jueves, 12 de julio de 2012

Capitulo Diez!




Hola chicas!! Como les trata el día??? Espero que estén bien. Quería darles las gracias por las firmas y me alegro de que les guste. Les vengo a dejar otro capitulo y decirles que quedan dos para el final!! 
Gracias por leerme!!, Besos, Vero!!



                                        CAPITULO DIEZ



En cuanto Peter aparcó ante la entrada principal del complejo turístico de Thunder Canyon, Julia abrió la puerta del coche y se sentó a su lado con toda naturalidad, como si estuviera acostumbrada a comportarse como una espía todos los días.
—Para que lo sepas, llamé a Lali esta mañana para ver cómo estaba —informó Julia con tono serio, señalando el móvil que llevaba en la mano.
Peter la miró por el espejo retrovisor, preguntándose si había oído bien.
—¿Has dicho que has llamado a mi esposa?
—Sí, eso he dicho.
Habían quedado para comer con varios empresarios locales en el exclusivo restaurante Gallatin. Peter iba a escuchar sus sugerencias y expectativas para la nueva legislatura y no tenía tiempo para hablar de eso. Ni, mucho menos, para aguantar que Julia se inmiscuyera en su matrimonio.
No estaba seguro de por qué, pero le parecía una intromisión.
Debía de ser porque estaba de mal humor después de lo que había pasado la noche anterior.
Tal vez, era su espíritu de soltero el que se había resentido.
Pero nunca antes había pasado por una crisis semejante. ¿Por qué con Lali, sí?
Julia continuó hablando, levantando el móvil en la palma de la mano.
—Al contrario de lo que puedas pensar, dirigir tu campaña implica más que la política y, por nada del mundo, quiero dejar víctimas tras mi paso cuando todo esto termine y vuelva a refugiarme a mi casita del lago. Por lo que vi entre Lali y tú anoche, sospecho que hay una falta de comunicación con ella, muchacho. Por eso, me he tomado la libertad de llamarla.
Peter había apagado el motor y, con él, la calefacción del coche. Comenzaba a hacer frío.
Él apartó la mirada del retrovisor y se puso los guantes de cuero.
No iba a preguntarle a Julia qué le había dicho Lali durante esa conversación. ¿Le habría contado su «esposa» que él se había rendido a ella la noche anterior? ¿Se habría quejado de que él se había ido sin despedirse esa mañana, dejando tras de sí sólo unas notas educadas pero distantes?
Había estado a punto de entrar en la habitación de Lali un montón de veces, hasta que al fin había salido para la oficina. No lo había hecho porque había pensado que estar cerca de ella sólo le traería problemas.
Diablos. Seguro que su padre, al comienzo de su matrimonio, había despertado a su madre llevándole el desayuno a la cama. Lo más probable era que hubieran reído juntos, levantándose tarde y disfrutando de la mutua compañía hasta que…
Peter agarró su sombrero del asiento del copiloto. Sus padres habían sido felices juntos hasta que algo se había roto entre ellos. ¿Quién sabía qué había causado la ruptura? ¿Habría sido un hecho decisivo lo que les habría hecho darse cuenta de que ya no se amaban? ¿O un cúmulo de circunstancias a largo de los años?
En cualquier caso, él se había prometido no cometer los mismos errores y no entregar su corazón… sobre todo, a alguien que había aceptado ser su esposa de forma sólo temporal.
Sí, su matrimonio falso no había ido como él había previsto, pero estaba decidido a darle a su esposa todo lo que necesitara. No sería otro Alan para ella y su bebé, no la abandonaría.
A diferencia de lo que se había convertido en algo habitual en esos tiempos, él se quedaría junto a Lali en los buenos y en las malos momentos, incluso la ayudaría cuando su matrimonio hubiera terminado. La noche anterior habían cometido un error, pero eso era todo. Él iba a solucionarlo y a demostrarle a Lali que la valoraba mucho, aunque no volvería a acostarse con ella.
No pensaba dejarla. Le ofrecería una forma de apoyo más fuerte que el amor, algo que no desaparecería tan rápido y con tanta facilidad.
Peter se puso el sombrero.
—Está bien, Julia. Parece que la descripción de tus tareas como directora de la campaña se ha ampliado estos días.
—Peter.
El tono preocupado de su voz hizo que él se detuviera cuando iba a abrir la puerta.
—Me he metido en tus asuntos personales porque preveo que se acerca un gran golpe y no puedo quedarme de brazos cruzados.
Peter estuvo a punto de decirle que no metiera las narices en sus cosas pero, al mirarla por espejo retrovisor de nuevo, vio que la mirada de Julia estaba llena de compasión.
Él no podía engañarla. Julia era demasiado astuta.
De todos modos, Peter se caló bien el sombrero para ocultarse los ojos.
—Por primera vez en mi vida, no tengo ni idea de qué hacer. ¿Puedes creerlo? Yo, el hombre que quiere dirigir Thunder Canyon.
Hubo un momento de silencio, como si a Julia le sorprendiera que lo hubiera admitido. Y él continuó hablando. Casi sin pensar, le contó lo que había pasado la noche anterior.
—Lali y yo hemos… intimado… más de lo que deberíamos.
—Lo entiendo.
¿Lo entendía?
—¿Qué te ha dicho Lali esta mañana? —quiso saber Peter, sin poder contener su curiosidad más tiempo.
Julia fijó la vista en el teléfono que tenía en la mano.
—No mucho, pero estoy segura de que esa chica no va a abandonar el barco. Mi impresión es que se va a quedar por una razón que no tiene nada que ver con el trato que hizo contigo.
El miedo se apoderó de Peter.
¿O era otro sentimiento, tan ajeno a él que apenas podía reconocerlo?
Sintiéndose como si fuera a saltar por un precipicio, Peter prosiguió, observando cómo la niebla del día hacía la situación aún más borrosa.
—No quiero ahondar en los detalles. Pero me he comportado de forma equivocada al irme de la casa. Como tú dices, no me comunico bien con Lali. No estoy acostumbrado a comunicarme con nadie.
—Eres un soltero bien entrenado, ésa es la razón. ¿Se te ha ocurrido alguna vez que, tal vez, podrías aprender a manejarte con una mujer?
No, pensó él. Era demasiado tarde.
¿Pero qué era ese extraño sentimiento que lo consumía, esperando a que él lo reconociera?
Julia chasqueó la lengua.
—También ha sido culpa mía. No debí haber sido tan permisiva con este plan.
—No digas esas cosas —repuso él, poniéndose el abrigo—. Fui yo quien lo sugirió y quien creyó que era buena idea aprovecharse de una chica demasiado joven y vulnerable.
—Peter, tal vez debas mirar bien a Lali —observó Julia y se inclinó hacia delante—. No es una niña pequeña. Y creo que sabe muy bien lo que quiere de la vida. Sólo necesitaba un poco de tiempo para recuperarse después de la experiencia con su ex.
No era una niña.
Y, la noche anterior, Lali le había dejado claro que lo deseaba, pensó Peter. Él le había devuelto cada uno de sus besos. Incluso en ese momento, la deseaba, mucho más de lo que jamás había deseado a otra mujer.
Pero no era justo para Lali. Ella había empezado a sentir algo hacia un marido que no podía corresponderla. Él no era capaz de hacerlo. Lo único que podía ofrecerles a ella y a Saltamontes era apoyo económico. No era capaz de…
Peter reunió todo su valor para pensar en la palabra.
Amar.
Entonces, intentó borrarla de su mente a toda prisa, pero no lo consiguió.
Desesperado por escapar, se abrochó el abrigo, listo para salir del coche.
—¿Ya está? ¿Vas a dejarlo así?
—No puedo hacer otra cosa —contestó él y puso la mano en el manillar—. Pensaba ser el héroe de Thunder Canyon, pero sólo soy un villano. ¿Qué otra cosa puedo decir?
—Que, cuando tramaste todo el plan, también tenías su felicidad en mente.
Había sido así, era cierto. Sin embargo, intuía que Lali no estaría feliz en ese mismo instante. Él sólo le había complicado la vida.
—Quería hacerla feliz —aseguró él.
Julia le puso una mano en el hombro. Cuando él la miró, vio su vieja alianza, que ella seguía llevando años después de que hubiera muerto su esposo.
Otro caso de separación, se dijo Peter. Entonces, se dio cuenta de que Julia seguía amando a su marido tanto como para no haberse quitado la alianza.
—Parece que su felicidad no es lo único que se va a destruir —comentó Julia.
Peter tardó un segundo en comprender sus palabras.
¿Se estaba refiriendo a su propia felicidad?
Tal vez, Julia tenía razón. Lali era lo mejor que le había pasado en toda su vida.
Y lo peor.
¿Pero qué podía hacer? ¿Prolongar su relación y seguir intimando hasta que todo acabara?
No. Sin embargo, sentía una gran responsabilidad hacia Lali y el bebé y pensaba cumplir con ella. Nada más de cama. Ni de besos, ni caricias…
Despegándose de la mano de Julia, Peter abrió la puerta del coche y salió, dejando atrás su dilema.
Al menos, hasta que regresara a casa esa noche.
Después de su comida de negocios, Peter decidió llamar a Lali, sólo para saber cómo estaba. Era lo que debía hacer, se dijo a sí mismo.
Lo que haría un buen hombre.
Pero su conversación fue breve, sólo hablaron de trabajo y, cuando colgó, él no se sintió mejor.
Durante el resto del día, no pudo librarse de una molesta sensación. Habló con los capataces de sus ranchos e hizo visitas a algunos posibles votantes.
Pero no pudo sacarse a Lali de la cabeza.
Al fin, llegó a casa a la hora de comer. Un aroma a calabacín, ternera y pan caliente lo recibió. Cuando descubrió a Lali delante del horno, con una cuchara de madera en la mano, no pudo fijarse en nada más que en los rizos que se le habían escapado de la coleta y en cómo le acariciaban la suave piel del cuello.
Una piel que él había disfrutado mucho besando la noche anterior.
Peter sintió que unos hilos invisibles le atraían hacia ella, encogiéndolo por dentro, convirtiéndolo en un flan.
Entonces, se dio cuenta de que Lali tenía una mano en la espalda y que parecía estar teniendo dolores.
Iba a preguntarle si estaba bien, cuando ella se giró.
Su rostro no tenía expresión de dolor, sólo una sonrisa. Era una sonrisa más cegadora que la luz del sol.
Sin embargo, un instante después, Lali pareció recordar que él se había ido esa mañana dejando sólo unas frías notas y su mirada se enfrió.
Peter se recordó que no debía esperar de ella más sonrisas de las que se merecía.
—Hola —saludó Lali—. ¿Cómo te ha ido la tarde?
—Bien —contestó él y le señaló la espalda—. ¿Te duele?
—Eh… —dijo ella y se miró la mano, como si no hubiera sido consciente de tenerla allí—. No, estoy bien. Me ha dolido un poco esta mañana y he tenido un poco de náuseas, supongo que se está acercando el momento y mi cuerpo se está preparando. Es normal.
—¿Entonces todo está bien?
—No creo que quieras que te cuente los detalles del embarazo, Peter.
—Sí, Lali, sí quiero.
Peter había hablado sin censurar sus propias palabras, pero no se arrepentía.
Lali lo miró sorprendida. ¿Acaso ella pensaba que no le importaba un pimiento… aunque su matrimonio fuera una farsa?
—Tanto si quieres contármelo como si no, debes sentarte. Yo haré el resto de la cena.
Ella apagó el horno y se dejó guiar a una silla.
—Ya casi está hecha la comida.
—Entonces, me será más fácil terminarla.
Lali se recostó en el asiento y Peter le acercó otra silla para que pusiera los pies. Llevaba unos calcetines rosas de lana debajo de la falda de franela y él recordó lo bonitos que eran sus pies y lo agradable que había sido masajearlos la noche anterior.
Ella sonrió para darle las gracias por la silla, lo que hizo que Peter se sintiera aún peor.
—¿Has llamado al médico para contarle lo de esta mañana? —preguntó él con tono casi malhumorado, dirigiéndose a la cocina eléctrica.
Después de remover un poco el guiso de ternera y judías, apagó el fuego. Luego, se agachó para comprobar que el pan en el horno ya estaba hecho.
—No hace falta llamarlo, Peter. Pero, si así te sientes mejor, pediré una cita si los dolores persisten.
Peter se sintió atenazado por la culpa. Dolores de espalda. Náuseas.
¿Habrían afectado al bebé las actividades que habían realizado la noche anterior?
Si fuera así, nunca se lo perdonaría, pensó él.
Peter sabía lo que tenía que hacer.
—Estoy preocupado por la seguridad del bebé.
Lali asintió, preguntándose adonde quería él ir a parar. Aunque, en el fondo, lo sospechaba.
—Y creo que sería mejor que no tuviéramos más relaciones.
Ya estaba. Una buena excusa para mantenerse alejado de ella. Una forma de comprar un poco más de tiempo para ese matrimonio pues, si no tenían que lidiar con la tensión que el sexo provocaba, se llevarían mucho mejor, pensó él.
Pero Peter no se sintió tan bien cuando Lali se puso rígida en la silla. Ella parpadeó como si estuviera digiriendo el golpe.
Y, en ese momento, Peter se odió a sí mismo profundamente.
—Lo que quiero decir —empezó a explicar él, queriendo suavizar la situación— es que el dolor de espalda y las náuseas podrían estar relacionadas con la actividad física.
—El doctor Aberline dijo que debía tener cuidado en la… luna de miel —repuso ella y apartó la mirada—. El sexo no me hará daño, siempre que sea con moderación. El médico me dijo que, tal vez, podría no tener ganas de hacer el amor, pero…
Peter había leído que, en algunos casos, pasaba lo contrario, debido a las hormonas del embarazo.
Y él había despertado esas hormonas en Lali.
—Ya estás de ocho meses —dijo él haciendo un último esfuerzo—. Deberíamos ser cuidadosos.
Lali no levantó la cabeza. Asintió de nuevo.
Peter respiró aliviado, aunque no pudo quitarse de encima la sensación de desagrado, sintiendo que, en realidad, no habían resuelto nada.
Él se levantó de la silla con la intención de preparar el resto de la cena.
—¿Peter? Quería preguntarte algo. Esta mañana… Las notas…
Peter se quedó clavado al sitio.
—Yo… —continuó ella y entrelazó las manos, como para darse fuerza—. Me pregunto si lo de anoche significó algo para ti.
Justo en el blanco.
Era demasiado tarde para salir corriendo, se dijo Peter, se sentía demasiado aplastado.
—Lo que pasa es que, como te habías ido cuando me desperté…
Cuando, al fin, Lali lo miró a los ojos, su expresión era tan triste que Peter quiso tranquilizarla, decirle que siempre podía contar con él.
Pero mantuvo la boca cerrada y la distancia. Era un acto de pura voluntad, de supervivencia. Porque, si la tocaba, no podría seguir conteniéndose.
En sus recuerdos, Peter vio a su padre y a su madre sentados en la misma mesa de la cocina con un abismo entre ellos, comiendo en silencio tras haberse dado cuenta de que nunca debieron haberse casado.
—Lali, espero que no pienses que me fui porque lamento lo de anoche —aseguró él, haciendo un intento de consolarla sin implicarse demasiado—. Eres más de lo que un hombre como yo podría desear.
Cuando Peter se dio cuenta de que sus palabras repetían lo que le había dicho al agitador en el mitin, salió de la cocina, incapaz de soportar la mirada de Lali.
Y queriendo ocultar lo que ella podría ver en su cara.


Durante los días siguientes, Lali estuvo muy ocupada y Peter y ella apenas se vieron.
Tal vez era mejor así, pensó Lali. Por la conversación que había tenido con Peter la noche después de hacer el amor, no tenía muchas esperanzas sobre aquel matrimonio.
Lali había pensado que él había deseado hacer el amor tanto como ella. Y Peter no había sido tan cruel como para decirle la verdadera razón por la que no quería repetirlo. En vez de eso, le había puesto la excusa del bebé. Estaba segura. Él estaba haciendo todo lo posible por no tener que reconocer la verdad: no quería comprometerse a largo plazo. Además, ella no era su tipo y nunca habrían hecho el amor si ella no hubiera insistido tanto.
Pero Lali estaba decidida a mantener las riendas de su vida. Y, a pesar de que sus sentimientos hacia Peter no fueran correspondidos, sobreviviría.
Lo malo era que esos sentimientos no cesaban y no podía dejar de esperar que, tal vez, después de las elecciones su relación mejoraría. Pero, a pesar de que sólo quedaban algunos días para la votación, aquello le parecía esperar una eternidad.
Ella tenía que participar también en la campaña, con eventos como el de esa noche en particular.
Una fiesta de Halloween para recaudar fondos para el partido de Peter.
Un último gran esfuerzo.
Lali estaba parada en medio del gran vestíbulo del resort de Thunder Canyon. Se sirvió un vaso de zumo de naranja de la mesa del bufé y miró a su alrededor.
La enorme escultura de un alce había sido decorada con pequeños fantasmitas y la chimenea con telas de araña negras. Habían contratado un DJ para poner música de miedo y todos los seguidores de Peter habían llegado disfrazados.
Junto a los pies de la escalera, Candela saludó a Lali. Su amiga se había vestido de novia de el Zorro, que era el disfraz que llevaba su prometido. Agustín estaba en otro grupo, mientras Candela charlaba con Tori Jones, disfrazada de gitana y con Haley Anderson, que había elegido el personaje de vampira. No muy lejos, sus parejas también estaban espléndidas: Connor McFarlane vestido de gitano y Marlon Cates de rey de los vampiros.
Lali siguió mirando entre la multitud y encontró a Pablo y a Maria Lanzani; Buffalo Bill y Calamity Jane, pero no vio a la persona que estaba buscando.
Entonces, localizó a su marido alejándose de un grupo de jóvenes seguidores. Su mera presencia hacía vibrar la sala.
Y a ella.
Estaba vestido con el uniforme del príncipe Carlos, con el traje real que había llevado en su boda con Diana. Y estaba… impresionante.
Estaba atractivo, con un porte regio y vaquero al mismo tiempo… Ni siquiera se había quitado su maldito sombrero.
A Lali se le encogió el corazón y le dio brincos al mismo tiempo. ¿Cómo era eso posible? ¿Cómo podía sentir tanto dolor y tanto amor?
Ella dejó el zumo en una mesa antes de que se le cayera de la mano. No quería manchar su vestido de princesa Diana. Ni quería estropear la noche.
Julia, que había decidido hacerse pasar por la reina Isabel II, con corona, cetro y vestido real, se acercó a la mesa del bufé, junto a Lali.
—Pareces muy solitaria.
—¿Entre tanta gente? ¿Cómo puede ser eso? —replicó Lali fingiendo naturalidad.
La otra mujer sonrió. Julia había estado muy ocupada, sobre todo desde que habían recibido el vestido de Carlos y Diana. Ella misma los había encargado después de la boda de Peter y Lali, con la fiesta de Halloween en mente. Se le había ocurrido que sería buena idea seguirle la corriente a la prensa y al cuento de hadas que había inventado acerca de la pareja. Días después, Julia se había ofrecido a sustituir los disfraces por otros, pero ella se había negado.
Podré soportarlo, se repitió Lali.
Tragándose un nudo en la garganta, se dijo que debía aceptar cuanto antes que su historia con Peter nunca sería más que pura ficción. Sin embargo, no podía olvidar lo que Peter le había dicho antes de hacer el amor la otra noche, sujetándola el vientre con las manos.
«Eres todo lo que siempre he deseado».
Con todo su corazón, Lali había creído en su sinceridad. Por el contrario, a medida que los días iban pasando, se daba cuenta de que Peter no era el mismo hombre que había sido esa noche. A la larga, él no estaba preparado para ser ese hombre. Y Peter se lo había advertido antes de acostarse con ella, le había dicho que no era de los que se comprometían. Ella debería haberlo escuchado. Pero no lo había hecho.
Julia, que se había propuesto aliviar a Lali de la carga de sus pensamientos, señaló hacia un hombre soltero que había junto a la puerta. Estaba disfrazado del Llanero Solitario, con máscara y pistolera. Unos mechones de pelo plateado le salían por debajo del sombrero.
Lali lo habría reconocido en cualquier sitio.
—¿Es Arthur Swinton?
Julia contuvo una carcajada.
—Cielos —dijo Lali—. Qué sutil, ¿no? ¿O es que ha sido invitado por algún extraño error?
—No ha sido invitado. Yo pienso que se ha presentado para medir la cantidad de apoyo que tiene su adversario. Y, por cómo frunce el ceño, diría que está preocupado. No le quitaré el ojo de encima.
La voz de Peter las interrumpió. Lali había estado demasiado distraída con la conversación como para verlo llegar.
—¿A quién no vas a quitar el ojo de encima, Julia?
A Lali le dio un brinco el corazón.
—A Swinton.
Peter siguió la dirección de su mirada y, al ver a su contrincante, sonrió. Luego, le tocó a Lali el brazo en un gesto cariñoso, antes de ir a por un vaso de ponche.
Al percibir su olor, a jabón y a hombre, Lali revivió de nuevo la noche que habían pasado juntos.
Al parecer, lo mismo le ocurrió a él, porque contuvo el aliento y se apartó de ella.
Debían mantener una distancia prudencial, se dijo Lali con amargura. Ése era el acuerdo tácito entre ellos.
—Swinton no es el único invitado misterioso de esta noche —comentó Julia.
—¿Quién más se ha colado?
Julia señaló hacia las escaleras, donde se habían reunido algunas parejas. Matt Cates disfrazado de Paul Bunyan estaba acompañado por su novia Christine Mayhey, que había optado por vestirse de gatita. A su lado, una mujer sola bajaba las escaleras. Llevaba una máscara de plumas y estaba vestida toda de blanco, como un cisne.
—Lidia —señaló Julia—. Pero ella sí estaba invitada.
Peter frunció el ceño.
—Pensé que Lidia no quería tener nada que ver con mi campaña.
Julia le había propuesto a Lidia hacer un spot publicitario hablando de por qué se había mudado a Thunder Canyon y por qué había decidido quedarse.
—Tienes razón. Lidia no quiso prestarse para el spot —repuso Julia—. Tengo la sensación de que no quiere revelar demasiado sobre su identidad.
—Bueno, se te da bastante bien calar a la gente, así que no lo dudo —contestó Peter.
A Lali también se le daba bien leer lo invisible, como la tensión que había entre Peter y ella. Como si él también la deseara…
Julia se puso en jarras:
—Lidia es una mujer interesante. Me hizo preguntas sobre ti y los demás Lanzani, Peter. Su curiosidad me llamó la atención.
—¿A qué te refieres?
—No puedo explicarlo bien. Pero esa Lidia oculta algo…
Cuando Julia dejó de hablar y sonrió, Lali adivinó que era porque alguien se acercaba.
El Llanero Solitario.
Arthur Swinton saludó a ambas mujeres con un gesto de la cabeza. No hizo lo mismo con Peter.
—Vaya fiesta —comentó Swinton—. Peter, estoy seguro de que estás muy versado en el tema de las fiestas.
—Me gustan las cosas buenas, Arthur. Y una de ellas va a ser sacar a Thunder Canyon del fango.
—Ya lo veremos.
Aunque Swinton sonría, Lali detectó señales de ansiedad bajo su máscara.
Entonces, el adversario de Peter se dio media vuelta y se dirigió a la puerta.
—Sólo ha venido para ver si podía molestarte —observó Julia—. Sabe que ha perdido.
—No cantes victoria todavía.
Un periodista, que como los otros miembros de la prensa que habían asistido no se había disfrazado, se acercó con su cámara. Julia siguió con la mirada a Swinton, para asegurarse de que salía de la fiesta sin causar más molestias.
—¿Les parece bien si tomo unas fotos de la pareja real? —preguntó el reportero.
—Claro.
Lali esbozó su mejor sonrisa.
Pero, cuando Peter la rodeó con su brazo, lo que ella sentía dejó de ser falso. Su cuerpo se derritió.
Él le sonrió y Lali se mordió el labio, para impedir que le temblara. Y le rodeó la cintura con sus brazos, al mismo tiempo que percibía una cierta mirada en él, una expresión que delataba que se sentía tan confuso como ella…
Mientras la cámara disparaba, Lali creyó que Peter estaba a punto de besarla, en ese mismo instante, a pesar de su decisión de mantener las distancias.
Peter entreabrió los labios y ella levantó la barbilla hacia él, esperando…
—Peter —dijo el reportero, interrumpiendo el momento—. ¿Qué te parece el matrimonio, después de haber sido soltero tanto tiempo?
Lali tragó saliva, sonrojándose.
Una multitud se había reunido a su alrededor, atraída por la fantasía de su romance. Eran gente del pueblo con los que ella se había criado y la miraban con las manos en el corazón, emocionados.
Tenía su gracia, se dijo Lali. En casa, la relación con su marido no podía ser más fría. Pero, delante de la gente, eran como un sueño romántico hecho realidad. Igual que les había pasado al príncipe Carlos y a Diana. Todo glamour por fuera y todo tristeza por dentro.
—¿El matrimonio? —dijo Peter y bajó la mirada hacia Lali, con los ojos llenos de…
Ella no quiso creer que fuera amor. En una ocasión, ya había cometido el error de ver amor donde no lo había, con Alan.
—Si hubiera sabido que el matrimonio sería así, me habría casado mucho antes —prosiguió Peter, hablando en voz alta para que lo oyeran bien.
Todo el mundo se rió y hubo más disparos de flash.
—Pero —añadió Peter, acariciándole la mejilla a Lali—, supongo que he tenido que esperar a que llegara mi esposa para hacerme entrar en razón. Y la espera ha merecido la pena, creedme.
Peter la devoró con la mirada y Lali le correspondió con sus ojos, pensando que estaría dispuesta a todo por él.
—¡Peter! —gritó otro periodista—. ¿Has consultado la noticia que ha salido hace quince minutos? ¡Según las encuestas, vas en cabeza! ¿Qué te parece?
Alegres vítores salieron de la multitud. Y del corazón de Lali.
Cuando Peter se giró hacia ella, dejándose llevar por un impulso, y la abrazó, Lali supo que no estaba fingiendo.
—Felicidades —le susurró ella al oído, abrazándolo también.
Durante un instante, su relación pareció tan real…
Sin perder el tiempo, los periodistas siguieron haciendo preguntas y Peter levantó la voz para hacerse oír.
—¡Aquí está la razón de mi éxito! —afirmó él, sonriendo a Lali—. ¡Una mujer buena que sabe apoyar a su hombre!
Ella quiso poder creerlo, pero cada disparo de los flashes era como una puñalada, porque le hacía recordar que todo era puro teatro.

3 comentarios:

  1. Que Peter se deje de joder y reconcozca YA que la ama!!!
    Me da mucha pena Lali, la pobre lo pasa muy mal!
    QUIERO MAS!!!
    Te amo hermanita!!!!

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  2. Pobre Lali!! Peter tiene que decirle YAA que la ama y que se deje de joder!!!
    QUIERO MAS!!!

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  3. Sintiendo todo lo k siente x Lali,y las vueltas k da Peter,x miedo a k le pase lo d sus padres,pero tiene el referente del amor k Julia sintió x su marido, aún lleva su anillo d casada.

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