jueves, 12 de julio de 2012

Capitulo Once!




Holaaaaaaaaaaaaa!! Con este capitulo significa que mañana será el último....Tienen alguna idea de lo que pueda pasar?? Bueno les dejo que lo lean. No sufran mucho!!
Gracias por leerme!! Besos, Vero!!



                                        CAPITULO ONCE





El día de las elecciones, Peter se puso en pie en su despacho en la sede de la campaña. Estaba demasiado nervioso como para estar sentado. Con la radio encendida, esperaba el resultado final de las votaciones.
Deseó que Lali estuviera a su lado. Ella sólo había ido a por café y volvería enseguida. Pero no quería escuchar los resultados sin ella. Tal vez, porque habían llegado a formar un equipo. Porque se habían esforzado mucho. Porque…
Alguien llamó a la puerta, interrumpiéndolo. Cuando Lali entró, con una taza de café para él, el sonido de la radio pareció desvanecerse. Le pasaba cada vez que la veía: el mundo desaparecía a su alrededor y sólo tenía ojos para ella.
Pero, como siempre, Peter ignoró sus sentimientos y se limitó a darle las gracias por el café.
Ella le sonrió y Peter pensó que era la viva imagen de la esposa de un político, con un traje de chaqueta con falda de color violeta que resaltaba su barriga abultada.
Los periodistas, sin duda, aprovecharían aquella imagen para llenar más páginas de la pareja mirándose con ojos de enamorados.
La prensa los había bautizado como los príncipes del Oeste. Habían inventado a su costa un cuento de hadas con final feliz. No había más que ver cómo se miraban el uno al otro, cómo se tocaban…
—No estés nervioso —dijo Lali.
—No lo estoy.
Peter le dio un trago a su café. Solo doble, como a él le gustaba. Lali había aprendido casi todo sobre él, pero desconocía lo más importante, lo que a él le gustaría poder compartir con ella.
Sin embargo, Peter sabía que era mejor así, mejor para los dos. A la larga, sería mejor que no intentara ser un marido ni un padre de verdad.
—Estás muy nervioso —replicó ella.
—Tal vez, un poco —admitió él, sonriendo—. Hasta que no sepa el resultado…
Lali se rió.
—Julia y yo te lo hemos dicho un millón de veces. Las encuestas te declaran ganador. Tú también lo has oído en la radio.
—No quiero que me pase como en el cuento de la lechera, Lali, aunque estoy tan impaciente… Tú me conoces bien, Lali.
Sus últimas palabras resonaron en la habitación.
Una profunda melancolía asomó a los ojos de ella, como si hubiera recordado que no se conocían el uno al otro en realidad y que él estaba haciendo todo lo posible porque siguiera así.
Justo cuando a Peter se le estaba empezando a encoger el corazón, sonó su móvil.
Lali y él se miraron el uno al otro antes de que él respondiera. Ella lo observó con los ojos muy abiertos y la mano sobre la boca.
—¿Sí?
—Felicidades —dijo una voz al otro lado de la línea—. Has ganado.
Era Swinton.
Cuando Peter sonrió a Lali, ella comprendió de qué trataba la llamada y su rostro se iluminó de alegría.
—Ha sido una contienda muy difícil, Arthur —replicó Peter, que no pensaba mencionar el juego sucio de su contrincante. Él actuaría con toda la dignidad que Thunder Canyon se merecía.
—Voy a dar mi discurso de dimisión esta noche, pero antes de salir ahí fuera, quiero decir una cosa más.
Peter le dejó explayarse.
Swinton bajó el tono de voz.
—No pienso desaparecer, Lanzani. No te quitaré el ojo de encima.
—Gracias, Arthur. Buenas noches.
Peter colgó, sin querer darle muchas vueltas a lo que Swinton había querido decir. ¿Se había referido a su matrimonio o a su política como alcalde?
No era momento para pensarlo, pues Lali estaba esperando a que dijera algo.
Poco a poco, fue asimilando la noticia, sintiéndose como en un sueño.
Pero Lali… ella no era fruto de su imaginación.
Sin pararse a pensar, Peter la tomó entre sus brazos, sin apretar mucho para no lastimar al bebé.
Ella se rió de felicidad mientras él enterraba la cabeza en sus rizos.
—¡Lo hemos conseguido! —le dijo él.
La risa de Lali se detuvo en seco y ella soltó un grito sofocado. De pronto, los dos se dieron cuenta al mismo tiempo de que estaban demasiado cerca, compartiendo aquel momento íntimo de triunfo.
Peter creyó oír el latido del corazón de ella dentro de su propio pecho, como le había pasado la noche en que habían dormido juntos.
Esa noche que él no podía dejar de recordar.
Se apartaron el uno del otro. Y, mientras se miraban a los ojos, él ansió abrazarla de nuevo, pedirle que se quedara siempre a su lado y confesarle que no quería que aquello terminara nunca.
Se habían dejado llevar por la euforia del momento, ¿no era así?
Tenía que ser eso.
La noticia sonó también por la radio, pero fue un mero sonido de fondo, mientras Peter y Lali permanecían juntos, aislados en su propia burbuja de victoria. O de lo que fuera.
—Ya es oficial —decía el locutor en la radio—. Acabamos de recibir la noticia de que Arthur Swinton le ha pasado el testigo a Peter Lanzani. ¡Peter es el nuevo alcalde!
La puerta se abrió de golpe y los gritos de alegría de la gente los sacaron de su burbuja. Todo se volvió un frenesí de alegría a su alrededor.
Julia estaba aplaudiendo, igual que los demás voluntarios que se habían reunido en la sede. Abrazaron a Lali y, en medio del caos, la apartaron cada vez más de Peter. A él lo sacaron por la puerta, lanzándole el sombrero y el abrigo, y lo acompañaron a la plaza del pueblo, donde se había reunido un grupo de personas alrededor de un pódium adornado con los colores de la bandera.
Esa gente lo estaba esperando a él, reconoció Peter, sintiendo que sus pensamientos se difuminaban en el mar de sus aplausos y sus gritos de esperanza.
Sin embargo, Peter no podía dejar de buscar a Lali con la mirada.
Porque nada tenía sentido si ella no estaba a su lado para celebrarlo.
Alguien había encendido el micrófono, bajo las relucientes luces de disparos del flash y los focos de las cámaras de televisión que habían enviado desde Bozeman y Billings, que habían decidido que el evento merecía ser cubierto. Peter vio a sus amigos en las primeras filas de la multitud. Allí estaban Pablo y Maria, orgullosos de él. Y los hermanos Cates, con Haley Anderson.
Peter posó los ojos en Agustín y Candela, cuando vio que el rostro de Candela se iluminaba al ver a alguien a su izquierda.
Era Lali, que estaba siendo escoltada junto a Peter por Julia.
Su directora de campaña le dio la mano a Lali y, a su vez, se la entregó a Peter…
Aquello parecía casi una segunda boda, se dijo Peter.
Pero no debía distraerse con esos pensamientos. Las cosas sucedían a toda velocidad ante sus ojos.
Las cámaras dispararon sus flashes y la multitud comenzó a entonar vítores mientras, poco a poco, Lali le iba soltando la mano…
Enseguida, ella se apartó de él, igual que haría para siempre, cuando cumplieran los seis meses de su trato.


De regreso en casa, después de una noche de celebración, Lali se dejó caer en el sofá del salón. Como cada noche, Peter se dirigió a su habitación.
Incluso en la noche de su victoria, Peter la había dejado sola.
Ella se llevó la mano a los ojos, esperando poder frenar las lágrimas de cansancio, de felicidad… de desesperación. Había sido una noche larga, unas semanas largas y ella estaba agotada, incluso antes del nombramiento oficial del alcalde.
Y no sólo estaba agotada por la campaña política. No se sentía capaz de seguir en esa montaña rusa emocional: Peter la miraba como si la amara en un momento y, al instante, se comportaba como un completo extraño.
¿Se habría dado él cuenta de cómo había actuado cuando había descubierto que había ganado?, se preguntó Lali. La había tomado en sus brazos, como si hubiera sido la única persona con la que hubiera querido celebrarlo.
No. Estaba segura de que él no era consciente de ello, porque había conseguido su objetivo esa noche. Y su objetivo tenía muy poco que ver con ella.
Peter entró en el salón y se quedó parado delante del sofá. Era el alcalde de Thunder Canyon en persona, con sus botas, sus vaqueros y su camisa a cuadros. Un hombre que seguía llegándole al alma cada vez que pensaba en él, reconoció Lali.
—Pareces demasiado cansada hasta para llegar a tu dormitorio.
—No pensaba acostarme todavía —replicó ella. Estaba tan exhausta que no podría dormir. Aunque, tal vez, la razón era que no podía encontrar la paz.
—Bueno —dijo él y guardó silencio.
Ella levantó la vista y percibió una mirada tierna en los ojos de él. Al instante, tuvo la impresión de que Peter se armaba contra sus propios sentimientos y su expresión se hacía más distante.
Peter soltó una carcajada carente de alegría.
—Míranos. Llevamos menos de un mes casados y ya nos hemos quedado sin conversación.
Lali podría responder que él había abandonado su matrimonio hacía mucho tiempo. Pero no era cierto, pues su relación siempre había sido para él sólo una formalidad, una unión de conveniencia.
Lali se sentía tan cansada de todo…
Suspiró, sintiendo un nudo en el estómago.
Estaba harta.
—Peter, ¿qué conversación podríamos tener ahora mismo si hubieras perdido las elecciones?
—No he perdido.
Peter no tenía ni idea de lo que estaba a punto de comprender.
—¿Podrías ser honesto conmigo? Soy una mujer adulta. Puedo soportarlo.
Él la miró con respeto y, también, con adoración, haciendo que un atisbo de esperanza anidara en su corazón.
—Sé que eres una mujer adulta —afirmó él—. Julia no deja de decírmelo y yo mismo lo comprobé hace tiempo.
—¿Y?
Peter levantó las manos, como para mostrarle que estaban vacías.
—Seis meses, Lali. Eso es lo que acordamos.
—Me estás diciendo que, si hubieras perdido esta noche, habrías seguido conmigo, a pesar de que ya no me necesitaras para convencer a los votantes.
—Eso es —contestó él, sin poder creer que ella todavía lo dudara—. Yo…
«Dilo, Peter», pensó Lali. «Sólo tienes que decirlo».
Pero Peter no lo hizo.
Lali cerró los ojos y una lágrima se le escapó. Ella se la secó a toda prisa, esperando que él no la hubiera visto.
Peter se arrodilló delante de ella, recorriéndole la mejilla con la punta del dedo.
—Nunca fue mi intención hacerte llorar —señaló él con la voz cargada de emoción—. Debí haberlo previsto.
—Para —pidió ella y abrió los ojos—. Deja de ser tan pesimista acerca del matrimonio. Sé que no nos casamos por las razones adecuadas, pero para que lo sepas, tú te ocupas de sabotear la relación mucho más de lo que ocurriría si el matrimonio siguiera su propio curso. Eres tú quien se quiere asegurar de que fracasa, para no sentirte decepcionado.
—Sí, ya lo había pensado.
Lali necesitó un momento para comprender sus palabras. ¿Él ya lo había pensado? ¿Pero no quería dejar de hacerlo?
Oh, cielos. El bebé y ella significaban menos para él de lo que había creído. Debía de haberlo imaginado todo. Él sólo había sido amable, nada más.
Entonces, Lali recordó a Alan saliendo por la puerta por última vez. Ella había creído que él la amaba y acababa de repetir el mismo estúpido error con Peter.
Pero el dolor era mucho peor.
—Lo último que quiero para ti es ser otro Alan. Lali.
—No lo eres —respondió ella. ¿Acaso él no podía verlo? Nunca había amado a Alan como lo amaba a él y no creía que pudiera volver a querer así a ningún otro hombre.
—Lo que pasa es que pensé que nuestro trato no traería complicaciones, ni…
—¿Qué? —preguntó Lali. Quería oírle decirlo.
Peter no dijo nada. Pero Lali estaba decidida a insistir. Si había imaginado lo que él sentía por ella y el bebé, quería tener una prueba indiscutible. Cuando la tuviera, renunciaría a él.
Pero antes, no.
—¿No pensaste que habría amor entre nosotros? —inquirió ella.
Peter comenzó a ponerse en pie, pero ella le agarró del brazo y lo detuvo.
—Te estoy abriendo mi corazón, Peter. Al menos, hazme el favor de contestarme sí o no.
—¿Y qué ganarías con eso?
Lali no fue capaz de contener las lágrimas.
—¿No crees que haya ninguna esperanza para nosotros?
El bajó los hombros, con expresión de dolor en la mirada, y posó las manos en el vientre de ella.
—¿No te basta si te digo que, cuando terminen los seis meses, puedes seguir quedándote aquí todo el tiempo que quieras? —preguntó él—. Me he acostumbrado a teneros a ti y a Saltamontes aquí y, por mi parte, ésta siempre será tu casa.
La esperanza cobró un poco de fuerza dentro de Lali. Él estaba cerca de admitir lo que ella sabía que sentía.
Peter mantuvo las manos sobre el vientre de ella y Lali se inclinó para darle un beso en la frente. Le acarició el pelo, denso y sedoso, rodeándolo con un brazo por la espalda. Él apoyó el rostro en su cuello.
Si lo besaba, ¿le resultaría más fácil ver las cosas?, se preguntó Lali.
Si le demostraba todo el amor que estaba dispuesta a darle…
—No quiero irme a ninguna parte cuando nuestro trato termine —susurró ella—. Pero necesito una razón para quedarme.
Entonces, Lali le besó en los labios. E, igual que la noche en que habían hecho el amor, él la correspondió.
Con suavidad.
Lali antes había ignorado que un hombre fuera capaz de unos besos tan suaves.
Ella se reclinó en el sofá, sin soltarlo, besándolo con agonizante lentitud, derritiéndose a cada instante.
—Sé mi marido —rogó ella, guiando una de las manos de Peter a los botones de su chaqueta—. Dime que quieres que sigamos juntos por una razón mejor que tenerme por aquí.
Peter posó las manos en los pechos de ella, haciéndola gemir. Su contacto era suficiente para disparar su pasión.
Él inclinó la cabeza, como si estuviera librando una batalla consigo mismo.
—No puedo hacerte una promesa así. No creo que quieras que lo haga, porque sólo te decepcionaría al final.
—No me decepcionarías. Estoy segura de ello, Peter, igual que estaba segura de que serías alcalde.
Lali se desabrochó un botón de la blusa y, luego, el otro. Después se soltó el sujetador y guió la mano de él hacia su piel. En cuanto la tocó, ella se estremeció de puro placer.
Cuando Peter comenzó a acariciarle el pezón, ella se mordió el labio y sintió que su parte más íntima se humedecía.
Quería tener una verdadera luna de miel con él. Pero necesitaba una razón para quedarse. Necesitaba que él dijera lo que tenía que decir.
—Dímelo —pidió ella—. Dime que hay esperanza.
Peter se detuvo y, en silencio, ella le urgió a continuar.
Sin embargo, él apartó la mano y le cerró la blusa. Y Lali recordó la sensación que había experimentado cuando se había quedado sola en su casa, durante horas después de que Alan se hubiera ido.
La misma sensación de rechazo se apoderó de ella.
El fracaso, que tanto había temido admitir, llamó a la puerta de su corazón.
Pero había llegado el momento de admitirlo, se dijo Lali. Había perdido y no podía hacer nada. Pero con Peter era distinto que con Alan. Peter le había hecho sentir cosas nuevas por completo.
Si un corazón pudiera romperse de veras, el de ella estaría haciéndose pedazos en ese momento.
Despacio, reuniendo toda la dignidad que pudo, ella se abotonó la blusa y se quitó el anillo que Peter le había regalado. Alargó la mano para entregárselo.
—No hagas esto, Lali.
Ella se inclinó y le metió el anillo en el bolsillo de la camisa.
—Ahora que eres alcalde, me voy —señaló ella, con el cuerpo temblándole de tanto contener las lágrimas—. Prometí que me quedaría hasta la primavera, pero no puedo soportar esto más tiempo —añadió y sollozó—. Te amo demasiado como para estar a tu lado, Peter.


Mientras las palabras de Lali reverberaban en su interior, Peter se puso en pie, observando cómo los ojos de ella se llenaban de lágrimas.
Aquellos enormes ojos oscuros que lo habían consolado, que lo habían invitado a ir a lugares con los que él jamás había soñado.
Lali lo amaba.
Y se iba.
Si él pudiera decirle lo que necesitaba escuchar, ella le haría un hombre mejor. No debía ser tan difícil de decir, pero la forma en que habían acabado las buenas intenciones de sus padres le había dejado huella. Y no pensaba hacer ninguna promesa que no pudiera cumplir.
Pero Lali iba a irse y él no era capaz de aceptarlo.
—No te vayas —pidió él al fin, aunque no sonó tan convencido como había esperado.
¿Por qué no podía confesar lo que había comenzado a sentir por ella?
Lali se llevó la mano a la espalda y Peter dio un paso hacia ella. No pudo controlar el pánico al pensar que algo podía pasarle a ella o al bebé.
—Te está doliendo la espalda.
—Estaré bien cuando me haya ido.
Era una mujer tozuda como una mula, pensó Peter.
Sin preámbulos, él se agachó, la tomó en sus brazos y la llevó a su dormitorio.
—¿Qué estás haciendo?
—Voy a meterte en la cama. Y te encerraré. Pienso asegurarme de que no te vayas hasta que descanses. Luego, llamaré a tu médico y le contaré lo de los dolores de espalda.
—No tienes por qué preocuparte.
Pero Peter estaba preocupado. Mucho.
Él no dijo nada hasta que la hubo dejado sobre el colchón. De inmediato, ella se sentó, se levantó de la cama y se fue hacia el armario, sin quitarse la mano de las lumbares. Sacó una maleta.
Maldición.
—Lali.
—Ya he escuchado todo lo que tenía que escuchar.
—¿Y qué pasa con el bebé?
Aquello hizo que Lali se detuviera en seco. Le lanzó una mirada furiosa.
—¿Pretendes recordarme que el bebé saldrá perdiendo si te dejo?
Peter respiró hondo.
—Te estoy diciendo que no finjo cuando te toco la barriga. Me imagino a Saltamontes ahí dentro y…
Peter estaba a punto de cruzar esa línea imaginaria de la que Julia le había hablado.
Tal vez, así, conseguiría que Lali no se fuera.
—… siento como si fuera mi propio hijo o hija —continuó él—. Para mí, sería un orgullo darle mi apellido. Incluso he empezado a querer a ese pequeño bichito.
Lali titubeó antes de abrir la maleta.
—Me he dado cuenta de tu afecto… hacia el bebé.
Sin embargo, Peter no podía decir nada más. No podía olvidar el día en que se había dado cuenta, con diez años, que su padre y su madre no se comportaban como una pareja de casados. Se había percatado de que lamentaban estar el uno con el otro, a pesar de que habían tardado años en divorciarse.
Cuando él no dijo nada, Lali se encogió.
Con el corazón roto al verla así, Peter se acercó a ella. Pero ella levantó la mano, deteniéndole.
Antes de que pudiera decirle que la dejara en paz, Lali tomó una bocanada de aire y se llevó la mano al vientre.
—¿Lali?
Ella se puso de rodillas, agarrándose a la cama.
—Creo que…
—¿Qué?
—He tenido una contracción.
Peter no lo entendió al principio. Entonces, el miedo lo invadió.
Era demasiado pronto… Sólo estaba de ocho meses…
Presa del pánico, Peter la tomó en sus brazos la llevó al pasillo, con el corazón saliéndosele del pecho.
Ella se aferró a su camisa, con los ojos llenos de terror.
Peter no podía imaginar un mundo sin Saltamontes… o sin su madre.
Cielos, él se lo había hecho pasar muy mal. Y eso era lo que había conseguido…
—Todo irá bien —dijo Peter, mientras la metía en su coche. Su voz sonó compuesta, aunque lo único que quería era salir corriendo con ella y apretar a fondo el pedal del acelerador.
Pero lo último que Lali necesitaba era que su marido se pusiera histérico.
Llegaron al hospital justo después de la siguiente contracción.

3 comentarios:

  1. Aaaaaaa con este final de capítulo crees que yo voy a aguantar hasta mañana?? Estas loca???
    Quiero, bueno no, exijo el final! Hazlo por mi salud mental por lo menos sister!!!!
    Te amo!!

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  2. No como nos deja ahi!! Saltamontes va hacer q peter admita lo q siente?? Más!!

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  3. No consigue decir las palabras k Lali necesita oir ,aunque las siente.

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