viernes, 6 de julio de 2012

Capitulo Dos!




Holaaaaa!! Chicas! Muchas gracias!! En serio, gracias por firmar! Y me alegro mucho de que les guste!
Paso para decirles que como este fin de semana es seguro que no pueda subir porque me toca trabajar, pensé en dejarlos un cap larguito hoy. Y desearles un fin de semana feliz y lleno de sorpresas!! 
Una vez mas, gracias de corazón!
Gracias por leerme!! Besos, Vero!



                                              CAPITULO DOS





Después de que les dieran el resto de la comida en unas fiambreras, Lali se despidió de Candela en la entrada del restaurante. Su amiga tenía que ir su despacho en el complejo turístico para recoger unas carpetas que debía llevarse a casa.
—Al menos, no vamos a olvidar esta noche tan fácilmente —comentó Candela mientras se ponían los abrigos.
Lali no olvidaría la noche en que Peter Lanzani había salido de la nada para pedirle matrimonio, no.
Entonces, Lali empezó a reírse… Sus carcajadas eran de incredulidad y contagiaron a Candela hasta que las dos acabaron llorando de risa.
Ella, Lali la perfecta, casada por conveniencia y a toda prisa. Era impensable, se dijo Lali.
Y su risa se desvaneció.
Casada con Peter Lanzani…
—Me parece como si lo hubiera soñado —comentó Lali, abotonándose el abrigo—. Peter Lanzani al rescate.
Su nombre. Sólo decirlo le parecía… emocionante. Como si fuera agradable recordar su sonrisa y el brillo de sus ojos verdes. Si se hubiera tratado de cualquier otro hombre, Lali habría salido huyendo de él y su extraña oferta como de la peste, pero ella conocía a Peter y confiaba en él.
Y le gustaba un poco, también.
Lo cierto era que, en el pasado, le había gustado mucho.
Pero eso había sido hacía muchos años, cuando ella era una niña. Ahora, los dos habían crecido. Ella se había convertido en una futura mamá y él…
Lali no podía encontrar una buena descripción para Peter.
¿Cabeza dura? ¿Charlatán?
Lo único que Lali sabía seguro era que todavía sentía un cosquilleo en la piel al pensar en él.
—Sí, Peter al rescate —repitió Candela.
Cuando Candela hizo una pausa, Lali pensó que era porque dos mujeres se habían acercado a la entrada del restaurante y su amiga quería ser discreta y esperar que se fueran antes de seguir hablando. Sin embargo, Candela esbozó un gesto pensativo, frunciendo el ceño.
El frío aire de octubre le sopló a Lali en las mejillas. Las otras dos mujeres se fueron.
—Aunque Peter se haya presentado de forma extraña, creo que ha sido sincero. No puedo explicarte por qué. Tal vez, como he trabajado con él, tengo la sensación de saber qué clase de persona es… Es un tipo honesto.
Lali pensaba lo mismo. Había aprendido a distinguir cuando alguien se estaba echando un farol, aunque en el caso de Alan lo hubiera descubierto demasiado tarde.
Peter era diferente, pensó Lali. Durante unos instantes, incluso, no lo había visto como a un loco y había sopesado su oferta.
Podría darle un futuro sin preocupaciones económicas a su hijo. Y su familia la respetaría, si podía mantener en secreto su desliz con Alan…
Además, había algo más que le rondaba la cabeza, algo a lo que Peter no se había referido. Su padre era un hombre chapado a la antigua. ¿Qué pensaría de su bebé si nacía fuera del matrimonio?
Al casarse, su hijo sería legítimo.
La verdad era que de esa manera, prometiéndose con un ranchero acomodado y candidato a alcalde, resolvería muchos de sus problemas, caviló ella.
Candela le puso la mano en el brazo, como para frenar el tren de sus pensamientos, que iba a toda velocidad.
—Aunque Peter fuera sincero, piénsalo bien. Significaría casarte por dinero y para salir de un aprieto, no sería un matrimonio por amor —comentó Candela.
—En algunas culturas, el matrimonio no es más que un trato de negocios —dijo Lali antes de que pudiera pensar sus palabras.
Candela ladeó la cabeza con curiosidad y Lali sonrió, para fingir que bromeaba.
¿Pero no era así?
Su amiga sonrió también.
—En cualquier caso, pienso mantener en secreto su proposición —aseguró Candela—. Peter es bueno para el pueblo y no quiero darle ventaja a su oponente diseminando rumores sobre él.
—Parece que no te importa tener un alcalde con mente de mercenario.
—Si pensara que Peter es más peligroso que Arthur Swinton, habría encabezado un comité para echarlo del pueblo.
Las dos amigas caminaron juntas hasta que Lali le dio un abrazo a Candela y se separaron. Luego, se dirigió a su coche, una ranchera azul destartalada que parecía fuera de lugar en el resort, donde casi todos los turistas llevaban lujosos coches nuevos.
Los pasos de Lali resonaron en la calzada, mientras su larga falda amplia le rozaba las piernas y se abrazaba a sí misma.
Sin Candela a su lado para hacer de voz de la conciencia, las palabras de Peter no dejaban de resonarle en la cabeza. Y, cuanto más pensaba en ellas, más sentido le parecía que tenía su oferta.
Lali aminoró el paso. Ella, una estudiante excelente y una voluntaria dedicada al servicio de la comunidad… ¿en qué se había convertido? Toda su vida había cambiado cuando había conocido a Alan.
¿Cómo se enfrentaría al presente para salir adelante?
Mientras buscaba las llaves del coche en el bolso, sintió una patada en el vientre.
Se detuvo, llevándose la mano al abdomen.
¿Tenía algo que decir su bebé respecto a la oferta de Peter?
¿Estaría intentando decirle a su madre que le encantaría vivir una vida con todo tipo de comodidades y tener dinero suficiente para ir a la universidad? ¿Le estaría aconsejando no elegir ser una madre que tuviera que apretarse el cinturón para llegar a fin de mes?
¿Querría su hijo o hija tener un padre que le diera su apellido?
El bebé le dio otra suave patadita y Lali sintió un nudo en la garganta.
Serían seis meses nada más. Eso había dicho Peter. Sólo seis meses y, luego, tendría asegurada la estabilidad económica para su bebé.
Aunque no tendría un verdadero padre. Lali dejó caer la mano y empezó a caminar de nuevo, pero un sonido a su espalda la detuvo. Era un hombre aclarándose la garganta. Antes de girarse, ella adivinó que era Peter. Podía sentir su presencia en la piel, en el pulso acelerado.
Despacio, Lali se volvió y lo encontró parado bajo la luz de la luna, con el sombrero tapándole todo el rostro excepto su fuerte mandíbula. Con esas anchas espaldas podría, con facilidad, ayudarle a llevar su carga, pensó ella.
Pero el orgullo o, tal vez, el sentido común hicieron que Lali volviera a la realidad.
—No te rindes, ¿verdad?
Peter se colocó la mochila con el portátil al hombro y dio un paso hacia ella con actitud segura, sin dejar que el gesto de molestia de ella lo acobardara.
—Sólo quiero asegurarme de que llegues a tu coche sana y salva.
—Gracias, pero no es necesario.
Lali empezó a caminar de nuevo. Peter sólo necesitó dar un par de pasos con sus largas piernas para alcanzarla. Entonces, ella se sintió envuelta en su tentador aroma, a jabón, a su cálida piel de hombre.
A Lali le dio un brinco el corazón y, peor aún, sintió un cosquilleo entre las piernas.
—No pretendía asustarte —dijo él—. Lo que pasa es que no me gusta esperar y pasarme toda la noche sin dormir dándole vueltas a algo. Cuando veo que una situación necesita solución, hago lo mejor que puedo para arreglarla.
—No necesito soluciones, Peter.
Aquella mentira le pareció casi tan grande como la que le había dicho a su padre hacía unas horas, cuando se había inventado que su prometido iría pronto a encontrarse con ella.
Sin darse cuenta, Lali aminoró el paso. Un observador ajeno, incluso, podría pensar que Peter y ella estaban caminando juntos como una pareja, sin prisa por alejarse el uno del otro.
Pero cuando Lali se dio cuenta, ya estaba delante de su ranchera. Sujetó las llaves en la mano.
—A pesar de que haya rechazado tu oferta, te deseo suerte en tu campaña —dijo ella—. Los que queremos lo mejor para Thunder Canyon y no queremos que Swinton siga en el poder.
—A menos, aunque no tenga tu mano, tengo tu voto.
Cuando Peter sonrió, a ella le temblaron las piernas.
Peter Lanzani.
Maldición, era un hombre imponente. Incluso el modo en que estaba allí parado, con su lenguaje corporal hablando por él, hacía que ella se derritiera.
—Sospecho que, si se te da tan bien hacer cambios como hablar de ello, te las arreglarás bien sin ayuda —comentó ella al fin.
Peter levantó la mano y se echó el sombrero hacia atrás, dejando que la luz de la luna le iluminara el rostro. Sus ojos brillaban con un gesto divertido.
—Viniendo de una mujer que se las arregla tan bien, es un cumplido. Nada más volver al pueblo, empezaste a trabajar como voluntaria en Raíces. Eso le gusta a la gente. Y todos hablan de que serás abogada algún día. Los vecinos de Thunder Canyon están orgullosos de ti, Lali.
Lali se mordió la lengua. ¿Cómo iban a estar orgullosos cuando salieran a la luz todas las mentiras que había estado ocultando?
—No sé si lo recuerdas —comenzó a decir él en voz baja y aterciopelada—, pero cuando te cuidaba hace años, ya tenías una fuerza de carácter que no pasaba desapercibida. Nunca dejabas que tus hermanos mayores se aprovecharan de ti. Incluso tuve que interceder un par de veces cuando les estabas regañando por algo.
—Lo recuerdo —afirmó ella. En una ocasión, Vico, Nico y Gas habían decidido que sería muy divertido meter a su hermana de cinco años en una caja de cartón. Ella había hecho un agujero en la caja y había empezado a gritar a sus hermanos hecha una furia. En ese momento, Peter había aparecido y había roto la caja para que saliera, dándoles una buena reprimenda a los chicos.
Al recordarlo, Lali volvió a sentir la misma emoción que entonces. Su adoración por Peter, su héroe.
También sería el héroe de Thunder Canyon, si terminaba saliendo elegido.
Peter miró hacia las montañas y ella lo observó sin reservas.
Era un soñador y un activista, pensó Lali. Encantador y enamorado de su pueblo.
Nerviosa, Lali rió. Estar allí parada con Peter Lanzani, su amor platónico de la infancia y candidato a alcalde, era demasiado extraño. Por no decir que acababa de pedirle que se casara con él…
Peter se rió también, como si apreciara lo absurdo de la situación.
—Buena suerte, Peter —se despidió ella.
—Tienes que admitir que no soy muy retraído a la hora de resolver un problema.
—No lo eres —replicó ella y suspiró—. Sin embargo, tu solución también habría suscitado muchos problemas nuevos, la verdad.
—Nada que no pudiéramos resolver.
—Oh, Peter. Para empezar, después de estar seis meses casada contigo, mi hijo seguirá sin tener padre.
—He dicho que me ocuparé de que no le falte nada durante el resto de su vida.
—No es lo mismo.
—No, no lo es —admitió él, aunque seguía pensando que su oferta había sido buena.
—Además, si Alan regresara alguna vez a Montana, lo descubriría todo.
—No necesariamente. ¿Qué pasaría si tú y yo hubiéramos empezado a salir juntos mientras tú estabas estudiando, justo después de que Alan te hubiera dejado? ¿Y si lo hubiéramos mantenido en secreto porque tú no querías que la gente pensara que ibas de un hombre a otro así como así? Podríamos decir que lo mantuviste oculto porque te preocupaba mucho guardar las apariencias.
—Le dije a Alan que estaba embarazada. ¿Cómo podría justificar que el bebé sea tuyo?
—Tal vez, podrías decir que te equivocaste al decírselo, que había sido una falsa alarma. Podrías decir que no te quedaste embarazada hasta que él se fue del pueblo y que tu hijo nació prematuro.
Cielo santo, pensó Lali. Ese hombre era capaz de inventarse un cuento… y seducirla con su historia ficticia de amor al mismo tiempo.
Dejarse seducir por Peter…
Lali intentó mantener la compostura. No necesitaban inventarse una historia así. En primer lugar, Alan había decidido dejarlos a ella y al bebé y ella sabía que no volvería. En segundo lugar, ella no iba a aceptar la descabellada oferta de Peter.
Entonces, Lali esgrimió otra razón por la que el plan no funcionaría.
—Luego, el tema de Swinton sería un problema. Tú eres mucho mayor que yo. Él arremetería contra ti, diciendo que eres un asaltacunas.
Peter miró al cielo con gesto de burla.
—Dudo que la gente le dé mucha importancia a eso. ¿Cuántos años nos llevamos? ¿Quince? Eso no es mucho.
—Trece —le corrigió ella sin pensar.
Había hecho las cuentas hacía años, cuando había soñado despierta con el hombre de sus sueños, el mismo que tenía delante. Pero también había barajado nombres como el de Leonardo DiCaprio, así que no se sentía obligada a cumplir sus sueños de la infancia ni nada de eso.
Justo cuando ella pensaba que Peter iba a preguntarle por qué estaba tan segura respeto a los años que los separaban, ella habló de nuevo.
—Además, hay otro problema aún mayor. Nadie va a darle mucha credibilidad al matrimonio entre un candidato a alcalde y una estudiante embarazada. Pensarán que asaltaste el campus de Bozeman o los bares de la zona y eso no hará más que jugar en tu contra.
Peter se rió por su honestidad.
—Aunque yo no estoy diciendo que no me hubiera sentido halagada —añadió ella para suavizar su comentario.
—No me has ofendido, Lali. Lo que pasa es que, cuantas más razones me das, más confirmas mi opinión.
—¿Respecto a qué?
—Que estás hecha para ser esposa de un político.
Qué hombre tan tozudo, pensó ella.
—Peter, yo iba a ser abogado. Soy capaz de detectar los puntos débiles de cualquier situación.
—¿Y qué me dices de la historia que le contaste a tu padre sobre el prometido que vendría a buscarte?
No tenían nada más que hablar, se dijo Lali y se giró para abrir el coche.
—Eh —dijo Peter, acercándose y ayudándola a subir al vehículo—. No me importa lo independiente que seas.
Una vez que estuvo delante del volante, Lali sintió que necesitaba más oxígeno. Su aroma masculino la envolvía. Por si fuera poco, Peter la miró a los ojos a pocos centímetros de distancia, como si adivinara lo que ella necesitaba, aunque no quisiera reconocerlo.
Un padre para su hijo… incluso un padre temporal…
Peter sonrió y ella temió que le hubiera leído la mente. Entonces, él se llevó la mano al sombrero en gesto de despedida, sin dejar de sonreír de esa manera suya tan peligrosa.


A pocos kilómetros de allí, estaba el rancho de los Esposito. Sin embargo, cuando Lali aparcó delante de la casa, una cabaña de madera de los años cuarenta, deseó tener unas cuantas horas de camino más por delante.
Desde la entrada, Lali podía ver la ventana del salón, donde había tenido la discusión con su padre antes de salir para cenar con Candela. La luz seguía encendida.
Intentando calmar sus nervios, Lali salió del coche y entró en casa. Colgó el abrigo en el perchero y apartó con el pie unas botas de trabajo sucias de tierra que había ante la puerta.
Qué bonito. Sus hermanos siempre estaban dejándolo todo por medio. Al menos, se ocupaban de trabajar en el rancho con su padre, aunque vivieran en sus propias casas cerca de ella y sólo acudieran al hogar familiar de visita.
Después de quitarse las botas, inmaculadas, Lali se puso de peor humor aún al pasar junto a unas herramientas tiradas en el suelo delante de una vieja mesita de noche que, al parecer, alguien había decidido reparar y, luego, había abandonado. A continuación, se topó con un equipo de pescar arrumbado al pie de las escaleras.
Hombres.
Justo cuando iba a apartar la caña de pescar, Lali oyó que su padre la llamaba desde el salón.
—¿La?
Frunciendo el ceño, ella se giró.
—Aquí estoy, papá.
Lali lo encontró sentado delante del fuego, ante la chimenea de piedra. Su aspecto de viejo minero de pelo gris e hirsuto encajaba bien con la decoración al estilo del viejo Oeste y los muebles de caoba y terciopelo. Su padre no había cambiado nada desde que su esposa había muerto hacía siete años a causa de un ataque al corazón… ni siquiera las fotos en blanco y negro de su luna de miel. Ni la colorida manta de cuadros que ella había tejido para él.
Se había puesto la manta sobre las piernas, pero Lali sabía que lo hacía más para estar en contacto con lo que su esposa había hecho que porque tuviera frío.
Diablos, era casi como si sus dos padres estuvieran en la habitación, mirándola con gesto alicaído.
Lali también se sentía desanimada, cuando de pronto recordó las palabras de Peter.
«Parece que necesitas un marido tanto como yo necesito una esposa».
Su parte cobarde le dijo que aquella conversación con su padre sería mucho más fácil si hubiera aceptado la oferta de Peter. Pero eso sería ridículo. Habría sido… ¿Una solución perfecta?
—¿Qué tal la cena? —preguntó su padre.
Ella levantó en la mano el envoltorio de comida.
—Bien. He cenado con Candela y te he traído costillas del asador del resort —contestó ella y tuvo la tentación de darse media vuelta e irse, temerosa de enfrentarse a la situación.
—Te fuiste antes de decirme la fecha exacta en que va a venir tu prometido al pueblo, La. Me gustaría hablar con él cuando venga.
«Papá, no te molestes en preparar un discurso», pensó ella.
Debería haberlo dicho.
—Me ha dicho que tardará unas semanas —mintió ella, intentando sonar convincente. Hundiéndose cada vez más en su propia farsa.
—¿No te ha dicho cuándo?
—Por favor, papá, para. Me da la sensación de que piensas que este bebé no tiene nada que ver con el amor… que sólo he tenido un revolcón con su padre.
Apretando los labios, Lali se obligó a cerrar la boca. ¿Por qué había dicho aquello?
¿No sería ella misma la que dudaba que Alan la hubiera amado?
Carlos Esposito la miró con sorpresa. Su hija nunca le había contestado así.
—No es eso lo que pretendía —aseguró él—. Sólo me preocupa que tu pretendiente no tenga el interés suficiente como para estar aquí ahora mismo.
Al menos, parecía que su padre había estado pensando y aceptando las cosas mientras ella había estado fuera. Al parecer, había transferido su enfado a su prometido ficticio. En cierta forma, eso hizo que ella se sintiera todavía peor, como si se hubiera librado de una regañina que mereciera.
—No me cae bien un hombre que se va a un viaje de negocios en vez de estar con su novia embarazada —añadió su padre.
Sí, entonces, le habría encantado Alan, pensó Lali con ironía.
—Lo comprendo —dijo ella y se sentó a su lado—. Pero este bebé es lo mejor que me ha pasado. Soy feliz. ¿No es eso lo que siempre has querido para mí?
Su padre le miró el vientre y Lali deseó que pudiera compartir su felicidad con ella. El bebé era un milagro, incluso aunque Alan no lo fuera.
La mirada de su padre se suavizó y ella adivinó que estaba imaginando a su futuro nieto.
—Lo llamo Saltamontes.
—¿No sabes si es un niño o una niña?
—Todavía, no —respondió ella, sonriendo—. Hemos decidido esperar a que nazca para saber su sexo —añadió. En realidad, lo había decidido ella—. Al bebé le gusta moverse dentro de mí y me da la sensación de que lo hace dando saltos.
Su padre apretó la manta entre las manos, como si así pudiera compartir ese momento con su esposa. A Lali se le encogió el corazón. Lo que hubiera dado ella porque su madre estuviera allí…
—¿Cuándo nacerá Saltamontes?
Lali se enterneció al escucharle usar el apodo, aunque él lo había pronunciado con cierto tono burlón.
—Dentro de dos meses.
—Lo has escondido muy bien.
—Sí.
Pero Lali no pensaba explicarle por qué… decirle que había temido ver aquella mirada en sus ojos y había querido retrasar la frustración y el dolor de haber decepcionado a su padre.
Sin embargo, había una manera de que él siguiera creyendo que era la niña perfecta que siempre había sido…
Lali recordó la imagen de Peter bajo la luz de la luna, intentando convencerla de que aceptara su proposición.
—Háblame de ese novio tuyo —pidió su padre.
Ella tragó saliva. Si había creído poder evitar esa pregunta, se había equivocado.
Cada vez estaba más sumergida en la mentira…
Esperando que su padre se distrajera por el olor a comida, dejó la bolsa con costillas a su lado. Pero se rindió cuando él ni la probó.
—Es… un hombre de negocios —balbuceó ella.
Aquella respuesta vaga y titubeante no satisfizo a su padre.
—¿Qué clase de negocios?
—Tiene un rancho —contestó ella, desesperada, soltando lo primero que le pasó por la cabeza.
Su padre esperó con expectación y, sin poder evitarlo, Lali sólo pudo pensar en Peter.
—Tiene dos ranchos —se corrigió ella—. Además, tiene otros intereses.
—¿Otros intereses?
Más mentiras…
Lali se puso en pie con la intención de irse a su habitación y poder librarse del interrogatorio una noche más.
—Si no te importa, papá, estoy cansada.
Pero su padre no iba a darse por vencido.
—Tu prometido me parece demasiado misterioso. ¿Cómo se llama?
De acuerdo. Estaba acorralada, admitió ella. No tenía otra opción más que darle el nombre falso que se había inventado para el caso. Luego, tendría que sufrir las consecuencias cuando su prometido fantasma nunca apareciera.
Otra cosa que podía hacer era decir la verdad en ese mismo momento.
Lali tuvo la sensación de que una eternidad transcurría mientras su padre seguía sentado en el sofá como un depredador listo para saltar contra lo que ella fuera a decir.
Justo cuando ella pensaba que su mentira iba a ser descubierta, su teléfono móvil sonó en la entrada, donde lo había dejado, en el bolsillo del abrigo. De un salto, corrió a responderlo.
—¡Vuelve aquí! —gritó su padre.
Sin embargo, Lali no se detuvo, metió la mano en el bolsillo del abrigo y sacó el aparato.
—¿Hola?
Al otro lado, escuchó una voz familiar. En otra situación, esa voz le hubiera resultado exasperante. Sin embargo, en ese momento, fue su salvación.
—Lali —dijo Peter al teléfono—. No cuelgues.
En ese momento, Lali tomó una decisión, por muy poco sentido que tuviera. Necesitaba una salida con demasiada desesperación y la que tenía a mano era demasiado tentadora.
La solución había estado delante de ella, esperándola.
—Hola, tesoro —saludó ella.
Hubo una pausa al otro lado de la línea.
—¿Dónde estás? —preguntó ella.
Los pasos de su padre sonaron en el suelo entarimado. Se detuvo a su lado y se apoyó en la pared. Tenía la cara roja de furia y los brazos cruzados sobre el pecho.
Peter respondió con tono cauto.
—Hace unos segundos, habría jurado que no querías saber dónde estaba. Pensé que me echarías a los perros por haber tenido el atrevimiento de conseguir tu número.
Lali lo interrumpió con una carcajada de felicidad, dedicada a los oídos de su padre.
—Sólo quería saber cuándo vas a venir —dijo ella, sonriendo a su padre y señalando el teléfono—. ¿No me dijiste que sólo estarías fuera unas tres semanas más?
Lali no pudo darle más pistas a Peter.
Estaba en un buen lío.
Cuando su padre se fue de la entrada, obviamente aliviado porque su prometido fuera a presentarse allí antes o después, Lali se recostó contra la puerta.
Se había metido en ello.
Se había metido de veras.
Peter pareció comprender que algo pasaba.
—Voy para allá en un santiamén.
No había marcha atrás, se dijo ella.
—¿En un santiamén rápido?
Lo último que Lali oyó antes de colgar fue la risa grave y seductora de Peter.
Entonces, alguien llamó a la puerta.
Lali colgó el teléfono justo cuando su padre regresaba a la entrada, tan sorprendido como ella.
Lali abrió la puerta con la cabeza dándole vueltas, pensando en cómo iba a explicarle a su padre que su prometido era Peter Lanzani, el candidato a alcalde, que no se había ido del pueblo en absoluto.
Y allí estaba Peter Lanzani con su sombrero vaquero, su brillo en los ojos y esa sonrisa suya tan seductora. Y con los brazos extendidos hacia ella.
—Cariño —saludó él.
Sintiéndose atrapada por completo, Lali se encomendó a su suerte y se lanzó a los brazos de su prometido.

5 comentarios:

  1. Me encanta, peter no pudo llegar en momento más justo! Más!

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  2. Me encanta!!!!! quiero mas sister!!!! Un beso enorme!!!! te amo!!!

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  3. quiero massssssssss!!!!Me encanta la nove!!!!
    Por fa sube mas!!!!!!!!!!!
    Besos q estes bien..... ♥♥♥

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  4. Un Peter muy oportuno para la salvación d Lali.Si k es persistente,cuando quiere algo ,lo quiere ya,estaba hablando con ella, y estaba en la mismísima puerta d la casa,jajaja,muy buen político.Va a x todas.

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