viernes, 13 de julio de 2012

Último Capitulo!




Chicas!!! Llegó el final!! Queria darles las gracias a todas las que la leyeron y en especial a todas las que firmaron!! Gracias, que grandes que son!! Tengo que dar una mención especial a Ione, mi hermana de corazón porque hoy a sido un día difícil y como siempre ha estado conmigo. Te amo sister!! También tengo que decirles que....HOY HE SIDO TIA!! Ha nacido mi sobrinito de corazón y eso convierte este día en especial. Y por último contarles que la nove (mi nove) por algún motivo que desconozco está un poquito estancada, por eso decirles que si quieren subo otra adaptación. Les dejaré el argumento y si les gusta la subo. No quiero alargarlo mas así que...
Gracias por leerme!! Besos, Vero!!



                                         CAPITULO DOCE




El bebé y Lali estaban detrás de aquellas puertas y él no sabía qué diablos les estaba pasando.
¿Estaría sufriendo dolores su esposa? ¿Estaría de parto?
¿Y qué pasaba con el bebé? ¿Era demasiado pronto para que naciera?
Peter se acercó a las puertas, mirando a través de las ventanas de cristal, pero sólo vio un pasillo vacío con médicos pasando por allí, con carpetas en la mano, y algunas sillas de ruedas aparcadas a los lados. Parecía una noche tranquila y él sospechó que Lali sería el centro de atención. Varios médicos se dirigían hacia el mismo sitio, hacia el final del pasillo.
Maldición, pensó Peter. Nunca iba a poder perdonarse si a Lali o al bebé les pasaba algo. Era culpa suya que estuvieran allí. Debía haberse rendido a Lali, haberle dicho que iba a cambiar y que sería el hombre que ella necesitaba.
Y que la amaba.
Por un instante, Peter se quedó sin respiración. Ante la amenaza de perder a Lali y al bebé, no pudo seguir engañándose a sí mismo. Ellos lo eran todo para él.
A su espalda, Peter oyó que se abría la puerta principal de la entrada. Cuando miró hacia allí, se topó con Julia, que corría hacia él con los brazos abiertos.
Peter la había llamado en cuanto los enfermeros se habían llevado a Lali detrás de aquellas puertas, dejándolo hundido.
Julia debió de adivinar lo torturado que se sentía, porque lo estrechó entre sus brazos para consolarlo.
—¿Cómo están?
—No me han informado de nada todavía.
Ella le apretó con más fuerza.
—Lali es una mujer fuerte, Peter.
—Lo sé —repuso él y rezó porque eso fuera suficiente.
—Te dije que llamaría a su padre, así que los Esposito deben de estar a punto de presentarse aquí en pleno, junto con Candela y medio Thunder Canyon. También he llamado…
Antes de que Julia pudiera terminar, se abrieron de nuevo las puertas automáticas de la entrada. La madre y el padre de Peter entraron y se acercaron a él, sorteando las sillas de la sala de espera.
El padre de Peter tenía el rostro contraído por la preocupación y fue el primero en abrazar a su hijo. Sin decir una palabra, su madre hizo un fallido intento de sonreír, se acercó a su hijo y apoyó la cabeza en su hombro.
Su madre llevaba un estiloso abrigo de capa rojo que, sin duda, había comprado en su viaje a Italia. Tenía el pelo rubio teñido a la perfección y las uñas con una manicura impecable. Después del divorcio, había dejado atrás la vida en el rancho y se había convertido en una mujer de mundo.
Sin embargo, su madre llevaba el mismo perfume al que Peter se había acostumbrado desde niño. Jazmín. Le hacía recordar un tiempo en que todos habían estado juntos. Entonces, se dijo que las cosas habían cambiado y que él tenía su propia familia. Y, si Lali y el bebé salían de ella, iba a luchar hasta la muerte para salvar esa familia, se prometió a sí mismo.
Julia se había acercado a la mesa de las enfermeras, donde todavía quedaban algunos adornos de Halloween. Sin duda, iba a hacer todo lo posible para conseguir más información.
Mientras, la madre de Peter tomó el rostro de su hijo entre las manos y lo miró de cerca.
—Pareces a punto de desmayarte. Ven a sentarte con nosotros.
—No puedo estar sentado.
Su padre le dio un palmadita en el hombro.
—Claro que no. Ya le he dicho a tu madre…
Cuando su padre se calló de golpe, Peter supo que era porque no quería discutir con su ex esposa. A pesar de estar atenazado por la angustia, incluso entonces, se dio cuenta de que sus padres seguían sin poder soportarse.
Frunciendo el ceño, Peter consiguió enderezar sus pensamientos.
Él no terminaría como ellos. Nunca dejaría de querer a Lali. Nunca llegaría ese día. Estaba seguro de ello.
Sintió lástima por sus padres, porque nunca habían estado tan seguros como él.
—No sabía que estabas ya en el pueblo, mamá —dijo Peter—. Pensé que ibas a venir para mi nombramiento. Papá, creí que te habías ido después de la boda.
Su padre se aclaró la garganta.
—La verdad es que hemos llegado a un acuerdo… por ahora. Después de hablar por teléfono durante un buen rato, decidimos venir a Thunder Canyon para estar contigo cuando se hicieran públicos los resultados de la elección, pero no conseguimos llegar a tiempo. Entonces, cuando recibimos la llamada de Julia, vinimos directos hacia aquí.
Su madre le dio la mano.
—Yo regresé ayer de mi viaje a Italia, pero había decidido venir de todas maneras. Sé que me equivoqué al no asistir a tu boda. ¿Me perdonas, Peter?
Él los miró a ambos. Estaban tan alejados el uno del otro…
—No pasa nada, mamá —contestó Peter. No tuvo fuerzas para decirle que le habría gustado que su padre y ella hubieran llegado a un acuerdo antes, porque en ese momento sólo le importaba una cosa. Y no tenía nada que ver con ellos.
Lali y el bebé lo eran todo para él. Lo sabía desde aquella noche en que había hecho el amor con su esposa. Y pensaba demostrarlo, si Lali le daba otra oportunidad.
Sí, pensaba cambiar, aunque eso implicara un riesgo, pensó Peter. Le había resultado fácil hablar de cambio en la política, pero en el terreno personal le daba demasiado miedo y no había estado dispuesto a intentarlo hasta que Lali había llegado a su vida.
Un médico salió por las puertas que daban al pasillo y Peter se acercó a él, al mismo tiempo que Julia regresaba de la mesa de las enfermeras.
El médico sonreía y Peter estuvo a punto de desmayarse. No estaría sonriendo si algo horrible hubiera pasado, ¿verdad?, pensó.
—Soy el doctor Aberline, el médico de Lali —se presentó el hombre—. Hemos detenido el parto. Lali y vuestro bebé están bien… cansados, pero en buena forma.
Lali y su bebé.
Peter se agarró a la silla para no caerse. Estaba temblando de alivio y apenas podía contener la emoción, después de saber que estaban bien.
Julia habló por él.
—¿Qué le pasaba?
—Ha tenido algunas contracciones, sí, pero el bebé necesita más tiempo para desarrollarse dentro de su madre. Le hemos dado medicación para relajar el útero. Lali es una mujer muy sana, pero estoy seguro de que el estrés de las elecciones y un poco de deshidratación tienen la culpa de esto. Ahora que todo ha terminado, señor alcalde —añadió el médico con una sonrisa todavía más amplia—, espero que se ocupe de que Lali descanse y beba lo suficiente.
—Le bajaría la luna del cielo si hiciera falta —repuso él, sin pensarlo.
Entonces, Peter se dio cuenta de que siempre había dicho en serio todas las frases románticas que había pronunciado en público y ante la prensa acerca de su esposa y su familia. Nunca habían sido fingidas.
De pronto, se dio cuenta de que el cambio no estaba por llegar.
Ya había llegado.
—¿Puedo verla?
—Está dormida, señor Lanzani, pero puedo acompañarle a verla.
Peter le dejó a Julia su sombrero y siguió al doctor Aberline por el pasillo, a la izquierda, hasta una enorme sala llena de camillas vacías, a excepción de un hombre conectado a una máquina de oxígeno y una mujer rodeada de médicos con la pierna en alto, al parecer, rota.
Cuando llegó a Lali, que estaba cubierta por una bata de hospital, vio que estaba dormida. Le estaban poniendo suero a través de una vía en el brazo.
Después de correr las cortinas para tener un poco de privacidad, Peter se dejó caer en la silla a su lado, con el corazón encogido.
¿Qué pasaría si, cuando se despertara, Lali seguía queriendo irse?
Él le dio la mano y posó la otra en su abdomen.
—Me alegro de veros a los dos —dijo Peter con suavidad. Tal vez, el bebé pudiera oírlo, aunque Lali estuviera dormida. Y, quizá, a través del cordón umbilical que los unía, pudiera persuadir a su madre de que se quedara—. No sabes lo difícil que ha sido esperar allí fuera —continuó—, pensando que tu madre y tú estabais aquí, recordando su cara de camino al hospital y lo preocupada que estaba por ti. Yo también estaba asustado.
Peter le acarició el vientre a Lali. Estaba tan firme, tan redondo… Era fascinante pensar que albergaba un pequeño ser humano… su hijo o hija.
—Gracias a Dios, todo ha terminado y sólo me queda pediros perdón por haber sido tan cabezota y tan imbécil —afirmó él con un nudo en la garganta—. No he sido ni la mitad de buen padre que debía. Ni un buen marido. Tenía tanto miedo de intentarlo y fracasar…
Peter se llevó la mano de Lali a los labios, sin estar seguro de poder seguir hablando sin ponerse a llorar. Pero aquella sensación de vulnerabilidad no le impidió continuar.
—No pienso irme a ninguna parte, ni cuando terminen los seis meses, ni ahora. Pienso quedarme para siempre.
Peter no dijo nada más. No podía.
Además, sabía que había dicho lo esencial. Las lágrimas le cegaron mientras apoyaba la cabeza sobre los nudillos de Lali, inmensamente agradecido porque ella estuviera sana y salva, y el bebé siguiera en su vientre.
Sólo podía rezar porque, cuando se despertara, decidiera quedarse a su lado.


Lali no había estado dormida. Sus sentidos se habían agudizado cuando Peter se había sentado.
A pesar de lo mareada y lo exhausta que estaba, era como si una especie de radar la hubiera despertado al sentir su presencia, una alarma que sonaba en su interior cada vez que él estaba cerca.
Y eso significaba que había oído todo lo que Peter le había dicho al bebé.
Con los ojos cerrados, ella intentó contener las lágrimas que le quemaban en el pecho y la garganta.
Peter había sido capaz de abrir su corazón cuando la había creído dormida, ¿pero habría sido tan sincero si hubiera sabido que ella estaba escuchando su confesión?
¿O, sin embargo, se habría parapetado detrás de una fachada, manteniendo como siempre las distancias?
Lali no quería abrir los ojos porque temía toparse con algo todavía peor: la parte herida de Peter, la del hijo traumatizado que pensaba que todos los matrimonios eran una farsa.
Tal vez, él sólo fuera capaz de revelar sus verdaderos sentimientos cuando pensaba que ella no lo estaba escuchando, pero sus admisiones le habían calado muy hondo, de todas maneras.
Él quería ser un mejor padre, un mejor marido.
¿Significaría eso que la amaba? ¿Por qué él no podía decírselo?
Lali se atrevió a mirarlo con los ojos entreabiertos. Peter estaba aferrado a su mano. Parecía tan destrozado, tan…
Parecía un hombre enamorado.
Dividida entre creerlo con todo su corazón o ponerlo en duda, Lali abrió los ojos de par en par.
Peter pareció notarlo y la miró de golpe, llenándola con su amor, su emoción, su confusión.
—¿Lali?
Ella tenía los nudillos mojados… ¿había estado él llorando? Sí, podía verlo por el rojo de sus ojos. Era un hombre duro, demasiado cerca de la desesperación.
Eso conmovió a Lali. Sin embargo, no sabía cómo iba a poder superarlo si él volvía a ocultar sus sentimientos y a salirse por las ramas.
Ella esperó, porque no quería hacer el primer movimiento. Necesitaba que fuera él quien le dijera lo mismo que le había dicho al bebé. Si no lo hacía, eso probaría que no estaba dispuesto a cambiar.
Pero Peter empezó a hablar, con voz ronca.
—Estaba hablando con Saltamontes.
Lali asintió, rogándole en silencio que hablara con ella.
Peter le acarició el brazo, al parecer, reuniendo valor.
Ella maldijo en silencio porque la mantuviera en vilo.
—Voy a cuidarte mejor a partir de ahora —afirmó él—. Sólo quería velar por nuestra seguridad y nuestra felicidad.
¿Estaría él pensando que no había podido hacer lo mismo con su propia familia, cuando su tío y el padre de Maria habían sido asesinados?
—Pero también he intentado mantenerme a salvo a mí mismo, durante todos estos años. Y, en el proceso, os he hecho daño al bebé y a ti.
Lali tuvo la sensación de que él la estaba preparando para una mala noticia y se encogió, esperando.
—No tengo ni idea de cómo ser un buen padre, pero te juro, Lali, que voy a ser un marido y padre de verdad.
En esa ocasión, cuando ella lo miró a los ojos, vio en ellos una firme determinación, una promesa.
—¿Y que significa eso? —preguntó ella en un murmullo.
—Significa lo que parece: que voy a aprender a haceros felices a los dos para siempre. Voy a darte todo lo que tengo, incluida mi confianza —prometió él y le acarició el brazo—. Sólo espero que quieras aceptarme, después de todo lo que ha pasado.
Peter todavía no había dicho las palabras que Lali quería escuchar. Ella empezó a cerrar los ojos…
—Te quiero, Lali, más de lo que jamás creí poder querer a nadie.
Un sollozo emergió desde lo más profundo del pecho de Lali, dejándola sin respiración.
Él se puso en pie de un salto, asustado.
—Estoy bien —se apresuró a tranquilizarlo—. Yo… Oh, Peter.
Él la rodeó con sus brazos con cuidado. La besó con toda la delicadeza del mundo y, por la forma en que la miró, era obvio que deseaba que estuvieran solos en casa, con ella en perfecto estado de salud.
Mientras la besaba, Lali se sintió como si el sol explotara dentro de su cabeza, detrás de sus ojos, en cada parte de su cuerpo. Sintió que tenía alas y que todo era posible.
Peter la había ayudado a salir adelante cuando había estado en su peor momento y, en ese instante, mientras la besaba con ternura, ella supo que nunca más iba a pasar por un mal momento.
Peter terminó el beso con suavidad, con una caricia.
—Te olvidaste algo en casa —susurró él y se llevó la mano al bolsillo para sacar el anillo de su abuela.
Lali sonrió.
Él hincó una rodilla en el suelo.
—¿Quieres casarte conmigo, Lali? ¿Quieres llevar este anillo de verdad?
Lali se sintió más en la tierra que nunca, aunque la cabeza le daba vueltas.
—Sí, Peter. Sí, sí, sí…
Él le puso el anillo en el dedo. Le estaba más apretado que la primera vez que se lo había puesto, pero así le encajaba mejor.
La joya brillaba bajo la luz fluorescente del hospital con inmensa claridad, como el millón de días dorados que tenían por delante.
—Me gustaría que Saltamontes pudiera verlo.
Peter se había entregado a sí mismo, pensó Lali. Era hora de que ella hiciera lo mismo y se sincerara también.
—Saltamontes tiene un nombre —señaló ella—. Le pedí al doctor Aberline que me revelara su sexo, porque no podía soportar no saberlo… después de esta noche.
Peter se llevó la mano de ella al corazón.
—Pensé que podíamos llamarla Sabrina, como mi madre —dijo ella, sonriendo, con una lágrima en la mejilla.
Él la besó de nuevo, mientras Lali imaginaba a su niña sonriendo dentro del útero, deseando salir para ser feliz con aquella familia que la estaba esperando.
Una familia que Peter y ella habían formado, paso a paso, aprendiendo día tras día.
Y, en el futuro, no se separarían nunca más.


Peter estaba comprometido hasta la médula. Y, a diferencia de la noche anterior, cuando el mundo se había tambaleado a su alrededor y apenas había sabido qué hacer, ya empezaba a intuir lo que debía hacer un buen marido.
En vez de dejarle notas a Lali, pensaba llevarle el desayuno a la cama, ya que el doctor Aberline había recomendado que su paciente tuviera todo el reposo en cama que fuera posible. Y Peter era feliz de poder cuidar a su esposa.
Aquel día, dejó la bandeja sobre el regazo de ella. Lali sonrió, observando el pan tostado, el melocotón, los huevos revueltos y el zumo de naranja. Una flor en un vaso de agua acompañaba el menú. Peter no había podido resistirse a salir al jardín y cortarla para ella en un día tan soleado como ése.
—Vaya —comentó ella—. Te has superado.
Peter estaba aprendiendo a darlo todo, como había prometido. A pesar de que le daba tanto miedo como había anticipado al decir las palabras de oro.
«Te amo».
—Vuelvo en un instante —dijo él y regresó a la cocina a por su propia bandeja.
Cuando regresó al dormitorio, se sentó junto a ella en la cama.
—Sabes que no todos los alcaldes son tan serviciales.
—Esto sólo pasa en Thunder Canyon —bromeó ella.
Sí, estaban todos caminando hacia delante. El pueblo, Peter, Lali y Sabrina. Juntos.
Peter abrió el periódico que había llevado bajo el brazo y le mostró a Lali la primera página, mientras ella mordía el melocotón. Mientras ella ojeaba los contenidos, él la contempló, disfrutando de cómo lo hacía todo… desde morder una fruta hasta leer la prensa.
Iba a ser un infierno contenerse para no hacer más que abrazarla en la cama durante el mes que tenían por delante, pero iba a merecer la pena, se dijo él.
Lali señaló con el tenedor la foto que llenaba la primera página a todo color y leyó en voz alta el titular: ¡Eureka!
El artículo trataba de cómo había llegado Peter a alcalde, aunque no ahondaba lo suficiente en que su mayor logro había sido ganarse el corazón de Lali.
Él jugueteó con uno de sus rizos mientras Lali sonreía, sin dejar de leer. Cuando ella terminó, le tomó la mano y se la llevó al pecho. Él sintió su latido y su propio corazón se aceleró al mismo ritmo.
Los dos habían hablado y habían acordado que nadie los separaría nunca. Juntos, serían los padres de Sabrina y, si Alan regresaba algún día, él lo echaría.
Sabrina era suya, pensó Peter. Igual que Lali.
—No dice nada de Carlos y Diana —indicó ella, dejando el periódico. Hasta la prensa parecía haberse dado cuenta de que ellos eran únicos y estaban viviendo su propia vida, sin seguir los pasos de nadie.
Cuando Lali levantó la vista y vio que él la estaba sonriendo, no pudo contenerse y se lanzó a sus brazos para besarlo.
La bandeja se tambaleó un poco y el zumo de naranja estuvo a punto de derramarse. Pero a Lali no le importaba mancharlo todo. Eso no tenía importancia, después de todo lo que habían pasado.
El beso fue haciéndose más profundo, más caliente, más lento, hasta que Peter quitó la bandeja de la cama, la puso en el suelo y se tumbó junto a su esposa.
Ella frotó su nariz con la de él.
—Pronto, podremos tener una verdadera luna de miel —prometió Lali.
—Estar contigo siempre es como una luna de miel —dijo él, repitiendo lo que ella había respondido cuando una pareja les había preguntado por su viaje de novios.
Peter Lanzani, entonces, abrazó a su esposa, con la intención de no dejarla marchar jamás, ni en lo bueno ni en lo malo, ni en la riqueza ni en la pobreza.
Juntos, caminarían hacia el dorado porvenir que los esperaba.

Fin

4 comentarios:

  1. Ame la novela desde el primer hasta el ultimo capítulo...me que quedado sin palabras para el final!

    Amore! Una vez te prometi que iba a estar a tu lado siempre y que nunca te iba a soltar la mano...sabes que lo que prometo lo cumplo!
    SIEMPRE!!! Te amo mucho hermanita!

    Felicidades por el titulo de tia!! Ese nene no sabe la suerte que ha tenido siendo tu su tia! va a ser el bebe mas consentido del mundo!!!

    Espero la proxima nove!!!

    Besos enormes! Te amo mucho mas que muchisimo y muchisimo mas que mas!!!

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  2. Peter era quien tenía todos los miedos ,pero el amor todo lo puede.El mejor final.Felicidades x ser tía.Si crees k tu novela no está aún como te gustaría ,empieza otra adaptación,ya tienes mi comentario en todos los caps.Espero la intro.

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  3. Me FASCINO :)
    La leí hoy y merecontra ENCANTO :)

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