domingo, 8 de julio de 2012

Capitulo Tres!




Muy buenas!!!! Paso corriendo para dejarles capi!!
Espero que tuviesen un buen fin de semana! Gracias por las firmas!!
Gracias por leerme!! Besos, Vero!




                                             CAPITULO TRES





Mientras Lali se sumergía en sus brazos, los rizos de ella le hicieron cosquillas en el rostro.
A miel. A eso olía, pensó él. ¿Y su cuerpo?
Podía sentir todas sus curvas… sus pechos apretados contra el torso.
Y el pequeño abultamiento de su vientre.
Un poco conmovido, Peter se apartó un centímetro, la miró y vio sus mejillas sonrojadas y sus ojos brillantes por una mezcla de perplejidad y…
Diablos, Peter no pudo descifrarlo. Pero, sólo por disfrutar un poco más del momento, él le acarició la mejilla.
—¿Me has echado de menos? —preguntó él, queriendo saber qué le había hecho cambiar tan rápido de idea.
Peter estaba al otro lado de la calle cuando la había llamado, con la esperanza de convencerla para que se tomara con él un té o lo que fuera que tomaran las mujeres embarazadas.
Sí, era cierto que estaba siendo un poco insistente, pero él siempre había sabido distinguir cuando podía conseguir algo y le había parecido que Lali se mostraría abierta a un poco más de persuasión.
—Claro que te he echado de menos —contestó ella con voz emocionada.
Aunque Peter no pudo comprender a qué se debía su emoción.
Era obvio que era una buena actriz, pensó él.
Sin embargo, al mirarla a la cara, le pareció que sus sentimientos eran genuinos y tuvo la urgencia de inclinar el rostro hacia ella y besarla.
Entonces, la mirada de ella se tornó heladora, como para advertirle de que no lo hiciera. Además, lo pellizcó en la cintura por debajo del abrigo, donde su padre no podía verla.
Peter la soltó y se giró hacia Carlos Esposito, sin poder librarse de la ardiente y extraña sensación que se había apoderado de él al tenerla entre sus brazos.
No era lógico, pues él no había elegido a Lali como verdadera esposa. No había lugar para la pasión en su trato, igual que no la había habido en el matrimonio de sus padres.
—Papá —dijo ella—. Ya conoces a Peter Lanzani.
Su padre, que era un hombre fornido, estaba allí parado, de pie con los brazos cruzados. Y, aunque Peter lo conocía desde hacía años e, incluso habían cruzado algunas palabras de vez en cuando, decidió no comportarse con demasiada familiaridad y lo saludó con un respetuoso gesto de la cabeza.
El otro hombre parecía furioso y Peter empezó a comprender la razón por la que Lali había cambiado de idea respecto a su oferta. Se habría visto en un aprieto con su padre, adivinó. ¿Por qué, si no, se había mostrado tan aliviada de que él la llamara? ¿Por qué, si no, le había dado ese caluroso abrazo en la puerta?
En ese momento, sin embargo, no importaba. Le haría las preguntas después.
—Señor —saludó Peter a Carlos, recordando lo que Lali le había dicho por teléfono sobre su ausencia de tres semanas y la conversación que había escuchado en el restaurante desde la mesa vecina—. Lali me hizo prometer que no le contaría nuestro secreto hasta después de las elecciones. Al parecer, ella ha mantenido su palabra.
Carlos no parecía estar escuchándolo.
—Lali, me dijiste que tu prometido estaba fuera del pueblo.
Peter observó que ella se retorcía las manos, nerviosa, y decidió intervenir.
Apoyó una mano en la espalda de ella, notando cómo se ponía un poco tensa antes de esbozar una cariñosa sonrisa y mirarlo con sus enormes ojos azules.
—Carlos —dijo él—. Sé que tenemos que explicarle muchas cosas. Pero antes de empezar, quiero que sepa que llevo mucho tiempo esperando poder casarme con su hija y que pretendo hacerla la mujer más feliz del mundo.
Dicho aquello, Peter señaló hacia el salón. Carlos lo miró con desconfianza y desapareció por el pasillo.
En cuanto se hubo ido, Lali agarró a Peter de las solapas del abrigo.
—No le he dicho a mi padre el nombre de mi prometido… sólo le había dicho que posee dos ranchos y tiene intereses en los negocios —le susurró ella.
—¿Dos ranchos, eh? —susurró él—. Parece que lo hubieras dicho pensando en mí.
—No te pongas gallito —repuso ella, afilando la mirada—. Y no te vayas a creer que te he tomado como modelo para inventarme a mi prometido.
—¿Por qué iba a pensar eso?
Peter sonrió, dirigiéndose hacia el salón. Cuando Lali comenzó a seguirle, él la señaló con el dedo.
—Yo me ocuparé —aseguró él.
Ella abrió la boca para protestar, pero Peter le puso un dedo sobre los labios. Era sólo un gesto juguetón, pero cuando ella lo miró sorprendida y entreabrió la boca, el aguijón del deseo lo atravesó.
Durante un ardiente momento, Peter se imaginó acercándose a ella y besándola, saboreándola. Se preguntó a qué sabría…
La voz de Carlos sonó desde el salón.
—No tengo toda la noche.
Sintiéndose como si fuera un adolescente al que hubieran sorprendido en el asiento trasero de su Cadillac con la hija de Carlos Esposito, Peter se apartó de Lali. Recuperó la compostura al instante, se quitó el sombrero y el abrigo y se los tendió a ella, guiñándole un ojo.
Lali miró al techo con gesto burlón mientras tomaba sus pertenencias en el brazo.
Cuando llegó al salón, Carlos estaba sentado delante del fuego. El resplandor lo envolvía en tonos rojizos que le daban un aspecto mucho más fiero de lo que a Peter le habría gustado.
Él se sentó en un sillón en frente de su futuro suegro.
—Entre todos los hombres del mundo, Peter, has tenido que ser tú quien se aprovechara de Lali —le espetó Carlos antes de que tuviera tiempo de acomodarse en el asiento.
—Carlos, le aseguro que…
—La has dejado sola.
—No he hecho tal cosa, créame. No pienso abandonarla. Sólo un loco la dejaría marchar. Debería explicarle por qué esta situación parece tan sospechosa.
Peter hizo una pausa con la intención de dejar que Carlos liberara un poco más de su frustración antes de continuar hablando.
Sin embargo, Carlos no dijo nada más. Peter lo interpretó como una buena señal y prosiguió.
—Cuando Lali estaba en Bozeman, en la universidad, nos encontramos en la ciudad. Apenas nos reconocimos después de tantos años, pero me pareció la mujer más hermosa que había visto jamás —afirmó Peter, pensando que era un buen comienzo. Además, se dio cuenta de que no le costaba nada decir esas cosas. Lo único que tenía que hacer era recordar cuando había visto a Lali en el restaurante, con sus rizos con toques rojizos, sus vivos ojos oscuros… una de las mujeres más bellas que conocía—. Quedé rendido a sus pies desde ese instante —añadió.
Eso era mentira, por supuesto. Pero, por cómo se le encogió el pecho al decirlo, se sintió como si hubiera sido así de verdad.
Carlos tenía agarrada una mantita de colores en sus manos y la apretaba con fuerza, como si estuviera intentando controlarse para no darle un puñetazo.
Tenía que dar más explicaciones, se dijo Peter.
—Entonces, supe que quería pasar el resto de mi vida con Lali.
—¿Y qué me dices de dejarla embarazada antes de pasar por el altar?
Carlos le estaba lanzando puñales con la mirada. Peter tuvo que recordarse a sí mismo que no había sido él quien había dejado a Lali en ese estado. Él sólo era el hombre que estaba mintiendo a su padre, aunque lo hacía por el bien de todos.
Por el bien de Thunder Canyon.
Estrujándose los sesos, continuó con la historia.
—Mantuvimos nuestra relación en secreto. Lali es muy discreta, como sabe.
—Es obvio —repuso Carlos.
Debía seguir concentrado en su propósito, se recordó Peter.
—Antes de que se quedara embarazada, llevábamos meses planeando la boda, pero Lali quería graduarse primero. Era importante para ella empezar lo que había terminado antes de embarcarse en una nueva etapa de su vida, que pensamos que incluiría seguir estudiando después de que nos estableciéramos. A mí me pareció bien, pues creí que sería demasiado estrés para ella planificar la boda al mismo tiempo que tenía que hacer sus exámenes finales.
Peter observó la reacción de Carlos. El padre de Lali no movió ni un músculo.
Por el momento, todo iba bien, se dijo.
—Entonces, yo empecé a pensar en presentarme a la alcaldía y a ella le encantó la idea. Pero ya conoce a Lali. Es una mujer práctica. Ella pensó que ésa era otra razón más para esperar para anunciar nuestro compromiso. Dijo que me daría mejor imagen salir con una licenciada que con una estudiante —indicó Peter y bajó el tono de voz, como si fuera a compartir con Carlos algo confidencial—. Ella le ha dado mucha importancia a nuestra diferencia de edad y pensó que los votantes harían lo mismo.
—Es una década o más menor que tú —gruñó Carlos—. Nadie quiere tener un alcalde que le roba a la gente sus hijas menores.
De acuerdo. Así que Carlos todavía no estaba convencido, pensó Peter. Era comprensible. Al padre de Lali le costaba culpar a su hija de su situación. Era su pequeña y siempre la defendería. Peter avanzó hacia el punto clave.
—Entonces, nos quedamos embarazados.
Peter sonrió como un padre feliz. Lo cierto era que sentía debilidad por los niños, así que no le costó tanto fingir. Aunque nunca había pensado que tendría sus propios hijos… estaba demasiado ocupado llevando dos ranchos y saliendo con diferentes mujeres. Además, sus padres no le habían dado muy buen ejemplo, sobre todo después de su divorcio. Entonces, se dio cuenta. Iba a ser padre. Mientras asimilaba la idea, Peter sintió que Carlos lo estudiaba con atención y decidió continuar.
—También sabe lo cabezota que es Lali —dijo Peter—. Insistió en mantener nuestro compromiso en silencio durante las elecciones. No quería que Arthur Swinton tuviera ventaja en la campaña al convertir su embarazo en una especie de falta moral, cuando no lo es. Pensó que Swinton lo convertiría en un feo escándalo y que, al final, Thunder Canyon saldría perdiendo.
Carlos miró hacia el fuego.
—¿Tanto cree en ti Lali?
—Sí. Pero yo no me he rendido y sigo intentando que ella cambie de idea. Quiero que todo el mundo sepa lo que sentimos el uno por el otro y pienso que, si la gente viera lo mucho que la amo, me votaría, sin importar lo que dijera Arthur Swinton.
Carlos exhaló y, de pronto, tuvo el aspecto de un viejo dolido por haber sido dejado de lado.
—Me gustaría que, al menos, Lali le hubiera contado a su padre lo que estaba pasando.
Peter se levantó y se acercó a él. No lo hizo porque fuera parte del plan congraciarse con él, sino porque Carlos parecía muy triste y sintió compasión.
—Lali ha cedido esta noche —señaló Peter, pensando que al viejo le gustaría escucharlo, aunque fuera una exageración de la verdad—. Decidió que debería decírselo cuando se dio cuenta de lo mucho que le había dolido no haber sabido lo del bebé. Me llamó cuando salió de casa y me reuní con ella y con Candela en el Rib Shack. Lali estaba esperando que yo llegara para contárselo todo a usted.
—Aun así… —dijo Carlos, dolido.
—Estaré contando los días hasta que pueda hacer lo correcto con Lali —aseguró Peter—. Por eso he venido, para pedirle su mano.
El padre de Lali apartó la mirada de la chimenea. Fue obvio que había tocado su fibra sensible.
Y ya no lo consideraba un desalmado que se había aprovechado de su hija, adivinó Peter. Era posible que, incluso, a ojos de Carlos volviera a ser un tipo decente.
—Voy a amar a su hija y a nuestro bebé más que a nada en el mundo —prometió Peter—. Se lo aseguro.
Al menos, durante seis meses…
Peter no pudo evitar sentirse culpable por su mentira, pero intentó no pensar en ello.
De todos modos, cuando Carlos asintió despacio y volvió a posar la mirada en el fuego, apretando la manta entre las manos, Peter no se sintió en absoluto victorioso.


Escuchando detrás de la puerta, Lali tuvo ganas de abrazarse a la pared.
Las palabras de Peter resonaron en su cabeza.
«Voy a amar a su hija y a nuestro bebé más que a nada en el mundo».
Tenía que haber sido Alan quien le hubiera dicho aquello a su padre.
Sin embargo, Alan nunca la había amado y ella lo sabía. Le había costado meses aceptarlo, sin embargo.
¿Pero por qué le dolía tanto escuchar a Peter hablar con su padre en ese momento? ¿Sería porque Peter parecía estar diciendo lo que sentía, a pesar de que ella sabía que sus promesas eran tan falsas como las de Alan?
Lali se sintió mareada. Se frotó el estómago, como si quisiera decirle a su bebé que no importaba, que su mamá siempre estaría allí para él.
Mientras tanto, su padre y Peter hablaron durante unos minutos más, pero Lali dejó de escucharlos. No podía dejar de repetirse lo que él había dicho sobre amarlos a ella y al bebé. ¿Qué pasaría si…?
No. No debería divagar ni albergar fantasías ni por un segundo. Alguien como Peter no tenía capacidad para experimentar esos sentimientos hacia ella de forma auténtica.
Lali lo oyó despedirse de su padre. Cuando salió del salón, a ella se le aceleró el pulso.
Y, cuando miró a Peter a los ojos, creyó que el corazón iba a salírsele del pecho.
Ella le hizo una seña para que la siguiera a la cocina, donde había pilas de platos sin lavar, restos de comida y botes de mermelada sin cerrar. Era obvio que sus hermanos habían pasado por allí.
La chimenea de piedra estaba apagada, a diferencia de la del salón. Desde el otro lado de la casa, Lali oyó un portazo. Segundos después, vio a su padre por la ventana, embutido en su abrigo y su sombrero. Una lucecita roja le indicó que se había encendido un cigarrillo.
Lali tomó un bote de mermelada y le puso la tapa.
—Se te da muy bien inventar historias.
Peter había llevado la bolsa del restaurante con las costillas del salón y la había metido en el frigorífico.
—Tenía suficiente información en la que basarme, por lo que oí en el restaurante y por lo que sé de ti. Y por lo que la gente de Thunder Canyon dice de Lali Esposito.
Ella no quería saber lo que decían. Lo único que le importaba era su familia.
—¿Cómo ha ido?
—Lo irá aceptando. Sólo necesita tiempo.
Peter agarró un par de platos sucios y los metió en el fregadero. Al menos, sabía recoger, pensó Lali. Poco a poco, él iba ganando puntos.
—¿Y? —le urgió ella.
—¿Me estás preguntando qué pasa después?
Peter esbozó su peligrosa sonrisa.
—Supongo que sí —respondió ella, ignorando cómo aquella sonrisa la afectaba—. Esto de los matrimonios falsos es nuevo para mí, así que no sé qué pensar.
—Para mí, también. Pero todo saldrá bien —afirmó él y se volvió para enjuagar los platos, mientras ella guardaba la mermelada en el armario—. Tendremos que fijar una fecha pronto.
Una fecha para la boda.
Oh, aquello estaba empezando a ser… demasiado, se dijo Lali. La cabeza le daba vueltas.
—Y te agradecería que empezaras a acompañarme en algunas apariciones en público —añadió él—. No muchas. No quiero cansarte. Pero, ya que nuestro secreto se va a dar a conocer a partir de mañana…
Lali iba a tener que acostumbrarse a aquella farsa. Tendría que recordar que se suponía que Peter y ella se habían encontrado en Bozeman, tal y como él le había dicho a su padre. Tendría que llamar a sus amigos de la universidad y contarles que se había enamorado de Peter justo después de que Alan la dejara y que le había dado vergüenza admitirlo, por lo que lo había mantenido en secreto. Iba a tener que fingir estar loca por su nuevo prometido.
Ella le lanzó una mirada mientras Peter echaba jabón líquido sobre los cacharros. Tenía el pelo revuelto y daba la sensación de estar aseado y un poco desaliñado al mismo tiempo. De alguna manera, eso le daba un aspecto muy sexy, al que ella no era inmune.
—De acuerdo —dijo Lali—. Puedo hacer ambas cosas. Acompañarte en tu campaña. Y planificar la boda.
—También deberíamos cerrar un trato… hablar sobre lo que cada uno espera.
—Ya hemos acordado hacer esto durante seis meses —señaló ella.
—Tendremos que llegar a un acuerdo sobre el dinero que te iré pasando, también.
—Quiero preguntarte otra cosa primero —indicó ella, haciendo acopio de todo su sentido común—. ¿No te preocupa lo que dirá la gente si nos casamos ahora y pedimos la anulación poco tiempo después? ¿Qué pensarán tus votantes?
Por supuesto, Peter ya había pensado en eso.
—Lo único que quiero es salir electo. Cuando el pueblo se dé cuenta de que hago cosas por ellos y que cumplo con mis promesas electorales, lo más probable es que muestren simpatía por ti y por mí. Seguramente, pensarán que nuestro matrimonio ha fracasado por todas las horas de trabajo que yo he tenido que dedicarle al pueblo. Yo me encargaré de que así sea mediante la labor de unos buenos relaciones públicas.
—Es una estrategia arriesgada.
—Sólo necesito la oportunidad de llegar a la alcaldía, Lali. A partir de allí, todo será más fácil.
Sin poder evitarlo, Lali lo creyó. De todos modos, había algo que le preocupaba todavía más.
—Pero tendremos que actuar como si fuéramos una verdadera pareja…
La sonrisa de Peter creció y ella le leyó el pensamiento al instante.
—Nada de eso —dijo Lali.
—¿Qué?
—Ya sabes qué.
—¿Nada de sexo?
Lali se sintió recorrida por una oleada de adrenalina, su corazón se aceleró y se quedó casi sin aliento.
Peter terminó de aclarar un plato, lo colocó en el escurridor y cerró el grifo. Luego, se recostó en la encimera, con aspecto de estar a sus anchas.
—Pues nada de sexo, entonces —aceptó él. Lali asintió con brusquedad, dudando mucho, de todas formas, que a él le resultara atractiva, ya que se estaba hinchando cada día más. Pronto, sería como una pelota de playa y, aunque a ella no le molestaba, no creía que eso despertara el interés de un soltero recalcitrante como Peter.
Él agarró un paño y limpió la encimera, adelantándose a ella.
—Mañana, mis seguidores van a celebrar un rally en el aparcamiento principal del complejo turístico —comentó él—. A las dos en punto. ¿Podrás salir del trabajo a tiempo para estar allí?
—Diseño mi propio horario, porque trabajo en casa con el ordenador, así que no será un problema.
Peter tiró el paño al fregadero y se volvió hacia ella. A Lali se le aceleraron los latidos del corazón.
Cuando él se acercó hasta estar a unos centímetros, a ella no le quedó más remedio que levantar la vista.
—Tu padre —murmuró él—. Está fuera y estamos justo en su campo de visión, por la ventana.
¿Estaba insinuando que debían darse un beso de buenas noches para aparentar?
A Lali se le encendieron los labios cuando él posó los ojos en su boca.
Un beso.
A ella no le costaba lo más mínimo imaginarse apretándose contra él, agarrándolo de la camisa mientras sus labios se tocaban…
Recuperando la compostura, Lali se apartó y se dirigió a la entrada. Escuchó a Peter reír a sus espaldas y seguirla.
Ella tomó el abrigo y el sombrero del perchero y se los tendió.
En la puerta, él puso la mano sobre el picaporte.
—Por cierto, llevaré al rally algo que necesitamos para ti.
—¿Qué?
—Un pequeño detalle.
Sin dar más explicaciones, él abrió la puerta, la saludó con un gesto del sombrero, salió y cerró, dejándola más desconcertada que nunca.
* * *
—¿Que has hecho qué? —preguntó Candela al día siguiente, en el aparcamiento del complejo turístico.
Las montañas relucían a su espalda, encima de la carpa roja, blanca y azul que se había preparado para el rally. Una multitud de personas, en su mayoría jóvenes, se había reunido con gorras de Estamos contigo, Peter, esperando ver a su candidato. Algunas nubes tapaban el sol.
Lali le dio la mano a Candela y la llevó a un lugar apartado, cerca de unos pinos.
Una vez allí, con aspecto de preocupación, Candela esperó que Lali se lo explicara.
—Lo sé —dijo Lali—. No puedo creer que lo esté haciendo. Me he pasado toda la noche dando vueltas en la cama, intentando buscar otra salida. Pero no la he encontrado.
—Lali, comprendo que no es plato de buen gusto sentirse juzgada y que temes pasar por eso con tu familia, pero debe de haber otra manera.
—Bueno, ahora es demasiado tarde. Esta mañana, mi padre sonreía, como si hubiera pensado en mi compromiso y estuviera empezando a estar de acuerdo con ello —explicó Lali, encogida—. ¿Sabes lo maravilloso que ha sido verle contento?
—Pero está basado en una mentira, Lali. Y tú eres la última persona que pensé que se vería enredada en una sarta de falsedades.
Su mejor amiga la tenía en tan alta estima que Lali no entendía cómo había podido cumplir con sus expectativas hasta ese momento.
En vez de enfrentarse a cómo había decepcionado a Candela, Lali se cerró el abrigo de lana y miró hacia el rally, donde la directora de campaña de Peter, una mujer madura llamada Julia, estaba dando comienzo a la acción.
Entonces, Lali intentó buscar una mejor explicación para convencer a Candela.
—Creo que no me funciona bien la cabeza por culpa de las hormonas del embarazo.
Sí… Tenía que ser eso. Se sentía confundida y cabeza abajo, como si su mente fuera el recipiente de un extraño coctel.
—Con hormonas del embarazo o no, todavía estás a tiempo de echarte atrás —opinó Candela.
—Pero…
—Ya, tu padre y tu familia —la interrumpió Candela y le tocó el brazo—. Tengo la obligación de decirte que lo que viste en la cara de tu padre cuando se enteró de que estabas embarazada ayer no será nada en comparación con cómo se va a poner cuando su castillo de naipes se derrumbe. Y se va a derrumbar, Lali, créeme.
Lali jugó con la tierra del suelo con la punta de la bota. Deseó que Candela hubiera presenciado con qué maestría se había enfrentado Peter a su padre y cómo había inventado una historia creíble para protegerla.
Peter se había metido a su padre en el bolsillo como hacía con todo el mundo.
—¿Y si pudiéramos retrasarlo?
Candela gruñó.
Lali reunió un poco más de fuerza para continuar.
—¿Y si seis meses pasaran rápido y nadie saliera perdiendo en esta farsa temporal?
Candela se giró para irse. Pero, al parecer, se lo pensó mejor y se volvió hacia Lali.
—Voy a estar a tu lado decidas lo que decidas —aseguró Candela en voz baja—. Pero me gustaría que pudieras pensarlo un poco mejor.
Candela caminó hacia el rally, donde la esperaba su prometido, Agustín Sierra.
Sí, a Candela la estaba esperando una realidad con la que Lali sólo podía soñar, pues su propio compromiso era tan real como un ganso de tres cabezas.
Cuando su amiga desapareció entre la multitud, Lali sintió un escalofrío.
Sintió como si…
Entonces, se giró hacia la entrada del resort y allí estaba él, apartado del resto del mundo.
Peter.
Acababa de salir del edificio de cinco pisos, vestido de forma muy poco ortodoxa para un político, con vaqueros, botas, un abrigo de borrego y sombrero de vaquero.
Peter la había visto primero y ella no tenía ni idea de cuánto tiempo la había estado observando. De todos modos, se estremeció de emoción sólo de pensar que él había tenido puestos los ojos en ella.
Peter comenzó a caminar hacia Lali y, de pronto, ella no tuvo ni idea de qué hacer. Tal vez, podía entretenerse alisándose el abrigo. O fingir que estaba muy interesada en las carreras.
Todavía estaba a tiempo de echarse atrás, se repitió a sí misma.
Sin embargo, cuando Peter llegó a su lado, todos los consejos de Candela se esfumaron de su mente y ella le sonrió, incapaz de hacer otra cosa.
Su novio.
Estaban comprometidos, para mal o para bien.
—¿Estás listo? —preguntó ella, esperando que el suave temblor de su voz pasara desapercibido.
—Casi —contestó él y se metió la mano en el bolsillo, agarrando algo.
Entonces, Peter alargó el brazo y le tomó la mano.
Su piel era tan cálida…, pensó Lali.
Ella tardó un momento en comprender que había sacado un anillo. Al darse cuenta, soltó un grito sofocado.
A eso se había referido cuando había dicho que faltaba un detalle. Ella ni siquiera había pensando que podía ser un anillo, había creído que se trataría más bien de hablar de negocios, como de la fecha y el lugar de la boda, por ejemplo.
El diamante relucía. Simple y elegante, era el tipo de anillo que ella misma habría elegido.
—Mi abuela me lo dejó antes de morir —dijo él.
¿El anillo de su abuela?
—Peter, no puedo ponérmelo. Sería como burlarme de tu familia.
—Mi abuela habría aprobado lo que hago por Thunder Canyon. Era una mujer práctica. En eso, se parecía un poco a ti.
Peter le puso el anillo, dando un paso más en su peligrosa farsa.
Lali se quedó sin habla, admirando la belleza de la piedra preciosa. En ese momento, comenzaron a saltársele las lágrimas, aunque sabía que no merecía la pena llorar de emoción por un anillo de compromiso tan vacío de significado. Lo antes posible, se lo devolvería, se dijo.
Pero, mientras tanto, no le haría daño acariciarlo alrededor de su dedo y acostumbrarse a su contacto.
Ella levantó la vista hacia Peter y lo sorprendió mirando el anillo con una expresión indescifrable.
Luego, como si quisiera ocultar sus pensamientos, Peter sonrió.
—Estoy preparado —dijo él y la tomó de la mano—. ¿Estás lista para esto?
Sin titubear, Lali salió de debajo de los pinos y miró hacia donde se celebraban las carreras.
En su vientre, el bebé le dio una patadita, como si quisiera animarla.
Su bebé.
Lo más importante era cubrir las necesidades de su amado hijo o hija, pensó ella.
—Estoy lista.
Y se acercaron a la multitud juntos.


4 comentarios:

  1. Me encanta!!! por fin se decidio! jajaj
    Quiero mas sister!! no nos puedes dejar asi, no seas mala!!!
    Te amo mucho, no lo olvides nunca!!!!

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  2. Me encanto tu nove!! Soy nueva en tu blog!!
    Espero por el proximo cap!!
    Besitos

    Ines

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  3. Peter también es un buen actor con el padre d Lali,así k no le puede recriminar sus mentirijillas ,el también miente y d k manera!.Estos dos sienten más d lo k dicen.

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