esposas e hijos. Marlos Cates y Haley Anderson, la coordinadora de Raíces, también habían asistido. Matt estaba sentado junto a su hermano gemelo, Marlon.
Lali posó la mirada en Pablo, el padrino del novio.
Y, luego, en Peter.
Su cuerpo se incendió de deseo al descubrir en él la misma mirada que le había dedicado en la tienda de novias, cuando la había visto con el vestido por primera vez.
Pablo le dio un codazo a su primo, pero la expresión de Peter no cambió.
Era el hombre más guapo del mundo, con un frac negro y su sombrero.
Parecía todo un caballero vaquero.
Y era suyo.
En ese momento, a Lali le pareció que esa afirmación era cierta y deseó caminar hacia el altar todo lo rápido que pudiera, impaciente por estar a su lado y sentir el cosquilleo que siempre le provocaba su cercanía.
Cuando comenzó la marcha nupcial, Lali dio el primer paso hacia Peter, del brazo de su padre.
Y un paso más.
Entonces, el tiempo pareció desvanecerse ante ella, sumida en un profundo ensimismamiento hasta que el párroco dijo:
—Puedes besar a la novia.
Peter se giró hacia ella y le levantó el velo, plegándolo hacia atrás.
A Lali se le aceleró el pulso mientras Peter inclinaba la cabeza hacia ella, con esa sonrisa que parecía querer decirle que no se preocupara por nada.
Cerrando los ojos, Lali sintió el contacto de sus labios, cálidos y suaves y se sumergió en un beso que no tenía nada que ver con el resto de los besos que había experimentado en su vida.
Rodeándole el cuello con un brazo, ella lo apretó contra su cuerpo, rindiéndose al deseo mientras saboreaba a su nuevo esposo. Sabía a menta… y a cómo podían haber sido las cosas si de veras se hubiera reencontrado con él en Bozeman…
Entonces, Peter la tomó en sus brazos, ante los enloquecidos aplausos de los presentes.
Entre vítores, Lali apartó su boca de la de él para tomar aliento.
Peter la sonrió con una mirada picara en los ojos.
Su aspecto era el de un hombre que quería mucho más que un beso.
Cuando él la dejó en el suelo, Lali se llevó la mano a la cabeza, como si con eso fuera a conseguir mantener el equilibrio. Y la compostura.
Todavía sentía un delicioso cosquilleo en los labios y tenía el pecho constreñido, como si le hubieran sacado todo el aire de los pulmones.
Ella miró a sus familiares y amigos, que estaban todos aplaudiendo con alegría. Todos la veían como una verdadera novia.
Lo cierto era que Lali se sentía así también y quiso disfrutar de tan maravillosa sensación, sabiendo que pronto terminaría.
* * *
Después de la ceremonia y de la sesión fotográfica, Lali se excusó para ir a la casa a refrescarse.
Peter seguía bajo el encantamiento de aquel beso en el altar.
Mientras esperaba en el salón, Peter no podía dejar de pensar en eso.
Ese beso… Le había roto los esquemas, pues no había estado preparado para nada así. Había sido, al mismo tiempo, suave y como un terremoto. Y él no tenía ni idea de cómo era eso posible.
Debía mantener la compostura, se dijo a sí mismo, sentándose en el brazo del sofá.
Debía recordar lo que Lali era para él.
Entonces, ella apareció delante de la puerta.
Era como si estuviera delante del altar de nuevo, pensó Peter y el corazón le dio un brinco, al mismo tiempo que su cuerpo ardía de deseo.
Lali se había quitado el velo y unos cuantos rizos le caían sobre el cuello. Pero seguía llevando el ramo de flores silvestres, del que no dejaban de caerse pétalos a cada momento.
Cuando Peter recuperó el aliento lo suficiente como para hablar, levantó un dedo.
—Una cosa más antes de que salgamos ahí fuera.
Él alargó la mano hacia un viejo sombrero vaquero de paja que había pertenecido a su abuela. El adorno de plumas marrones, blancas y negras le daba un toque muy personal.
—Algo prestado —dijo él y se acercó a Lali para ponérselo.
Algunas mujeres se habrían preocupado porque las despeinaran, pero Lali, no.
—¡Me encanta! —exclamó ella, riendo.
—También era de mi abuela.
Lali se mordió el labio inferior, mirando a Peter a los ojos. Él se estremeció.
—Tenemos que agradecerle muchas cosas, ¿no? —comentó ella—. Primero, el anillo. Ahora…
—Si estuviera aquí, te aseguro que te pediría que le devolvieras el sombrero después de usarlo —bromeó él, intentando darle un toque superficial a la conversación. No quería meterse en terreno emocional. Lo había decidido el fin de semana anterior, cuando había comprendido que le había revelado demasiado sobre quién era él en realidad.
Peter le ofreció su brazo y ella se lo tomó.
—¿Vamos?
Ella asintió y, de pronto, los dos retomaron su papel original: el de un novio y una novia casados por conveniencia.
Salieron por la puerta trasera de la casa, donde estaba colocada la banda. El aire estaba impregnado de humo de la barbacoa y de los gritos de alegría de la multitud. A su derecha, el arroyo fluía con suavidad. Había varias parejas en la orilla con sus bebidas en la mano, esperando que salieran los recién casados para brindar con ellos. A la izquierda, los niños corrían con los juegos que Trish había preparado para ellos: búsqueda del tesoro, tiro de herradura y echarle el lazo a un caballo de paja.
Enseguida, Peter se separó de Lali cuando empezaron a saludar a los invitados, que se acercaban a felicitarlos sin tener ni idea de la causa real de aquella boda.
Él le lanzó una mirada a Lali, echándola de menos por alguna extraña razón, a pesar de que apenas estaba a un metro de distancia. Tal vez, los asistentes se habían percatado de aquellas miradas furtivas y, por eso, no les costaba en absoluto creerse esa farsa.
Cuando Peter la sorprendió mirándolo también, se le encogió el corazón y se le aceleró el pulso.
Maria y Pablo fueron los primeros en acercarse y pusieron toda su fuerza de voluntad en no hacerle ningún comentario de desaprobación a Peter.
Connor McFarlane y su prometida, Tori Jones, fueron los siguientes. Luego, se acercó Agustín Sierra, el prometido de Candela, que le estrechó la mano con fuerza a Peter.
—Felicidades —dijo Sierra.
—Lo mismo te digo, por tu boda del mes que viene —repuso Peter—. ¿Estás nervioso, amigo?
—Nada de eso —contestó Sierra—. Además de casarme con la mujer de mis sueños, voy a tener a mi familia de vuelta en el pueblo. Mi hermano Corey y los demás Sierra de Texas. Thunder Canyon no va a saber qué hacer con nosotros.
Siguió acercándose gente, incluidos los hermanos de Lali, que le estrecharon la mano a Peter con cierta reticencia.
—Más te vale cuidarla —advirtió Vico.
Gas, más silencioso, sólo asintió, aunque Peter sabía que pensaba lo mismo que Vico. Nico lo miró de arriba abajo antes de darle la mano, luego se acercó a su hermana y le dio un fuerte abrazo.
Y llegó más gente.
Cuando llegó el turno de Carlos Esposito, el viejo incluso le dio un abrazo de suegro a Peter.
Después de saludar a lo que parecían cientos de personas, apareció el hombre más importante en la vida de Peter.
Cuando vio a su padre, con su piel arrugada, su pelo gris y el traje negro que había estado llevando a la iglesia cada domingo durante décadas, lo estrechó con fuerza entre sus brazos. Lo había saludado justo antes de la ceremonia, pero aprovechó para hacerlo de nuevo con entusiasmo.
—¡Eh! —dijo Juan Lanzani—. ¿Es que esperabas que me fuera antes de que se sirviera la tarta?
—No. No me dejarías solo con todo esto.
Su comentario delató la mayor desilusión de Peter: que su madre no se hubiera presentado. El desamor era una de las consecuencias del fracaso del matrimonio de sus padres. Por suerte, su propio matrimonio terminaría pronto y no le pasaría lo mismo, pensó.
Su madre había decidido que no asistiría a la boda si Juan lo hacía. Había esperado que Peter eligiera entre ella y su ex marido y, como él no lo había hecho, lo estaba castigando con su ausencia.
Pero él sobreviviría. Llevaba años enfrentándose a eso.
Peter se acercó a Lali y le puso la mano en el brazo. Ella se giró hacia él, sin aliento. Había estado hablando con Candela, que se apartó un poco con prudencia, mirando al novio con cierto recelo.
Sin embargo, Peter estaba demasiado emocionado por tener allí a su padre como para darle importancia al gesto de Candela.
—Lali, ¿recuerdas a mi padre?
—Sí —respondió ella con una amplia sonrisa—. Muchas gracias por venir, señor Lanzani.
Su padre abrazó a Lali con el cariño de un padre que no había pensado nunca en tener una nuera en la familia, sobre todo, una tan encantadora como ella.
Peter se sintió mal. Iba a decepcionar a su padre cuando su matrimonio se rompiera, dentro de seis meses.
A menos que…
Nada de eso, se reprendió a sí mismo. Cambiar Thunder Canyon era una cosa, pero cambiar su propia forma de vida y consentir que alguien accediera a su corazón era otra por completo distinta.
No iba a dejar que eso sucediera. Jamás se permitiría enamorarse como había hecho su padre.
—Bienvenida a la familia —le dijo Juan a Lali.
Era una pena que su madre no estuviera allí para decir lo mismo, pensó Peter.
Entonces, Lali lo miró y él supo que se había dado cuenta de que algo le estaba apenando.
Su expresión debía de estar delatando su tristeza, se dijo él.
Tragándose su decepción, Peter sonrió y rodeó a su padre con el brazo, fingiendo que aquella nueva familia iba a durar.
Y, en el fondo de su corazón, deseando que fuera posible.

4 comentarios:

  1. Mucha paciencia vamos a tener que tenerles a estos dos...que tortugas dios!!!!
    Bueno por lo menos se dieron el primer beso y les ENCANTO!! jajajaja
    Me encanto el cap!!! Sabes que quiero mas no???
    Te amo sister!!!!

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  2. Bueno se besaron y les E N C A N T O!!! El no para de pensar en ella y ella en el pero porfavor no sean lentos ni tortugas y digan que se amen por dios!!!
    Me encanto el cap y ya debes saber pero QUIERO MAS!!! jajaj
    Besitos

    Ines

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  3. Ya adelantamos bastante con el beso, solo falta q empiezan a sumir los q les pasa1 Más!!

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  4. Ellos mismos se contradicen en sus pensamientos todo el tiempo.Los dos piensan igual ,y sienten igual pero son cortitos.

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